Eterno Retorno

Tuesday, April 04, 2006

Ya todo fue dicho, imaginado, sentido, vomitado y mal parido. El mito del Eterno Retorno cumple su función de crear absurdos ciclos en las mentes desiertas de los creadores de la nada. Todos los lunes opera un doloroso renacimiento y en la alta mar de presión baja y ascos reglamentarios, brotan ideas con complejo de digno vanguardismo. Brotan, como sierpes borrachas, se arrastran un poco en el asfalto para después escoger como morada el olvido. Estos son solo unos cuantos cadáveres momificados, rescatados del eterno fluir de la insignificancia.



Humedad bajo palabra

Desde hace algún tiempo, todos los amaneceres presagian días húmedos y atiborrados de nubes, aunque las más de las veces, el Sol se acuerda del litoral tijuanense pasadas las nueve


Maquila

Y es ahí alrededor del rojo neón de la máquina de refrescos enlatados donde surgen las historias, crónicas de dolor y esperanza inherentes a todo éxodo, pedazos de nostalgia y falsas expectativas de trascender las ruinas del futuro. Un millón de historias que son una, hermanadas en el sueño mutilado y en ese sentir que aunque el cielo está siempre ennegrecido, la vida aún depara algún tesoro oculto al final de un arco iris. En medio de ese fugaz oasis en el desierto de la jornada, cada una de esas manos que van y vienen, esa fuerza efímera y desechable tiene una voz que surge en bruto. Todas las voces remiten a una inmensa lejanía en donde se encuentra siempre el origen, de la esperanza y la tragedia, donde aguarda siempre un útero materno y un santuario. Allá en mi tierra, pero esa tierra es siempre irrecuperable y las ansias de regreso son solo un consuelo para mitigar el dolor.


Electric Eye

Hermanos, tierra, marionetas del temporal, juguetes de los dioses de la selva. Aquí no hay sol a sol pues ni siquiera existe el aire y has olvidado lo que puede sentir tu pie descalzo al hundirse en el lodo o al quemarse al contacto de los terrones resquebrajados. Por momentos desearías mirar al cielo y angustiarte ante la amenaza de tormenta o sentir un escalofrío ante la serpiente que se arrastra entre tus pantorrillas, pero aquí los monstruos no tienen la sangre caliente. Solo existe la máquina y el ojo siempre al acecho de un supervisor sin rostro.

Amanece

Cuando amanece no sabes qué está más podrido, si tu alma o el entorno. La noche en vela droga, embriaga y cuando llega el día nada es igual. Todo parece un poco mentira, se vuelve pintura pastel derretido. Las imágenes y los sonidos duelen, pero no sientes que vayas a caer dormido. No ahí. Los sueños no podrán visitarte mientras duermas sobre este polvo incoloro, opaco, pegostiozo como la bruma que te ciega y te impide darte cuenta que la tierra prometida es horrible. Sí, es una patada a Dios, pero no quieres verlo, porque conoces bien la pobreza, conoces la sangre, conoces el miedo, pero esto se parece al Infierno. Estos son los paisajes donde se desarrollan las más macabras de las vidas y no concibes que alguien pueda reír mientras pisa este suelo, pues hasta el aguardiente sabe a tierra contaminada de malos deseos. Sientes como sí el tiempo se hubiera vuelto polvo chicloso, garras de un mal sueño y nadie acierta a inventar la palabra que reviente el sopor de la mañana.



Testimonio de Ipanema Dávila

Y mi proceso de inducción y capacitación no fue largo, pues a decir verdad el trabajo ha sido siempre bastante sencillo. La estética para caballeros, en donde por cierto nunca se ha realizado un corte de pelo en su historia, ofrece servicio de masajes, aunque tampoco se ha practicado nunca alguno. Los masajes incluyen varias categorías. La más barata el normalito SM, que no era más que una vil y ordinaria manuelita. El SO es lo que se conoce vulgarmente como una mamada, aunque eso sí, con condón de por medio y el tercero y más sofisticado el SC, una cogida como Dios manda, que malamente es el más caro. Tu platícales, se cariñosa, enamóralos mi reina, que no se te vaya ni uno sin pedir servicio completo, tu sabes, entre más caro sea el servicio ganas más comisión me dijo mi patrón y ahí mismo quedó cerrado mi contrato laboral que se ha mantenido vigente y sin interrupciones durante los últimos cinco años. Cuando quiero resultar digna digo que trabajo en una estética, que es lo que Gastón cree, sin preguntarse siquiera si se cortar el pelo. Si quisiera ser más atrevida diría que trabajo en una sala de masajes y si quisiera pegarle a la dramática diría que laboro en un prostíbulo pero para mis sinceros adentros digo que trabajo en un vil masturbadero colectivo en donde el único arte que se practica, sin ningún chiste ni sofisticación es hacer emerger la leche de los clientes. Así, sencillito, sin dificultad alguna. Digo, hay prostitutas con cierta clase, geishas, cortesanas de harem, pero esto, no me hagan reír, puede hacerlo cualquiera y para mí es un trabajo bastante cómodo y poco estresante.
Así de simple, es como si trabajara en una maquiladora haciendo el mismo movimiento mil veces al día para poner un mismo tornillo en una misma pieza cada cinco segundos. Me gusta el término, soy una maquiladora sexual, produzco orgasmos en serie. Los penes son solo objetos de trabajo que llegan a mis manos para ser trabajados, no con el ánimo de una artesana, mucho menos de una artista, sino con la mente de una obrera de fábrica. Hace mucho que el órgano masculino ha perdido todo su sentido erótico para mí. Es un objeto tan aburrido como un tornillo o un botón de camisa. El acto es mecánico, carente de concentración. Manipulo el pene con crema en la mano y si voy a chuparlo lo forro de plástico cuando ya está duro. Después hago el mismo movimiento rítmico cuantas veces sea necesario dependiendo de la precocidad eyaculatoria del cliente y después lo despacho sin siquiera verlo a la cara. Este es mi trabajo, así son todos mis días y por esto gano dinero, por cierto casi el triple que mi marido, pero me he olvidado de lo que significa sentir algo


Sin sobresaltos

El sobresalto llegó cuando iba en el asiento trasero de un taxi y sintió una gran sorpresa por sí mismo y la improbabilidad de su propia existencia.
Aunque el instante era bastante ordinario e incluso tedioso, tuvo al menos por un solo segundo el don de ser enteramente extraño, desconocido y no necesitó imaginar que esas calles eran en sí lejanas y él, un extranjero misterioso, indescifrable, navegando en la imaginación de un hombre común que lo pensaba al otro lado del mundo.
Su cuerpo al moverse, sus manos al pagar, su voz al dar las gracias, eran simplemente extrañas, aunque eran las suyas y no las de otro, era él, gozando el néctar del accidente de estar vivo, sin poder imaginar lo que se sentiría no estarlo, aterrorizado al pensar que realmente el universo no fue el producto de sus sueños y seguiría existiendo eternamente, aún cuando él no fuese siquiera polvo.
Sí, era algo escalofriante concebirse como usufructuario de una materia enteramente real, que lo antecedía por millones de siglos y lo sobreviviría hasta que fuera deshojado el infinito.
El entorno no era entonces el engendro de sus fantasías, ni un cuadro paisajista contemplado por unos ojos en un lugar remoto jamás imaginado. Estaba ahí, podía moverse y nombrarse aún mandando al sepulcro los sueños y fantasías de todos los hombres, era tan real como el dolor y el hambre, mientras que él era solo un intruso, tratando de ser el único en depredar lo que todos depredaban.