Eterno Retorno

Thursday, September 18, 2008

Tiempos rudos estos. El 2008 no parece sonreírle a nadie y aún así yo sigo sonriendo. El Verano empieza a hacer la mudanza y los últimos calores ya están por entrar a la maleta. Con la llegada del Otoño los fantasmas encarnan y a las bombas de tiempo les da por estallar. La apocalíptica percepción de que al Mundo se lo está cargando la chingada como nunca antes no es nada nueva y por ende no es nada original.
Sí, el país y el mundo entero se pudren en pedazos como una piel leprosa, pero lo mismo pensaron los humanos del año 1000 y los de 1929 y 1994.
Cada generación humana, a su manera, cree estar viviendo su propio fin de los tiempos, el no va más de la tragedia. Cuando la vida se vuelve una fiesta de bonanza, las reflexiones salen sobrando. Ahora que el fuego del Infierno se enciende bajo nuestros culos, yo tampoco quiero reflexionar demasiado. Recuerdo una mañana de febrero de 1995 caminando por los adoquines de la calle Morelos en Monterrey. Hacía frío, llovía y el futuro era más negro que el peor cielo. Por alguna razón, esa triste mañana es mi recuerdo más nítido de la crisis post error de diciembre, en esos convulsos primeros meses del zedillato. Mi entorno se hundía en la mierda, sin embargo yo jugaba a ser feliz y acababa por creerlo.


No acudí a dar grito patriota alguno. La noche del 15 de septiembre bebí unos vasos de Jack Daniels mientras escuchaba el Death Magnetic en el patio de la casa. Al día siguiente debía descansar, pero yo me aferré a trabajar. Señal de que un peso no vale lo mismo que hace cuatro años. Mis ingresos en teoría son iguales y han incrementado en forma proporcional a la inflación, pero hoy en día un billete de 500 pesos me dura menos que una cerveza fría en verano. He llagado al momento en que empiezo a sacrificar cualquier asomo de hedonismo por ganarme un peso de más. Desayuné con la noticia de las granadas en Morelia. Apenas en mayo Carolina y yo caminábamos por esa misma plaza y aún recuerdo que mientras tomábamos café en los arcos mirando a la catedral moreliana, comentábamos sobre lo apacible y provinciana que nos sabía la existencia en la capital michoacana en comparación con el caos tijuanero. Muchas veces me han preguntado si creo que hemos llegado en México, y en Tijuana concretamente, a los niveles de la Colombia de Pablo Escobar. Mi respuesta era siempre la misma: a nuestros capos aún no les ha dado por el narcoterrorismo. Pues bien, parece que la maña ha importado la última costumbre que nos faltaba.


