Eterno Retorno

Tuesday, June 18, 2024

Europa sigue cabalgando sobre su blanco toro raptor

 

Europa no era europea de origen, pues habría nacido en Medio Oriente, concretamente en Líbano. Europa fue una princesa fenicia que un mal día fue raptada por el siempre cachondo Zeus. Para poder robarse a la bella muchacha, el mandamás del Olimpo se transformó en toro blanco y la tomó por sorpresa en una playa de Sidón. Europa, viendo que el toro era tan mansito y cariñoso, tuvo la terrible idea de montarlo. Una vez que la joven estuvo sobre su lomo, la blanquísima res se internó en el Mediterráneo y no paró hasta llegar con ella a Creta.

Europa nombró a un continente que es a su vez una entelequia, una grandísima ficción y un engañoso anhelo. ¿Qué carajos es Europa actualmente? ¿Qué hermana a un portugués con un ucraniano o a un finlandés con un italiano? ¿Acaso hay algo en común entre Malta e Islandia aparte de ser islas?

Eso me preguntaba mientras veía a turcos y georgianos dar uno de los mejores partidos de este Euro torneo futbolero que a menudo disfruto más que el Mundial mismo. Bajo una torrencial lluvia germana,  Turquía y Georgia se disputaban la supremacía del Mar Negro en tanto las redes sociales mataban a Noam Chomsky y yo me sorprendía al ver cuántos adoradores tiene este señor entre mis contactos. Es un epitafio muy chomskiano crear una cadena de fake news con su muy cercana muerte.

Turquía juega de local en Alemania. Hay más de tres millones de turcos viviendo en el país sede de la Eurocopa, así que en el estadio de Borussia estaban más que arropados, pero los del país natal de Stalin también hicieron ruido.

 Dicen que el vino más antiguo producido por la humanidad nació hace 8 mil años en Georgia, así que algo tengo que agradecerle a esa nación.

Podría apelar a la siempre embustera nostalgia y decir que extraño los tiempos en que este torneo se jugaba solo con ocho selecciones, pues cada uno de los partidos de la primera fase era una final en potencia. Sin embargo, la Eurocopa de 24 banderas me permite hermanarme con las ilusiones de los plebeyos del torneo, los marginales que saben de antemano que no van a ganarla pero saltan a la cancha con todos los sueños del mundo reverberándoles en el alma.

Por orden de probabilidades, los mayores favoritos son Francia, Alemania y España. Medio escaloncito abajo marchan Inglaterra y Portugal y algún caballito negro que bien podría ser Holanda. ¿La copa será levantada por un treintañero en retiro como Cristiano o Kroos o por un genial mozalbete como Mbappé o Bellingham?  No es algo que me preocupe.

Más bien me interesa ver a la afición de Albania y de Georgia ilusionadas con su debut o a Ucrania lucir en su camiseta un mapa de su país con el Dombás y Crimea incluidos para que le quede claro a Putin.

Pero más me parte el alma Escocia y la eternidad de su cobija mil veces arrastrada. Escocia es junto con Inglaterra la selección más antigua del mundo. Escoceses fueron los primeros jugadores de la historia en ganar dinero por jugar futbol allá por 1878 y sin embargo no han podido hacer nada ni medianamente memorable en un torneo internacional de selecciones en donde irremediablemente los echan en primera ronda. Más de 200 mil escoceses viajaron a Alemania, muchísimos más de los que pueden entrar a un estadio de futbol. Creo que la prioridad no es acudir a los partidos, sino beberse toda la cerveza de Bavaria. Regresarán a casa rigurosamente derrotados y divinamente borrachos como siempre.

En solidaridad con mi buen Predrag Jerkovic, tengo ganas de ver a Serbia dar una campanada y también me gustaría ver a a Hungría recuperar el esplendor de antaño

En fin. Europa aún cabalga a lomo de su blanco toro raptor y la pelota sigue rodando, como ruedan las cosas que no tienen mucho sentido y nos emocionan hasta la euforia.


Intensamente II

 


 

 

 

Anoche fuimos al cine a ver IntensaMente II y la conclusión es que segundas partes también pueden ser muy buenas. Para mí es y ha sido la apuesta narrativa más profunda de Pixar. Mis respetos para Pete Docter, la mente maestra creadora de la película original y Kelsey Mann, el encargado de la secuela, que no desmerece y está al nivel

