Eterno Retorno

Friday, May 12, 2023

Rinconcito

 


No exagero si les digo que más del 96% de los párrafos que he publicado o compartido en los últimos once años de mi vida han sido escritos en este rinconcito del mundo, sentado sobre esa silla y mirando siempre en la misma dirección, con el Pappo haciéndome guardia a menos de un metro. De aquí han brotado catorce libros, chingos de artículos, columnas, posts, encargos diversos y también toneladas de garabatos sin publicar. Conste que si dejo un 4% restante en mi hipotética estadística escritural, es por las veces en que escribo en hoteles o aeropuertos cuando estoy de viaje. La última vez que tuve un lugar de trabajo fuera del hogar se remonta al 2012. Por más de década y media escribí desde redacciones de periódicos, pero ahora mi oficina es este lugar, que es también el comedor de la casa. Sí, en el piso de arriba hay un escritorio que en teoría fue diseñado especialmente para trabajar, pero los hábitos se transforman en leyes y yo, animal de costumbres, estoy acostumbrado a trabajar siempre aquí, sentado de espaldas al patio por donde se pone el sol en la tarde y mirando hacia la sala, por cuya ventana entra la primera luz de la mañana que muy a menudo recibo escribiendo a mano. Hagan sus apuestas: ¿Podría cambiar mi rincón creativo? ¿Se destaparía una válvula desconocida si intentara trabajar desde otro lugar o me enfrentaría a un bloqueo neuronal feroz? Como dirían los Héroes del Silencio: este es mi sitio.

Thursday, May 11, 2023

Yacemos en el ojo del Tornado de Almas

 


 

Esta esperpéntica barda fronteriza es parte nuestra vida cotidiana pero muy a menudo olvidamos su significado  y nos limitamos a mirarla como una monserga que afea el paisaje. Una estampa de nuestro día a día que hoy vuelve a estar en las noticias de todo el mundo. Medios de todos los países hablan de una alerta humanitaria mientras ríos humanos desembocan en este gran estuario fronterizo. 

La historia de humanidad ha sido escrita por hordas migrantes. Un día, unos cavernícolas de Siberia cruzaron el Estrecho de Bering y poblaron un descomunal continente donde no había Homo Sapiens. Hace 530  años, unos intrépidos navegantes cruzaron el Atlántico y repoblaron esa misma masa continental que hasta ese día era libre de cristianos.

Vaya, la  historia de nuestro vecinito  es la historia de millones de migrantes: pilgrims puritanos perseguidos; esclavos africanos herrados como reses;  buscadores de oro; vaqueros furtivos;  tramperos barbones  y cazadores de fortuna de toda calaña; italianos, polacos e irlandeses con una mano adelante y otra atrás y millones de hispanoamericanos. El nuestro es un  planeta que migra y nosotros somos uno de los centros neurálgicos de la migración mundial.

Dentro de dos  horas expirará el Título 42 y cientos de migrantes aguardan un milagro hacinados junto la barda. Una tormenta de destinos. La geopolítica mundial estornuda y nosotros ardemos en fiebre.  El planeta entero es una diáspora y uno de los más desgarradores dramas de nuestro tiempo se escenifica en nuestras calles. El espíritu de la época sienta sus reales afuera de nuestra casa. Yacemos en el ojo del Tornado de Almas.

Yo por eso no me junto con escritores

 



Duplas literarias. Hermandades, asociaciones o némesis capaces de trascender más allá de la mutua admiración y el recelo. La más honesta, duradera y productiva – ni duda cabe- es la de Borges y Bioy. Más de medio siglo cenando, leyendo, chismeando y envejeciendo juntos arrojaron una obra conjunta que vale por sí misma. Bustos Domecq (con su Isidro Parodi) y Suárez Lynch no son Borges o Bioy sino Jorge Adolfo Biorges, el escritor bicéfalo del que habla Álvaro Uribe. Borges y Bioy realmente crearon un tercer escritor amalgamado con personalidad y estilo propio. Ello por no hablar de su fructífera labor como editores y compiladores que tiene su pico más alto en la Antología de la literatura fantástica en donde se suma la enigmática Silvina Ocampo, testigo y partícipe de esa obsesiva encarnación de siameses escriturales. Por fortuna, Lumen acaba de reeditar su obra completa en colaboración en un solo volumen de casi 600 páginas.

