Eterno Retorno

Friday, October 22, 2004

Nortec

Me confieso un ignorante en la materia y siendo honesto, aún no aprendo a disfrutar de la música electrónica, sin embargo, confieso que me hubiera gustado muchísimo estar en la Alhóndiga de Granaditas escuchando a Nortec. En realidad me da orgullo saber que en el festival cultural más importante del país, un colectivo de Tijuana fue el gran triunfador. Por las crónicas que he leído en la página de mi amigo Pedro Beas (http://www.pgbeas.blogspot.com/) he constatado que Nortec fue quien puso a bailar a Guanajuato. El ver imágenes de nuestra querida Tijuana en los muros donde estuvieron colgadas las cabezas de Hidalgo y Allende es para mí un honesto motivo de orgullo. Quiero a esta ciudad y en verdad me siento muy contento de saber que la música auténticamente hecha en este terruño esté triunfando de esta manera. Tal vez esa tocada pudo haber sido el flechazo definitivo que me hiciera empezarle a agarrar saborcito a la electrónica. De cualquier manera, un abrazo de felicitación al buen amigo Beas y a todo el Colectivo. Con decirles que mi metalero corazón ya hasta está pensando en comprarse el nuevo disco de Nortec.



Fernando Vallejo

Muchas veces en este espacio me he confesado un asiduo lector de Fernando Vallejo. Pese a lo que digan, lo considero un nihilista auténtico, un prosista original, un tipo que sabe pintar de negro el humor como nadie en nuestra Latinoamérica. Los libros de Vallejo son capaces de matarme a carcajadas mientras juro llorando de risa que odio al mundo. Me lo recomendaron por ahí de 1997 como el creador de una gran narconovela que hacía pedazos a García Márquez y su Noticia de un secuestro. Fue así como llegué a La Virgen de los sicarios y me di cuenta que Vallejo es mucho más que un narconovelista. Pero honestamente disfruté mucho más Desbarrancadero y Rambla paralela. Por si fuera poco, leí Mi hermano el alcalde justo en la semana de elecciones en Baja California y confieso que nunca antes me había cagado tanto de la risa por nuestra miseria política.


Ello por no hablar de las coincidencias ideológicas. Tanto a Carolina como a mí, nos da mucho más tristeza el sufrimiento animal que el humano y por ello entendemos tan bien al señor Vallejo. Para mí, un ferviente defensor del aborto, la eutanasia y todas las formas posibles de anticoncepción, las frases de Vallejo en contra de las parturientas son música para mis oídos. Yo en efecto creo que muchos de los problemas del mundo se arreglarían si lográramos esterilizar a las masas miserables.

No coincido con las críticas tan estúpidas que he leído últimamente sobre la obra de Vallejo. Bueno, en Letras Libres lo comprendo: Alguien que tan sabiamente llama a Octavio Paz poeta de quinta, está condenado a ser vetado por Krauze y las putas de su congal.
Hace poco en un blog leí una crítica estúpida elaborada por un clásico teorreico que gusta de la literatura elegante de Gonzalo Garcés (a mí también me gusta Garcés, pero Vallejo es muy superior compadre) En fin, es viernes y no tengo tiempo para ocuparme de destrozar teorreicos.


La pregunta obligada es ¿Por qué no fui a la presentación de Vallejo en el Cecut? Fácil, porque los eventos literarios me aburren espantosamente. Me interesan los libros de Vallejo y esos los tengo en mi casa. Fernando Vallejo como persona no me interesa en lo más mínimo

Además, luego de leer una obra como Rambla paralela donde Vallejo defeca sobre el mundo de las ferias del libro y las farándulas editoriales, me sentiría un poco mal de ir a hacer comparsa a un circo que quiero creer que Vallejo debe odiar en su fuero interno.

Ignoro por qué se presta a esta clase de presentaciones si dice odiarlas. Tal vez sea el costo de estar en un consorcio como Alfaguara. La editorial te pasea por los centros culturales como una teibolera por las mesas que más aplauden y a Vallejo sólo le queda resignarse. O quién sabe, tal vez Vallejo ha construido su propia personalidad ficticia y en realidad es un rockstar como todos. Yo hubiera esperado alguien tan coherente como un Gabriel Zaid (el único ser digno y admirable del grupúsculo Vuelta) que se niega a las fotos y las entrevistas. En fin, que Vallejo le haga como quiera. Me interesan sus libros, no su persona (y sería muy dudoso que me interesara, pues es harto sabido que es puto). Por lo pronto, ya me imagino a los integrantes del Club de Toby, a los de siempre, a los blogueros que se venden a Conaculta, infaltables a toda presentación culturienta, presumiéndose admiradores de Vallejo (y eso que Vallejo no escribe en spanglish) En fin, de algo deben servir las presentaciones de libros. En lo personal, soy más feliz leyendo en casa.


Metal vs Punk

Como ya he dicho, jamás en la vida me he lamentado por perderme la presentación de un libro o la charla con un escritor.
Lamento perder un libro o no conseguirlo pero ¿Para qué carajos quiero ver aun escritor o escucharlo? No me interesa conocer escritores en realidad si quieren que sea honesto.
En cambio, cuando me pierdo un concierto al que deseo acudir, lo lamento toda la vida. Aún sufro por aquel concierto de HamerFall en San Diego que me perdí hace dos años o aquel concierto de Blind Guardian en 4&B que jamás se realizó, pues fue cancelado horas antes.

Como si en esta ciudad tan atiborrada de música que yo no alcanzo a comprender ni a disfrutar sobraran buenos conciertos, resulta que en un mismo día y a la misma hora coinciden un par de buenas tocadas a seis cuadras de distancia: Misfits y Tierra Santa.

Hace unos días, Cristina González, editora de Espectáculos, me dijo que si me interesaba cubrir el concierto de Misfits en el Jai Alai y yo dije, sobres, encantado de la vida.

Después de todo, he escuchado a Misfits durante años y es fecha que me sigo deleitando con sus rolas.
Sí, ya se que hoy en día Misfits es una caricatura de si mismo. Su alma es y será el señor Danzig, nunca Jerry Only y la verdad es que el gancho más o menos fuerte para acudir es escuchar como se las gasta Marky Ramone en los tambores. Pero bueno, una tocada punketa no le cae mal a nadie en este mundo. Después de todo, pasé felices noches en mi adolescencia escuchando Die my Darling, Astro Zombies, Ghouls Night, 20 eyes y sin duda me la pasaré bien escuchándolos.


