Eterno Retorno

Friday, January 10, 2025

Nieve sobre juaritos

Creo que la última vez que vi nevar fue en noviembre de 2004, cuando salimos de la estación de Brno, la tierra de Milan Kundera, rumbo a Viena, la tierra de un chingo de talentos. En el camino cayó una nevada de aquellas que Cone y yo conjuramos bebiendo ingentes cantidades de vino caliente en la capital austriaca. Ayer al mediodía la nieve cayó sobre Juárez. Cuando calienta el sol aquí en mi Juárez. Lo bueno que ya empezó a hacer calorcito por estos rumbos. Como dijo Rengokuuu: mantén tu corazón ardiente, porque aquí va a hacer buena falta.

Viernes 10 de enero: Día Nacional de la Procrastinación. Día Nacional de la Masacre Inmisericorde de horas y más horas. Desperté a las 8:40 de la mañana y pronto serán las cuatro de la tarde, Estoy por cumplir ocho horas perdiendo el tiempo en este desolado hotel. Ocho horas en las que no fui capaz de parir un miserable párrafo rescatable, de hacer algo coherente u organizado. Odio a Toks. Creo que sería más feliz limpiando letrinas. Hay un rechazo sobrenatural sobre ese trabajo, un asco que no me había producido otro encargo. Es casi psicosomático. Es un puto vómito. Y como era de esperar, no hice absolutamente nada pese a tener el tiempo y la calma que a menudo no tengo. ¿Quién carajos me molesta o interrumpe en este frígido hotel aséptico? Nadie. Podría haber trabajado sin parar, pero no fui capaz de hacerlo. Tenía el gran reto de asesinar doce horas y bueno, ya maté más de ocho sin haber hecho absolutamente nada fuera de leer un largo texto sobre la vida, pasión y muerte de Julio Haro de El Personal y la Guadalajara jota de los ochenta. Lo peor, la careza en el pastel de lo errático de este día, el colmo de la conspiración contra uno mismo, fue pedir una pizza hawaiana. ¿Pero a quién carajos se le ocurre pedir semejante mazacote ahogaperros en este momento de la vida? Puta pizza deprimente. Ni tres pedazos me comí y no es que fuera la peor pizza del mundo (estaba malita pero no aberrante), sino que al momento de recibirla me dí cuenta de que odiaba de sobremanera la idea de haber pedido una pizza. Ahora ya no sé si ir al Centro o esperar cuatro horas aquí a que sean horas más o menos decentes para pedir que me lleven de una vez al aeropuerto en donde seguiré asesinando el día sin piedad.


Wednesday, January 08, 2025

Juárez te hará sentir su sangre caliente


 

Esta ciudad mantiene su corazón ardiente aunque la temperatura esté a cero grados. Paso del Norte, que cerca más vas quedando. Fue una mera casualidad, pero este día tan intenso en las calles juarenses es el cumpleaños número 75 del compositor más prolífico de México, un tal Juan Gabriel, cuyo espíritu es omnipresente por estos rumbos. Lo celebramos visitando su casa que ahora es un extraordinario museo.

Aquí no importa que te estés helando, pues Juárez te hará sentir su sangre caliente. Un agasajo poder compartir esta experiencia con colegas tan creativos y talentosos. Esperen sorpresas. La frontera tiene tanto aún por narrarnos.

Kentucky saudade


 

Hace muchísimos años, a principios de los 90, yo escribía unas cosas feas, raras y amorfas a las que me atreví a llamar poemas solo por nombrarlos de alguna forma. Lo peor de la historia no fue que los escribí, sino que me atreví a publicarlos. Uno de los primeros que publiqué allá por 1993 se llamaba Nostalgia en penumbra. Esta imagen que les comparto bien podría ilustrar ese bodrio escritural, aunque pensándolo bien le iría mejor La mesa del rincón de los Tigres del Norte.