Ya sea por terquedad, costumbre o manías compartidas, pero la de Borges y Bioy me parece la más honesta de las amistades literarias. Cierto, aunque hermanados en su condición de burgueses porteños (Adolfo rayano en lo aristocrático) y sus no pocas afinidades literarias, sus dosis de testosterona eran radicalmente desiguales. Bioy seductor, casanova, picaflor y extraordinario tenista, mientras Georgie bordeaba con la asexualidad y la frigidez, eternamente pegado a su madre. Sus mayores deslices fueron sus torpes tentativas románticas con Estela Canto y su casto romance de senectud con María Kodama. Se admiraron mutuamente y se quisieron, aunque más de uno considera una traición que Bioy diseccionara y revelara tantísimas intimidades en su monumental diario llamado simplemente Borges, en donde no se guardó absolutamente nada. En cualquier caso es de agradecer y admirar que ninguno de ellos cediera nunca al mal vicio de la política. Sus patrias fueron sus bibliotecas y su única bandera la escritura.
Por supuesto, no se puede decir lo mismo de Gabo y Marito. Con personalidades mucho más cercanas al macho alfa y más elevadas dosis de testosterona (sobre todo el peruano), era complicado por no decir imposible que esta amistad se mantuviera. Y sin embargo, en algún momento se profesaron una mutua y sincera admiración nunca exenta de envidia. Con el inevitable recelo a cuestas, creo que en algún momento la amistad fue sincera. De hecho la devoción de Marito derivó en un ensayo monumental, Historia de un deicidio. Eran las dos luminarias del Boom, los rockstars indiscutibles de dicha onomatopeya, las más despampanantes joyas del cofre de Carmen Balcells unidos por una intencional vecindad catalana cuando ambos estaban ya en los cuernos de la luna. Gabo le propuso a Marito una novela a cuatro manos, algo sobre historia y dictadores latinoamericanos. Algo interesante habría salido (aunque no sé si tan genial como lo de Biorges). En cualquier caso, el soberano chingadazo asestado por el peruano al colombiano afuera del cine rompió para siempre la amistad. Años después acabaron políticamente polarizados, Gabo como abanderado ideológico de la izquierda más anacrónica, cursi y silviorodrigoza y Marito como vocero del neoliberalismo más rapaz. Ambos son monumentales novelistas. Por la cadencia de la prosa y su vena reporteril, pongo medio escaloncito arriba la obra de Gabo aunque políticamente me confieso mucho más del lado de Mario. El año pasado me leí en media tarde su conversatorio en Lima en 1967 y ahora en un trayecto entre Bogotá y Tijuana, me chuté el folletinesco chismógrafo de Jaime Bayly llamado simplemente Los genios.
Y para rematar don Octa y Carlitos. En algún momento, cuando estaba cruzando la frontera de mis veinte, sus obras fueron omnipresentes en mi vida, pero con la edad adulta me he ido alejando de ambos (nunca he dejado de leer a Borges, a Gabo o a Vargas Llosa, pero hace un rato que no abro un libro de Fuentes y de Paz me dio apenas por releer mostrencos poemas durante la pandemia). Tal vez por ser mis compatriotas o por conocer tan bien el contexto tan odiosamente priista en el que se desarrollaron, pero el caso es que desconfío de ambos. Sin embargo, en algún momento El arco y la lira y La llama doble fueron algo más que una revelación, como en su momento lo fue Aura, La región más transparente o El espejo enterrado. Dos machos Alfa a los que el espíritu de la época condena por maltratar a Elena Garro y a Rita Macedo y sin embargo eso que llamamos literatura mexicana no podría explicarse sin su influencia y su aún (queramos o no) omnipresente sombra. Sosegadamente leo Estrella de dos puntas de Malva Flores. Bayly escribió un folletín de revista del corazón sobre Gabo y Marito; Malva, en cambio, ha escrito un señor Ensayo sobre Fuentes y Paz.
En fin, con esos amigos…
Yo por eso no me junto con escritores.

Wednesday, May 10, 2023

Hábrika trata de volver a esa habitación oculta como Ulises a su Ítaca

 


Ignacio tenía diez años de edad cuando atravesó furtivamente el umbral. Desde entonces nada fue igual. 

Ocurrió una mañana de 1963 en la antigua escuela Cuauhtémoc de Mexicali.

Siempre escapista  e inquieto, Ignacio corría a la deriva durante el recreo,   lejos del bullicio que armaban sus compañeros de tercero de primaria.

Fue entonces cuando al final del jardín  apareció la puerta.

Una extraña puerta de lámina que nunca antes había visto. La curiosidad fue más fuerte que el temor e Ignacio cedió al impulso de empujarla. La puerta se abrió y frente a él apareció otro mundo, fascinante y enigmático.

Ahí, en un cuarto que olía a encierro y humedad, yacían caballetes, pinceles, lápices,  pinturas al óleo cubiertas de polvo y olvido.

