Eterno Retorno

Friday, June 19, 2009

Quesque Blog is Dead. Era tan predecible escuchar expresiones como ésta, tan de lugar común, que no puedo evitar sentir un ahuevante fastidio cuando las escucho. Hay movimientos a los que les cuelgan el certificado de defunción antes de recibir el acta de nacimiento. Y sin embargo… hoy existen más blogs que nunca. Los blogs están vivísimos, pero ya no viven inmersos en las calenturas del puberto. Sí, es cierto, el entorno de la blogósfera no es el mismo que se respiraba en 2002, 2003 o 2004 y nunca volverá a serlo. Lo comparo con el fervor de un adolescente que aprende a masturbarse a los doce años y empieza a repetirlo compulsivamente. Nunca más en la vida volverás a experimentar la sorpresa del primer orgasmo.

En nuestro microcosmos tijuanero se vivió un boom bloguero hormonal. Los blogs estaban vivos, sudaban, mordían, inspiraban, provocaban úlceras y furias. Este blog tiene siete años y todo lo extra pantalla que trajo la blosgósfera a mi vida ocurrió en los primeros dos años de Eterno Retorno. Un muy buen amigo de esos que tienes muy pocos en la vida amante del vino, la música y la poesía, cuatro o cinco personas muy interesentes y dos o tres freaks enfermos con vidas infelices a cuestas que se dedicaron a hostigarme y odiarme con fervor por lo aquí escrito, es lo que me dejó por herencia la blogósfera y casi todo sucedió cuando este espacio apenas nacía. Ahora el blog se estacionó en su justa dimensión. No creo que nadie pudiera hoy en día volverse loco por lo escrito en estos espacios.

Todo fenómeno naciente está destinado a vivir unos segundos de fervor antes de estabilizarse. En 2003 nadie en el mundo de lo políticamente correcto sabía qué carajos era un blog. Hoy todos los medios de comunicación serios tienen enlaces a blogs igualmente serios en donde podemos leer los comentarios editoriales bajos en calorías de los intelectuales que opinan al final del noticiero de López Dóriga. Sí, hoy hay más blogs que nunca y sin embargo yo leo muchos menos blogs que antes. La razón podría ser que mis blogs favoritos, esos que leía casi a diario, simplemente murieron o yacen en estado vegetativo víctimas de la crisis de la edad adulta.

Por cierto, otro blog emblemático se suma a la lista de obituarios. Mi amigo Gerardo Ortega, así como así y sin decir agua va, clausuró Yadivia. Una verdadera lástima. Respeto la decisión de Gerardo pero la verdad no concibo cómo alguien pueda de un día para otro matar un blog como si tal cosa. Caray, yo jamás he borrado una coma de lo aquí publicado. Todo, absolutamente todo, hasta lo que me ha traído problemas, está en los archivos y se puede leer. No es que no me arrepienta de algunas cosas, pero lo publicado, publicado está y así es la vida. Muchas veces cometí cagazones en el periódico y no podía salir con cada voceador a pedirle que la tachara. Lo que se cae se queda como en Chabelo.

Cierto: los blogs mexicanos han desperdiciado una oportunidad histórica de trascender más allá de una egocéntrica pasarela digital. Podríamos haber puesto más clavos en los ataúdes de los medios de comunicación, haber molestado un poco más al sistema, pero esos ejercicios no se nos dan por naturaleza. Somos individualistas, exhibicionistas, pero no solidarios ni activistas.