Recuerdo con mucho cariño el verano de 2015 cuando vimos varias veces la primera parte. Ikercho tenía cinco años y la película le emocionó. Hoy, nueve años después, Ikercho tiene la misma edad de Riley, la protagonista, y de una forma u otra enfrenta su mismo tipo de dilemas. En esta segunda parte se agregan nuevas emociones y la Ansiedad (ese concepto tan de moda) toma un rol protagónico. Siempre he creído que esta película puede atraer por igual a psicoanalistas o a filósofos. Después de todo, el cuarto de controles de las emociones es en mayor o menor medida la red neuronal de cada ser humano. Vaya, cuando veo a Alegría, Furio, Tristeza y Ansiedad disputándose las reacciones de la mente de Riley, pienso en mi propia cabeza en un día cualquiera. Vaya, no necesitas ser adolescente para que tu cabeza sea un sube y baja o un péndulo y la verdad sería aburrida una mente emocionalmente estacionaria. Necesitas una dosis de ira y rabia para echarle chingazos a la vida pero al final es delicioso poderte reír a gusto y convertir lo solemne en un chiste. Por cierto, aunque su papel es casi espectral y no alcanza siquiera a influir en la mente de Riley, un par de veces se asoma tras las cortinas una terca ancianita llamada la Nostalgia a la que de inmediato piden retirarse, pues se ve ridícula en la mente de una adolescente, pero que sin duda tomará un rol protagónico en la vida adulta y lo será todo en la senectud, cuando tu vida entera tiene amplias posibilidades de transformarse en un eterno viaje al pasado. Siempre he pensado que a Federico Campbell y a Oliver Sacks les habría gustado esa película. El lago congelado donde Riley aprende a jugar hockey no es muy diferente de la magdalena chopeada de Proust. El telar encantado de Bruno Estañol transformado en animación. Y sí, las canijas neuronas son como chinculaes rejegos, frijoles saltarines incapaces de estarse quietos.

Sunday, June 16, 2024

Papá siempre acaba transformándose en literatura

 


Para bien, o casi siempre para mal, papá acaba transformándose en literatura. Ya en este espacio les he hablado del exceso de libros inspirados por la figura paterna, desde Hamlet a Pedro Páramo.  Es un tema que a menudo acaba por saturarme y lo considero sobreexplotado, aunque siempre hay agradables sorpresas. En lo que va del 2024 me he leído cuatro obras híbridas sobre paternidad, dos sobre la experiencia de ser padres y dos sobre la experiencia de ser hij@s. Fue una gratísima sorpresa leer La figura del mundo de Juan Villoro y Dios fulmine a la que escriba sobre mí de Aura García Junco. Algo hermana a estos dos libros y es que en ambos casos, las figuras paternas retratadas son intelectuales con sui generis caminos de vida consagrados a las letras. Por una parte un filósofo de izquierda y zapatista otoñal surgido del exilio español y por otra un promotor contracultural transformado en leyenda del underground literario y musical. Ambos son retratados por sus vástagos, que siguieron también la vereda libresca, aunque en estilo y géneros diferentes a los de sus progenitores. Aún con sus obvios contrastes, Luis Villoro y H. Pascal se hermanan en su vocación de tercos salmones.  Villoro siguió el camino de la academia desde donde se convirtió en interlocutor del zapatismo, mientras que Pascal dejó el periodismo para entregarse a la calle y convertirse en el Goliardo mayor y uno de máximos referentes del fanzine en México. Ambos fueron padres más bien ausentes, bastante tercos e ideosos, pero al final dejaron huella y sembraron semilla en su descendencia. Juan Villoro es simplemente un chingón y su narrativa hace disfrutable cualquier historia. El retrato de su padre raya en lo sublime, pero dista de ser una hagiografía o un homenaje. Lo de Aura me parece novedoso y rompedor, porque es la primera vez que un fallido padre punk es retratado por su hija millenial, una chica con filias neo feministas y un credo rayano en lo woke. Lo más bello del libro, es la reconstrucción del universo interior del padre a través de la biblioteca heredada.

 

De Literatura infantil de Alejandro Zambra y Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon ya les platiqué algo. Dos señores latinoamericanos de mi setentera generación que al igual que yo, debutaron como papás estando ya algo mayorcitos. Yo, al igual que ellos,  también tuve la fortuna de ver nacer a mi hijo y recordaré por siempre el instante como el más sublime y extremo terremoto emocional que he vivido. “Contigo en brazos, por primera vez aíslo, en la pared, la sombra que formamos juntos. Tienes veinte minutos de vida”, escribe Alejandro Zambra en el primer párrafo de su libro. “Estuve ahí las siete horas que duró el parto de mi hijo. Lo vi entrar al mundo. Oí su primer grito. Sentí en mis dedos su primera respiración”, escribe Eduardo Halfon.

Si algún día me diera por escribir sobre paternidad, escribiría sobre la experiencia de ser padre y la forma en que mi hijo transformó mi vida y mi manera de mirar el mundo. Sobre mi rol como hijo y la nula influencia de mis padres (el biológico y el adoptivo) en mi vida, no tengo nada interesante que decir, ni para bien ni para mal, así que sobre eso no escribiré nunca. Ahí sí puedo decir con certeza que de esa agua no beberé.