Así las cosas, quedé acreditado para ir a cubrir la tocada de esta banduka. Todo iba muy bien, pero esta tarde, caminando por la Revo, vi un flyer pequeño que anunciaba la presencia de los riojanos Tierra Santa en el Hard Rock Café. Vaya que tienen graves problemas de promoción y publicidad en el Hard Rock. A menudo traen buenas tocadas y yo jamás me entero. De esta me enteré por mera casualidad. Tierra Santa es junto con sus compatriotas de Saratoga, la mejor propuesta actual de Heavy Metal en la lengua de Cervantes. Los riffs de Tierra Santa son típicamente Maiden. No por nada la primera vez que escuché a Tierra Santa fue en un tributo a la Doncella de Hierro. Con Tierra Santa haga usted de cuenta que está escuchando el Powerslave. Unos riffs idénticos. Es Maiden puro. Pero aquí viene el dilema, grave dilema, pues ya me comprometí laboralmente para cubrir a Misfits. Y digo, no es que me moleste la banda de Jerry Only. En realidad me agrada mucho, pero honestamente preferiría ir a escuchar a Tierra Santa, así que mientras esté en el Jai Alai escuchando los riffs facilones e infantiloides propios del punk, me lamentaré al saber que a seis cuadras alguien estará ejecutando riffs virtuosos, elegantes, llenos de la maestría propia del buen Heavy Metal.

Y es que en la esfera de mis gustos Heavy Metal mata punk. Digamos que el punk me divierte, está bien para pasar el rato, tomarte unos pistos, bailar dos tres alegrón, pero el Metal es la música de mi espíritu. El punk siempre será como un hermanito juguetón y chistoso con quien te la pasas bien contando chistes, pero que jamás podrá aspirar al virtuosismo heavy.

Tierra Santa es bastante desconocido por estos horizontes y doy por hecho que habrá poquísima gente en el Hard Rock Café. Aunque la considero una banda con muchísimo más virtuosismo que un Rata Blanca por ejemplo, sólo los grandes conocedores de la escena europea saben valorar a esta pandilla de Logroño.

Ni pex compas. El deber es primero. Trataré de disfrutar a los Misfits en la medida de lo posible.

PD- Para que vean en Tijuana sobran tocadas de rock, todas en un mismo día y a la misma hora, el mismo sábado por la noche se presentan los chilangos de Maldita Vecindad, una banda que me genera una repugnancia infinita. Todas esas banduchas chilangas de rock llámese Maldita, la Cuca, la Lupe, Castañeda, Doctor Cerebro, Café Tacuba (bueno confieso que Café Tacuba sí me parece el colmo de lo despreciable y la sitúo un escalón más abajo aún) y todo ese mierdero, siempre lo he odiado con fervor. Ni siquiera en medio de una borrachera alegre soy capaz de tolerarlas. Debe ser porque toda esa pinche basura se puso de moda cuando yo trabajaba en una tienda de discos, a mis 16 años, (cuando yo no toleraba escuchar nada que no fuera Metal o Hard Core). Y no señores, no soy racista con el rock mexicano. En mi enorme colección de discos hay hartos grupos nacionales, pero de Metal Mexicano, no de mierderos como los malditos. De eso que llaman rock nacional, dos- tres me pasa únicamente Santa Sabina, los primeros Caifanes, el TRI por nostalgia (ese sí que cae bien para las pedas de tequila) y el Rockdrigo. Ahí le paramos.

Thursday, October 21, 2004


El cantor de tango

Meses antes de leer El cantor de tango, escuché algún comentario que describía a la nueva novela de Tomás Eloy Martínez, como la primera gran obra que relataba los acontecimientos del ?cacerolazo? argentino de diciembre de 2001, que terminó de golpe y porrazo con el gobierno de Fernando de la Rua y echó un balde de agua fría que despertó a muchos falsos primermundistas del seño Memen.
Seguidor como soy de la obra de Tomás Eloy, a quien identifico ante todo como un buen periodista, pensé que me enfrentaría con una desgarradora crónica sobre la crisis argentina narrada al más puro estilo del nuevo periodismo garcíamarqueano.
Pero cuál sería mi sorpresa al encontrar un texto literariamente mucho más ambicioso, en el que los acontecimientos de diciembre de 2001 son sólo un telón de fondo de un drama mucho más profundo.
En realidad da la impresión de que incluso los acontecimientos políticos e incluso cada uno de los seres que aparecen, son sólo figuras secundarias, casi pretextos que giran en torno al gran personaje de la novela: La ciudad de Buenos Aires.
Hay ciudades cuya vocación y destino están irremediablemente encadenados a su literatura. En ese sentido, las calles de Buenos Aires parecen condenadas a ser blanco infinito e inagotable de todas las tintas posibles.
Parecería arriesgada la apuesta de transformar en personaje principal de una novela a una ciudad a la que si algo le sobran, son literatos que se han puesto a escribir sobre su vocación, estilo, espíritu y metafísica.
Y es que en El cantor de tango, Buenos Aires no es un simple escenario, sino una personalidad que parece anteponerse y devorar a sus propios personajes. Junto a Buenos Aires como soberano de la novela, aparecen el tango y Jorge Luis Borges como guardianes de su trono.
Tomás Eloy nos ofrece una profunda reflexión, una descarada sátira y una indagación casi ensayística en los grandes mitos argentinos.
La novela trata sobre un estudiante anglosajón que viaja desde Nueva York a Buenos Aires en septiembre de 2001 en busca de un mítico y desconocido cantor de tango llamado Julio Martel.
Este misterioso tanguero, que jamás accedió a grabar en disco un sólo acorde, es un hombre que suele cantar en improbables andurriales y de quien se dice recupera la esencia del tango de finales del Siglo XIX y principios del XX, el tango anterior a Gardel, que se bailaba en sórdidos prostíbulos porteños.
En busca de este fantasma, el narrador en primera persona, que no es otro que el estudiante extranjero, comienza a sumergirse en un Buenos Aires sumido en la crisis en donde cada rincón, cada plaza, son heraldos de una historia o una leyenda y señuelos de un laberinto borgeano de todos los mitos argentinos en el que poco a poco nos vamos sumiendo.
El Parque Lezama, la doble fundación de Buenos Aires por Mendoza y Garay, los paseos de Borges, la ciudad del pasado que a cada momento brinca en el camino de moderna urbe, la Argentina ensimismada, poseída por sus demonios subconscientes.
Pero al mismo tiempo, el autor se permite reírse de los grandes clichés argentinos y de la manía de los turistas por impregnarse del perfume porteño.
No deja de ser una excelente broma que el estudiante anglosajón se hospede en la casa de la Calle Garay en donde Jorge Luis Borges encuentra en Aleph en el sótano, en donde un joven tucumano se da a la tarea de crear mediante un juego de luces, un reflejo que afirma es el Aleph, mismo que ofrece en exclusiva a los atolondrados turistas a cambio de unos dólares.
Sin embargo, navegando en la superficie de una sátira, el libro nos lleva de la mano al terremoto social que dejó por herencia la epidemia privatizadora de Carlos Menem y nos encontramos de pronto, al final de ese intrincado laberinto, con el devastador panorama actual de la Argentina.