Pero no piensen mal colegas. No estoy nostalgiando ni entregado a la saudade entre tragos de amargo licor, sino trabajando.
Dicen que un verdadero juarense es aquel que cuando escucha la palabra Kentucky, no piensa en un lugar donde venden pollos. Tampoco en una ciudad donde se celebran derbis hípicos.
Dice Benjamín Alire Sáenz que todo comienza y termina en el Kentucky.
No recuerdo si Lucia Berlin lo menciona en alguno de sus cuentos, pero me la imagino perfectamente aquí. Es más, puedo asegurarte que la autora de Manual para mujeres de limpieza vino muchas veces al Kentucky.
Cuando 105 años de historia te contemplan desde una barra, mil y una historias pueden ser posibles.
En cualquier caso, gracias a mi colega Montalvo por la imagen. Hasta parece que me estoy inspirando. Y sí…algo hay de eso

Sunday, January 05, 2025

Los amantes de Sunset Park y el postergado Réquiem por Gutenberg

 


Un espontáneo correo de mi colega Diego Arrellanes me hizo recordar un texto escrito en 2010 que forma parte de Réquiem por Gutenberg y hace alusión al 2025 como una suerte de lejanísimo futuro.  Confieso que había olvidado por completo que anoté esa fecha. Entonces me parecía taaaan distante el 25. Me aterra de sobremanera pensar que hoy estamos a la misma distancia de 2040, pero esa es ooootra historia.

El capítulo en cuestión, titulado Los amantes de Sunset Park, toma como ejemplo el ficticio encuentro entre dos jóvenes personajes de Paul Auster – Pilar y Miles- quienes se conocen e inician un romance en un parque de Brooklyn donde ambos están leyendo El gran Gatsby de Fitzgerald. En el texto pregunto si la posibilidad de que dos jóvenes se conozcan leyendo libros en un parque sería considerada una extravagancia absoluta  o una escena deliberadamente retro en 2025.

Pues bien, 15 años después el libro y los lectores seguimos vivitos y coleando.  Somos y seremos la misma fiel y aferrada cofradía. Seguimos siendo una terca minoría, pero estamos lejos de extinguirnos.  Incluso, puedo afirmar que en 2025 hay muchos más clubes de lectura que en 2010. Esos clubes virtuales fueron la mejor herencia de la pandemia.

En el mismo texto me pregunto si acaso los romances en las novelas del Siglo XXI iniciarán cuando los personajes aparten la vista de sus Blackberry. ¡Blackberry! Es  entonces cuando reparo en que el chiste se contó solo. En su forma y técnica de interacción, el libro como objeto sigue siendo igualito al del 2010 e igualito al del Siglo XVIII. ¿Y la Blackberry? Por favor, es un puto cadáver, una antigualla obsoleta. ¿Qué es una Blackberry en 2025? ¿De qué carajos te puede servir? Ni para matar moscas como el periódico.  Recuerdo cuando una Blackberry era el último grito de la moda geek. Recuerdo cuando los odiosos radios Nextel formaban parte de la vida cotidiana (nunca tuve uno y siempre los detesté). Recuerdo los celulares Nokia, las tablets Palm. ¿Cuál fue su miserable periodo de vida? El equivalente al de un insecto en verano. Sé que mi iPad actual será obsoleto dentro muy poco tiempo (ya lo es en realidad).  Los juguetitos digitales deberían traer fecha de caducidad como el yogur.

¿Y los libros? Pues miren colegas, aquí junto a mí tengo un ejemplar de Los Lusiadas de Luis de Camões impreso en 1914 y nada me impide leerlo cómodamente en su forma en que fue diseñado hace 111 años. El libro sigue siendo un objeto con olor a eternidad. Cierto, existe Kindle (yo tengo uno y me encanta) pero no sustituye ni desbanca la navegación en barco de papel.

Los objetos que forman parte de nuestra vida cotidiana están condenados a ser efímeros y desechables. Mi celular es casi mi oficina, una herramienta indispensable de mi vida diaria y sin embargo sé que su fecha de caducidad es inmediata y que dentro de muy poco será un objeto inútil.

Cierto, no pocos capítulos de Réquiem por Gutenberg envejecieron y caducaron. En aquel entonces Obama era lo más vanguardista del mundo en materia de manejo político de las redes sociales y todavía era una gran novedad que un pronunciamiento presidencial oficial se hiciera vía Twitter. Sin embargo hay pronósticos y teorías que no envejecen y por las que meto las manos al fuego.

¿El libro impreso seguirá vivo en 2040? Mi respuesta es un descomunal y contundente SÍ. Nuestros celulares serán harto distintos y tal vez tendremos implantados en la cabeza nano chips con inteligencia artificial, pero el libro seguirá siendo el mismo y los lectores también.

La última frase de Réquiem por Gutenberg dice sobre el libro: Algo me hace sospechar que ese objeto inseparable, compañero fiel por el que la vida ha valido la pena ser vivida, ha firmado un pacto con la eternidad.