Ayer desayuné café con caída de bolsa y un delicioso cereal sabor crisis. Esos puntitos porcentuales, esos dowjones, nasdaq, bmm y de más acertijos incomprensibles, son como los cielos sin nubes que cubrían las tierras secas de la antigüedad. Los jinetes apocalípticos suelen empezar sus cabalgatas en los distritos financieros.
El día lucía tranquilo. Llegué a la redacción con toda la intención de sentarme frente a mi computadora e invocar la inspiración necesaria para escribir ocho horas sin parar. En este oficio mío, suelo darme tiempo para el trabajo de campo y las entrevistas, pero sufro un déficit de minutos disponibles para transformar en palabra escrita los reportajes. Tenía la intención de adelantar trabajos rezagados, desparramar columna, checar páginas de transparencia, pero las sirenas ahuyentaron las musas cuando ni siquiera habían escuchado la invocación. No eran sirenas como las que intentaron seducir a Ulises, sino las sirenas de mil patrullas corriendo por la Vía Rápida. En esta ciudad sin arterias viales, las catástrofes suelen correr frente a la ventana de la redacción. La corta mecha de esa bomba de tiempo llamada Penitenciaría de Tijuana estaba encendida una vez más. La única alternativa posible era correr rumbo al centro mismo del Infierno. Mi colega Ana Cecilia Ramírez y yo escuchamos las ráfagas desde que íbamos a la altura de la unidad deportiva de la Vía Rápida. Conforme nos acercábamos a la peni, las calles de La Mesa se engalanaban con maquillaje de guerra. Humo, gritos, cascos, escudos, histeria, furia, pánico y sobre todo plomazos, muchísimos plomazos. Mi bienvenida se dio cuando la Policía Municipal rafagueó al aire ante una multitud de familiares de reos que intentaba acercarse a la puerta del penal. La estampida, como era de esperarse, fue pavorosa. El subcomandante de la Policía Municipal Nieves Reta me aseguró que eran salvas, pero mis amigos María Font y Arturo Belano tuvieron a bien recoger unos cuantos casquillos percutidos, suficientes para hacer un collar, que no eran precisamente de juguete. Paredes adentro el humo y las ráfagas, las bocas de fusiles escupiendo fuego. Una masacre en vivo y a todo color. A las 16:30 Daniel Scareface de la Rosa, nuestro incompetente secretario de Seguridad Pública, salió a asegurar que todo estaba bajo control, que el saldo era blanco, sólo unos siete lesionados por pedradas.
Ay caray, ¿Escuché cientos de tiros y tenemos sólo cinco tipos con raspones en las rodillas? Fue hasta altas horas de la noche cuando finalmente aceptaron que esas balas habían cegado las vidas de 19 reos. Las calles estaban atiborradas de cristales, rocas, casquillos y el humo todo lo cubría. En silencio retornamos al periódico a escribir capítulo más de nuestra inacabable leyenda negra.

Chutaos esta croniquilla sobre lo que pasó en la calle

Por Daniel Salinas
dsalinas@frontera.info

El infierno se dividió en dos frentes de batalla en La Mesa; el primero, en el interior del penal, donde el fuego, las balas y los rocazos volvieron a desquiciar el centro penitenciario, cuya mecha es muy corta.
Pero un infierno por momentos peor se vivió en la Avenida de los Pollos, en el exterior de los juzgados penales, donde cientos de familiares y amigos de los internos se enfrentaron a los agentes.
Enardecidos al escuchar los balazos y los gritos de los reos desde el interior, los familiares se amotinaron y no dudaron en plantar cara a los agentes con insultos e incluso golpes y empujones.
También en la calle las mujeres fueron las más aguerridas, pues no dudaron en cachetear y arañar en la cara a los agentes que intentaban impedirles el paso.
“Están matando a la gente, los están matando, mi hermano está allá adentro, los policías empezaron la violencia, ellos son los que quieren que haya violencia para disparar, mis dos hermanos y mis tres sobrinos están allá adentro”, dijo María Dolores López Avitia.
Enardecido, un grupo de jóvenes se lanzó en cargada contra el muro de agentes que con escudos antimotines intentaba evitar que se acercaran a las puertas del penal.
A las 14:37, al sentir que la situación estaba fuera de control, los agentes empezaron a disparar sus pistolas al aire lo que provocó una pavorosa estampida de cientos de personas sobre avenida de Los Pollos que corrían despavoridos.
El subcomandante de la Policía Municipal Miguel Nieves Reta aseguró que se trataba de balas de salva y que en ningún momento se disparó una sola bala real.
“Fueron balas de salva lo que utilizamos para dispersar a la gente, estaba muy enardecida y estaba ganando este espacio que ya pudimos recuperar”, dijo Nieves Reta.
Sin embargo, en el pavimento podían verse decenas de casquillos percutidos regados por doquier.
“La verdad me siento bien desesperada, bien impotente, no hay autoridad, no hay ley, no hay nadie que pueda pagar esto, el gobernador no ha venido, no ha dado la cara, Jorge Ramos tampoco, nosotros no votamos por él para esto, nosotros creímos que íbamos a recibir apoyo dijo Susana Vázquez.
“Mi esposo está interno, no he sabido de él desde el domingo, él está en el edificio 5, pero nadie me sabe decir cómo está”, agregó la mujer.
“Violencia crea violencia, por Dios, háganlo por Dios, esto es el infierno, no queremos morirnos, queremos la paz”, gritaba José Refugio Ramírez, un cristiano que intentaba sin éxito calmar los ánimos en el momento más caliente del conflicto.
Cerca de las 16:00, la situación estaba relativamente calmada en la calle, aunque de pronto se escuchaban gritos y golpes.
A las 18:00 la mecha volvió a encenderse cuando algunas personas intentaron bloquear la salida de los contingentes que trasladaban a los reos rumbo a la cárcel de El Hongo.