Wednesday, October 20, 2004

Objetividad periodística

A la gente le cuesta trabajo entender la diferencia entre las convicciones personales y el trabajo periodístico. A mí jamás me ha generado conflicto alguno.
Cito un ejemplo: Durante más de dos años, trabajé junto con mi primo Héctor como reportero y conductor de un programa radiofónico de futbol llamado Tiro Libre en Stereo Siete FM, en el que abordábamos la siempre pasional temática del futbol regiomontano. Como sabrá el lector de Eterno Retorno, mi afición por los Tigres de la UANL es algo más que un credo religioso que traspasa las fronteras de lo racional.
Sin embargo, durante los años que trabajé en la estación de radio, jamás tuve el más mínimo problema para mostrar una absoluta y objetiva imparcialidad cuando comentaba los partidos de Tigres y Rayados. Con decirles que cuando pude conocer personalmente a algunos radioescuchas, muchos de ellos se sorprendían al saber de mi fervor Tigre, pues en los programas jamás se notaba. Si Tigres jugaba mal yo lo criticaba de la misma forma que era capaz de elogiar a los Rayados en el improbable caso de que hubieran jugado bien. Jamás tuve un conflicto de intereses. Sabía bien que estaba trabajando, no tomándome unas cheves con la porra.

Lo mismo me sucede con mi trabajo periodístico actual. Pese a que en Tijuana estamos inundados de viejos periodistas que escriben notas informativas cual si fueran incendiarias editoriales, pese a que en nuestro país vecino los diarios hacen declaraciones de principios a favor de candidatos (NYT recomienda votar por Kerry y el siempre derechista San Diego Union Tribune confiesa su amor por Bush) y los líderes de opinión se pronuncian descaradamente a favor de tal o cual causa, la gente no concibe que yo como ciudadano manifieste lo que pienso sobre asuntos que atañen directamente en mi vida.

Me refiero concretamente al debate sobre la instalación de plantas de gas licuado en la costa bajacaliforniana. El martes participé en un taller sobre gas natural dirigido a periodistas. Representantes de diversos medios de comunicación acudimos al llamado, en el que nos darían una exposición del fenómeno desde el punto de vista económico, ambientalista, jurídico y periodístico. Al final de cada exposición, nos preguntaban nuestra opinión. En todos los casos yo cuestioné a los expositores y al final manifesté mi inconformidad por lo que consideré una falta de pluralidad en el foro, pues acudimos a escuchar a cuatro apologistas radicales de la instalación de las plantas gaseras, que básicamente nos pintaron escenarios paradisíacos del GNL y películas apocalípticas para la economía en caso de que no se aprueben. Lo mismo sucede en los foros convocados por Green Peace. Ellos hablan de un Apocalipsis Now Total con la llegada de Chevron y pintan un escenario que el propio San Juan hubiera envidiado en su libro. Su posición es las más de las veces radical e intolerante. Seamos honestos, los ambientalistas radicales no son tampoco un modelo de objetividad y bastante mal se ven trayendo a personajes caducos y obsoletos como un Manuel Bartlett a defender las islas. Con un discurso trasnochado de nacionalismo tan dinosáurico, no creo que vayan a salvar a las Coronado.

Si algo ha caracterizado a este debate, cuyo desarrollo llevo más de un año cubriendo, es la polarización de los discursos. Cada una de las partes convoca a sus respectivos foros para decirte que te darán la información científica, objetiva, razonada y al final te encuentras con apologías o condenas radicales, amparadas en nombre de la ciencia, la economía o el medio ambiente. No he acudido a un solo foro con un mínimo de pluralidad y mira que he acudido a muchos.

Como periodista puedo garantizar mi absoluta objetividad en el tratamiento del tema. Ahora sí que a las hemerotecas mi remito y si alguien encuentra publicada en papel una sola nota que carezca de eso que llaman objetividad, pues que tire la primera piedra.

Sin embargo, como ciudadano tengo un criterio y una posición definida y esa es que estoy en contra de la instalación de las gaseras. Así lo manifesté públicamente cuando preguntaron mi opinión personal y más de uno se mostró sorprendido y me tachó de poco objetivo.

Ya me se de memoria el discurso de los líderes de opinión y comunicadores que se han transformado en apologistas de las gaseras. Agradezco la información técnica que me han dado, que me ha permitido conocer cada vez más a fondo este tema. Después de todo están haciendo su chamba. Para eso les pagan. Una estrategia muy típica de todo gran consorcio estadounidense es el lobbing, es decir el cabildeo, el vender una idea. Para ello contratan o compran a los que ellos consideran son líderes de opinión, gente con credibilidad. Es su chamba y la están haciendo. Para Chevron Texaco es una inversión de cientos de millones de dólares. No es un favor que nos están haciendo ni un capricho. Es un negocio y con los negocios ellos no juegan. Pagar a un comunicador colaboracionista como Sergio Sarmiento para que los defienda, es para ellos como quitarle un pelo a un gato.

No creo como se dice por ahí que haya intereses detrás de los ambientalistas. Hay sí, mucho fanatismo e intolerancia, pero no intereses. En cambio, por el lado de los que defienden a las gaseras hay muchos miles de dólares atrás. Su defensa no es por sana y quijotesca convicción.

La gente no concibe que defiendas algo si no tienes intereses y por ello me preguntan que interés tengo yo al estar en contra de que se instalen esas compañías.

Bueno, si lo quieres ver desde el punto de vista más materialista y personal, les diré que mi casa se encuentra justamente en el litoral tijuanense y creo que no necesito ser un perito en bienes raíces para saber que el valor de mi propiedad se incrementará en la medida que esté rodeado por complejos residenciales y turísticos, no por plantas de gas. Creo que cualquier ciudadano de bien tiene el derecho de velar por su patrimonio ¿o no es así, señores capitalistas?

Si lo quieren ver desde un punto de vista romántico o bucólico, les diré que me gusta mucho sentarme a contemplar los atardeceres y ver como el Sol se pone en las Islas y nada me alegra más la tarde que ver saltar un grupo de delfines o focas mientras estoy comiendo en el Terrazas Vallarta.

Ahora, si lo quieren ver desde un punto de vista más al estilo de La Resistencia de Ernesto Sabato, les diré entiendo muy bien la crisis que se viene por la demanda de gas natural y el beneficio que nos traerán estas inversiones (bueno, digamos me creo a medias su versión, pues no creo que en USA haya buenos samaritanos que velen por nuestros intereses). Ustedes dicen que el desarrollo y la economía de una región no pueden frenarse por salvar a unas cuantas foquitas y unos cuantos pajaritos que viven en unas Islas. Perfecto. El problema es que esa ha sido la mentalidad de todo el planeta en su historia moderna. El desarrollo no se puede parar por un pajarraco o por un bosquecito y gracias a ese criterio egoísta que privilegia lo económico sobre cualquier otra cosa, ya nos llevamos de encuentro millones de hectáreas de selvas y bosques e inundamos los mares de mierda petroquímica. Sí, ya se que el mundo no va a parar de girar por las Islas Coronado. El problema es que es una pieza más de un gigantesco rompecabezas que acabará por romperle la madre al planeta y a todos sus habitantes.

Pero no señores, no se preocupen por mi objetividad. Si ustedes ganan, probablemente a mí me toque acudir a cubrir la inauguración de su planta gasera y les juro que no voy a inmolarme ni a tirar una bomba. Cubriré la noticia seriecito y objetivo, como he sido siempre, sin rencores ni lágrimas. Ni modo, así es esta vida del periodismo señores. Los rencores y las pasiones suelo dejarlas en casa. Por fortuna, aquí en Eterno Retorno el que se expresa es el ciudadano. Al periodista lo pueden leer en el periódico si ustedes quieren.

