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Ni modo. Mandas son mandas y es preciso cumplirlas aunque duelan. Claro, después de ocho años de mata larga me siento un perfecto extraño al no palpar ya mi cabellera. Al llegar a la peluquería tuve un siniestro flash back adolescente y me remonté a los tiempos en que en la escuela me obligaban a ir de pelo corto. Estuve a punto de arrepentirme, pero el peluquero ya me había sentado en la silla de la condena y ahora debo acostumbrarme a mi nueva imagen. Prometí que si rayados llegaba a la final me cortaría la greña y bueno, aquí me tienes, cumpliendo ante la tijera.
Lo peor es que la manda no acaba aquí: si el domingo quedan campeones, también me rasuraré la barba. Ni pex, ahora sí quedaré irreconocible.
Saturday, December 28, 2019
Friday, December 27, 2019
Hablemos ahora de licores
1- Más de una vez he pepenado un libro solo por su portada, aún sin saber nada de su autor. Pues bien, ahora he hecho lo mismo con un vino (un tinto californiano bastante regularcito). Era como si el dibujo me estuviera contando una historia. Acaso esa ciudad en llamas era una metáfora premonitoria de lo que le ocurriría a mis entrañas si lo bebía.
2- Mi hermano Adrián dice que la expresión “I liked it before it was cool” es tan ordinaria que se ha convertido en una frase hecha. Yo puedo aplicarla a no pocas cosas de la vida, pero en especial al mezcal. Descubrí al licor del gusano en el verano de 1991 durante una escapada mochilera a Puerto Escondido, mucho antes de que los hípsters llegaran a joderlo todo. Creo recordar que por 6 mil viejos pesos, una doña nos llenaba un recipiente con un cucharón. Puro mezcal rudo de garrafa, suficientemente potente para crear un monstruo. Me aficioné al licor del gusano y me convertí en un Malcolm Lowry regio. En mis tempranos veintes el mezcal fue mi bebida de cabecera. Eran los tiempos en que un Gusano Rojo te costaba unos 90 pesos en el supermercado (tres veces menos que un tequila Herradura). La gente me miraba como un teporocho miserable por beber eso. Hoy la botella de Gusano Rojo cuesta más cara que la de Herradura u Hornitos. Ni hablar de los mezcales artesanales hípsters, que andan arriba de los mil pesos. El mezcal fue para mí como un furtivo romance de juventud, pero con quien contraje matrimonio fue con el whisky (y aquí parece que aplica el “hasta que la muerte nos separe”). Hace poco, por pura vil nostalgia, pepené un mezcal hípster llamado 400 Conejos. Me supo suavecito y terso, casi casi tan maricón como una piña colada.
3- Nunca vi Game of Thrones. Me parece que esa serie no tiene nada que hacer frente a un portento como Vikingos. De cualquier manera, ello no me impidió comprar la edición especial de White Label del Juanito Caminante dedicada a los tronos. I Drink and I know thinks.
4- Mi suegro Pancho Cabello ha tenido el gran detalle de regalarme una botella de Rey de Reinas. Lo extraño es que la caja del whiskocho trae el escudo de los Xolos. Los Hank y sus perritos calvos ya se colaron hasta el elíxir de las tierras altas escocesas. Por un momento pensé que acaso el whisky podría llevar testículos de tigre y pedazos de serpiente para honrar la tradición hankista. En cualquier caso me sabe delicioso. Aunque mi religión es Tigre, Xolos siempre será un buen equipo adoptivo.
5- He visto en el súper un whisky español y recordé la anécdota de cuando a Heidegger le preguntaron si conocía a Ortega y Gasset. Martín se quedó boquiabierto: ¿un filósofo español? Es tan extraño como un torero alemán. Pues así las cosas con el whiskocho ibérico.
