Las lecturas compañeras en un oasis vacacional son más importantes que el traje de baño. Leer y viajar son placeres simbióticos, complementarios. En mi vida la lectura y el viaje son como hermanos siameses, como tequila y limón. El cuarteto elegido para este viaje comienza con Mister Mario “Panamá Papers” Vargas Llosa y sus Cinco esquinas (preparen sus dardos, chairos, posmos, experimentales, sepultureros del género novelístico, hijos de Galeano, Fadanelli, Bellatin o fauna similar). Yo lo único que puedo decir es que Cinco esquinas es el libro ideal para este tipo de viaje. ¿Existe un subgénero llamado literatura playera? No lo sé, pero este es exactamente el tipo de novela que combina con esta atmósfera. Sí, suelo beber Jack Daniels sin acompañamientos, pero a veces lo que cae bien es una piña colada fresca, dulzona y ligerita como la que bebo ahora mismo y que hace juego con el peruano. Además es, después de todo, una historia sobre periodismo e intriga y algo sé de esas cosas. Dejemos a Thomas Bernhard y a Céline para los días de invierno. A veces es bueno leer algo tan convencional, tan poco experimental, tan deliciosamente ordinario. No es La casa verde ni Conversación en la Catedral, pero Cinco esquinas me ha divertido y me la he bebido en tres días. Al parecer uno se vuelve más cachondo a los 80 años. Sigo ahora con Oona y Salinger de Beigbeder, un franchute que al igual que Gignac no suele fallarme. Como aperitivo o entremés traigo El matrimonio de los peces rojos de Guadalupe Nettel y como una suerte de manda o brujería, para las alucinaciones de duermevela y la irreprimible vocación onírica, ha venido el omnipresente compañero de mi buró, el inmortal y eterno Georgie y sus Ficciones que no me canso de releer. En fin, estas son mis lecturas. ¿Nos les gustan? No se preocupen, tengo otras.
Saturday, April 16, 2016
Wednesday, April 13, 2016
La Guerra de Crimea fue el conflicto bélico que inauguró la figura del reportero de trinchera. El enfrentamiento entre el Imperio Ruso contra la alianza de ingleses y franceses que defendían al Imperio Otomano fue el primero en ser cubierto por corresponsales desde la mismísima línea del frente. Nunca antes en la larga historia bélica de la humanidad se había registrado la presencia de personas cuya única labor en el campo de batalla era informar. Para algunos Crimea fue la última guerra antigua y para otros fue la primera guerra moderna. Una de las batallas más sangrientas de todo el conflicto fue la de Balaclava, el 25 de marzo de 1854. La guerra de celos entre el jefe de la brigada ligera, Lord Cardigan, contra el jefe de la división de caballería, Lord Duncan, provocó un desastre estratégico en las filas británicas. Miles de ingleses fueron carne de cañón frente a la artillería rusa, una matazón despiadaada producto de la negligencia. En cualquier caso, los británicos avanzaron posiciones frente a Sebastopol pese al desastre. La batalla de Balaclava fue inmortalizada en una canción por la mejor banda de esta galaxia y universos adyacentes que por si no lo saben se llama Iron Maiden. La canción, titulada The Trooper, compuesta por Steve Harris, toma algunas líneas del poema de Lord Tennyson “The Charge of the Light Brigade”. Pocos años después la prendidísima rola inspiró la creación de la delicia de cerveza británica que estoy bebiendo esta noche y con la cual brindo con ustedes y por este metalera y literaria vida mía. ¡Salud!