Eterno Retorno

Sunday, February 28, 2010

A.P.A.

Tenía la capacidad de hacerte reír hasta en la situación más estresante, si bien creo que cuando más me hizo carcajear, fue involuntariamente. Era en todo el sentido de la palabra Un Señor Personaje, alguien que no podía pasar desapercibido. Si estaba ausente en la redacción lo notabas de inmediato, pues se producía un extraño silencio en los pasillos. Cuando estaba presente irremediablemente lo sentías, pues su voz jamás dejaba de escucharse. Hablaba mucho más de lo que escribía. Con él las sobremesas eran laaaargas, casi eternas. Cuando fumaba, salía al estacionamiento del periódico a echarse cigarros de 45 minutos. Eso sí, justo es reconocer que cuando escribía, lo hacía muy bien. Vaya, era un tipo con una sólida cultura general, al menos por arriba del promedio, algo atípico en nuestros medios de comunicación. Por creatividad y proyectos no paraba. Tampoco por optimismo. En contraste con mi tradicional fatalismo trágico, él siempre imaginaba futuros prósperos, empresas y proyectos que lo harían triunfador y millonario. Inventiva le sobraba y también insistencia para tratar de involucrarte en sus negocios y aventuras. Su capacidad de soñar despierto era ilimitada.
Aunque tenía una personalidad tan radicalmente contrastante con la mía, la verdad es que podía platicar con él durante horas sin aburrirme. Tema de conversación le sobraba. Se defendía bien en historia y geopolítica, masticaba bien cierta literatura y en música teníamos puntos de coincidencia. Si bien lo suyo era más el blues, el soul y el jazz, había un punto de encuentro en el Sothern Rock. Have you Ever Seeen the Rain de los Creedence era su himno, aunque nuestro máximo punto de coincidencia en el que sin duda mejor nos entendimos fue siempre Deep Purple. También en el tema de la parafernalia militar de la Segunda Guerra Mundial, los Panzers alemanes, la Operación Barba Roja. Y claro, su rola de peda, que alguna vez llegó a pedir cinco o seis veces en un aniversario del periódico: Comandante Che Guevara
Agustín Pérez Aguilar llegó a la redacción a principios del 2003 en sustitución de Jorge Morales Almada y le puso su sello a la cobertura policíaca. Su debut como policía de Tránsito Municipal fue histórico y a la fecha nadie ha vuelto a hacer un reportaje así. Su amistad con Rogelio Delgado Neri casi adelanta su partida por seis años, pues me consta que aquella noche de enero del 2004 en que acribillaron al subprocurador, él pensaba acompañarlo al Ruben Hood, bar en donde solían departir muy a menudo. Fue un buen reportero, pero era mejor publirrelacionista
La última vez que lo vi fue el día de la graduación de la primera generación del Diplomado de Periodismo de la Ibero. Algo me dijo aquella vez de invitarme a escribir a una nueva página, de un enésimo nuevo proyecto. La semana pasada pensé en él, pues me di a la tarea de recuperar un cuento de futbol llamado “El éxodo austral de Tomás Jerónimo San Mateo” mismo que escribí en abril de 2006 especialmente para el Submarino Amarillo, una suerte de tertulia bohemia que regenteó en un solitario bar a la cual me invitó una vez.

La mañana del jueves recibí en mi oficina una llamada de Ana Cecilia Ramírez. Desde que contesté intuí una mala noticia. Agustín había muerto el día anterior en su casa en Mexicali. Un infarto lo sorprendió en soledad los 36 años de edad.
La Muerte es mi omnipresente compañera, pero cuando un amigo dice adiós, es irremediable caer en cierto obsesivo desvarío. A mí siempre me sedujo la idea de morir a tiempo, de despedirme sin llegar a viejo. Ahora con Iker la cosa ha cambiado. Ahora deseo vivir un poco más, al menos hasta que Iker crezca lo suficiente como para valerse por sí mismo en la vida. Y de pronto pensé en mi vida ajetreada, en el ir y venir, los proyectos, el correr de aquí para allá como si jugáramos en las canchas de la eternidad y de pronto, una tarde cualquiera a tus 36 años alguien paga la luz. Si de algo estoy seguro, es que al momento de morir a Agustín le sobraban proyectos como para ocuparse 20 años más. En fin mi buen, tóquese un Smoke on The Water o un Perfect Strangers allá por donde ande, un bonito más allá. Me recargo en la pared