Penal a lo Panenka
A ver colegas, si a ustedes les gusta el futbol sin duda entienden lo que es un penal a lo Panenka. En la final de la Eurocopa 1976, Checoslovaquia se coronó desde los once pasos contra Alemania. El último penal, ejecutado por Antonin Panenka, fue un portento de gol. Un penal suavecito, pateado con vaselina en donde el balón hace una comba cuyo efecto visual engaña al portero y lo hace lanzarse al lado contrario. La pelota entra lenta y chanfleada. Tal vez los dos penales Panenka más célebres del Siglo XXI fueron el de Zidane en la final del Mundial 2006 y el del Loco Abreu contra Ghana en el mundial de Sudáfrica. Es un penal artístico que genera una estampa casi poética, pero no deja de ser una floritura, un lucimiento personal. Además, si el portero te adivina el penal Panenka (y basta que se quede parado en su lugar para que lo haga), la falla luce absolutamente ridícula, porque el penal va tan suave y lento, que el portero a menudo solo tiene que alzar las manos. Esto significa que en el penal Panenka el arte y el ridículo caminan de la mano. ¿Por qué carajos pongo este ejemplo tan fuera de lugar? Porque con la escritura es igual. Sobran ejemplos de quienes en afán de parecer poetas vanguardistas, intentan una innecesaria floritura y acaban haciendo el ridículo. Hay quienes quieren jugar a ser Foster Wallace o a imitar el Finnegans Wake y acaban por chutar para el monte. La prioridad en un penal es meter gol, no hacer malabares, así que es mejor patear fuerte, raso y colocado como manda el canon. Con la escritura de un cuento aplica lo mismo. La prioridad es contar una historia, así que preocúpate primero por contarla muy bien de la forma más sencilla posible. Primero domina la técnica de meter el gol. Una vez que lo logres y te sientas más o menos satisfecho (la satisfacción total, al puro estilo de los Rolling, no existe) entonces juega con la forma sin descuidar el fondo y entonces sí, anímate a patear tu penal a lo Panenka.
Thursday, December 26, 2019
Las trincheras culturales en Baja California son diversas, contrastantes, variopintas. El mosaico de expresiones artísticas que podemos encontrar por estos rumbos nunca deja de sorprenderme. Cada vez veo más propuestas innovadoras en materia de cine independiente, teatro, artes plásticas, ópera, música clásica y alternativa, fotografía, literatura. Somos una tierra de almas en ebullición. Creo que si quisiéramos destacar personajes del año, podríamos hacer una lista de treinta o cincuenta personas que están haciendo algo valioso en materia cultural, desde la promoción hasta la creación artística. Tere, Pedro y Benito han sembrado y cosechado muchísimo, no solo éste sino todos los años. La verdad yo nunca los he visto quedarse quietos y los tres han consolidado proyectos y caminos culturales muy sólidos que han influido positivamente en cientos de personas, ya sea para crear o disfrutar el arte. Por lo que a mí respecta, debo decir sin falsa modestia que no fue mi mejor año por lo que considero inmerecido estar incluido en esa selección. Vaya, otros años han sido mucho más productivos en lo que se refiere a publicaciones y premios, pero en cualquier caso le agradezco mucho a Luis Fernando y a Hugo la inclusión. Al final, seguimos haciendo camino. Arrieros somos…
Tuesday, December 24, 2019
Basta asomarse un instante a nuestra casa para concluir que en esta familia no somos ni hemos sido nunca unos Grinch. Aquí la Navidad se celebra en grande y no escatimamos en detalles. Así ha sido siempre y así seguirá siendo mientras estemos vivos. El buen ojo de Carol a la hora combinar colores y decorar cada rincón contribuye a hacer de nuestro nido un sitio en donde en verdad se antoja estar. Nos gusta esta atmósfera y este clima. Además, lo que hace más bello a diciembre es que Iker y Carol llegaron al mundo en este mes, así que sobran motivos para estar de manteles largos. Hoy cada quien celebra lo que quiere. En lo personal carezco de una deidad, al menos en el sentido pregonado por los cultos monoteístas, pero el ateísmo no me ha robado la gratitud. Todo el tiempo siento la necesidad de decir Gracias, porque en