…y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido
Friday, November 30, 2012
Thursday, November 29, 2012
Cuando periodismo y literatura se cierran el ojo. Gerson y Pepe, dos narradores de la Sultana..
Ojo, dicen que la costumbre se hace ley y por segundo mes consecutivo he decidido incluir dos libros en Biblioteca de Babel. Se trata en esta ocasión de un par de lecturas que bien podría llamar complementarias, hermanadas por algunos tópicos evidentes y no tan evidentes. El punto de encuentro obvio, es que se trata de dos autores que viven en Monterrey, vinculados ambos a la Universidad de Nuevo León y generacionalmente hermanados, pues nacieron en 1971. El primero de los libros, el de José Garza, es un ensayo o conjunto de ensayos que reflexionan en torno a la naturaleza del tan idílico como conflictivo matrimonio entre periodismo y literatura. El segundo libro, escrito por Gerson Gómez, es una pieza del mejor y más delicioso periodismo narrativo. Empecemos con Pepe Garza. ¿En qué momento se dan la mano creación literaria e información? De realidades, ficciones y otras noticias es un volumen de ensayos en apariencia mostrencos que sin embargo acaban por cerrar un círculo en sincronía perfecta. Recientemente en este espacio reseñamos las antologías de periodismo narrativo compiladas este año por José Carrión y Darío Agudelo en las editoriales Anagrama y Alfaguara. Pues bien, el libro de José Garza es un ensayo que se remonta a los orígenes de esa tradición del periodista como contador de historias e intérprete de una complicada realidad que desglosa y reconstruye con la precisión de un lenguaje único. La definición más simple, sería que el libro de Garza es un análisis de reportajes o piezas periodísticas que hicieron historia, pero la realidad es que el colega periodista regio bucea mucho más profundo. Aunque son ensayos escritos con buena dosis de rigor y método, el de Garza no es por fortuna un ladrillo de académico colegiado, pues el autor predica con el ejemplo al apostar por una amena estructura narrativa. Es inevitable que surjan conflictos cuando de adjudicar paternidades se trata. Nos hemos acostumbrado a que Wolf, Thompson y Capote son los padres del Nuevo Periodismo que García Márquez se encargó de tropicalizar y que Tomás Eloy Martínez llevó hasta extremos inimaginables tensando al máximo la cuerda de la ficción pero Garza es más ambicioso en su estudio y su máquina del tiempo hace un viaje hasta la Inglaterra del Siglo XVIII para encontrarnos con Daniel Defoe, inmortal por su Robinson Crusoe y apenas conocido por su Diario del año de la peste, tal vez la primera pieza auténtico periodismo narrativo en la historia de la literatura. Con sangre caliente de reportero, periodista de calle y aula, Pepe Garza nos conduce en un viaje a través de varias estaciones que van desde los colegas que juegan con la realidad como si fuera plastilina al estilo de Tomás Eloy Martínez, hasta los grandes escultores de la entrevista como Oriana Falaci o los periodistas que se disfrazan para transformarse en personajes de sus propios reportajes, como el alemán Günter Wallraff. Hay análisis riguroso sobre la estructura de las grandes piezas del museo del reportaje como Los ángeles del infierno de Hunter S. Thompson o el inmortal Diez días que conmovieron al mundo de John Reed, pero también una inmersión en la obra de colegas muy poco conocidos y estudiados en nuestro país como la hindú Arundhati Roy o el sufrido checo Julius Fucik, que inmortalizó su martirio a manos de la Gestapo en un desgarrador reportaje. La verdad es que después de leer el ensayo de Garza, uno se pregunta cómo es posible que Reportaje al pie del patíbulo de Fucik sea una pieza casi desconocida en nuestro país. Por supuesto hay un repaso a los reporteros que exprimieron néctar narrativo en la trinchera empezando por Hemingway para dar paso a Michael Herr, John Hersey y llegar al mega máster Kapuscinski, sin discriminar a nuestros multicitados cronistas nacionales, Leñero, Monsivais y Poniatowska. Un libro que me gusta por ambicioso, por brutalmente honesto y que yo no dudaría en incluir como lectura ineludible en