Eterno Retorno

Thursday, February 15, 2024

Una década sin Campbell

 


Hace diez años nos dijo adiós Federico Campbell. En mi memora permanece nítida la atmósfera de esa triste tarde sabatina. Lo increíble es que como ráfaga de viento se ha ido una década. Al final, quedan por herencia los hubieras, la siempre furtiva historia de lo que pudo haber sido. Estoy seguro que en estos diez años Campbell habría publicado nuevos libros, pero sobre todo me habría gustado leer sus opiniones sobre el espíritu de la época actual y los giros tan radicales y absurdos del acontecer mundial. Me habría encantado leer sus comentarios sobre libros que ya no alcanzó a leer y que estoy seguro le habrían gustado y si me fuera dado pedir un deseo, me habría encantado volverlo a tener como maestro en un taller. Y bueno, esta tarde Federico Campbell estará presente en espíritu y memoria en la sala que lleva su nombre. Allá los esperamos en el Cecut colegas. Hoy al atardecer, en algún lugar de la eternidad, escucharemos tundir las teclas de una Smith Corona negra.

Wednesday, February 14, 2024

Fuck the Zeitgeist


 

Bueno, la perspectiva de género no juega a favor de Cortázar y de casi ningún escritor del Siglo XX. Tampoco juega a favor de Paz, de Fuentes, de Vargas Llosa, de Onetti, de Hemingway, de Faulkner, de Nabokov y del que me digas.

Para mí la ecuación es muy simple: lo que me importa de un escritor y de cualquier creador artístico es que sea creativo, original, desafiante. Si un escritor escribe bien o si un músico toca bien o un pintor pinta bien, me vale un carajo que sean o hayan sido machistas, misóginos, nazis, racistas, heterosexuales, homosexuales, bisexuales o transexuales. Lo único que les pido es que sean capaces de crear una obra que me emocione, me vuele la cabeza y me deje huella. Sus filias, fobias, odios y traumas me valen madre.

Si nos pusiéramos a leer o a escuchar a pura gente políticamente correcta alineada al ridículo evangelio que condiciona el espíritu de la época actual, este patético Zeitgeist que todo lo corroe, nos moriríamos de aburrimiento.

Olvídate de eso. Nunca dejes de leer a nadie por sus filias o fobias políticas o por lo condenable de su vida privada.

Deja de leer a alguien solo cuando te resulte aburrido, monótono, predecible o panfletario. Ese es el único pecado en al arte.

Tuesday, February 13, 2024

40 años sin Julio

 


Como no queriendo la cosa, ayer se cumplieron 40 años de la muerte de Julio Cortázar. Sé, por lo que me han contado, que la noticia de su muerte fue recibida con tremenda incredulidad pero sobre todo con muchísima tristeza. Al mundo literario en verdad le dolió la muerte de Julio, pues daba la sensación que  a sus 69 años todavía le quedaba batería. Después de casi una década de ausencia, Cortázar alcanzó a hacer un último viaje a Buenos Aires en diciembre de 1983, cuando apenas le quedaban dos meses de vida. La democracia acababa de volver a Argentina y Raúl Alfonsín estaba por asumir como presidente. Hay quien dice que Julio ya intuía la inminencia de su muerte y según narra Martín Caparrós, aquel inesperado viaje fue para despedirse de su madre. Sin embargo, su correspondencia con amigos parece contradecir la teoría, pues Julio derrochaba planes y tenía en agenda no pocos viajes, pero llegando enero se empezó a sentir muy mal.   En el 84 vivíamos todavía en un mundo cortazariano y en los ecosistemas librescos todo mundo había leído Rayuela.  Yo tenía nueve años de edad y mentiría si les dijera que su muerte me conmocionó, pues entonces todavía me faltaban unos cuatro añitos para toparme por primera vez con Casa tomada en El cuento hispanoamericano, la antología compilada por Seymour Menton y seguir con La continuidad de los parques. En cualquier caso, en los tiempos en que yo hacía mis pininos en talleres literarios, Cortázar estaba entre las lecturas básicas e ineludibles de todo aspirante a escritor.  Creo que los setenteros fuimos todavía una generación cronopia. Tal vez sea exagerado llamarlo autor generacional, pero era imperdonable no haberlo leído (como imperdonable era no haber leído a José Agustín). Corríjanme si me equivoco, pero me parece que los jóvenes escritores de hoy se olvidaron de Cortázar. Los millenials alucinaron con Roberto Bolaño y lo sobrevaloraron a niveles patológicos,  pero dejaron de lado el mundo cortazariano.

