Eterno Retorno

Sunday, July 13, 2025

La final de los nuevos ricos


 

Hace 26 años, en la primavera de 1999, Carol y yo fuimos a ver al París Saint Germain al Parque de los Príncipes. Era la época en que el Marsella, el Mónaco y el Lyon eran las súper potencias del futbol francés y los pobres parisinos navegaban con más pena que gloria en la media tabla. Sus estrellas eran el nigeriano Okocha, el portero Bernard Lama, y el delantero italiano Marco Simone. Compramos sin problema el boleto en la taquilla que no debe haber sido nada caro, pues nuestro presupuesto de mochileros no daba para mucho. La entrada era de regular a malita. Ni medio estadio. El rival era el humilde Le Havre y PSG ganó sin problemas 3-0. En aquella época también el Chelsea era un equipito de media tabla, en una todavía joven Premier donde Mánchester United barría con todo. Después un mafioso ruso compró a los blues y los jeques cataríes compraron al París y hoy este par de nuevos ricos disputan la final de este invento llamado mundial de clubes, un torneíto que simplemente no ha podido encenderme ni engancharme. Debe ser el hecho de ver jugar a los equipos a las 12:00 del mediodía bajo el sol californiano, pero el caso es que el dichoso mundialito me ha resultado como un torneíto veraniego de pretemporada, una lucrativa gira de equipos top para exprimir dólares en canchas gringas. Fuera del Man City vs Al Hilal y el Bayern vs Flamengo, el resto de los juegos me han resultado absolutamente olvidables. Pero bueno, ha llegado el momento de la calamariana honestidad brutal: lo más odioso de este torneo, es que Tigres no estuvo entre los 32 equipos que lo jugaron. Si Tigres hubiera estado ahí yo habría estado en Los Ángeles o habría ahorrado para ir a la ciudad que les hubiera tocado. Pero lo más patético de este torneo es que está contagiado de moditos gringos, o sea, más show que deporte. ¿Qué carajos hace Donald Trump viendo un partido de Futbol? Yo asumo que debe odiar este deporte extranjerizante. He oído que los magas detestan el Futbol con mayúsculas, pues les parece demasiado latino y promotor de valores anti estadounidenses. A los magas les gusta su patética y anti estética nfl o su soporífero beisbol. Vaya, apuesto a que la mitad o tres cuartas partes del público en Nueva Jersey son extranjeros y por ahí hay una enorme bandera de México. Trump se debe estar aburriendo mortalmente. Pensé que esto sería el inicio de una súper época de oro del París, pero el 3-0 que les está recetando Chelsea mientras esto escribo parece definitivo. Cierto, el torneo me pareció en general descafeinado y agringado (que son sinónimos), pero al menos la final nos está regalando una sorpresota. Creo que todos, incluido yo, le dábamos 90% de probabilidades al París, pero hoy Palmer salió en estado de gracia y está dando el mejor juego de su vida y los blues londinenses están dando un juego rayano en la perfección. En fin, pienso que la mejor noticia para un torneo tan burdamente comercial, es que su campeón sea un equipo sin publicidad en la camiseta.

Los mejores libros que me tocaba leer en la vida... ya los leí?


 

Lo que nos emocionó en la adolescencia o en la temprana juventud se queda a vivir a perpetuidad con nosotros, pero eso aplica también para la música o para el futbol. Por ejemplo, ningún mundial será tan intenso en mis recuerdos como el del 86, por más juegazos que vea actualmente y siento nostalgia por jugadores de Tigres que se fueron sin pena ni gloria en los tardíos 80 solo porque los vi jugar de cerca. Con la literatura sucede lo mismo. Hay abrevaderos eternos a los que uno vuelve una y otra vez a beber.  Borges es uno de ellos. Siempre lo estoy releyendo y siempre me parece que lo estoy leyendo por primera vez. Vuelvo a José Revueltas, vuelvo a José Agustín y me emociono. Muy a menudo cedo a la tentación (muy propia de la madurez) de creer que los mejores libros que me tocaba leer en la vida ya los leí, que ya no hay nada nuevo bajo el sol, que en el futuro solo habrá redundancias y pan con lo mismo, pero por fortuna mi capacidad de emocionarme y sorprenderme con lo nuevo no se ha perdido. Siempre que me toca ser jurado de algún concurso o impartir un taller encuentro alguien joven capaz de sorprenderme y volarme la cabeza. Siempre hay un joven con un as bajo la manga. Por ejemplo, Hiram Ruvalcaba es uno de los mejores cuentistas no solo de su generación, sino de todo el país de cualquier generación y Laura Sofía Rivero es una de las mejores ensayistas que he leído en años sin importar la edad. Recién leí a Aura García Junco y me sorprendió muy gratamente. En Fonca me tocó ser tutor de una joven nacida en Uzbekistán pero radicada en México llamada Alina Dadaeva que me sorprendió con un descomunal ensayo sobre Dostoievski. Pero al mismo tiempo descubro o redescubro viejos que no estaban en mi radar. Nunca me había clavado en Muerte sin fin de José Gorostiza y es alucinante. Por ejemplo, ahora mismo estoy leyendo una novela llamada 1793 del autor sueco Niklas Natt Och Dag y te juro que es lo más oscuro y denso que he leído en años. Un thriller ambientado en el Estocolmo del Siglo XVIII me está envolviendo en el horror, el gore y la oscuridad ontológica que no me ha trasmitido ninguna narconovela latinoamericana. También la novedad es que ahora leo también en Kindle y mi biblioteca digital crece todos los días

Al final la literatura tiene vida propia

 


Leí un twit de Federico Guzmán Rubio que dice: Los géneros, discursos y soportes a través de los cuales se expresa la literatura, cuando ya han dicho lo que tenían que decir, van desapareciendo. Pero para entonces la literatura ya está en otra parte. La literatura nunca muere; mueren las formas que le dan vida, pero no ella. Coincido con Federico. Al final la literatura tiene vida propia. Las fortalezas que veo son la vitalidad, la rabia, la inconformidad, la terquedad. La debilidad que veo es el sometimiento al espíritu de la época que todo lo impregna, la escritura panfletaria, militante o sectaria, la pérdida del sentido del humor. Creer que buena literatura es sinónimo de abanderar las causas políticamente correctas que están de moda. Cuando todos los libros de la mesa de novedades de Gandhi están cortados con la misma tijera, cuando todos los discursitos de contraportada no son más que refritos de lo mismo... ¡aguas!