cualquier facultad de periodismo que se dé a respetar. Hablemos ahora de Gerson Gómez y sus Crónicas perdidas. Gerson trasmite, sobre todo, un estado de ánimo. Da la impresión de que el colega se divierte como enano escribiendo. Cada página suya se consume como cerveza helada en el verano regio, cumbia huacharaca en el último asiento de un Ruta Estanzuela traqueteando por los baches de la colonia Independencia . Es la suya esencia pura de crónica urbana, reinterpretación y caricaturización de las regias postales del Río Santa Catarina, la Fomerrey, las “colombias chiquitas” e infiernos individuales que infestan los rincones ocultos de una ciudad que tras su maquillaje de wanabe Texas, se revela profunda e inocultablemente latinoamericana, ranchera y norteñota. Sí, el Monterrey de Gerson es el de Celso Piña y el Gran Silencio, el sudor, la sangre y el pulso de una ciudad que sale a la superficie tras las caretas “primermundistas” de Valle Oriente. Sí, Gerson es un voyeur de la cotidianidad regia, cachondo e irreverente al diseccionar el estereotipo, aunque al final, pese a todo, se revele profundamente dostoievskiano. Sí, la caricatura y la carcajada de Gerson se revelan existencialistas, como caprichos de Goya ridiculizando las ambiciones y complejos de la que acaso sea la sociedad más ambiciosa y acomplejada de Latinoamérica. La calle Morelos, el Obispado, las sudorosas cantinas de silla de plástico y letrero de Carta Blanca, la radio popular sonando en viejas bocinas en la noche barrial, entre los epígrafes precisos de Margarito Cuellar y las ilustraciones de Geroca que revelan una ciudad como de plastilina derritiéndose en los cuarenta grados de agosto. Sí, Gerson tiene razón, la realidad es una turbia decadencia pero él no pierde el humor en su intento por narrarla. Sí, la ciudad se ha derretido en su cabeza, pero le ha dado material de sobra para hacer de cada esquina un poema. Nacido en Jojutla, Morelos, pero regio de cepa, Gerson es ante todo cronista. Cierto, coquetea con las ficciones y a veces de tan musical llega a hacernos la finta de ser poeta, pero su fuerte, ni duda cabe, es diseccionar la vida cotidiana como quien abre una rana en la mesa de laboratorio y hace de sus partes un amasijo que a fuego lento acaba por cocinarse como la mejor narrativa. DSB
Wednesday, November 28, 2012
Algunos escritores como Gabriel Zaid, José Emilio Pacheco, Haruki Murakami o el mismo Milan Kundera sienten aversión por el mundo de las ferias librescas, las presentaciones, las entrevistas y las firmas de ejemplares. En el caso de Zaid ni siquiera se ha dejado tomar una foto en toda su vida, por lo que para mucha gente su rostro sigue siendo un misterio (si bien el todo poderoso Google se encarga de mostrar una imagen suya) El acto literario, dicen, consiste únicamente en escribir y leer y todo lo demás es parafernalia, circo y socialito. Entiendo sus motivos y en algo puedo coincidir con ellos, sin embargo para mí el acto de presentar un libro tiene que ver con convivir y sobre todo agradecer a ese personaje a quien un escritor debe todo lo que es en la vida: el lector. Al final de todo, siento un gran respeto y sobre todo una total gratitud hacia la figura del lector. A la persona que se toma el tiempo de leer mi libro, de comentarlo, de recomendarlo o criticarlo es alguien a quien debo mucho, muchísimo y nunca se lo acabaré de agradecer. Gracias por leer.
Y la madrugada del triste noviembre arroja duermevelas con una playa en Normandía, en la que flotan hielos blancos por donde meses más tarde flotarán mil barcos y tú cumples con advertir al Demonio que habrá un 6 de junio y una D inmortalizada y una rola de Sabaton que hiciste pasar por marcha de veteranos. Ya la cercanía de un amanecer helado te arroja una isla en cuya colina llora un gato montés que acaso cazaría cabras, si no fuera porque ayer la madrugada escribió la historia de un escritor que escribe la historia de un viejo pasquinero, contestatario y teporocho que habitaba en Hermosillo cuya biografía escribes para disimular que el biógrafo es también el asesino. A veces Morfeo cede argumentos sin cobrar derechos de autor.