Medias Rojas

No se ni he sabido nunca un carajo sobre beisbol. Ignoro sus más elementales reglas y las raras ocasiones en que mis ojos se han detenido más de dos segundos a contemplar un juego por televisión, he sufrido una espantosa crisis de tedio. Ya he dicho que para mí es mucho más interesante un juego de futbol de liga de barrio que un juego de serie mundial de beisbol. Sin embargo, en recuerdo y solidaridad con la ciudad más hermosa y elegante de Norteamérica y en honor a una región que fue mi hogar durante más de medio año, debo emitir a manera de declaración de principios que sin saber nada de ese pinche juego, yo apoyo con todo a los Medias Rojas de Boston.

Por azares del destino, yo he estado en los estadios de ambos equipos, aunque jamás para ver un juego. El de los Medias Rojas, un viejo templo americano, se encuentra en pleno centro de Boston y a su alrededor hay cantidad de buenos antros y pubs irlandeses a los que yo solía acudir con regularidad. Así las cosas, la imagen del viejo estadio me resultaba más que familiar. El coloso del Bronx lo conocí en septiembre de 2001, pues acudí ahí a cubrir una misa en honor de las víctimas del WTC. Un bonito escenario aunque los Yankees me caen mal. Yo no se nada de esa liga y de ese deporte, pero supongo que irle a los Yankees es algo tan ordinario y tedioso como irle a los Vaqueros de Dallas, a los Bulls de Chicago, al América y al Real Madrid. Así las cosas, yo estoy con los Medias Rojas. Y de paso con los Celtics, los Patriotas y el Revolution New England. La tierra natal de Edgar Allan Poe, rifa señores. Parte de mi corazón habita en los bosques de Nueva Inglaterra.

Lucía Etxebarria

Leyendo el blog de Bruno Ruiz, me entero de que él también cometió el error de comprar (y peor aún leer) el libro De todo lo visible y lo invisible, de la escritora que se dice mega ultra feminista Lucía Etxebarria. En abril de 2001, estando de viaje en Madrid, me encontré con que todos los santos aparadores de las librerías, incluidas tiendas como El Corte Inglés, tenían esa novela en primerísima fila promocionada como la revelación de revelaciones. Lucía acababa de obtener el Premio Primavera 2001. Yo había leído algo de esta autora. En 1997, por conducto de una ex novia, llegó a mis manos un libro titulado Amor, Prozac y dudas o algo así. Un libro elaborado en forma de abecedario sobre chicas deprimidas, anoréxicas, bulímicas, con amenorrea, adictas al trabajo y al Prozac (tan anticuadas ellas, hoy lo que rifa es el Tafil) Un libro que le gustó a muchas veinte-treintañeras que se sintieron irremediablemente identificadas con alguna de las tres hermanas. Recuerdo que leí ese libro durante un viaje a Real de 14 en la Navidad de 1997 (una helada Navidad que pasamos durmiendo a la intemperie en el Ruedo) Como ya he narrado, años después me topé con su librajo como la sensación de sensaciones en España, pero fue hasta 2002 o 2003 cuando me lo topé en una vieja librería de usados que se ubicaba en la Calle 5 de Mayo del Down Town Tj (desgraciadamente esa librería ha dejado de existir) De todo lo visible y lo invisible estaba ahí, en una edición llena de defectos de fábrica y muy maltratada de la portada. El ejemplar me costó algo así como 50 pesos. Lo empecé a leer y decir me decepcioné sería un cumplido. Sólo decepciona aquello que genera altas expectativas. Más bien me aburrí soberanamente y contrario a mi costumbre, interrumpí la lectura. Aquí lo tengo sobre mi escritorio, por si a alguien le interesa.


Gracias a Julio Sueco, leo el texto de Edilberto Adán titulado Blogósfera un vistazo. Me interesa de sobremanera lo escrito por Harold Bloom sobre el horror que le causa internet. No lo culpo, creo que es una reacción natural y hasta cierto punto comprensible, pero en definitiva no comparto la opinión de este pasional amante de Shakespeare. Dentro de este caos cibernético, parecido a la anarquía universal que reinaba en medio del Big Bang, se anulará al narrador como figura, como nombre, como personalidad.

Por cierto, me llama la atención esta cita:

Además de explosivo es aguerrido, sobre todo porque muchas de las bitácoras que se elaboran desde esas tierras [Tijuana et al] defienden la creación de espacios virtuales independientes de los medios impresos, con un lenguaje duro, sin medias tintas.

Carajo:¿ sabrá ya Adán que hay blogueros tijuanenses que se venden barato a Conaculta?

La gente me pregunta: ¿A ti en que te molesta que Conaculta meta la nariz en los blogs? En nada. Eterno Retorno no cambiará por ello. La cuestión es que si algo hay bello en la blogósfera, es esa dulzona anarquía que caracteriza a los movimientos nacientes. Por desgracia, cuando una burócrata santurrona (que está en su puesto federal gracias a una apología donde compara a Martha Sahagún con Santa Teresa de Jesús), mete su cuchara en un universo que hasta ahora se ha mantenido con buenas dosis de independencia y autenticidad, no puedo menos que lamentarlo.

Diabolus in Musica

Uff, me entero por ahí que un zacatecano pretendía escribir algo que se llama Diabolus in Musica, pero se detuvo cuando supo que una escritora española tan light como un melocotón azucarado (¿o cómo carajos se llamaba esa novela?) había publicado algo con el mismo nombre. Caray, yo hubiera querido escuchar que se detuvo al saber que SLAYER tiene un disco, por cierto buenísimo, que lleva precisamente ese título que es anterior a ambos trabajos literarios. Por favor señores, no me anden plagiando a Satanás o se las verán conmigo. Por lo demás, si lo que les interesa es el tema del Mal en la música, os informo que Thomas Mann ya se les adelantó con su Docktor Faustus.

Tuesday, October 19, 2004

La nariz de Conaculta huele la blogósfera

Un blog es la forma de expresión narrativa en que su creador se proyecta de manera más pura, más auténtica, sin ninguna clase de directriz o regulación.
Si bien la blogósfera no está exenta de tristes casos de autocensura u otros que lo utilizan vilmente como espacios de autopromoción (cosa que después de todo es válida, pues aquí no hay reglas) sigo creyendo que quien escribe una bitácora como ésta lo hace de manera honesta y desinteresada.
Aunque seas un Apollinare o un Sade, el proceso de edición de un libro te somete a ciertos lineamientos y criterios. De entrada, estás sometido a un ejército de correctores. Además, deberás ajustarte a aquello que una editorial considera provechoso para sí misma. No he sabido de la existencia de buenos samaritanos en el universo del papel. A menos que te autopubliques, siempre estarás sujeto a un lineamiento. Por eso defiendo tanto a la blogósfera.

