Las islas suelen cambiar de traje conforme va avanzando el día. Tienen también varios vestuarios para cada estación del año. Cuando los vientos santaaneros se toman en serio su papel de barrer hasta la última nube, las islas amanecen en impúdica desnudez. Desde la lejanía puedes apreciar los contornos de los peñascos en duelo eterno contra las olas, los colores de las plantas, las estrías en su espalda de roca. Islas sin sábana de nubes ni gota de maquillaje.
En cualquier caso, los días de islas desnudas suelen ser los menos. En una mañana cualquiera la persiana de bruma juega a ser aliada del horizonte y las islas optan por el teatro de sombras. Frente a ti solo hay siluetas, trazos prófugos de un paisaje impresionista.
Cuando las tardes se tornan fantasmales, las islas son tan solo intuiciones, sombras de monstruos emergiendo de los abismos oceánicos. El horizonte hace trampas y juega bromas pesadas, pero las sombras siguen ahí, en acecho permanente. La tarde oscura agoniza en el vientre del océano y tus ojos se aferran a unas bestias cada vez más cercanas a la costa.
Cuando la niebla es ama y señora (inflexible tirana invernal frente a cuyo régimen totalitario no hay resquicio de resistencia) las islas simplemente desaparecen. Acaso optan por exilios temporales o repentinas fugas. De ser intuición pasan a ser recuerdo. Las islas son cuerpos de vapor que se han diluido en el horizonte, mundos de leyenda tragados por el océano. Las islas como Atlántidas que acaso nunca existieron, mentirosas nostalgias por lo nunca ocurrido. Las islas se han ido o acaso nunca estuvieron.
Thursday, December 04, 2014
Wednesday, December 03, 2014
La vida que se va…y nunca avisa la muy canija. En la lista de deseos nunca cumplidos anoto que me hubiera gustado poder tomar un taller con Vicente Leñero. Cerca estuvo de acudir a la pasada Feria del Libro de Tijuana, pero su salud no se lo permitió. Lo cierto es que pocos creadores han logrado una carrera tan sólida en géneros tan distintos. Como periodista, novelista, ensayista, dramaturgo y guionista Vicente trabajó siempre con oficio y compromiso. Vaya, al decir que fue periodista no es por una columnita editorial, sino por dos décadas en la línea de fuego al frente de Proceso y si se le reconoce como guionista de cine y dramaturgo no fue por una esporádica colaboración en algún documental, sino por más de una decena de obras. Por lo que a mí respecta lo que más aprecio es su labor como cronista y como periodista de perfiles. Ajedrecista de cepa, católico de práctica y no de prédica, caminante coherente y de mirada sostenida en un camino sembrado de cizaña. “Eres fiestero hasta para morirte”, escribió en Más gente así. “Y acudirán a la inevitable cita con la muerte, a la que nadie sabe de qué ánimo irá aunque todos sepamos que iremos”. Grande Leñero.
Tuesday, December 02, 2014
Cuando las tardes se tornan fantasmales, las islas son tan solo intuiciones, sombras de monstruos emergiendo de los abismos oceánicos. El horizonte hace trampas y juega bromas pesadas, pero las sombras siguen ahí, en acecho permanente. La tarde oscura agoniza en el vientre del océano y tus ojos se aferran a unas bestias cada vez más cercanas a la costa.
Cuando la niebla es ama y señora (inflexible tirana invernal frente a cuyo régimen totalitario no hay resquicio de resistencia) las islas simplemente desaparecen. Acaso optan por exilios temporales o repentinas fugas. De ser intuición pasan a ser recuerdo. Las islas son cuerpos de vapor que se han diluido en el horizonte, mundos de leyenda tragados por el océano. Las islas como Atlántidas que acaso nunca existieron, mentirosas nostalgias por lo nunca ocurrido. Las islas se han ido o acaso nunca estuvieron.
Y de pronto ellas vuelven, irremediablemente vuelven y reparas entonces en que los mismos atardeceres han desfilado un millón de veces frente a esta playa y que de no ser por los dos tres barcos no invitados a la foto, la imagen de ese ocaso sería idéntica a la del paleolítico e idéntica a la del atardecer cualquiera que irrumpirá a cien años de tu muerte, cuando de ti no quede ni siquiera algo que se asemeje a la sombra de un recuerdo, un resquicio de huella o brizna de polvo delatora de tu paso por la vida. Y ellas estarán ahí, asaltando las fantasías de quien hoy no ha nacido y los soles se desparramarán hacia el Oriente
Monday, December 01, 2014
Algo que al cabo de once años empieza a transformarse en una tradición, es celebrar cada 2 de diciembre el Día Estatal de la Lectura en Baja California.