Monday, November 26, 2012
Soy, he sido y seré lector antes que escritor. En mi vida son muchas, muchísimas más las palabras leídas a las escritas. La lectura suele ser (las más de las veces) hedonismo puro y ruta de escape. Nunca he sufrido leyendo. La escritura puede ser desahogo, compulsión; arrojar y desparramar palabras como conjuro y exorcismo. Habitado estoy por demonios que requieren salir de vez en cuando a la superficie materializados en palabra escrita. Sí, escribir puede ser un exorcismo, aunque desde un tiempo para acá (desde el momento en que empecé a tomar con seriedad esta forma de vida) me aferro a transformarlo en trabajo artesanal, labor de carpintero que intenta (sin mucho éxito) respetar horarios y mínimos de palabras. El 2011 ha sido el año en que he escrito más disciplinadamente en mi vida. No sé si haya sido el año en que más palabras he escrito, pero sí en el que brotaron con mayor orden y estructura. El 2012 ha sido más agitado. Demasiados aviones, sobresaltos, subidas y bajadas. Claro, tanto aeropuerto, tanta carretera y sala de espera han derivado en más palabras leídas. He leído más 30 libros completos en los que va de 2012, sin contar relecturas, lecturas mostrencas...
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos, dijo Shakespeare. Hoy este condenado destino tahúr me arroja barajas improbables, fatales combinaciones capaces de condenarte a los infiernos más temidos, aunque de vez en cuando saca ases bajo la manga con resplandores de gloria y destellos, solo destellos, de algo parecido a lo promisorio.
Ciclos fatales, cuentas regresivas. Si algún Nostradamus me hubiera narrado hace una década las circunstancias del otoño 2012 hubiera sentido algo parecido al terror y me habría dejado carcomer por esa angustia tan propia de mis años jóvenes. Y vaya que hay razones para angustiarse, aunque por ahora me sostengo en algo parecido a cierta serenidad que pretende basarse en una suerte de sexto sentido o corazonada, si bien la realidad, la puta realidad, te muerde y te patea mirándote a los ojos, diciéndote aquí no hay sitio para ti. Sobrevivir, como un animal en una sabana en sequía, donde los lagos son arena, los pastizales cardos secos y las gacelas esqueletos. Añejo dilema humano: sobrevivir, llevar el sustento, seguir adelante, mantenerse en esta vida, que pese a todo, sigue.
La maldición de la primera final del sexenio
Si la memoria no falla (y la verdad es que no suele fallar) esta será la primera vez que una gran final del futbol mexicano se juegue en dos periodos presidenciales distintos. El partido de ida en Tijuana, se jugará en el penúltimo día del sexenio de Felipe Calderón y el de vuelta en Toluca se jugará en el segundo día del sexenio de Enrique Peña Nieto. Por cierto, ya que andamos con datos para la historia, a lo mejor a Xolos le interesa saber esto: la primera gran final del futbol mexicano que se jugó en el periodo de Vicente Fox fue Toluca vs Morelia. El juego definitivo se jugó en la Bombonera el 16 de diciembre de 2000 y los Diablos Rojos perdieron la final en penales. ¿Sabe usted cuál fue la primera gran final que se jugó en el sexenio de Felipe Calderón? Pues fue Toluca vs Guadalajara y se jugó el 10 de diciembre de 2006 también en la Bombonera mexiquense y ¿sabe usted una cosa? También la perdieron los choriceros y las Chivas se coronaron campeonas por 2-1. Ahora por tercer sexenio consecutivo la primera final del nuevo periodo presidencial se juega en Toluca y la historia dice que cuando los rojos juegan en casa la primera final del sexenio, irremediablemente les toca perder. ¿Significa eso que los Xolos serán campeones? ¿O la tercera será la vencida para los mexiquenses? Eso de abrir sexenio no les ha traído buena suerte, aunque mucho ojo, porque la historia dice que a Morelia y a Chivas les tocó coronarse en territorio toluqueño recibiendo a los nuevos presidentes y desde entonces no se han vuelto a coronar.