Gracias a la página de mi colega bloguero el Charquito, he tenido conocimiento de que los burócratas de la cultura por fin se han enterado de que hay todo un fenómeno revolucionario llamado blogósfera. Algo está pasando, le habrá dicho su achichincle a Doña Sari Bermúdez. Los jóvenes están creando cosas en Internet. No podemos estar fuera ni quedar al margen de la moda, hay que meter nuestra cuchara, darles becas, reconocimiento, agasajarlos. Por favor, achichincle, llame usted a los tipos más representativos de esta cosa que ¿cómo se llama? Ah sí, esos, los blogs.
Por supuesto, ya sabemos cuáles son los nombres de blogueros tijuanenses que por ley deben aparecer en la agenda de todo burócrata cultural.

Que Conaculta meta su nariz en la blogósfera no va a cambiar en nada este fenómeno ni creo que le aporte nada bueno. ¿Lo perjudicará? No creo. Los perjudicados serán en todo caso aquellos creadores de blogs que en narcisístico afán de una dosis de reconocimiento o en urgente necesidad de agenciarse unas monedas, sucumban a los lineamientos o las lisonjas de Sari Bermúdez. Por lo demás, la blogósfera seguirá girando como gira el mundo y gira la literatura sin que un evento de estos lo influya en lo más mínimo.

Claro, ya nada más falta y no me extrañaría nada que ello ocurriera, que al rato Conaculta otorgue becas por elaborar un blog. Háganme ustedes el pinche favor. Ahora resulta que voy a postular para que el Gobierno Federal, con el dinero de los impuestos de los ciudadanos mexicanos, me pague a mí por elaborar mi pinche diario cibernético. ¿No sería el colmo de los colmos del ridículo en un país como este? Señores de los tres niveles de gobierno: yo los exhorto de la manera más atenta a que con el dinero que destinarán a pagar el mal vino, las galletas rancias y los honorarios de los participantes en el Encuentro de Escritores, mejor se dignen a tapar los mil y un baches que se han abierto en las calles de Tijuana como consecuencia de las lluvias que caen sobre nosotros en este momento o que mínimo les echen una manita a los reubicados de las zonas marginadas cuyas casas quedarán sepultadas en el lodo si Tlaloc sigue tan perseverante como hasta ahora.

De entrada, si Dios, la Santísima Muerte o la Sagrada Aleatoriedad no disponen otra cosa (nunca le cierro la puerta a los imprevistos y menos cuando está lloviendo) los días 11, 12 y 13 de noviembre yo estaré muy lejos de México y de América, así que ni siquiera tendré que cuestionarme si debo o no acudir. Por lo demás, aunque estuviera aquí, doy por hecho que no acudiría. ¿Por qué? Por la misma razón por la que no he acudido a ni un solo evento cultural o literario en años. Fuera de la presentación de La Mara de mi maestro Rafael Ramírez Heredia, presentada el pasado mes de junio, (y eso sólo porque se trataba Ramírez Heredia, escritor a quien profeso infinito respeto), no me he parado en un solo evento cultural y literario en más de cinco años y no pienso pararme en el futuro. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón de que me aburren soberanamente. No le demos más vueltas al asunto. No es una posición ideológica o un boicot. Es simplemente que tengo mejores y más interesantes cosas que hacer. El acudir o no acudir al foro de literatura en internet, puedo asegurar que no va a cambiar en lo más mínimo los conceptos que tengo sobre la narrativa en la red, no me aportará nada en lo absoluto y no me revelará nada que yo no sepa.

Sentar a tres tipos aburridísimos (no se quiénes vayan a ser pero doy por hecho que serán aburridos, eso se sobrentiende y que para colmo leerán sus textos, pues no tienen capacidad de improvisación en oratoria) a disertar sobre las posibilidades narrativas del blog en un foro cultural mientras los menos de 15 asistentes (todos ellos amigos o compadres de los exponentes) bostezan en sus sillas y aguardan que llegue la hora de degustar el mal vino y adular a los pudientes, no va a modificar ni a influir en lo más mínimo el fenómeno de la blogósfera.

En el preciso instante en que esos tres tipos aburridos y espantosamente domésticos eructen sus teorías sobre lo que debe ser una bitácora en internet, habrá miles de cibernautas que estarán haciendo lo que es verdaderamente importante en este mundo: Bloguear. ¿Quieres saber lo que es el blog? Pues muy simple, ponte a bloguear. Descúbrelo tú mismo y fórmate tus propias teorías. Si quieres que te sea honesto, es bastante fácil. Cualquier persona con un mínimo de materia gris y una computadora enfrente puede crear su propio blog. ¿Quieres conocer los alcances literarios del fenómeno de la blogósfera? Pues vívelos y descúbrelos. Si tienes un poco de sentido común y tu ego no padece diarrea, te prometo que te la pasarás muy bien por estos rumbos.

¿Quieres emprender un gran proyecto en la blogósfera? Carajo, no necesitas a Conaculta amigo mío. Ahí está el ejemplo del taller Hipertextos, sin una de las ideas más brillantes que he visto surgir en la red. Mi reconocimiento a Bruno Ruiz, que tuvo una muy buena idea, la llevó a cabo y el resultado fue un ejercicio de creación de lo más diverso y productivo que puso de manifiesto las infinitas y constructivas posibilidades de este universo. No creo que Bruno haya necesitado una beca de Conaculta o de un soporífero encuentro de literatos para emprender un taller que por sí solo tiene mucha más capacidad de convocatoria e influencia que cualquier evento oficialista auspiciado por presupuesto gubernamental. Hipertextos es un ejemplo de las grandes cosas que se pueden hacer en la blogósfera con mucha creatividad, cero presupuesto y capacidad de convocatoria.

Extrañamente, los que se autodefinen padrinos de la blogósfera, grandes animadores de la literatura cibernética, gurús capaces de revelarnos verdades, son tipos que son muy inconstantes en su forma de bloguear, que a veces pasan largos días sin escribir por estos rumbos y que dedican mucho de su tiempo a auto promoverse. Los blogueros que tienen más lectores, son extrañamente aquellos que nada tienen que ver con el mundo oficial de la literatura.

Ahora, la pregunta obligada: ¿Estoy en contra de que se realicen este tipo de eventos? ¿Pienso emprender un boicot? ¿Me afecta a mí de alguna manera? En lo más mínimo señores. Ahora sí que por mí se la pueden arrancar.

De cualquier manera, si una cosa puedo asegurarles de antemano, es que ninguno de los creadores de las bitácoras electrónicas más leídas e influyentes de Tijuana estará presente en ese foro.

Monday, October 18, 2004

Lluvia

La lluvia por fin llegó y con ella, marchando en fila india, una cofradía de narraciones apocalípticas que se pasean por Tijuana cada que el cielo se digna a escupirnos algo de agua.

El Arca de Noe y El Luto Humano de José Revueltas son chistes de Pepito cuando uno escucha los recuerdos que la furia del agua ha dejado en la memoria de esta ciudad nuestra.

Apenas unas cuantas gotas golpean el cristal y el fantasma irrumpe siniestro: 1993. Y entonces Protección Civil se acuerda que hay zonas de riesgo y que decenas de miles de desdichados habitan en el lecho de los arroyos y en las orillas de barrancas que se desbaratarían cual polvorones llevándose consigo sus palacios de lámina y llanta, con todo y antena Sky, carro chocolate y sueños de emigración incluidos.