Ahora que lo de ser un blog socialmente irresponsable es perfectamente aplicable a este espacio. Algunas personas esperaban que por ser yo un reportero de formación, este espacio sería una suerte de gacetilla atiborrada de artículos, columnas y críticas políticas. Nada más falso. Este espacio es un desahogo, una cuna de porquería donde se arrojan desvaríos y se narra el happening de mi existencia. Aquí no se persigue fin alguno ni abandero causas. Este blog es un fin en sí mismo y de lo que aquí platico, es de lo mismo que platicaría si me tomara unas cervezas contigo. Libros, viajes, rock, futbol, vida cotidiana. Mi existencia y mis intereses no son muy variados que digamos. Este blog es como un disco de Motörhead o AC DC. 20 años antes o 20 años después siempre sonará igual. Así es mi vida. Lo confieso: soy un tipo bastante rutinario, poco amigo de las innovaciones. A mi favor puedo decir que soy constante como la ola del mar en la roca. No me rindo fácil ni dejo proyectos a medias, aunque conmigo raramente hay novedades en la vida. Me molesta la inconstancia, los cambios repentinos. Este blog ha sido igual a lo largo de siete años. Jamás he subido una foto en mi vida básicamente porque no se cómo hacerlo ni me interesa. Vivo en un mundo de letras, no de imágenes. Ignoro eso de los contadores y no me interesa tener uno. Tampoco me preocupo gran cosa abrir comentarios, aunque en una de esas dejo de monologar ensimismado y abro la posibilidad de que alguien me miente la madre algún día. El blog es mi desahogo, mi terapia y no busca ser otra cosa. A mi me pagan para escribir y lo que hago cuando quiero relajarme y descansar, es escribir más. No se me de otra.

Thursday, June 18, 2009

Almas que caminan a un costado de la carretera. Me he acostumbrado a ellas, pues al igual que la mayoría de los humanos, son cíclicos y repetitivos, aún dentro de lo improbable que resulta ver a alguien caminado al costado de una autopista bordeando un acantilado en medio de la noche o en pleno amanecer.

La más exacta en sus rutas y horarios es la pareja del alba. Caminan siempre alrededor de las 6:30 de la mañana en las cercanías de la caseta de cobro en el lado de la carretera que está pegado a las colinas, en sentido contrario de los carros. Supongo, sin conceder, que salen a hacer ejercicio, aunque nunca los he visto correr. Solamente caminan, ella siempre a la izquierda como caballerosamente corresponde. Es una pareja joven y algo me dice que se quieren sinceramente. Ambos usan ropa deportiva y nunca los he visto sin gorra.

Por las noches es común ver a una mujer gorda y pintarrajeada que camina solitaria del lado del mar, también en sentido contrario al de los carros. No se trata de ceder a estereotipos, pero tiene toda la finta de prostituta de carretera, de esas que atienden a los traileros atrás de los huizaches en donde cuelgan un trapo rojo como inconfundible señuelo. Era común ver a esas mujeres por las carreteras de San Luís o Coahuila, pero desconozco si estas costumbres existen también en la carretera escénica Tijuana-Ensenada donde los traileros brillan por su ausencia y en donde en cualquier caso no habría demasiado espacio para orillar un carro y ponerse a coger, a menos que sea haciendo malabarismos y desafiando a la gravedad. Todo hace indicar que la mujer está privada de sus facultades mentales y he llegado a pensar que acaso haya sido una puta de carretera en alguna otra entidad de la República y ahora recorre ritualmente la escénica evocando los días de gloria en que el oficio le daba para vivir.

Particularmente angustiante es ver a los escolares que con su uniforme de primaria y su mochila al hombro, cruzan la carretera desafiando carros que van a más de 75 millas. Lo suyo no es un acto de temeridad y locura. Estos niños cruzan la autopista porque no les queda de otra. Ellos habitan en las comunidades semirurales que se ubican a un costado de los predios conocidos como El Monumento y sin duda estudian en Playas de Tijuana. El problema es que la autopista carece de puente peatonal o cualquier cosa que se le parezca y su única alternativa es cruzar como conejos la carretera y brincar la barda divisoria de carriles. A veces lo hacen acompañados de sus madres. Por supuesto, Caminos y Puentes Federales no ha pensado en destinar unos pesos de los millones que nos roba cada mes en su mierdoza caseta para construir un puente peatonal. Que se chinguen los niños cruzando la carretera. Después de todo, el Gobierno Federal ya se dio cuenta que matar un niño por negligencia no es un asunto grave en México.

También están los pescadores de choros que tienen sus tejabanes en los acantilados. Con algunos he platicado y fue uno de estos ermitaños quien inspiró la historia de Atilio Ramírez, que es harina de otro costal.

