El ángel literario
Eduardo Halfon
Anagrama
Por Daniel Salinas Basave
Por pura y simple intuición uno huele los buenos libros y no solo en el sentido más literal de la palabra (pegar la nariz a las páginas es un vicio añejo e imposible de superar) sino en el de ese extraño sexto o séptimo sentido que permite detectar en las profundidades de una librería auténticas e improbables aves raras. Absolutamente nada sabía acerca del autor guatemalteco Eduardo Halfon. Nunca lo había escuchado mentar y obvia decir que carecía de la más mínima referencia sobre “El ángel literario”. Topé con ese libro una tarde de mayo husmeando en una librería en el centro de Morelia Michoacán, ubicada por cierto a unos metros de la casa donde nació José María Morelos. Luego de la hojeada de rigor a la que suelo someter a más de una decena de libros en tardes relajadas como aquella, esa química incomprensible comparable a la amorosa provocó que pasara la tarde entera pensando en el ejemplar que en una primera instancia no compré. Al día siguiente seguía recordando “El ángel literario” así que minutos antes de partir de Morelia a Guadalajara corrí a la librería a llevarme el libro de Halfon. Lo incoherente del asunto fue que pese a haber padecido una fugaz obsesión por el libro, lo tuve guardado más de cuarenta días y apenas la semana pasada inicié su lectura, pero apenas en las primeras páginas me quedó claro que esa repentina obsesión no fue gratuita ni infundada. Muy pronto tuve la absoluta certeza de estar ante un libro realmente atípico, raro, renuente a cualquier intento de clasificación. ¿Ensayo? ¿Ficción? ¿Desvarío? ¿Libre asociación? Tratar de clasificarlo es tanto como tratar de sujetar a un pez embarrado de mantequilla. Halfon no se limitó. Liberó a la pluma en la estepa virgen de una hoja en blanco y le soltó las riendas. El resultado fue amorfo, anárquico acaso, pero ciertamente genial. “El ángel literario” parte de una pregunta en apariencia tan sencilla, que en una primera instancia no reparamos en lo complicada que puede resultar responderla ¿Por qué alguien empieza a escribir? ¿Hay un momento específico, concreto en que se produce ese milagro? ¿Es una suerte de sortilegio? ¿Es magia o simple terquedad? Halfon recrea con tremendas licencias literarias los casos de cinco narradores absolutamente contrastantes y disímiles. Hermann Hesse, Raymond Carver, Ernest Hemingway, Ricardo Piglia y Vladimir Nabokov no tienen en apariencia mucho que ver, fuera del hecho de ser todos escritores y de haber tenido todos un momento en el que cayeron en el pozo sin fondo del vicio literario. ¿Es un ángel o un demonio el que habita en ese pozo? ¿Los elevó a sus paraísos creativos o les dio un tour por sus infiernos individuales? Mientras vamos de la mano de estos narradores convertidos por momentos en personajes de ficción, el autor incursiona en la página, cede a la tentación autobiográfica, entrevista, se autocuestiona, retorna a sus autores, platica con ellos, conjura al ángel o al demonio y vuelva a la pregunta ¿Qué diablos es lo que provoca que alguien de buenas a primeras se ponga a escribir? ¿Entra este misterio en terruños racionales o es pura hechicería? Un fantástico desvarío sobre el misterio de la creación, con más preguntas que respuestas y por fortuna, con menos cordura que demencia.
Eduardo Halfon
Anagrama
Por Daniel Salinas Basave
Por pura y simple intuición uno huele los buenos libros y no solo en el sentido más literal de la palabra (pegar la nariz a las páginas es un vicio añejo e imposible de superar) sino en el de ese extraño sexto o séptimo sentido que permite detectar en las profundidades de una librería auténticas e improbables aves raras. Absolutamente nada sabía acerca del autor guatemalteco Eduardo Halfon. Nunca lo había escuchado mentar y obvia decir que carecía de la más mínima referencia sobre “El ángel literario”. Topé con ese libro una tarde de mayo husmeando en una librería en el centro de Morelia Michoacán, ubicada por cierto a unos metros de la casa donde nació José María Morelos. Luego de la hojeada de rigor a la que suelo someter a más de una decena de libros en tardes relajadas como aquella, esa química incomprensible comparable a la amorosa provocó que pasara la tarde entera pensando en el ejemplar que en una primera instancia no compré. Al día siguiente seguía recordando “El ángel literario” así que minutos antes de partir de Morelia a Guadalajara corrí a la librería a llevarme el libro de Halfon. Lo incoherente del asunto fue que pese a haber padecido una fugaz obsesión por el libro, lo tuve guardado más de cuarenta días y apenas la semana pasada inicié su lectura, pero apenas en las primeras páginas me quedó claro que esa repentina obsesión no fue gratuita ni infundada. Muy pronto tuve la absoluta certeza de estar ante un libro realmente atípico, raro, renuente a cualquier intento de clasificación. ¿Ensayo? ¿Ficción? ¿Desvarío? ¿Libre asociación? Tratar de clasificarlo es tanto como tratar de sujetar a un pez embarrado de mantequilla. Halfon no se limitó. Liberó a la pluma en la estepa virgen de una hoja en blanco y le soltó las riendas. El resultado fue amorfo, anárquico acaso, pero ciertamente genial. “El ángel literario” parte de una pregunta en apariencia tan sencilla, que en una primera instancia no reparamos en lo complicada que puede resultar responderla ¿Por qué alguien empieza a escribir? ¿Hay un momento específico, concreto en que se produce ese milagro? ¿Es una suerte de sortilegio? ¿Es magia o simple terquedad? Halfon recrea con tremendas licencias literarias los casos de cinco narradores absolutamente contrastantes y disímiles. Hermann Hesse, Raymond Carver, Ernest Hemingway, Ricardo Piglia y Vladimir Nabokov no tienen en apariencia mucho que ver, fuera del hecho de ser todos escritores y de haber tenido todos un momento en el que cayeron en el pozo sin fondo del vicio literario. ¿Es un ángel o un demonio el que habita en ese pozo? ¿Los elevó a sus paraísos creativos o les dio un tour por sus infiernos individuales? Mientras vamos de la mano de estos narradores convertidos por momentos en personajes de ficción, el autor incursiona en la página, cede a la tentación autobiográfica, entrevista, se autocuestiona, retorna a sus autores, platica con ellos, conjura al ángel o al demonio y vuelva a la pregunta ¿Qué diablos es lo que provoca que alguien de buenas a primeras se ponga a escribir? ¿Entra este misterio en terruños racionales o es pura hechicería? Un fantástico desvarío sobre el misterio de la creación, con más preguntas que respuestas y por fortuna, con menos cordura que demencia.