A mí la lluvia me agarró al medio día caminando por el Díaz Ordaz, en pleno corazón de La Mesa, frente al Mercado de Todos. Vista la situación, no hubo otra alternativa más que refugiarme bajo el techo de lámina del mercado, surcado por infinitas goteras y nada más en los dos minutos que tardé en fumarme un farito mirando el fugaz diluvio, la entrada del mercado se llenó de transeúntes remojados.


7-1

Seventh Son of a Seventh Son es el disco que está en mis audífonos al momento de escribir esto. El séptimo álbum de Iron Maiden y a juicio de muchos puristas el último álbum apoteótico de la Bestia (bueno, para mí todos y cada unos de los álbumes de la Doncella de Hierro son apoteóticos y merecen ser escuchados por toda la Eternidad)

Seven deadly sins, Seven ways to win, Seven holy paths to Hell, and your trip begins. Seven downward slopes, Seven bloodied hopes, Seven are your burning fires, Seven your desires. Y bueno a Adrián Smith y a Bruce Dickinson, autores de esta gran canción, se les olvidó decir: Seven Goles le atascó el Tigre al miserable pescadito rojo. Ahí nomás señores. Siete golecitos, tres de ellos de excelente manufactura, con los que en San Nicolás de los Garza hicimos un delicioso ceviche de tiburón sin dientes.

400 quijotescos años

Hace 400 añitos, en octubre de 1604, se publicó en España una novela satírica con la que su autor, un veterano de la batalla de Lepanto que le dejó por herencia el mote del manco, sobreviviente de un secuestro en Argel, marcado como res por sus captores turcos y atosigado por las deudas, un tal Miguel de Cervantes oriundo de Alcalá de Henares, esperaba divertir a algunos cuantos nobles señores y reunir algunos reales que le permitieran más o menos calmar la furia de sus acreedores. Este tal Cervantes sabía que su novela mayor, la que quedaría para la posteridad, la que le heredaría a la humanidad, sería La Galatea, novela romántico pastoril, rica en sonetos y canciones. La que publicó en 1604, era sólo una forma de reírse un poco de los ridículos aristócratas que pasaban la vida enfrascados en sus novelas de caballería. En 1604 Cervantes no le apostó mucho a su Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sólo hasta que la edición se agotó y la horda de plagiadores, encabezados por el tal Avellaneda, reprodujeron falsos quijotes en todos los rincones de España, se decidió Cervantes a retomar a su personaje en 1615 y mandarlo por tercera ocasión a recorrer sobre Rocinante los áridos caminos de La Mancha, para después hacerlo rodar bajo la lanza del Caballero de la Blanca Luna en una playa de Barcelona y matarlo de tristeza, para asegurar que ningún otro ladrón fuera a resucitarlo de la tumba.

400 años después, España celebra en grande el acontecimiento con una nueva super edición del Quijote, con un prólogo de ocho capítulos, infinitos píes de página, un CD interactivo y rostros caricaturescos de Cervantes y Don Alonso en la portada. 50 euros vale el tamalito.

La edición que yo poseo del Quijote es una que me regaló mi abuelo y es sin duda el ejemplar más bello que hay en mi biblioteca. Pastas y estuche de cuero, papel estilo Biblia e ilustraciones de Gustave Doré. No suelo profesar amor al libro como objeto y ya más d euna vez he dicho que suelo subrayar compulsivamente mis libros y anotarles comentarios en los píes de páginas, pero con ese ejemplar del Quijote hago la excepción y lo mantengo inmaculado.



Y a Baja California le dieron gas

Las buenas conciencias, los hombres de bien, aquellos que velan por el progreso y el bienestar de nuestra bienamada sociedad bajacaliforniana, han decidido que nuestra Península necesita urgentemente plantas de gas licuado en sus litorales.
No hacerlo, dicen, traería consigo horrores apocalípticos, devaluaciones, cierre de empresas, enloquecimiento de los puntos porcentuales de la balanza comercial, tumores cancerígenos en el producto interno bruto y fiebres alucinógenas a la industria maquiladora.

Estos buenos señores, siempre dignos defensores de lo que ellos han decidido es lo mejor para nosotros, dicen que hay por ahí unos cochinos ecologistas inconscientes, harapientos e ignorantes que en su afán de proteger la vida de dos o tres foquitas insignificantes, son capaces de llevar a la economía del Estado a la hecatombe.

Otros simplemente no se cuestionan el asunto ambiental, por la simple y sencilla razón de que es un tópico que no pasa por su cabeza: Estamos hablando de economía señor periodista, no me venga usted con preguntas impertinentes.


Ya me anda

Vacaciones: Romperle el hocico a la vida diaria, asesinar a cuchillazos a los lugares comunes, escupirle en el rostro a todo lo que se llama cotidiano y largarme tan lejos como sea posible. Cuando has marcado una fecha para un viaje, los días comunes dejan de tener sentido. No comas ansias cabrón, todavía te faltan unos días. Por lo pronto, descubro que si hay algo de lo que deseo ser libre, es de tener frente a mí la pantalla de una pinche computadora y de ese perro compañero llamado internet que pasa la vida jurando ser mi aliado y que desde un tiempo para acá me está haciendo efecto de sobredosis. Lo único que siempre será bienvenido en la mochila de viajero, serán los libros.


Repetición

A blogger le ha dado por clonarme textos. Le da por engañarme y decirme que no me ha publicado nada y un día después caigo en la cuenta de que me publicó por triplicado. Al improbable lector de estas caóticas líneas pido una disculpa y le juro que no es una manía de repetir ni recalcar.


