Parece ser que el presidente de México le ha escrito una carta al rey de España en la que lo insta a ofrecer disculpas por los atropellos cometidos durante la conquista. Yo creo que lo más coherente, para que esa carta tenga una dosis de credibilidad, es escribirla en náhuatl o en alguna de las más de cien lenguas que se hablaban en Mesoamérica cuando hizo su arribo la expedición de Hernán Cortés. Que elija alguno de los dialectos mesoamericanos y no la lengua que el conquistador “impuso a sangre y fuego”. Podría escribirla en la lengua que hablaban los chontales de su natal Tabasco, dialecto de la familia lingüística mayense, muy distinta de la uto-nahua que se hablaba en el Altiplano. Si tan ofendido está, que deje entonces de usar el castellano, que se cambie el Andrés Manuel por un nombre chontal y que deje de practicar el cristianismo y de citar compulsivamente la Biblia, que también entraron por la espada y forman parte de ese histórico agravio.
Ahora bien, bajo los mismos argumentos podría escribirle una carta al gobernador de Tlaxcala para que se disculpe con la Ciudad de México, por aquello de que en la caída de Tenochtitlán por cada soldado europeo había diez tlaxcaltecas combatiendo a los mexicas. A su vez, los veracruzanos podrían exigir que la CDMX les pida perdón por los elevados tributos que Tenochtitlán le imponía a Cempoala y por la cantidad de doncellas sacrificadas. También los habitantes de Tlatelolco podrían exigirle disculpas a Azcapotzalco por aquello que de los tepanecas de Tezozómoc tenían sojuzgados a los mexicas hasta que éstos se liberaron y voltearon los papeles. Que todas las regiones de este territorio que 300 años después se llamó México se pidan perdón entre sí, pues Mesoamérica no era precisamente un oasis de paz y concordia.
Sería divertidísimo si de pronto Macron le escribe a Conte para pedirle que Italia se disculpe con Francia por aquello que los romanos sometieron toda la Galia en los tiempos de Julio César y Vercingetorix o que Isabel de Inglaterra le exigiera a los gobiernos de Suecia, Noruega y Dinamarca que pidan perdón por las conquistas vikingas, o que España misma (o Andalucía) le exija un mea culpa a Marruecos (o a Argelia o Túnez) por ocho siglos de dominación mora. En Europa morirían de risa.
Habla el presidente de la gran reconciliación entre México y España. ¿Significa eso que estamos peleados? ¿Acaso hay algún rencor mutuo? ¿Los brazos abiertos de Lázaro Cárdenas al exilio republicano no contaron? ¿La histórica hermandad cultural ha sido ficción pura?
Sería en todo caso más coherente que el tabasqueño le escribiera una carta a Trump en donde lo conminara a disculparse por el robo cometido durante la guerra de 1847. A diferencia de lo que ocurrió en 1521, cuando ni México ni España existían como países, aquí sí estamos hablando de una guerra entre dos naciones que ya se llamaban Estados Unidos y México. ¿Se atrevería a escribir esa carta? Yo apuesto que no.
La historia de las culturas brota de la guerra, del comercio, de la migración, de la esclavitud. Muchos pueblos del mundo somos hijos de uno o varios choques sangrientos pero a su vez enriquecedores. Si a guerras ancestrales nos vamos, sería bueno que los homo sapiens pidamos disculpas a los extintos neandertales por exterminarlos en la era de las cavernas.
Pensemos tan solo en el mundo occidental. Las catorce lenguas romances (entre ellas el español) son hijas del latín, que a su vez fue exportado por las conquistas romanas. Las guerras emprendidas por el Imperio Romano costaron no poca sangre y los pueblos sometidos debieron pagar tributo al César, pero a su vez la Europa actual no sería concebible sin esa primera gran integración. ¿Significa eso que la actual Italia (nacida con Garibaldi a finales del Siglo XIX) deba pedir disculpas a todos los europeos por la sangre derramada 2 mil años antes por los legionarios romanos?
En Gran Bretaña había bretones, celtas y caledonios que guerreaban entre sí y que después fueron invadidos por romanos y más tarde por sajones y después por vikingos y normandos. Siglos después, Gran Bretaña sería a su vez poblada por los habitantes de las antiguas colonias de su imperio (India, Pakistán, Jamaica etcétera). Un británico del Siglo XXI es una mezcla de todo eso. ¿A quién exactamente debe exigir y ofrecer disculpas Gran Bretaña?
Dentro de la gran liturgia chaira (y chairo es sinónimo de resentido y acomplejado), azuzar el complejo de la conquista es un acto sacramental. El perfecto idiota latinoamericano revuelve una y otra vez sus traumas contra Hernán Cortés y compañía. Es un rasgo distintivo, casi una declaración de principios. La mayoría de las basuras populistas que han contaminado Latinoamérica, empezando por Huguito Chávez y compañía, han tratado de echarle leña al fuego revolviendo los traumas y los complejos no resueltos por la conquista. Si de verdad el mancuspano tiene un compromiso con los pueblos originarios,, que vaya a la Selva Lacandona e intente ser aceptado por el Consejo Nacional Indígena, el Consejo de los Pueblos, por el EZLN que se niegan a reconocerlo y se oponen a su depredador tren maya. Digo, un poquito de coherencia no viene mal por estos rumbos.