Eterno Retorno

Tuesday, December 26, 2006

i Pod


Nunca he sido nada parecido a un tipo high- tec y generalmente llego con demasiado retraso a montarme en los becerros de oro de la tecnología.

No alcanzo los extremos de mi amigo Cipriano Carrazco que pese a ser melómano, se niega a tener reproductor de Cd en casa pues lo considera una traición al sacro culto del vinilo. Ni hablar de celular o internet en su vida. Pero si bien estoy lejos de la respetable vocación anti tecnológica de Carrazco, la realidad es que en cuestión juguetes modernos soy y he sido siempre bastante cavernario.

Hagamos un poco de memoria: Nuestra primera videocastera Beta, un armatoste tipo tanque de guerra de la Sony data de 1980. Nuestro primer Atari se remonta a 1983, aunque si quieren que sea honesto, el vicio de los videojuegos nunca me agarró de las patas. He tenido muchas adicciones, pero los videojuegos, al igual que el cigarro, jamás se me han hecho vicio. Nomás no les encuentro el chiste.

Aunque mi primer reproductor de CD data de 1990 (Un Philips), mi compra compulsiva y masiva de discos compactos se remonta a 1997, cuando por primera vez hubo un sueldo decoroso como para derrochar a granel en esos artefactos que hoy en día se amontonan en cerros por centenares dentro de ese territorio de caos universal llamado el estudio.

Mi primer celular data del 2000 y fue Carolina quien me lo regaló. Un sexenio después, ese aparatejo se ha vuelto odiosamente inseparable y aborrezco admitir que es ya un artículo de primera necesidad sin el que me costaría horrores vivir.

Soy usuario casi diario de internet de 1999 y mi entrada a este universo fue por motivos estrictamente laborales, pues hasta antes de esa fecha jamás había encontrado placer alguno en esa manía de chicos Itesm de pasarse la vida entera enfrente de una computadora. De hecho siendo niño me gustaba proclamar a los cuatro vientos mi repulsión extrema por las computadoras. En la primaria llevaba la materia de computación en el Liceo Anglo Francés y aunque era de las favoritas de la mayoría de mis compañeros, yo la pasaba de panzazo y muy a disgusto.

Mi padre compró su primera computadora en 1983, una Digital cuya llegada desde Boston marcó todo un acontecimiento en la familia. Sin embargo, pese a que me trataron de hacer ver las grandes bondades que el aparato podría traer a mi vida, yo me aferré a gritar que las computadoras eran mis enemigas. Lo mismo sucedía con los celulares. Representaban para mí una mentada de madre contra el sublime arte de esconderse y hacerse escurridizo e ilocalizable, arte que practiqué con maestría en la adolescencia. El primer celular de mi padre data de 1991, pero habrían de pasar nueve años para que yo tuviera uno y tal vez si Carolina no me lo hubiera regalado, habrían pasado más años, pues dudo que por mi iniciativa hubiera comprado uno.

En Navidad de 2001 Carolina me regaló una lap top que ha sido de gran utilidad para trabajar en casa y desde 2002 entré a chapotear en este pantano llamado blogósfera en el que media humanidad está empantanada. Hoy antes que pedirte tu CURP te piden tu blog, pues ya se da por hecho que todo mundo tiene uno.

La cuestión es que comparado con muchos amigos hightechosos, yo soy una suerte de cavernícola que aún se deleita con pinturas rupestres.

Pues bien, en la Noche Buena un nuevo compañero ha llegado a mi existencia y amenaza seriamente con volverse inseparable: Un i Pod. Como siempre, es Carolina, con una visión mucho más práctica y moderna que la mía, quien me ha introducido a este nuevo universo. El i Pod fue mi regalo de Navidad y ayer mismo comprobé sus bondades. En una tarde le metí más de 300 canciones y todavía no me quemo ni un miserable 3% de su capacidad. Sobra decir que en este momento me acompaña mientras escribo estas líneas con una rolita de los australianos Wolfmother.

A Matter of Life and Death de Iron Maiden, Twist in the Myth de Blind Guardian, Kiss of Death de Mötorhead, The Gallery de Dark Tranquillity y otros 30 discos metaleros completos ya han ingresado a habitar en los mágicos territorios de este artefacto.

Pero aunque usted no lo crea, no todo es Metal en mi i Pod. Nomás algo así como el 90%. Con Iron Maiden y Motörhead convive el gran Carlos Gardel y también Andrés Calamaro. Un i Pod de Metal, Tangos y Rock Argentino será el mío, aunque también pienso ponerle un poco de Mozart, Wagner, Bach y Nortec. En fin, creo que Carolina ha creado un monstruo con este regalito. Ha dado en el melómano clavo.