Eterno Retorno

Friday, November 03, 2023

Caminar por el Bardo

 


 

 

A la hora de los credos y las definiciones, yo me proclamo racionalista. No creo en paraísos, purgatorios e infiernos de ninguna índole y tampoco en cíclicas reencarnaciones. Sin embargo, con todo mi agnosticismo a cuestas, tampoco creo que la Muerte sea tan solo bajar la cortina y apagar la luz. Por más aferrados a la ciencia que seamos, debemos admitir que sobran testimonios de moribundos quienes coinciden en viajes a través de largos senderos iluminados, sueños premonitorios, contactos telepáticos con personas lejanas, visitas de seres queridos ya fallecidos e intensas retrospectivas en el camino de la propia vida.  La ciencia se aferra a prolongar la vida y vender la obsesión por la amortalidad, pero pocos se ocupan de ayudarnos a bien morir. Más de un milenio antes de la era cristiana, los egipcios tenían su Libro de los Muertos para asistir a los difuntos a la hora de toparse con Osiris en su viaje a la Duat y el Aaru. También los tibetanos hicieron lo propio y crearon su propia guía para atravesar el Bardo. En la Europa medieval de la peste negra, nació el Ars Moriendi, con consejos y protocolos cristianos para el bien morir. Ahora llega a mis manos El Arte de Morir, escrito por Peter y Elizabeth Fenwick, un sui generis matrimonio británico. Peter es neuropsiquiatra y neurofisiólogo especializado en el estudio de experiencias cercanas a la muerte, mientras que Elizabeth consagra su vida a la asistencia psicológica de enfermos terminales y moribundos. A medio camino entre la ciencia y la espiritualidad, este libro trata sobre las experiencias vividas al cruzar el umbral entre la vida y la muerte. ¿Magia y encantamiento? ¿Fenómenos psíquicos? Nuestra cartografía interior es compleja y si algo queda claro, es que no somos seres unidimensionales. Puedes creer o no en estos fenómenos, pero en cualquier caso hay demasiadas coincidencias como para echarlas a saco roto.

Thursday, November 02, 2023

Sobrevive su olor, su lengua que te raspa un poco...

 


¿En qué momento se da el paso fundamental de apartarse de la muchedumbre e irse caminando por la playa? No lo sabes. La acompañas hasta los búngalos donde se hospeda, pero ella te pide que te quedes un poco más. Se acuesta en una hamaca y tú la meces. Te pide que le cuentes un cuento y tú para eso te pintas solo. Empiezas a alucinar e improvisar una historia donde ella y tú son vampiros que deberán refugiarse antes de amanecer. Cuando de inventar fantasías se trata te pintas solo. Hablas y hablas sin dejar de mecer la hamaca y la hueles, sobre todo la hueles. Muchos años después lo único que sobrevivirá en tus recuerdos será el olor. ¿A qué huele? Es un sudor dulzón, rico, casi embriagante.  Ese olorcito te va envolviendo en la inconfundible atmósfera mágica que antecede al gran paso. ¿Cuál es el gran paso cuando sus caras están a centímetros? Consumar el gran símbolo del amor, el que rompe una frontera y los coloca en otra dimensión. Cuando acercas tus labios a los suyos sabes que siempre hay un riesgo de que el hechizo se rompa, de que todo se caiga por la borda, pero en el momento en que sus labios se tocan sabes que has saltado a otra dimensión y de pronto ya estás ahí, en medio de ese pequeño e improbable paraíso. Sobrevive su olor, su lengua que te raspa un poco y tu mano siempre inquieta que busca tocar y bajar por su pecho, pero ella te aparta con decisión. Nada de explorar bajo la blusa y desabrochar sostén. Su gesto es decidido, contundente y por ello terriblemente cachondo. Ella pone las reglas en este juego y no insistes. Te ha retirado la mano de su pecho, pero no deja de besarte. El beso será la última frontera y a él te entregas, ella en la hamaca, tú de píe. Un beso bien dado puede ser una droga potente, más potente que el vino y la mariguana. ¿Hay algo extraordinario en ello? Dos adolescentes se han encontrado en una playa portuguesa y se besan al amanecer. El mundo vuelve a girar y la tímida luz de abril se desparrama sobre el Atlántico. ¿Cómo se ve la escena desde un plano neutral? Está amaneciendo y ella descansa sobre una hamaca. Tú estás de pie, la meces y te inclinas para besarla y el beso te sabe a gloria, elíxir de cielo para tu cuerpo, tan infestado de vino y malquerencia. Se comparten direcciones y teléfono al viejo estilo, escribiendo con pluma azul en una servilleta. Ni tú entiendes su español ni ella parece entender tu italiano, pero ni falta que hace.

Con el nuevo sol se despiden. Un último beso que acaso anticipa la nostalgia que sentirás,  sin acertar a intuir  si ella te olvidará al caer la tarde o dedicará algunos instantes a tu recuerdo. Ella entra a dormir y tú te vas a tomar tu tren a Lisboa donde Radel duerme la mona en el hotel. Por la tarde, con un resacón  de aquellos, vuelan a Milán y de ahí toman tren rumbo a Bérgamo. En cierta forma, el resto de tu vida ha comenzado ese día.

Tuesday, October 31, 2023

Melissa


 

La enigmática Melissa ha llegado a la cuarentena y aún me sigue embrujando. Esta hechicera envejece de maravilla. 40 añitos cumple este día uno de mis álbumes favoritos de tooodos los tiempos. Está sin duda entre los diez discos que me llevaría a esa mentada isla desierta que se ve al fondo de la foto y si me apuran, tal vez esté entre los cinco mejores. Llegó al mundo en Copenhague, Dinamarca 🇩🇰, un 30 de octubre de 1983 y entonces el mundo del rock conoció la virtuosa oscuridad. Mercyful Fate es hijo de Sabbath y de Purple, del Priest y Uríah Heep, pero hasta el 83 nadie había hecho algo siquiera similar. Nadie había cantado nunca como King Diamond y nadie nunca ha vuelto a cantar igual. El dueto en duelo de guitarras de Hank Schermann y Michael Denner es violento virtuosismo. Aquí hay hard rock y heavy, speed metal y progresivo, pero sobre todo y ante todo, aquí está la maligna semilla de donde germinaría el black metal escandinavo.

Lo compré por primera vez en casete en McAllen, Texas, cuando tenía 15 años de edad. Recuerdo exactamente las circunstancias de esa noche en que lo escuché por vez primera en la carretera entre la frontera texana y Monterrey. Puse el casete en mi walkman, me coloqué mis audífonos e irrumpió él guitarrazo abridor de Evil y el primer grito de King Diamond. “Nací en el cementerio bajo el signo de la luna, levantado de mi tumba por los muertos”. Entonces nada fue igual. He escuchado ese disco en todas las edades y etapas de mi vida. Lo escucho este día, a mis casi 50 años y me sigue prendiendo como a los 15. Curse of the Pharaohs, Black funeral, Into My Coven, Satans fall. Siete rolitas, 39 minutos de armonía infernal. Carajo, que toquen esta obra maestra en mi funeral. Yo había visto tres veces a King Diamond en concierto, pero la vida me hizo esperar mucho para poder ver por primera vez a Mercyful Fate. Fue hasta el año pasado en Monterrey que se me hizo y les juro que fue alucinante. Dicen que Melissa es el nombre del esqueleto que acompañaba a Diamond en las giras y que un día se perdió misteriosamente. Melissa es una hechicera condenada a la hoguera y desde su infernal círculo sigue celebrando su Aquelarre. Ideal para escucharse en Noche de Brujas bebiendo un vino color sangre oscura.