Un dandi errabundo, un psicoanalista
confesor y un arquitecto obsesivo. Los tres cumplen un par de siglos en este 2021.
Este es un año de bicentenarios. En 1821, mientras Iturbide, Guerrero y
compañía cimentaban el embrionario estado mexicano, en Europa nacían tres
hombres de letras cuya obra definió (y define aún en gran medida) el rumbo y la
esencia de eso que llamamos literatura contemporánea. Un poeta y dos novelistas
que han marcado un sinfín de veredas literarias.
El 9 de abril nació Charles Baudelaire; el 11 de noviembre Fiódor Dostoievski y el 12
de diciembre Gustave Flaubert. Más allá de los paralelismos cronológicos y de
lo estéril que podría resultar la comparación de estilos contrastantes, lo
innegable es que los tres nos hicieron cruzar un umbral al mirar y plasmar la
condición humana como nadie lo había hecho hasta entonces. Vaya, me atrevo a
decir que todos los lectores de literatura en los siglos XX y XXI hemos
abrevado de ellos directa o indirectamente.
Baudelaire nos enseñó a deleitarnos con la belleza de lo mórbido, a embriagarnos
con las gotas sublimes del elixir del mal y a beatificar la decadencia. Imposible explicar la poesía moderna sin tomar
como parámetro una obra seminal como Las Flores del Mal. Baudelaire no solamente
es el primer poeta maldito, sino el
primer artista contracultural de la vida
moderna, el que inauguró la figura del creador decadente, alucinado y errabundo
capaz de encontrar la iluminación en la oscuridad y el bajo fondo. Además de
fungir como innegable padre espiritual de Rimbaud, Mallarmé, Verlaine y todo el pandemonio simbolista, es también la fuente original de donde abreva
el surrealismo. Baudelaire fue el primero de los tres en morir. La sífilis y
las malquerencias de su estilo de vida lo consumieron a los 46 años.
Dostoievski es acaso el primer narrador capaz de plasmar en palabra escrita
las profundidades del alma humana, el primer novelista psicólogo cuyos
personajes encarnaron las contradicciones inherentes a la insuficiencia
ontológica. Nunca un narrador había plasmado con tal claridad conceptos como la
culpa, la tentación, la dualidad y la redención a través del sufrimiento
plasmados en Crimen y castigo; la pobreza y la injusticia social reflejada
en Humillados
y ofendidos o Pobres gentes; el enfrentamiento
entre la modernidad, la tradición y la filia al árbol genealógico encarnados en Los hermanos Karamázov; la locura, el amor no correspondido y
las tinieblas interiores en Apuntes del subsuelo o Noches
blancas y los extremos de devoción cristiana y el
nihilismo anarquista en Los endemoniados y El idiota. La
lista de autores marcados por Dostoievski es inmensa. Baste mencionar dos
premios Nobel del Siglo XXI, como son Coetzee y Pamuk, que se proclaman sus
fieles admiradores.
Por lo que a Flaubert respecta, baste señalar que es el padre de la novela moderna
y realista, el primer buscador de la arquitectura prosística perfecta, el gran
maniaco del párrafo pulcro y la frase insustituible. Emergió (y rompió) con la
tradición romántica de Stendhal y Balzac y se anticipó por varias décadas a naturalistas
como Zola y Maupassant, de los que fue innegable influencia. No le importa
juzgar o valorar a sus personajes, sino narrarlos de la mejor manera posible,
con un terco detallismo, plasmando el flujo de conciencia y el diálogo interno
que marcarían la narrativa del Siglo XX.
La Educación sentimental, Salammbo y sobre todo Madame
Bovary aún siguen seduciendo y desbarrancando lectores (para Mario
Vargas Llosa, un flaubertiano confeso,
en Madame se puede leer el mejor pasaje erótico de la literatura
universal).
¿Se conocieron personalmente Flaubert y Baudelaire? ¿Charlaron y
bebieron juntos alguna vez? No consta. Caminaron las mismas calles y la
mojigata censura los hermanó en 1857, el año en que Las flores del mal y Madame
Bovary llegaron a los tribunales por ofender a la moral pública y a las buenas
costumbres. Flaubert fue absuelto pero Baudelaire no (lo multaron con 300
francos y le borraron seis poemas).
Dostoievski y Flaubert no se conocieron,
pero vivieron casi el mismo tiempo en este mundo (Fiódor nació 31 días antes
que Gustave y Gustave murió nueve meses
y un día antes de Fiódor). A Baudelaire la sífilis se lo cargó catorce años antes.
¿Cuál de los tres está más vivo? ¿Cuál ha envejecido mejor? ¿Con quién ha sido más injusta la posteridad?
No lo sé, pero su bicentenario es un excelente pretexto para releerlos.