Anoche vi la más extraña de las apariciones de carretera. Cerca de las 20:30, un tipo se desplazaba solitario en su silla de ruedas del lado del acantilado. Nadie le acompañaba ni siquiera en las cercanías y su figura apareció frente a mí por una fracción de segundos, emergiendo fantasmal entre la niebla omnipresente.

Para terminar, debo confesar que algunas veces yo también he caminado la carretera y sin duda algún ocioso sin que hacer que pasaba por ahí, elaboró falsas y alucinadas conjeturas sobre la extraña presencia de ese güero loco a un costado de la autopista.

BIBLIOTECA DE BABEL

Casi nunca
Daniel Sada
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Más que un estilo, el narrador mexicalense Daniel Sada es dueño de un sello de autenticidad resistente a cualquier intento de imitación. Pareciera que la “prosa Sada” es una marca registrada y si bien ya dijimos que la imitación parece imposible (y resultaría sin duda ridícula) no es exagerado afirmar que ni siquiera hay lugar a la odiosa comparación. ¿Cuál es el punto de referencia para ubicar a Sada? Un espejo. ¿A quién se parece? A nadie en lo absoluto. Sí, alguien podría decir que por la temática lo suyo es novela rural ¿Y acaso le encuentran parecido alguno con Rulfo, Revueltas o Yáñez? Sin duda amamantó de ellos en su juventud, pero ya no quedan demasiados rastros de los maestros en su ADN literario. También lo han encerrado en la forzada caja de zapatos de la “narrativa norteña” como si por los rumbos de este punto cardinal se dieran como nopales prosas como la suya.

Casi nunca, novela ganadora del Premio Herralde, es una de esas rarísimas aves de la narrativa mexicana, un nos plus ultra de lo sui géneris y no precisamente por la temática, que vista por encimita puede resultar el colmo de lo ordinario. De acuerdo, la sinopsis no se escucharía demasiado extravagante suponiendo que alguien preguntara ¿y de qué trata esta novela? La temática es simple: es la historia de un agrónomo de mediados del siglo pasado, administrador una huerta en Oaxaca y aficionado a los burdeles que se engancha con una prostituta, hasta que en un rancho de Coahuila se enamora de una Venus norteña a la que propone matrimonio. Por lo que a la trama se refiere no sucede nada demasiado extraordinario. En aparadores de librerías acaparados por conspiraciones vaticanas milenarias, oscuras tramas políticas y seductores vampiros adolescentes, la historia de un amorío ranchero de los años cuarenta podría no resultar demasiado atractiva y sin embargo es un libro extraordinario. Al final, todo queda en la prosa y en el caso de Sada la forma acaba por transformarse en un fondo profundo.

El lenguaje de Casi nunca es un perpetuo malabarismo narrativo, una jugarreta de lenguaje donde las frases son plastilina y piedra en el mismo párrafo y queda la permanente sensación de que acaso todo sea una tomadura de pelo del narrador que se divierte como enano burlándose de sus personajes y poniendo al lector a brincar cuerdas respiratorias a la hora de articular oraciones. Cierto, no es una lectura fácil y sin embargo sobre ella no pesa el calificativo densa. De entrada, confieso que nunca había leído una novela que rindiera semejante tributo al uso de los dos puntos. Sada los emplea hasta el hartazgo. ¿Quién dijo que el mundo se limita al punto y coma? Vaya, este señor le exprime buen jugo a los signos de puntuación y los pone al servicio de un ritmo cambiante, por momentos atropellado y pese a todo simétrico, casi poético.