Tuesday, September 16, 2008

Mi amigo Hugo Fernández me ha hecho llegar el ejemplar original de Death Magnetic, cosa que agradezco inmensamente. La reseña aparecerá en La Guía posiblemente este jueves. Chutaos un adelanto.

Metallica
Death Magnetic
Warner Bros

Por Daniel Salinas Basave

Lo que un día fue no será, dijo José José. Que quede claro de una vez por todas: “Death Magnetic”, el nuevo disco de Metallica, no es ni aspirará nunca a ser la reencarnación de “Master of Puppets” o “Ride the Lightning”. La buena noticia para todos, es que por menos intentó emularlos. Para andarnos sin rodeos y comenzar esta reseña con sentencias definitivas, se puede afirmar que “Death Magnetic” es por mucho el mejor álbum de Metallica en los últimos 17 años. Nadie duda que el álbum de la portada vanguardista con su vaginal ataúd, barre de un batacazo a los sosos e infumables Load y Reload, equivalentes perfectos a una cerveza tibia sin alcohol. Es obvio también que supera en intenciones y profundidad a su antecesor “St Anger”. Ahora es cuestión de valorar si hay algún mérito en superar una etapa tan descaradamente mercantilista y prostituta para la banda como fueron los 90 y el arranque del Siglo 21. A Metallica le costó 17 años enderezar el rumbo y volver al camino correcto del Metal con mayúsculas. ¿Es sincero el retorno del hijo pródigo? Habrá que darles el beneficio de la duda. Dice Bert Hellinger, padre de las constelaciones, que es preciso honrar siempre al origen. La banda sin duda busca honrarlo en “Death Magnetic”, tal vez para olvidar cuando en indigno amasiato con Mtv se empeñó en negar su origen y su espíritu, cegados por la fiebre “alternativa” de los 90. Se regodearon en la televisión con estrellas del pop, se fueron de gira con ridículas bandas de nü metal, despotricaron contra el espíritu del Metal y de pronto, se dieron cuenta que se estaban quedando solos. Con muchos millones de dólares menos en la cuenta bancaria, pero con una digna frente en alto, bandas como Testament, Megadeth o Exodus cruzaban el oscuro pantano sin ensuciarse y en pleno 2008 volvían a poner bien alto la bandera del Metal. En los últimos doce meses han visto la luz tres obras monumentales del Thrash-Speed Metal que han hecho sacudir la cabeza a la vieja y nueva guardia: “United Abominations” de Megadeth, “Atrocity Exhibition” de Exodus y “Formation of Damnation” de Testament. La Muerte es magnética y acaso el verdadero Metal también, por ello atrajo como imán a sus desbalagados hijos millonarios. Ya desde la elección del productor Metallica dejaba ver una declaración de intenciones pesadas. Rick Rubin es un tipo que no se anda con coqueteos mercantilistas con el top 40 a la hora de producir. En el aspecto compositivo la banda tampoco se anduvo con remilgos poperos. Vaya, justo es notar que siete de las diez rolas duran más de siete minutos, algo que está peleado con el afán vendedor de las estaciones de radio “alternativas”. Arquitecto sónico de la máxima obra del Metal extremo como es el “Reign in Blood” de Slayer en 1986, Rick sabe cómo hacer sonar una bataca a su máxima potencia y cómo sacar todo el néctar rudo de un riff guitarrero. Tal vez fue él quien le recordó a Kirk Hammett que se vale hacer solos de guitarra de vez en cuando y el que logró darle a la batería de Lars Ulrich ese punch que desde el “...And Justice for All” no oíamos. De hecho, comenta mi colega Juan Carlos Ortiz que hay una innegable similitud entre el sonido del “Death Magnetic” y el “...And Justice”, aunque según James Hetfield el espíritu que los invadió al crear este último disco fue el del “Master of Puppets”. Una entrada en calma que estalla en riff- bataqueo típicamente speed nos da la bienvenida en “That was just your life”. Siguen con “End of the Line” donde la batería de Lars me quiere recordar en algo a “Harvester of Sorrow”, lo mismo que en “Broken Beat and Scarred”, donde la condición de primo hermano del “...And Justice for All” se evidencia a niveles de deja vü, si bien en esta tercera rola el bajeo de Trujillo cabalga feroz. “The day that Never Comes” es el primer tema baladoso del álbum y la primera que me queda a deber. “All Nightmare Long” suena por momentos muy a lo “St Anger” lo mismo que “Cyanide”, una probadita de ese nuevo Metallica de no tan gratos recuerdos. “The Unforgiven III” en cambio demuestra que terceras partes a veces sí son buenas, una semibalada mentirosa sumamente llegadora. “The Judas Kiss” llega a ser por momentos una de mis favoritas con un bajeo penetrante de Trujillo y crecientes embestidas de Hammett. “Suicide and Redemption” rinde homenaje a esa añeja tradición de Metallica de hacer de la penúltima rola una instrumental larga, dura y penetrante. Al igual que “Call of Ktulu”, “Orion” o “To live is to Die”. “Suicide...” alterna mareas altas y bajas en sus más de diez minutos de duración. El remate con “My Apocalypse” es sencillamente demoledor. Una de las mejores rolas, sino es que la mejor de todo el álbum, un thrash-speed sin complejos, un remate a lo “Dyers Eve” o “Damage Inc”. Sí, este último Apocalipsis lo confirma: los cuatro jinetes están de regreso y tras 17 años, vuelven a cabalgar en corceles de Metal.

