tu última trinchera de hedonismo
A tus 16 tu
sueño era poder calzar unas Doctor Martens y a tus 54 lo sigue siendo. La mala
noticia es que a ambas edades ha sido un sueño inalcanzable. De morro nunca
tuviste ese dinero junto y en la edad adulta, cuando has llegado a tenerlo, has
tenido que gastarlo en las mil y una prioridades que hay por delante de unas botas.
Del alma te
saldría espetar un ordinario “cuestan un ojo de la cara”, pero no has venido
aquí a dar lástimas. La chica no tiene porqué saber que el costo de esas botas
representa para ti casi un mes de sueldo como profesor. Bueno, representaba
porque hoy hasta ese magro ingreso se ha perdido para siempre. Hace cuatro
años, cuando aún cobrabas como promotor de actividades artísticas en el
instituto municipal de cultura, habrías podido soñar con comprártelas después
de un aguinaldo o un mes de cinturón apretadísimo, pero tu etapa como empleado
público acabó el último día del trienio, pues en el nuevo ayuntamiento nada
quisieron saber de renovarte el contrato. Entonces te tuviste que ajustar a tu
sueldito de profe de prepa con las horas cada vez más recortadas. Conforme te fueron reduciendo las horas apenas fuiste
capaz de estirar tu bicoca de raya para pagar la renta de tu cuarto, las latas
de atún y la mayonesa que conformaban tu dieta. El mal vino de los viernes se
convirtió en tu última trinchera de hedonismo. Tina ha ido creciendo y con la
irrupción de las adolescencia han brotado los reclamos y los rencores, pero
como pelea tanto con su madre, a menudo tú acabas siendo su pobre refugio, un
aliado sin recursos que no puede ofrecer mucho más que una palmada en el hombro
y unos oídos a medias dispuestos a escuchar sus rabietas y desahogos. Tu hija
tiene ya la madurez suficiente para saber que eres un perdedor a lo grande, un
perdedorazo sin ambages ni medias tintas, derrotado con todas las de la ley, pero
al menos un perdedor buena onda que no ha querido inmolar tan descaradamente su
espíritu adolescente. Tal vez Tina ya no se crea el mito del artista
contracultural capaz de desafiar buenas conciencias pero al menos reconoce tu
vocación bonachona.