El Black Metal suele proclamar su norteñidad a la menor provocación. Pocos géneros alardean tanto del rincón hemisférico en donde la aleatoriedad los puso a rolar en este mundo. La frase “tengo orgullo de ser del norte”, emblemática apertura del Corrido de Monterrey, podría perfectamente ser un grito de guerra blackmetalero. Vaya, no es casualidad que uno de los himnos del género sea Mother North de los noruegos Satyricon, de la misma forma que el Blaze in the Northern Sky de Darkthrone o Battles in the North y Sons of Northern Darkness de Immortal (hijos ambos de Noruega, como marca el manual) sean discos clásicos del prietísimo metal. Existe también una banda death finlandesa llamada Norther y una banda polaca llamada simplemente North por citar un par de ejemplos. Si le seguimos podemos recitar una buena cofradía de discos, canciones y grupos que presumen su condición norteña. “Nací norteño hasta el tope, me gusta decir verdades, soy piedra que no se alisa, por más que talles y talles”, podría cantar Burzum a la menor provocación.
Saturday, December 17, 2016
Thursday, December 15, 2016
Quemadero inquisitorial. El monje coco pelado ladea la cabeza y babea. Parece un hare krishna con lesión cerebral. En el onírico tribunal da lo mismo. Igual es apóstata y hereje. Arderá. La doncella con cara de muchachito es su más ferviente acusadora. Quémenlo (¿Es Juana de Arco acaso? ¿Ha vuelto ella misma de las llamas?) Alguien sugiere que el del condenado es el cerebro de un niño con retraso y no se puede condenar. La doncella histérica exige fuego. Las hogueras ya están encendidas. Arde.
Un día cualquiera recordarás la mañana aquella de mayo en que Vera P salió de la prisión mientras tú pepenabas en Gandhi una improbable antología de narradores rusos prologada por Juan Villoro y un libro de viajes escrito por Claudio Magris que has leído mil veces sin leerlo y donde escribe (como has escrito tú y un millón de mochileros) que la literatura es viaje, que leer y caminar son la misma cosa. Recordarás que mientras optabas por el Hemingway de Padura y Si viviéramos en un lugar normal te enteraste de la muerte de la madre de tu colega Roxana, apenas unos minutos después de hablar con el guardia tapatío de la librería sobre el helicóptero militar derrumbado en Jalisco y la nueva generación (de narcos, de muertos e indiferentes de toda calaña) y después regresarías a casa y beberías, whisky, mezcal y cerveza, y pensarías que ya ni por puta casualidad o error de cálculo liberas párrafos en estepas blancas y deseaste llamar a tu madre y compartir este exabrupto con alguien y liberar una frase que fuera más allá del machacadísimo aleatoriedades, naufragios, aleatoriedades, yaciente, y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
No podría no hablar a estas alturas de la negra pantera. Algún día escribí un cuento protodaxdaliano cuyos personajes eran un tal Darío que pisaba a fondo el acelerador sobre una avenida cuyo aspecto era el de una “infinita lengua de serpiente” (¿cómo carajos son exactamente esas vialidades?) y una criatura nombrada Cuerpo Ébano. Había látigos, jaulas, infiernos varios de alquiler, hienas vestidas de orgía. Hoy las pesadillas góticas brillaron por su ausencia y por herencia quedó una dosis de cachonda ternura en Cuerpo Ébano, aunque aquello iba muy en serio, directo y sin escalas a una erupción delatora.
Noche en plan cheneque insomne y cafetalero. Cheneque rudo y pendenciero, buscador de punta y entrevero. Noches Hearts of Cold Sister Sin, noche de puño pelado, de salir a manejar de madrugada por el puro placer de romperme la madre con un carro a control remoto con todo y su par de polizontes (¿Bioy Alfa se ha integrado al periplo cafre?) Al aeropuerto de madrugada, mi última noche en Monterrey, mi berrinche en Carpe Diem, mi última serenata, el corajote de mi vida. Adiós, adiós, adiós. Hoy reviví la despedida.
Tuesday, December 13, 2016
Las escenas más simples de tu vida, sobre todo aquellas que derrochan ternura en medio de una amorosa modorra cotidiana, enseñan en algún pliego el imperceptible hilo negro de la sombra que les acecha. Mi mente pinta inocentes antesalas de hecatombes.
Cada cuadro de cotidianidad es una danza macabra. En día más luminoso se insinúa siempre la proximidad de una sombra. La risa desbordada y el goce inconsciente navegan lentos hacia su abismo. La parca yace al acecho en algún rincón del lienzo.
Un pedazo de piedra sobre La Danza de la Muerte de Hans Holbein (El joven) pretende recordarme que alguna vez creí caminar por el mismísimo centro neurálgico de la Historia, el sitio donde el planeta entero volcó sus emociones y su pánico, nuestro altar y nuestro espejo, las humeantes ruinas del futuro.
Los mil cuentos posibles yacen ahí, en la piedra bronca donde duermen las esculturas, en el flácido territorio límbico que aguarda su postergada revolución. Palabras vegetantes, palabras en estado de coma, palabras destinadas a la nada del neonato.
Presagios y cuentas regresivas. Los inocentes pasos fatales rumbo al cadalso. La más ordinaria despedida, la tarde de modorra que antecede al Infierno; la sombra siempre oculta, en omnipresente acecho. Aún en tu cuadro de cariñitos y sonrisas ella está ahí, reloj en mano, con la cuenta regresiva de los minutos, deshojados como una flor moribunda en otoño.
Monday, December 12, 2016
El quinto brincacharco ya es manda u obsesión. Podría crear un nuevo género duermevelero llamado simplemente “la quinta”. La brevedad del viaje es la constante. Un brinco europeo, repentino e improbable (organizado en este caso –créalo o no- por el Cecut). Una intempestiva travesía, un acumular aviones e intemperies para de pronto reparar como si tal cosa en que he vuelto a Europa doce años después. Cuatro países, una semana y todo remata en el académico depita madrileño tan funcional, separado especialmente para mí, con su minimalismo tan IKEA, su cama inteligente y su zapatera tan infestada de Doctor Martínez. Botas rojas, negras y verde olivo. Botas altas y bajas, de muchísimas cintas, en plan tan Agnostic Front, (for my family for my friends) y ahí estamos nosotros dos, probándonos un par tras otra, Martens eslameras, Martens pateaculos, pura carne de CBGB, racimo de tardía punketez. ¿Ocurrió todo eso en el quinto brincacharco? Así parece ser. Esas cosas pasan del otro lado del Atlántico.
Otra de selacios y cetáceos, primerísimos actores de mis duermevelas. Mi destino es naufragar en madrugadas infestadas de aletas. A la historia de hoy podemos llamarla Té en el Mar de Cortés, una plataforma con complejo de caminata bíblica sobre las aguas. Después el combate entre las bestias oceánicas, la ballena asesinada por el Carcharadón Carcharies, quien acabó cadáver sin quedarme claro aún quién lo mató. Ahí estaban los dos cuerpos, ensangrentados despojos de duelistas abatidos, compitiendo en altura sobre la arena. Entonces irrumpe el heraldo de la tragedia. No sólo de cetáceos vive el depredador. El jaquetón ha matado a la mujer del cineasta (¿o era acaso un escritor?) Era, en todo caso, un creador retirado, un Lowry de Los Cabos y su mujer una Yvonne que se encontró un escualo antes que desbocado equino. Lo demás es mi caminata en tiempo record al malecón de Playas, el óxido del Bordo y estas canijas bestias marinas coleteando en la profundidad de mi almohada.