Yo a Julio le entré por los cuentos y llegué a su novela cumbre cuando era un joven reportero debutante en El Norte. Leí Rayuela en las sierras del Sur de Nuevo León, cubriendo para El Norte unos devastadores incendios. Me quedé una semana rolando entre Aramberri, Zaragoza e Iturbide y Julio era mi compañero de viaje. Por eso Rayuela no me sabe a café de Montmartre sino a huizache chamuscado. En cualquier caso, si tuviera que salvar un solo libro de Cortázar para llevarme a un exilio a las Islas Coronados (mis islas al mediodía), me quedo con los cuentos de Todos los fuegos el fuego. Lo prescindible y lo peorcito de Julio (obvia decir) son sus escritos políticos.

Paradójicamente, el más sentido homenaje narrativo inspirado por la muerte de Cortázar, fue brindado por un sinaloense, Élmer Mendoza Valenzuela en un cuento autobiográfico. En plena tarde de toros en la Plaza México, Élmer se entera de la muerte de Julio y no puede contener el llanto. …y no vi salir al toro ni al torero recibirlo, pero sí vi el titular del periódico: MURIÓ JULIO CORTÁZAR, y ay, cabrón, y quiero que me disculpes el exabrupto, ahí sentí que me faltaban el piso el aire el amor la humanidad, que me faltaban memoria futuro mis amigos. Me sentí vuelto mierda. Y jalé a Raúl. Raúl, ve lo que dice ahí. ¿Por qué lloras? Murió Julio Cortázar, cabrón. ¿Te imaginas lo que eso significa? Murió Cortázar, bato. Cortázar, loco, el autor del cuento que te acabo de platicar en la cantina”.

Monday, February 12, 2024

De horcas y ahorcados es el racimo

 


Por la tarde me reúno con Pablo. Nunca he tenido secretos para mi mejor amigo, pero he decidido mejor no contarle nada de mis planes. Lo peor que podría suceder sería que lo involucraran en el crimen tratando de fabricarle una complicidad.

Creo que Pablo intuye la proximidad del fin. Me conoce demasiado bien para saber que pasa algo, pero no me hace preguntas. He querido transformar a Pablo en una suerte de albacea de mi modestísimo legado literario. Le dejo el manuscrito inacabado de El magnicidio como una de las bellas artes  y una versión corregida de Ipanema se muere hoy.  En silencio fumamos y bebemos te de mariguana. El demacre y la delgadez de Pablo  empiezan a tomar tintes mórbidos. Su rostro es cada vez más cercano a una calavera cubierta de pellejo. 

Pese a la heroína y a su posible contagio de sida, Pablo tiene el ánimo de dibujar cuando le pido que imagine una portada para El magnicidio como una de las bellas artes. Pinta una maraña o una mata de algo que no alcanzo a distinguir. Parece un racimo de uvas,  pero al observar el dibujo me doy cuenta que las decenas de pequeños círculos en que acaban las ramitas están huecos y tienen un nudo en el borde. No es un racimo de uvas, es un racimo de horcas. Míralo bien: cada ramita se transforma en una soga cuyo nudo está listo para colocarse sobre un cuello. Después me pide que sobre cada horca dibuje un monito que represente a alguien. Pienso primero en aquellos suicidas que optaron por colgarse y el primero que acude a mi mente es Ian Curtis. Después pienso en Foster Wallace y su infinita broma. Luego dejo de concentrarme en ahorcados y empiezo a dibujar a toda mi galería de suicidas y magnicidas, a aquellos que tras mil y un noches de insomnios y patinajes de alto riesgo en el precipicio de la razón decidieron apagar la luz antes de que alguien la apagara por ellos. Dibujé a Sebastián y a Genaro, a mis padres, a Pablo y por supuesto me dibujé a mí. Ya no era un racimo de horcas sino un racimo de ahorcados que serían planchados y aplastados como uvas para hacer un vino. El vino de los que se embriagaron de infierno y brindaron con sus demonios.