Siempre emocionante retornar a la austera austeridad
Retorno a
la austeridad con una novela nada austera en páginas. Vaya mastodonte que ha
escrito el Paul. 1033 paginitas nada más. De laaaargo aliento esta nueva lectura,
La llama inmortal de Stephen Crane. La mera verdad yo no tenía idea de quién fue ese tal
Esteban Grulla. ¿Ustedes lo conocían? Yo no, pero parece que ahora lo voy a conocer
a fondo. El Grulla fue un precoz narrador de Nueva Jersey. Un aventurero,
náufrago, corresponsal de guerra y milusos que alcanzó a publicar doce libros antes de que la tuberculosis se lo
cargara en 1900, a los 28 años de edad. La posteridad fue muy canija con
él. Leído y admirado en su tiempo, poco a poco fue olvidado y borrado del canon
gringo. A 120 años de su muerte y cuando ya nadie parecía recordarlo, Paul Auster se obsesionó con él, lo llamó el
Mozart de la literatura norteamericana y no dudó en considerarlo uno de los
escritores más geniales de todos los tiempos. ¿Será? Por cierto, Stephen anduvo por nuestro porfiriano México
allá por 1895 y escribió una serie de relatos que fueron traducidos y editados
con el título de Cuentos mexicanos por el Fondo de Cultura Económica. Habrá que
pepenarlo. En cualquier caso es siempre emocionante retornar a la austera austeridad, en la que viví inmerso
en mis treinta. Irremediablemente,
cual si se tratara de un designio superior a la propia voluntad, uno
regresa a ciertos autores como un venado a su abrevadero. Ni modo,
hay creadores que generan adicciones
incurables y el de Brooklyn es uno de ellos. Lo cierto es que a sus 74 añitos
de edad al Paulino le sobra fuelle e inspiración para crear paquidermos. Ya les
platicaré cómo me fue con Esteban Grulla.