verdad ha valido la pena vivir. Tal vez no conozco al dios cristiano, pero les juro que conozco el amor y creo en él. Este año cobramos aún más conciencia de nuestra absoluta fragilidad, de nuestra condición de ceniza en el viento. Pudimos no estar aquí, ser polvo y sangre sobre la arena de Mulegé, pero vivimos para contarla y aquí estamos para celebrar esta noche. La vida es un tren bala corriendo siempre de prisa con rumbo desconocido, la Muerte camina a nuestro lado y a nosotros no nos queda más que santificar cada instante y dar gracias. No me gusta el Zeitgeist de esta época en donde sobra fanatismo e inquisición y en donde parecemos aferrados a matar el sentido del humor y la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Demasiado tiempo perdido en defender o atacar a muerte credos, causas y líderes. Muchas vidas concretas desperdiciadas e inmoladas en el altar de peroratas volátiles. Nos sobran reyes desnudos, coronas piojosas y banderas percudidas. Yo ya tengo suficiente y la vida no va a alcanzarnos. Mejor relájate, mira a tu alrededor, duda de todo y siéntete un perfecto extraño en este mundo alucinante. Recuerda que en cada mirada hay una historia para contar. Caminemos, leamos, viajemos, bebamos, amemos. Brinquemos e imaginemos como niños en 25 de diciembre. Con eso basta para sentirnos afortunados. El resto son pequeños aderezos que hacen la vida disfrutable (releer cuentos de Borges, escuchar mucho Heavy Metal, beber whiskochos del Medio Oeste y vinos bajacalifornianos, contemplar la línea del horizonte en el Pacífico, gritar goles de los Tigres es mi receta accesoria para acercarse a la Felicidad; el resto es vanidad).¿Listos ya para brindar? Alza tu copa en la fiesta pagana. ¡Salud colegas!
Sunday, December 22, 2019
Era una figura espectral. Estaba ahí, siempre de pie junto a la puerta del Oxxo, con su mirada oriental fija en algún punto del vacío, enfundado en una percudida chamarra con una capucha cubriendo su cabeza calva. Pronto nos acostumbramos a su presencia y lo asimilamos como parte del paisaje de nuestra vida diaria, pues desde hace algunos años era omnipresente. Inexacto sería llamarlo pordiosero porque ni siquiera pedía nada ni interactuaba con la gente. A su lado no había un sombrero o canasta alguna para recibir monedas. Nunca lo escuché pronunciar palabra ni romper el silencio. Tampoco lo vi sentado. Siempre parado en el mismo punto, casi estático, con las manos en los bolsillos. Podía parecer un anacoreta budista en los huesos o un sobreviviente del Holocausto. Decenas o acaso cientos de veces pasé a su lado pero nunca cruzamos palabra. Me sorprendía su aparente inmovilidad y su esencia fantasmagórica. Algunas personas le daban dinero o comida que él recibía en silencio. Dormía en los depósitos de basura a un costado de la tienda. En cualquier caso no era un mudo. El encargado del asador, que a veces le daba sobras de carne, llegó a hablar con él algunas veces. Por él supe que era de origen filipino y que vivió muchos años en San Diego. Llevaba sus arrugados papeles en la chamarra. Podía entrar legalmente a los Estados Unidos. Se declaraba católico y solía orar por las noches. Nunca se le conoció familia alguna. La policía lo retiró algunas veces pero irremediablemente retornaba. Había encontrado sitio en el mundo. El pasado viernes la camioneta del Servicio Médico Forense se estacionó afuera del Oxxo. Su cuerpo yacía junto al contenedor de basura. Al parecer murió durante la helada noche. Su cuerpo yace ahora en la morgue de Tijuana, infestada por los cuerpos desmembrados de las víctimas de esa catarsis del caos a la que llaman guerra del narco. Pasado un tiempo irá a la fosa común. Nadie va a reclamarlo. Intuyo que ahí había una historia que nunca conoceremos y que jamás será narrada. Cuantos improbables hilos tejidos por el hijoeputa destino o por esa perra aleatoriedad tan aferrada a sus caprichos. Por ahora me queda por herencia el frágil umbral que nos separa de quienes yacen en el desbarrancadero, de los que moran a un lado del camino y ese furtivo cruce de miradas que nos permite asomarnos al omnipresente abismo que también nos mira.