Caminar por el Bardo
A la hora de los credos y las definiciones,
yo me proclamo racionalista. No creo en paraísos, purgatorios e infiernos de
ninguna índole y tampoco en cíclicas reencarnaciones. Sin embargo, con todo mi
agnosticismo a cuestas, tampoco creo que la Muerte sea tan solo bajar la
cortina y apagar la luz. Por más aferrados a la ciencia que seamos, debemos
admitir que sobran testimonios de moribundos quienes coinciden en viajes a
través de largos senderos iluminados, sueños premonitorios, contactos telepáticos
con personas lejanas, visitas de seres queridos ya fallecidos e intensas retrospectivas
en el camino de la propia vida. La
ciencia se aferra a prolongar la vida y vender la obsesión por la amortalidad,
pero pocos se ocupan de ayudarnos a bien morir. Más de un milenio antes de la
era cristiana, los egipcios tenían su Libro de los Muertos para asistir a los
difuntos a la hora de toparse con Osiris en su viaje a la Duat y el Aaru.
También los tibetanos hicieron lo propio y crearon su propia guía para atravesar
el Bardo. En la Europa medieval de la peste negra, nació el Ars Moriendi, con
consejos y protocolos cristianos para el bien morir. Ahora llega a mis manos El
Arte de Morir, escrito por Peter y Elizabeth Fenwick, un sui generis matrimonio
británico. Peter es neuropsiquiatra y neurofisiólogo especializado en el
estudio de experiencias cercanas a la muerte, mientras que Elizabeth consagra
su vida a la asistencia psicológica de enfermos terminales y moribundos. A
medio camino entre la ciencia y la espiritualidad, este libro trata sobre las
experiencias vividas al cruzar el umbral entre la vida y la muerte. ¿Magia y
encantamiento? ¿Fenómenos psíquicos? Nuestra cartografía interior es compleja y
si algo queda claro, es que no somos seres unidimensionales. Puedes creer o no
en estos fenómenos, pero en cualquier caso hay demasiadas coincidencias como
para echarlas a saco roto.