Monday, September 15, 2008

La expresión bomba de tiempo se utiliza a menudo cuando se habla de la Penitenciaría de Tijuana. Pues bien, esa bomba ha estallado como nunca antes en la historia de la entidad. Ahora habrá que medir las secuelas del estallido y sus efectos más allá de los tres lamentables decesos. El tristemente célebre “Pueblito” formó parte durante años de la leyenda negra tijuanense, una prisión donde el autogobierno, la impunidad, el narcotráfico y el hacinamiento sentaban sus reales. Máximo ejemplo de un penal donde los reos tronaban sus chicharrones y único sitio en el País donde decenas de niños sobrevivían en el interior el Pueblito creció junto con la ciudad. Las casuchas que conformaban “El Pueblito” fueron derruidas en 2002 siendo ese el primer gran golpe mediático de la administración de Eugenio Elorduy. Cierto, las casas de “El Pueblito” desaparecieron, pero no la impunidad ni el autogobierno y mucho menos el hacinamiento, que no pudo ser solucionado con el penal de El Hongo. De hecho la sola ubicación urbana del penal tijuanense es un absoluto contrasentido y un riesgo latente de una catástrofe mayor en donde no solamente reos y custodios salgan afectados. El motín en el penal de La Mesa, que ha vuelto a poner a Tijuana en el centro de las malas noticias nacionales, pone en evidencia que la bomba de tiempo no ha sido desactivada. La bomba estalló y lo peor es que nadie garantiza que no vuelva a estallar de nuevo. Pone en evidencia también que la forma en que los custodios actúan en el interior dista mucho de apegarse al menos en algo a los derechos humanos, algo que en la cárcel de La Mesa es un mito. La liebre les brincó en la cara al gobernador José Guadalupe Osuna Millán y al secretario de Seguridad Pública Daniel de la Rosa donde menos lo esperaban. Con una penitenciaría como La Mesa en la entidad, un gobernador jamás podrá dormirse en sus laureles ni creer que tiene todo bajo control. Después de todo lo que ha pasado, ahora lo peor que puede pasar es que ya no pase nada.