GRACIAS A MIS COLEGAS RAMIRO PADILLA Y JAIME CHAIDEZ
RPG (Fragmento)
Vivimos una época en la que parece haber demasiada prisa por condenar a muerte el presente. Obsesionados por una vocación de futurólogos asesinos, nos da por descubrir el deforme rostro de lo obsoleto en cada aspecto de la vida diaria. Tal parece que el ser absolutamente moderno de Rimbaud encuentra su máxima realización en la medida que dicta sentencias condenatorias. La única forma de aspirar a la modernidad es aniquilando o pretendiendo aniquilar el presente. Aferrarse a él constituye un pasaporte inmediato a la inmolación. La ridícula marca de lo caduco, lo anacrónico, lo pasado de moda, amenaza con posarse sobre nosotros y nada parece darnos más pavor. Hay que matar, dejar atrás, olvidar y pasar a la siguiente página...Next. Da la impresión que hoy en día los movimientos, ideas y conceptos empiezan a apestar a muerto cuando ni siquiera acaban de nacer. De los adelantos tecnológicos de vanguardia mejor ni hablamos, pues esos tienen una longevidad propia de insectos cuyo periodo de vida se limita a un solo verano.
La historia tiene apuro, corre en cámara rápida y la humanidad indiferente asiste un gigantesco funeral de oficios obsoletos, inmolados en el altar de sacrificios de la absoluta modernidad, una deidad voraz que exige sangre cada noche. Basta con echar una rápida mirada al nutrido parte de bajas para darnos cuenta de esta vocación destructora
Saturday, September 29, 2012
Thursday, September 27, 2012
El egocentrismo y la megalomanía afectaron a no pocos caudillos de nuestra historia que hicieron hasta lo imposible por inmortalizar sus festejos personales en el calendario de efemérides patrias. Ya alguna vez en este espacio, he comentado que lo del grito de Independencia la noche del 15 de septiembre se lo debemos a Porfirio Díaz, quien quiso emparentar su fiesta de cumpleaños con la mayor celebración del calendario cívico. En realidad, lo único que Miguel Hidalgo hizo la noche del 15 de septiembre de 1810 fue beber chocolate y jugar a las cartas, pero a Don Porfirio le venía de maravilla que el pueblo de México festejara la Independencia en su cumpleaños. Tal vez la fiesta patria con mayor glamur y derroche en toda la historia de México, haya sido la celebrada la noche del 15 de septiembre de 1910, cuando embajadores y mandatarios de decenas de países vinieron a festejar el Centenario de nuestra Independencia al paraíso porfirista, aunque en realidad estaban festejando los 80 años de vida del anciano dictador. Pues bien, esa etapa tan mal comprendida y poco estudiada llamada consumación de la Independencia también fue emparentada intencionalmente con el cumpleaños de un caudillo. El Ejército Trigarante desfiló por la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, con lo que se inauguró oficialmente la etapa como país independiente, sin embargo, la verdad es que la Independencia estaba consumada desde un mes antes, cuando Agustín de Iturbide y el último virrey de la Nueva España Juan O Donojú firmaron los tratados de Córdoba el 24 de agosto, cuando ya el Ejército Trigarante era amo y señor del territorio nacional. Sin embargo Iturbide, vanidoso y ególatra, decidió retrasar la entrada del Ejército Trigarante a la capital hasta el 27 de septiembre, día de su cumpleaños número 38, cuando incluso se permitió desviar la trayectoria del desfile para pasar bajo el balcón de su amada Güera Rodríguez. Don Agustín quería que el día que según él estaba destinado a ser el más grande de toda la historia de México, fuera su cumpleaños. Para su desgracia, la historia oficial ha minimizado ese día y a él lo ha condenado al ostracismo de los traidores a la patria, tras sus efímeros diez meses como malogrado emperador. En lo que sí logró inmortalizarse Iturbide, fue en la Bandera Nacional. Mal que bien, el primer lábaro verde, blanco y rojo, fue la bandera del Ejército Trigarante y aunque con severas modificaciones, sigue siendo nuestra bandera actual.
Por supuesto es más coherente celebrar el 27 de septiembre de 1821 como auténtico y verdadero día de la Independencia, que celebrar el 15 y el 16 de septiembre, cuando lo único que sucedió fue el estallido de una caótica revuelta popular que naufragó a los seis meses sin conseguir nada. El 27 de septiembre se cortó el cordón umbilical que nos unía con España y se inauguró la etapa como nación independiente, pero eso es otra historia.