Con motivo de este festejo, cada año se edita un libro para ser regalado a miles de estudiantes de la entidad y me pone muy contento haber sido invitado a ser partícipe de la fiesta en este 2014.
Hace unos momentos, Raúl Pérez Rojas, fundador de Libro Club y de Ediciones Ilcsa, vino hasta mi casa a traerme los ejemplares recién salidos de la imprenta que se empezarán a regalar el día de mañana. El libro que se distribuirá en este 2014 incluye una serie de ensayos de mi autoría sobre historia de la lectura en México, además de ocho cuentos de jóvenes escritores bajacalifornianos.
Lo que más me gusta es que es un libro hecho para ser compañero de viaje y leerse en la calle. La tradición a lo largo de estos once años, es que los ejemplares editados son literalmente de bolsillo. Libros para ser sacados a pasear y compartirse. Esta iniciativa ha logrado mantenerse por más de una década gracias al apoyo de Libro Club, Fundación Acevedo y la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas, semillero de talentos tijuanenses.
En este volumen se incluye mi ensayo sobre el primer impresor de México, Juan Pablos de Bresca, y algunas historias sobre libreros tijuanenses, incluida la del decano Ramón Nava y Nava, además de Los amantes de Sunset Park. Por otra parte, estoy empezando a leer las historias de los jóvenes escritores incluidos, ganadores todos ellos de concursos estatales interuniversitarios y puedo decirles que aquí huele a grata sorpresa.
Si por causas, azares o caprichos de la aleatoriedad este barquito de papel llega a tus manos, hazlo tu compañero de vagancias y compártelo, que para eso es. Por lo que a mí respecta, estoy feliz de poder compartirlo contigo.
Sunday, November 30, 2014
¿Qué sucede en Televisa cuando una telenovela empieza a perder rating de manera irremediable? ¿Cuál es la estrategia a seguir si el gran programa de variedades en horario estelar es rechazado por la audiencia? Supongo que se reúne el cuarto de guerra con los altos ejecutivos y los oráculos encargados de vaticinar las tendencias del mercado. Posiblemente evalúen la alternativa de modificar radicalmente el guión, pero si después de hacer esto los expertos dictaminan que la caída es insalvable, entonces la solución es suprimir la telenovela y dejar el horario vacante para un programa más rentable. Se le ordena entonces al guionista que pise el acelerador e improvise un final repentino y sacado de la manga para dar por terminada la novela cuando ni siquiera ha llegado a la mitad de su periodo programado.
Enrique Peña Nieto es el primer telepresidente de la historia de México. Su ascenso fue diseñado por los mercadólogos de una televisora y el éxito de su gestión no está sujeto a las leyes de la política, sino del rating. Los creadores del producto Peña Nieto-Rivera le apostaron a una gran telenovela sexenal, una lunita de miel capaz de mantenerse en el gusto del público hasta el 2018. Pero ¿qué sucede si el rating cae estrepitosamente y sin aparente remedio cuando ni siquiera se han cumplido los primeros dos años del culebrón? ¿Qué pasa si el galancito y su princesa dejan de ser populares y un otoño cualquiera se tornan odiosos ante la gente? ¿Cómo soportar cuatro largos años manteniendo en el gusto del público a dos muñequitos que ya no roban el corazón de los clientes de Azcárraga? ¿Cuál es el plan B si la perorata de la dama en cadena nacional resultó contraproducente?
Suelo rechazar las teorías de conspiración, pero a estas alturas no es descartable que los altos ejecutivos y las mentes maestras del sistema (Salinas, Manlio Fabio) empiecen a evaluar la posibilidad de interrumpir la telenovela y sustituir al impopular principito por un gobierno de transición con cierta imagen austera y ciudadana que necesariamente entrará con un voto de confianza y será visto como un gran triunfo del círculo rojo radical. Si algo me queda claro es que Peña no es un líder; tampoco es un tomador de decisiones. Con toda franqueza no creo que Enrique sea un aferrado al poder que defienda su cetro con los dientes y las uñas al estilo de un Juárez. Don Benito es el máximo ejemplo de testarudo del trono. De los catorce años que duró su mandato, solo cinco los ejerció en Palacio Nacional. El resto fue a salto de mata y su despacho era un desvencijado carruaje jalado por escuálidos caballos a través del desierto, donde Juárez resistía con su traje agujerado. Terco y tanatudo como él solo, Juárez se aferró al poder con todo en contra y aferrado a él se mantuvo hasta la noche del 18 de julio en que una angina de pecho lo mató. Peña Nieto, obvia decirlo, no está hecho de esa madera. No es un zapoteca estoico sino un mirreycito hedonista. Mientras el poder se parezca a un coctel de revista Caras será muy disfrutable, pero cuando hay decenas de miles de revoltosos quemando su imagen en las plazas del país entonces la fiesta deja de ser divertida. Enrique no está hecho para sufrir y no lo veo navegando cuatro años con viento en contra.
