1- Hoy el banderín de franja roja yaciente en el tablero de la nave del Capitán Beto ondea en algún lugar del Universo junto la triste estampita de un santo.
2- Lo esperaba así: de cuchillo en los dientes y puño cerrado; de sangre, sudor y un chingo de calambres (las lágrimas del perdedor iban por descontado). Era más grande el pavor al tatuaje eterno de la derrota que la ambición por levantar la Copa Libertadores. Nunca esperé un futbol sublime y aun así hubo ráfagas casi apoteósicas como el gol de Quintero. Cuando hay tanto manoseo, politiquería y pasta sucia, uno se olvida que el show incluye también un poco de futbol. El final fue como correspondía: jugadores tullidos, los xeneizes con nueve, un gol sin portero, la natural soberbia millonaria, cataratas de tinta, torrentes de saliva.
3- A veces pienso en la historia de lo que pudo haber sido, en la final River vs Boca que me habría gustado ver. Pudo ser una experiencia mística verla entre 1999- 2001, en la época de Palermo, Palacio, Riquelme Schelotto dirigidos por el Virrey; contra Salas, Aimar, Almeyda, Gallardo dirigidos por Tolo Gallego. El River vs Boca palpado desde California por Javier Fernández en Seguir a los Gansos. El Súperclásico argento más cacareado en más de un siglo y la final de la Copa Libertadores más vista en el planeta desde la creación del torneo, no enfrentó a equipos legendarios y sin embargo desde hoy este partido ya alimenta mil y una leyendas. Hoy solo queda polvo de tímidos lodos, Tévez y Gago en plan de deidades en el fango, Pratto y el Pity reclamando su lugar en el Olimpo, un ex xolo hiper tatuado como Benedetto llenándole al ojo a los europeos, y algunas medianías que se fueron sin pena ni gloria de nuestra mexicana liga.
4- Claro, en el terreno de los hubieras pudo haber también una repugnante galería de opciones: que Boca se coronara en la mesa de los abogados sin necesitar jugar el partido de vuelta (para mí y para cualquier jugador o aficionado honesto habría sido humillante). También pudo ser que se llevarán el show en calidad de extravagante bisutería sudaca a algún edén artificial de nuevo rico futbolero como Qatar, China o Estados Unidos, lo cual habría sido el non plus ultra del asco (juro que me habría declarado en huelga y no habría prendido la tele). Al menos eligieron Madrid, un altar de pedantería futbolera pero con prosapia bien ganada. Me hizo recordar que mucha de la mejor literatura argentina se escribe desde Europa, que Juan José Saer captó como nadie el espíritu santafecino después de más de medio siglo de autoexilio francés y que Cortázar es un escritor argentino nacido en Bruselas y enterrado en París cuya esencia yace en los puentes sobre el Sena.
5- Mi equipo en Argentina es el Tigre (felina solidaridad con los Matadores de Victoria) y en su defecto soy del Independiente. Boca y River se han vuelto demasiado turísticos, como un tango show para las cámaras japonesas.
6- Dentro de las páginas de El Libro de Boca, comprado usado en Parque Rivadavia, encuentro un telegrama fechado 20 de diciembre de 1954 firmado por Alberto Armando (el directivo boquense cuyo nombre lleva el estadio de la Bombonera). La primera página de mi libro Boquita de Martín Caparrós está adornada por una firma de César Luis Menotti (era mi única superficie firmable a la mano la noche en que lo encontramos cenando en el restaurante Pepito de la calle Montevideo). Dentro del libro una respetable colección de boletos de grandes gestas (Independiente vs Racing, River vs San Lorenzo, Racing vs Boca, Tigre vs River etc)
7- Felicito al gran Flaco Spinetta, a Jorge Castillo, a Kike Ferrari. Me imagino que se sienten como me sentía yo hace 364 días, cuando Tigres me dio la alegría futbolística más grande de mi vida. Salucita con el peor whisky del mundo.
PD- Se me olvidaba: Gracias Cruz Azul.