Tuesday, September 25, 2012
Te llamas Pedrag; Pedrag Jerkovic y al momento de comenzar esta historia tienes 18 años. Vives en Belgrado y suponiendo que alguien preguntara por tu ocupación o proyecto de vida, la respuesta sería que eres seguidor del Estrella Roja. No un seguidor cualquiera, cabe aclarar, sino un radical de los que la policía tiene identificados como particularmente violentos y problemáticos. Solías identificarte con el grupo de los Grozni, archirrivales del grupo de los Sepultureros del Partizán Belgrado, aunque en últimas fechas se te ha visto apartado del grupo radical, acompañado solo de un par de amigos con los que sueles beber y fumar porros antes de los partidos. Tu carácter intransigente y emocionalmente inestable te ha traído problemas dentro del propio grupo de ultras del equipo, que han optado por apartarte y mantenerte lejos.
Eres entonces aficionado del Estrella Roja y la verdad es que mucho más no se puede decir sobre ti. Esa es tu única carta de presentación ante el mundo en el otoño de 1988: Pedrag Jerkovic, 18 años, seguidor del Estrella Roja, sin ocupación conocida. Estudiante ya no eres, pues hace meses te expulsaron de la escuela por conflictivo y pendenciero. No concluiste siquiera la educación media y cuesta mucho creer que con el desastre de historial académico que cargas a cuestas, vayas a entrar algún día a la universidad. Obrero tampoco eres ni has sido y a la fecha ni siquiera has desarrollado oficio alguno por el que hayas recibido remuneración. Tampoco se te conocen habilidades, a excepción del buen manejo de tus puños en peleas callejeras y un arrojo que a menudo raya en temeridad. Eres alto, tienes buenos músculos, pero careces de la malicia y la frialdad de un buen peleador callejero. Te gusta el rock duro: punk, hard core e industrial pesado, pero aunque has hecho intentos por integrar bandas, tu nulo virtuosismo musical te acaba por cerrar las puertas. Siendo adolescente jugabas futbol pero fuera de cierta habilidad para el remate de cabeza por tu altura, nunca pasaste de ser un jugador del montón y a tus 18 años te limitabas a jugar de vez en cuando sobre el pavimento, pateando la pelota con una cerveza en la mano. Nunca se te ha conocido una novia formal aunque ocasionalmente te has dado acostones con espontáneas putillas que has conocido en bares. De hecho eres un asiduo visitante del distrito rojo, aunque rara vez traes en el bolsillo lo suficiente para una buena parranda con putas y buen vodka, por lo que a menudo dependes de la caridad de tus pocos amigos, que tampoco suelen trasnochar con la cartera llena. Cierto, tampoco se puede decir que seas un delincuente consumado, pues ni siquiera has tenido la constancia y la determinación como para hacer carrera en la mala vida. Vaya, has cometido algunos hurtos menores y un par de veces has vendido porros para poder pagar tu entrada a un antro, pero a tus 18 años todavía no tienes un expediente criminal que preocupe a nadie. Lo que en todo caso preocupa a tu padre es tu absoluta falta de proyectos y metas en la vida. En realidad, tu único aliciente en la existencia es esperar con anisas el juego como local del Estrella Roja cada 15 días. Ocasionalmente acudes a ver equipos chicos de las divisiones inferiores, pero al estadio del Partizán no te paras nunca pues los sepultureros ya te tienen sentenciado y sabes bien que la osadía puede costarte demasiado cara. Cuando el juego de Estrella Roja termina, lo único que te resta por hacer es buscar una buena pelea, tratar de beber cuanto sea posible sin pagar y esperar que transcurran los 15 largos días que te separan del siguiente partido.
Lo cierto es que con o sin estudios o con o sin proyecto de vida, el Belgrado de 1988 no te ofrece demasiadas perspectivas de futuro. Basta ver a tu padre, un responsable ingeniero que mal gana lo indispensable para vivir en un desvencijado piso dentro de una unidad de vivienda popular, en donde compartes una pequeña habitación con tus hermanos menores. El mundo está cambiando pero tu vida es un ritual de patéticas repeticiones en donde nunca cambia nada. El planeta, dicen los enterados, gira hacia la apertura de fronteras mientras algunos alucinados aseguran ver a la virgen en Medugorie frente a un sol danzante sobre un cielo luminoso. Por si fuera poco, los mozalbetes de la selección juvenil de Yugoslavia, campeones del mundialito de Chile 87, se preparan para comerse un pastel muy grande. Pero mientras esperas a que las fronteras se abran o la virgen se te aparezca y te revele el secreto para ser rico y famoso y en tanto los jovencitos crecen y se deciden a darle de una buena vez por todas la copa del mundo a Yugoslavia, tu aburrida existencia es circular y carente de la más elemental expectativa. No sabías qué carajos esperar de la vida, pero la vida sabe lo que puede esperar de ti y está a punto de darte unas cuantas sorpresas.