¿Por qué creo que una posible renuncia de Peña Nieto ya no sería vista con malos ojos por Televisa? Porque el discurso de los propagandistas tradicionales del presidente empieza a dar un giro en la última semana. Sus mayores y más descarados lambiscones empiezan a tornarse “críticos” y a leerle la cartilla. Ellos saben mucho de rating y de pronto se han dado cuenta que defender a EPN ya no es cool; que las tendencias del mercado y la moda dictan que lo más fashion es ser crítico de Los Pinos y ponerte la camiseta de los 43 de Ayotzinapa. No me hagan mucho caso, pero anoche empecé a maliciar esta idea y aunque todavía es lejana, lo cierto es que tampoco la veo imposible. Hagan sus apuestas. (DSB)
PD- El cuarto de guerra de expertos asesores de Los Pinos no sabe un carajo de historia. Si leyeran un poquito sabrían que la Revolución Francesa y la Rusa tienen algunas cosas en común. La primera, es que ambas brotaron como exabruptos producto del hartazgo, simples revueltas callejeras sin liderazgos firmes ni objetivo político preciso. El segundo aspecto en común, es que en estos dos procesos revolucionarios, la más odiada era la dama. El blanco del odio del pueblo francés era María Antonieta mientras el pueblo ruso consideraba a Alejandra la culpable de todos sus males. Cierto, ambas eran reinas extranjeras (a Antonieta la odiaban por austriaca, a Alejandra por alemana) pero también coinciden en que ambas eran más fuertes y armadas de huevos que sus maridos (Luis XVI y Nicolás II eran más bien bobos y débiles). María Antonieta era frívola y derrochadora (si viviera en 2014 tendría una casa blanca en Lomas, saldría en las revistas Hola y Caras y llevaría de viaje a su maquillista y a su modista) Alejandra era autoritaria y supersticiosa, afectada por la enfermedad de su hijo y sometida a la voluntad de Rasputín. El cuartito de guerra de Los Pinos erró el tiro: en cuestión de horas pusieron a la dama como la mala de la película; la falsa, arribista, cabeza hueca y codiciosa. Su patética perorata ya es un clásico en la historia mexicana de la infamia. Por alguna razón, cuando la furia del pueblo se concentra en la reina la revolución se torna virulenta. (DSB)
Amarillo es el Transiberiano. Lo habitan reinas de las nieves y el glamour. La hijoeputez del frio, o esa ventisca pasada de lanza con cara de tormenta sorprende a las viajeras que posan para revista Caras. Adentro hay espejos y sabor a té de canela, la promesa de emprender el viaje hoy y no mañana. El tren te jura ir en marcha hacia ignotos arrebatos.
Intuyes la tropa de guardaespaldas en las cercanías, las armas desenfundadas o la omnipresencia del ojo eléctrico, porque la periodista que ha volteado de cabeza a un país en llamas bebe sola y tan quitada de la pena en un bar límbico. Conjura angustias y soledades y pienso entonces en nuestro irrenunciable desamparo mientras pecho amarillo hace su ronda matutina e invoco el sueño de anoche, uno más, en donde dormir es viajar. Un largo viaje grupal a Buenos Aires con tres mudas de ropa interior y las dudas sobre la posibilidad de alcanzar aunque sea un partidito, de primera o de segunda en fecha 19 del diciembre porteño y piensas que Huracán de Parque Patricios no es mala alternativa mientras enfilas rumbo al aeropuerto vestido de pants, con el aura mugrosa.
La sensación de navegar en barcos de arena, e intuir naufragios como quien intuye islas encantadas y cantos blasfemos de sirenas. Ir deshojando instantes de vida como quien deshoja flores marchitas. Amaneceres sobre la taza, ocasos en el parque, la irrealidad impregnándome como brisa marina.
No te es fácil resistir el asalto de la fantasía cuando cada día de tu vida, durante los últimos quince años, contemplas unas islas en el horizonte.
Las islas son tu parámetro de otredad, el omnipresente recordatorio sobre la existencia de mundos paralelos, el símbolo de un más allá asomándose en los límites de tu mirada.
Islas mutantes, camaleónicas, tramposas; tan dadas a los disfraces como al juego de escondidas. Mujeres al fin, las islas parecen divertirse con tu delirio.