Olvidé señalar que tal vez los encargados de clasificar los libros en las bibliotecas, bien podrían incluir Casi nunca en la sección de novelas eróticas. Por supuesto nada tiene que ver con Marqués de Sade, Apollinare y similares y sin embargo, Casi nunca es, pese a todo, una novela erótica, por momentos demasiado explícita, aunque despojada de los comunes lugares romanticoides o del afán transgresor del porno. Después de todo, el eje sobre el que gira toda la historia es el deseo y la obsesión sexual del personaje principal Demetrio Sordo. El sexo-manantial, el sexo-infierno, el sexo-motor, la fuerza que todo lo mueve. Cierto, no hay esencia Sade en Sada y sin embargo creo que Bataille sacaría interesantes conclusiones de Casi nunca. En sus páginas yacen la puta y la santa, el burdel y la alcoba matrimonial, desenfreno y castidad, las extrañas y siempre absurdas reglas del cortejo humano representadas en Mireya y Renata, los dos extremos de una cuerda que encarna la moral machista mexicana. La felatriz lasciva capaz de enamorarse y la novia que se niega a dejarse besar la mano, cuya virginidad es un templo ubicado en cimas montañosas imposibles de alcanzar. También está presente el complejo edípico, oculto en el calabozo de las costumbres provincianas y los afanes aristocráticos de la clase media ranchera. Como marco de la historia, la vastedad del Norte, sede oficial de la narrativa sadiana, eterno purgatorio inabarcable, la hostilidad infinita de la que sólo el paisaje de Coahuila es capaz donde mora como alma en pena ese fantasma omnipresente llamado deseo.

Monday, June 15, 2009

El sábado por la mañana Carolina y yo salimos de casa a echar un rápido desayuno y sin querer queriendo acabamos en Ensenada. Creo que si lo hubiéramos planeado habríamos acabado dándole tantas vueltas al asunto, que al final se habría cebado el paseo. A veces creo que lo más relajante del treep to Ensenada es lo hipnótico de la carretera. Una buena música debe acompañar el paseo. Hay rolitas diurnas, rolitas de calor y carretera: Pixies, Ramones, The Clash, rockandrollcito alegre, chelerón, propio del medio día. Antes de agarrar carretera, estuvimos un rato en la playa frente al muelle de Rosarito. Lenta y tal vez imperceptiblemente, pero en Rosarito se vuelve a respirar un poco de alegría. Sí, nuestras calles aún están vestidas de miedo y desolación, pero al menos ya se ve luz al final del túnel. Nuestras calles tienen ganas de sonreír. Poco a poco vuelven a aparecer grupos de turistas y la playa tiene algo de vida. Ensenada tiene un mejor aspecto que Rosarito, pero aún está lejos de ser lo que era. Cuando llegamos a la Cenicienta del Pacífico, un crucero estaba haciendo su arribo al puerto y si bien no se respiraba un ambiente carnavalesco y las calles no hervían como antes, al menos no estaban muertas. Recuerdo el 26 de junio de 2000, cuando Carolina y yo fuimos a celebrar nuestro primer aniversario de bodas a Ensenada. Había tantos turistas en aquel tiempo, que nos fue literalmente imposible encontrar una sola habitación de hotel, pues la ocupación al 100%. Finalmente acabamos por pedirle posada a un amigo. Así era Ensenada hace no mucho tiempo. No era posible ir por allá un fin de semana sin reservar habitación. El sábado sobraban cuartos y la mayoría de los hoteles tenían promociones con tarifas en extremo baratas. Daba la impresión que se desvivían porque ocuparas una habitación. Aún así, tengo fe en que Baja California volverá a ser el cuerno de la abundancia que alguna vez fue. Todas las plagas apocalípticas parecen haberse enseñado con esta península. El pavor al secuestro, la recesión económica, los martirizantes cruces fronterizos, los policías corruptos empeñados en sangrar hasta el último centavo del turista. Parece que hicimos todo lo necesario para convertir este sitio en un desierto, pero esta tierra no puede derrumbarse en el abismo. Hay demasiada grandeza y creatividad en su gente como para dejarse caer.

El propósito de la escapada a Ensenada era surtirnos de mariscos en el mercado del puerto. Pepenamos todo el variado botín que el Pacífico puede proporcionar, para dedicar el domingo a preparar una paella. La verdad sea dicha, quedó suculenta.

El Conejito tiene prisa por crecer, junio sigue siendo casi invernal, el verano es una mentira y el lunes apuesta por la canonización.