Juglares del Bordo Por Daniel Salinas Basave
Nuestra frontera es un tornado de historias, un ventarrón de vidas, una catarata de destinos bifurcando en mil y un ríos. En Baja California suelen cruzar las más improbables veredas existenciales. Caminar y reportear en estas calles ha representado para mí una maestría y un doctorado en el arte de relatar. Miro a Tijuana y pienso que lo imposible sería no ceder a la tentación de narrarla una y otra vez. Creo que ninguna otra región me habría inspirado tanto. Violenta, caótica y rabiosa, nuestra ciudad suele lucir un vestido de contrastes. La ciudad del puño cerrado y el colmillo filoso es también la madre proveedora y guardiana, la amante incendiaria y pasional, el cálido hogar disfrazado de hotel malamuertero. Casi todas las ficciones que he relatado han brotado de esta región. Baja California es y será mi territorio narrativo. Libros como Vientos de Santa Ana, Dispárenme como a Blancornelas, Cartografías absurdas de Daxdalia y El Lobo en su hora amamantan lodo fronterizo. Hay quien desde la Ciudad de México me ha criticado por ser un autor demasiado regionalista y como a mí “me afectan muhísimo las críticas y me preocupa el quédirán del medio literario”, he alumbrado el que hasta ahora es mi libro más radical y descaradamente bajacaliforniano: Juglares del Bordo. Lo paradójico es que este cachorro tan fronterizo no verá la luz en Tijuana y ni siquiera en México. Saldrá de la imprenta a más de diez mil kilómetros de distancia, en la otra punta de continente, en una de las capitales literarias del planeta llamada Buenos Aires, Argentina. Juglares del Bordo es mi libro número doce y el primero que inicialmente se publicará en un país diferente a México. Será presentado a principios de mayo en la Feria del Libro de Buenos Aires. Hace unos días, poco antes del amanecer, recibi una llamada del escritor Oche Califa. Entre sueños escuché que mi libro acababa de ganar el Premio de Cuento Fundación El Libro. Un jurado integrado por los escritores Mempo Giardinelli, Ana María Shua, Jorge Lafforgue, Carlos Gamerro y Eduardo Lalo lo eligió entre cerca de 200 manuscritos provenientes de todo el continente. Sin falsa modestia sólo puedo decir que aún me cuesta creerlo y lo que esta primavera he vivido sigue aún contagiado por la escencia de lo onírico. Me parecía complicado que un jurado integrado en su totalidad por literatos argentinos de renombre, pudiera encontrarle sentido a nueve cuentos impregnados de jerga fronteriza y referencias regionales. Hay veces que la vida se viste con el traje de los sueños y eso es justamente lo que me ha ocurrido en este marzo embrujado. Juglares del Bordo está conformado por los cuentos La sonrisa de una cabeza robada; Infortunios del Centinela; Chapuzas de la clarividencia reporteril; Desbarrancadero resort; Entreveros de rendichica; Sargazo Zen; Las hermanas del mechón arcoíris; Yace la piedra de la locura en La Rumorosa y Juglar del Bordo. Algunos de los cuentos están basados en personajes reales de nuestra frontera. Ninguna región me ha inspirado tanto como Baja California pero ninguna literatura me ha influido y aportado tanto como la argentina. Ni en mi sueño más salvaje habría imaginado este escenario. A veces, muy de vez en cuando, toca ser feliz.