Sunday, October 17, 2004

No sólo había de lamentar que la profanación hubiera ocurrido justo en su primera noche de guardia frente la Colonia Libertad, sino que para su desgracia, debió soportar un viento terco y picante que comenzó a soplar justo al amanecer haciendo fácil la labor de los fotógrafos que alcanzaron a llegar para captar la escena de la bandera profanada.
De nada sirvió que los dos cadetes del servicio nocturno en la Garita bajaran la bandera apenas unos instantes después de que el primer agente en verla diera un grito. Nueve minutos fueron suficientes para que la prensa tijuanense asegurara, antes de las 6:00 a.m., su foto de primera plana para el día siguiente.
Randolph Losada no necesitaba esperar a la mañana siguiente para leer los encabezados: ?Profanan bandera de Estados Unidos?, ?Burlan grafiteros cerco de la Patrulla Fronteriza?. Tan sólo le restaba desear con todas sus fuerzas que los diarios sandieguinos no magnificaran la fotografía, pues entonces sí sería su perdición. ¿O qué podían decir sus superiores al ver en una fotografía a las barras y las estrellas bajo un vulgar graffitti aún fresco y oloroso?
La primera idea que asaltó a Randolph cuando lo despertaron los gritos del agente del Servicio de Inmigración, es que se había tratado de una mala broma, una novatada de bienvenida al nuevo patrullero del sector. Pero cuando acabó de despejar las lagañas, una reminiscencia de sentido comun aún amodorrada le hizo ver que ni un agente de la Aduana, ni del Servicio de Inmigración y mucho menos del Ejército sería capaz de mancillar los símbolos patrios. Mucho menos en esa semana de mil diablos en la que todo lo que oliera a nacionalismo había sido elevado a objeto de adoración.
Antes de ver ondear la bandera, escuchó a los soldados hablando por radio a la Base Naval. Le bastó escuchar el tono de voz para darse cuenta la gravedad de la situación. Fue entonces cuando la vio, agitada por el viento, luciendo ese enorme graffitti que la cubría en toda su extensión frente a la mirada de los miles de automovilistas que hacían fila frente a la garita.Por un momento se detuvo a pensar en cada una de las historias, burlas y teorías que se fraguaban dentro de cada carro. Una bandera rayada, justo en el puerto de entrada más transitado de la nación más poderosa del Mundo, era, en esos días, algo mucho más grave que la afrenta de un vándalo ocioso.Conocía demasiado bien a sus superiores y es que desde la mañana de ese maldito martes, no había siquiera un chsite que no fuera considerado una ofensiva terrorista y el mal chsite se lo habían hecho justo a él, como si se tratara de comprobar públicamente su ineptitud, precisamente en el día en que debia estar tomando su avión rumbo a Hawai. Entonces extrañó como nunca etsar solo en su camioneta, mirando el amanecer frente al Cañón Los Laureles. Pero estaba ahí, frente a oficiales jovenzuelos y prepotentes que no había visto nunca en su vida, que hablaban a gritos entre ellos sin siquiera voltearlo a ver. Randolph sabía bien que no sería cosa de una amonestación, reporte o suspensión. En cosa de minutos estaría en un cuarto sin ventanas, frente a dos agentes del FBI armados con un arsenal de horas de paciencia para interrogarlo.
A Randolph Losada Trujillo le notificaron su traslado a las colinas aledañas a la Garita de San Ysidro la misma tarde que le dieron la noticia de la indefinida suspensión de sus vacaciones. Su superior no dio lugar a alegatos. Se trataba de una alerta nacional, una cruzada en la que todas las corporaciones debían unirse en una misma fuerza para defender América. ¿Qué acaso no lo entendía? Le recordó que la responsabilidad de la Patrulla Fronteriza era mayúscula. El enemigo siempre proviene del exterior y ahora más que nunca debían permanecer inmaculadas las fronteras de la nación. ¿Cómo puede usted saber por qué rincón entraron a América esos inmundos terroristas? ¿Qué le hace pensar que no fue por estas colinas? A Randolph sólo le quedaron las ganas de escupir al suelo como hacía siempre ante una situación irremediable. No solo debía resignarse a posponer sus vacaciones, sino que además debía renunciar a sus 48 horas de descanso para ir a sustituir a un compañero en la colina frente a la Colonia Libertad, justo a un costado del puerto fronterizo más transitado de la la Tierra.

Exodos absurdos del Bajo Drudolph


En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.

