El miércoles lloró Stone Roses. Hoy llora Oasis
Hoy las aguas del Douro bajo el puente de Porto amanecieron pintadas con dos tonalidades de azul británico. Al caer la noche, el celeste manchesteriano se diluyó en el abismal vacío y azul rey londinense lo inundó todo en el templo del dragón portugués. El león alado de Chelsea, que por más de un siglo ha sostenido el histórico bastón de los abades de Westminister, hoy alza por segunda vez los siete kilos y medio que pesan las orejas más deseadas del deporte mundial y los 19 milloncitos de euros que no le caen mal a nadie hoy en día. En cualquier caso la inversión constante del ruso ha redituado más que el derroche de los árabes. Suena el We Are The Champions y a mí no deja de sorprenderme la falta de sangre en las venas de los mancunianos. Tal vez en ello radique la genialidad absoluta de Tuchel, capaz de secar y nulificar por completo el engranaje guardioliano. El City fue una pistola sin balas, un Aston Martin sin gasolina y el Chelsea una bala letal. El gol de Kai Havertz fue un latigazo vertical de sangre fría, una jugada a la Mourinho que empezó en los pies del portero y cuatro toques después estaba al fondo de la red. Thomas Tuchel tiene finta del científico loco, maligno y obsesivo en una película de ciencia ficción. Veo su cara y lo imagino con un traje estilo Mátrix con una espada de rayos láser. Guardiola en cambio tiene finta de caballero de la triste figura, hoy más triste que nunca. Tristísima. ¿De qué sirve tanto derroche de toque sedoso en artístitico y estéril tiqui taca? No hubo chance ni para la épica, pues en ningún momento se sintió que los citizens pudieran dar vuelta a la historia. Los leones del barrio fifí de Londres fueron sólidos y superiores en todo momento. Un equipo de caballeritos aristocráticos que tienen como máximo héroe al simpático Kanté, el hijo de inmigrantes de Mali que hace no mucho se ganaba la vida recogiendo basura en la marginal periferia parisina y que hoy es amo y señor de la media cancha, una máquina de robar y distribuir balones. Azpilicueta, Mount y Pulisic completan la coreografía. En el futbol, como en la vida misma, hay que saber concretar y rematar. A la baja los bonos de la revolución industrial, pues hace tres días perdió el United contra Villarreal en la ronda de penales más perfecta en décadas. El miércoles lloró Stone Roses. Hoy llora Oasis. El barquito manchesteriano naufragó en aguas de azul profundo y el Londres más principesco arde bajo el rugido de un león letal. Por ahora se antoja una copita de Oporto.