Ahí había colores y formas en permanente explosión; geometría onírica. Imágenes hablando su propio lenguaje dentro del abstracto reino oculto que solo Ignacio conocía.

Entonces el niño tuvo una revelación: su camino de vida estaría por siempre hermanado a ese universo de misterio e iluminación.

Aquella ocasión fue única e irrepetible. Días después, cuando a escondidas Ignacio retornó  al lugar, encontró la puerta cerrada con candado. Jamás volvería a abrirse.  Nunca más le fue dado retornar a aquel reino secreto.

Creo que desde entonces, entre multitudes y escaleras,  Ignacio Hábrika trata de volver a esa habitación oculta como Ulises a su Ítaca  y cruzar furtivamente aquella puerta.

¿Qué enigma ocultan esos seres sin rostro que marchan en multitud? ¿Oníricas sombras acaso?

 Contemplo la obra de Hábrika e intuyo  pura sustancia de duermevela  separada por un abismo de la cadena de significados, respuestas y verdades absolutas, ahí donde la razón es una cáscara de nuez que yace a la deriva flotando en un océano en tormenta.

¿A dónde conducen esas escaleras? Intuyo noches blancas y territorios límbicos. Blanca es la noche de ojos derretidos y tercos alucinajes hermafroditas, como roja  e ignota es la madrugada desnuda de artificios, cuando en la playa neuronal del sueño de la razón no sobrevive al alba monstruo alguno, ni vestigios de alta marea y tempestades de antaño.

La escalera es de carbón o de ceniza o acaso sea pura cera derretida. En cualquier caso, conduce a alguna parte.

Pierdo la mirada en la obra de Hábrika y por herencia me queda la sensación de navegar en barcos de arena e intuir naufragios como quien intuye islas encantadas y cantos blasfemos de sirenas donde los poetas marchan en bicicleta al destierro.

Ir deshojando instantes de vida como quien deshoja flores marchitas y peldaños de una escalera que sube o desciende  hacía la habitación donde yacían ocultos los caballetes y los óleos.

Acaso Ignacio quiera retornar a ese preciso instante y tal vez por ello se ha dado a la tarea de inducir a tantos niños al embrujo del arte, llevándolos a navegar por ínsulas y penínsulas en un viaje que nunca termina. (DSB)

Tuesday, May 09, 2023

CINCO COPAS


 

No alcancé a verlo jugar pero vaya que lo vi dirigir y como entrenador era un espectáculo. Aquellos Ates de Morelia eran un deleite en la cancha pero lo mejor era sentir la pasión con la que La Tota Carbajal vivía los partidos y emocionarnos con sus mil y un rituales y supersticiones. Sentarse en la banca cinco minutos después de iniciado el partido, salir de la cancha cinco minutos antes del silbatazo final, mirar a la tribuna cuando se marcaba algún penal y llenar el vestidor y la banca de amuletos y escapularios. Era espectacular verlo encarar a los árbitros, festejar eufóricamente los goles y emitir declaraciones brutalmente honestas que rompían con lo predecible.

Jugó cinco mundiales en la era en que los balones eran rocas de cuero y fue líder moral de una selección siempre náufraga. En 1962 festejó su cumpleaños con el primer triunfo mundialista en la historia del tricolor frente al futuro subcampeón Checoslovaquia y se retiró en Wembley manteniendo el cero contra la garra charrúa en una portería donde colgaba un rosario y un par de medallas Lo mejor fue que desde Brasil 1950 a Inglaterra 1966 jugó siempre con el mismo viejo suéter que luego de 16 años de uso rudo yacía percudido y lleno de hoyos.
Por azares del destino me tocó acudir al último juego que dirigió en su carrera. Fue un Tigres vs Morelia en septiembre de 1995. Creo que aquellos Canarios fueron la última expresión de futbol romántico que hubo en nuestra liga
La Tota se retiró de la dirección técnica y se fue a vivir humildemente ejerciendo su oficio de vidriero en el centro de su natal León. Hoy, mientras veía el Real Madrid vs Manchester City, me enteré de su fallecimiento y pensé que nada queda ya de aquel futbol tan canijamente humano y honesto que él representó. Simplemente hoy en día los contratos con las marcas multinacionales deportivas le habrían impedido usar el mismo suéter en cinco mundiales y los ridículos protocolos de la liga sin duda sancionarían sus rituales. La Tota enarboló la bandera de un futbol de sudor, huevos y corazón. Una era se ha ido para siempre. Grande Cinco Copas. La próxima es a tu salud.