Una pluma demencialmente maliciosa; un narrador oscuro como él solo, profundo como un pantano de arenas movedizas. Con ustedes Horacio Castellano Moya. A este autor salvadoreño lo descubrí por casualidad. No mediaba recomendación, comentario o reseña alguna sobre su obra cuando en una de tantas excursiones de cacería en busca de presas literarias, vi en la sección de novedades de la Librería El Día Arma en el hombre, título de por sí seductor cuya contraportada revelaba una obra antojable.
No me equivoqué. Con Arma en el hombre (Tusquets 2000), Castellanos retrató la imagen del criminal como un recurso u objeto siempre reciclable. El crimen organizado visto como una empresa capaz de mutar su giro de un día para otro, en busca siempre de mayor rentabilidad. El resultado es una novela que tiene más muertos que páginas y en donde en cada párrafo parece haber lugar para un arma distinta.
Novela precisa, fría y contundente como el disparo de una pistola automática, Arma en el hombre expone con crudeza el submundo del crimen organizado.
Un año después cayó en mis manos Baile con serpientes, un libro tan ágil como el movimiento de una víbora al ataque y cuyas frases acaban por inyectar veneno en el ánimo de aquel lector que tiene el valor de adentrarse a sus páginas. Cae en mis manos la densidad de Donde no estén ustedes y y poco después Thomas Bernhard en El Salvador, un escupitajo de nihilismo desparramado en papel. Nacido en 1957, el narrador ensayista y periodista Horacio Castellanos Moya ha vivido en carne propia los horrores de la guerrilla centroamericana y no han sido pocas las amenazas de muerte que he recibido a consecuencia de las revelaciones que como comunicador ha hecho.
Además de ser un buceador de la oscuridad humana, Castellanos es un fiel retratista de las miserias, bajezas y contradicciones de la política latinoamericana. Es entonces cuando uno se pregunta: ¿Como cabe tanta oscuridad en unas cuantas hojas de papel?
Monday, July 30, 2012
Dos libros. Por Armando Fuentes Aguirre
He terminado de leer dos libros, y me propongo releerlos. Ya se sabe: un libro que no despierta el deseo de volver a leerlo por segunda vez no vale la pena haberlo leído la primera vez.
Su autor es un escritor joven, muy joven. Se llama Daniel Salinas Basave. Vive en Tijuana, y ahí hace un periodismo crítico y valiente. Dice cosas Daniel Salinas, y las dice bien.
Uno de esos libros, “Réquiem por Gutenberg”, trata de la palabra escrita en el papel. El otro versa sobre la figura de Jorge Hank Rohn, personaje que allá tiene categoría de mítico. En ambas obras están presentes el buen pensar y el buen escribir.
Le dediqué a Daniel uno de mis libros, y en la dedicatoria puse -no sé si inadvertidamente o muy bien advertido- el nombre de su ilustre abuelo, don Agustín Basave Fernández del Valle, a quien tanto admiré por su sabiduría y su calidad humana. Seguramente don Agustín estaría orgulloso de Daniel. Yo tengo orgullo en ser su colega, y aspiro a ser su amigo.
¡Hasta mañana!...