Escribo desde Los Pinos, concretamente desde la Sala de Prensa. Una sala austera, por no llamarla chafa si la comparamos con el bunker de primer mundo que es la sala de prensa del Tepjf. Me imaginaba una sala poca madre, fuera de serie, de lujo, pero aquí ni llamadas de larga distancia tienes y la sala se asemeja a la redacción de cualquier periódico modesto. Bueno, al menos la Presidencia no derrocha los recursos públicos en consentir reporteros, mientras el Tribunal Electoral tiene servicio de servibar, tortas, panes dulces, harto café. En fin, detalles. Voy a ir saludar a mi amigo Jelipito que vive en este tejebán. Vamos a ver si su cuarto es tan modesto.
Transcurre la semana defeña. Como agua se me han ido estos cinco días y ya es viernes. Dos tres recorridos de reconocimiento por bares y cantinas con mi amigo Salvador Adame, muchos tacos callejeros, una cena en uno de los múltiples restoranes argentinos (hay más parrilladas argentinas en el DF que en Buenos Aires) una visita a los colegas de Radio 13, paseos por la memonería hecha calle, léase Mazarik, exploraciones al Centro Histórico. Pero ya estuvo, ya quiero retornar, pues extraño a Carolina, a Morris, a nuestra cama y a nuestra hermosa e incomparable Tijuana.
Transcurre la semana defeña. Como agua se me han ido estos cinco días y ya es viernes. Dos tres recorridos de reconocimiento por bares y cantinas con mi amigo Salvador Adame, muchos tacos callejeros, una cena en uno de los múltiples restoranes argentinos (hay más parrilladas argentinas en el DF que en Buenos Aires) una visita a los colegas de Radio 13, paseos por la memonería hecha calle, léase Mazarik, exploraciones al Centro Histórico. Pero ya estuvo, ya quiero retornar, pues extraño a Carolina, a Morris, a nuestra cama y a nuestra hermosa e incomparable Tijuana.