Milena Herzingova encontró por azar un volumen de Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia, en una biblioteca pública de Manheimm.
Lo suyo fue un Seredípiti puro, me dijo Amber Aravena la noche de su llegada a Hacienda del Mar.
Milena acudió a esa biblioteca sin mucha convicción, o diríase más bien por matar el aburrimiento, a ver si de pura casualidad se podía encontrar una traducción al checo de los Nueve Libros de la Historia de Herodoto.
Milena leía perfectamente en alemán, me aclaró Amber, pero luego de varios meses lejos de su patria checa, empezaba a experimentar los síntomas de lo que ella llamaba una sobredosis germánica.
Cuando comenzaba a sentirse así, me explicó Amber, Milena necesitaba borrar al menos por un par de días cualquier vestigio del idioma alemán, lo cual le resultaba imposible las más de las veces.
Pero aquel fin de semana Milena debía concluir forzosamente el Capítulo Doce de su tesis doctoral, titulada ?Cosmovisión y metafísica de los continentes imaginarios de la Edad Antigua? y le era imprescindible hacer una consulta a Herodoto, para efectos de comparar la concepción geográfica helénica, con la de las culturas del Lejano Oriente. A Milena le interesaba de sobremanera indagar el concepto que se tenía del Oceáno Pacífico en tiempos de Herodoto.
Como era de esperarse, me dijo Amber, Milena no pudo encontrar más que las típicas ediciones en alemán del Padre de la Historia.
Luego de tres horas de leer a Herodoto en la lengua de Goethe y con rebelde afán de sumergirse en cualquier texto con tal de que no estuviera escrito en germano, Milena Herzingova se entretuvo hojeando los poquísimos libros en español que había en la biblioteca, aunque su entendimiento de la lengua de Cervantes es menos que básico.
Luego de más de media hora de intentar entretenerse con los colores de las portadas, el corazón de Milena dio un vuelco. Bueno, eso es lo que me dijo Amber Aravena la noche de su llegada, mientras mirábamos al Pacífico y atiborrábamos los pulmones de un tabaco pendenciero. La emoción de Milena debe haber sido enorme, un latigazo puro y sin duda le costó trabajo hacerse a la idea de que no estaba soñando, me aseguró Amber, como si ella misma hubiera estado ahí esa tarde junto a su amiga en la biblioteca pública de Manheimm. Es cierto, Milena apenas si entendía español, pero le bastó ver la palabra ?Daxdalia? escrita en la carátula del libro, para caer en la cuenta de que su tesis, su carrera profesional y acaso toda su vida se partiría en dos mitades: antes y después de esa tarde.
Justamente entre El luto humano de José Revueltas y La borra del café de Benedetti, Milena encontró un volumen que llamó su atención en un principio por lo gastado de sus pastas de color que alguna vez fue amarillo.
El flechazo que le dio la lectura de la palabra ?Daxdalia? fue inmediato y tal vez, supone Amber, la emoción le duró tanto tiempo, que acaso se haya tardado unos cuantos minutos en reparar en el título completo de la obra y en el nombre del autor: Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia de Galaor Zuazua. La edición, primera y sin duda única, tenía fecha de 1961. En la contraportada sólo aparecía un sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.
Lo que Milena hizo en ese momento, enfatizó Amber Aravena, fue lo más absolutamentecorrecto que debe hacer cualquier persona cuando en un de repente se topa en la mitad del camino con el objeto más buscado o con el ser amado. Sí, digamos que Milena pudo haber ido con el encargado de la biblioeca y preguntarle los detalles del libro. ¿Dónde lo consiguieron? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Cuánta gente lo consultaba? Pero Milena no es ninguna pendeja, afirmó Amber casi suspirando mientras sostenía entre los dedos el ya moribundo cigarro.
Sin siquiera asegurarse que nadie la observara, Milena se guardó el libro en la chamarra y salió de la biblioteca.
Amber piensa que debe haber ido tan exitada con su hallazgo, que sin duda fue caminando por las calles de Manheimm leyendo o intentando leer la obra de Zuazua, sin pensar siquiera en las consecuencias negativas que pudiera tener el ser descubierta in fraganti como ladrona de un libro en la biblioteca pública.
De cualquier manera y pese a su emoción, el limitadísimo español de Milena no le dio para entender mucho más que la palabra Daxdalia, pues según me dijo Amber, ese día recibió en su casa de Oregon una llamada urgente de su amiga checa, que imploraba su ayuda para tratar de traducir la obra.
Milena Herzingova ha dedicado casi cuatro años de investigación para conformar su todavía inconclusa tesis doctoral. En ella trata de documentar la existencia de hechos o fundamentos históricos como justificantes del nacimiento de mitos sobre tierras consideradas por los historiadores serios como absolutamente imaginarias.
Partiendo de la leyenda de la Atlantida, Milena profundiza en la génesis de los cuentos sobre terruños mitológicos que de una u otra forma han estado presentes en todas las culturas del mundo antiguo.
Con lo que hasta le fecha tiene escrito, me aseguró Amber, Milena podría haber entregado su tesis y sin duda hubiera sido aprobada por los más estrictos sinodales de la Universidad de Leipzig.
Pero el tema de la Nueva Daxdalia se volvió su eslabón perdido y tal vez por eso mismo su incurable obsesión.
Por supuesto que en su tesis Milena dedicaba un extenso capítulo al mito original de Daxdalia en el que hablaba del explendor y caída de Drudolph, el culto del Zaffra Burdakk, las Montañas de los Gigantes y las Zonas Muertas del Hielo. Pero sentía que no podía poner punto final a su trabajo hasta no resolver el enigma de la supuesta emigración de los sobrevivientes de la caída del Bajo Drudolph a una extraña isla del Pacífico.
Hasta antes del hallazgo del libro, sólo tres fuentes habían sugerido indirectamente a Milena la existencia de la Nueva Daxdalia. La primera de ellas fueron los fragmentos de los versos de Anastáfulus, un poeta épico cretense sobre cuya vida apenas se tienen datos. Se cree que Anastáfulus pudo ser contemporáneo de Homero. En sus versos narra el éxodo hacia los mares de Oriente de un grupo de sacerdotes del Zaffra Burdakk, quienes huyeron a bordo de unas balsas de madera tras la destrucción del Bajo Drudolph.
De la obra de Anastáfulus apenas se tienen fragmentos y en ellos únicamente se habla de las aventuras de los sacerdotes Zaffra Burdakk en alta mar, sin que en alguno de los poemas se hable o siquiera insinue si alguna vez llegaron a establecerse en tierra alguna.
La segunda fuente es la obra del marinero sueco Joacim Dronjak, quien vivió en Gotenburgo en el Siglo XVII. Cronista de sus largos viajes, historiador y novelista, Dronjak siempre vivió obsesionado por todo lo que tuviera que ver con el tema de los caballeros templarios de Suecia. Su labor como historiador es más que cuestionada, pues además de su conocida adicción al opio, jamás recurrió a fuentes formales de investigación y a menudo empapaba de fantasías sus libros de historia, con tal de demostrar que los caballeros templarios suecos se habían expandido por todo el mundo luego de que Saladino le arrebató Jerusalén a los cristianos. El pasaje que más interesa a Milena, es aquel en el que se narra el viaje de 17 caballeros templarios pertenecientes al escuadrón de la Caída del Martillo quienes a bordo de un bergantín llegaron hasta los mares de Oriente y siguieron su travesía hasta dar con unas exrañas islas que miles de años atrás habían sido colonizadas por sacerdotes prófugos del Bajo Drudolph. Dronjak es quien utiliza el término de Nueva Daxdalia para referirse a esas islas que según él, están a unos pocos kilómetros del Continente Americano. El narrador sueco jamás especifica si los caballeros de la Caída del Martillo llegaron alguna vez a tierra continental, aunque sostiene que poblaron las islas y que en ellas tuvieron descendencia con las mujeres que en ahí habitaban. ¿ Vivían ahí sacerdotizas Zaffra Burdakk? Dronjak jamás resuelve esa que es una de las mayores dudas de la investigadora checa.
La tercera fuente de Milena no fue un libro, ni un mito teológico o tesis historiográfica. Fue un borracho al que le tocó atender como cliente en el primero de los dos aciágos veranos en que para poder costear sus estudios, tuvo que trabajar como prostituta en el Reperbahn de Hamburgo. El borracho llegó con Milena casi a las cinco de la mañana. Se llamaba, o dijo llamarse, Robinson Santibañez, orgullosamente chicano, habitante de Las Carpas California. Era, le dijo Milena a Amber semanas después, uno de esos tipos que después de una parranda agotadora, sólo deseaba estar a lado de una mujer desnuda para ver el amanecer. Luego de una ordinaria conversación, Milena comentó a su cliente que estaba por terminar su tesis y le extrañó de sobremanera que éste le preguntara sobre qué trataba. Tiempo después, Milena confesó a Amber sentirse extrañada de si misma por haberle hablado con tal seriedad al borracho. Vaya, Milena consideraba a su tesis algo tan sagrado, que no perdería el tiempo tratando de explicar su contenido a un embrio irreverente. Pero enorme fue su sorpresa cuando con la voz atropellada, el chicano le contó que en su niñez había escuchado hablar a un tío de esa famosa Nueva Daxdalia. El tío loco que nunca falta en toda familia, dijo Robinson Santibáñez. Se llamaba Galaor y daba clases en Tijuana. Milena lo empezó a cuestionar como haría un inspector de policía frente a un sospechoso, pero para entonces el chicano ya estaba cabeceando. Tratando de reanimarlo, Milena dijo estar dispuesta a darle gratis el sexo más exótico o aberrante que pasara por su cabeza, pero para entonces Santibañez ya roncaba. Contrario a su costumbre, Milena se quedó en el cuarto de hotel a esperar a que su cliente despertara. Cuando esto sucedió, pasado el medio día, Milena reiteró su oferta: Se convertiría en su esclava sexual por un día y cumpliría cualquier capricho si le platicaba a profundidad todo lo que su tío le había dicho sobre la Nueva Daxdalia, pero el chicano, víctima de una cruda espantosa , dijo no recordar nada. Le pagó la cuota de la noche anterior y le pidió por favor que se marchara, pues con semejante resaca a cuestas no le apetecía nada de sexo exótico.
No hagas caso, el tío Galaor decía puras pendejadas, estaba loco, gritó Robinson desde el baño cuando Milena, furiosa, abandonaba la habitación.
Ese encuentro, me comentó Amber, ocurrió poco menos de dos años antes de que Milena encontrara el libro de Galaor Zuazua en la biblioteca de Manheimm
Durante los seis días siguientes al hallazgo del libro, Milena estuvo llamando a Amber a Portland para que le ayudara a traducir. Al sexto día se había acabado sus magros ahorros en pagar las tarjetas telefónicas para llamadas de larga distancia. Sin un centavo en la bolsa, Milena tuvo que volver a las andadas de su antiguo oficio emergente. Se acostó con tres o cuatro muchachos ricos de la Universidad y logró reunir los dólares suficientes para pagarse un pasaje de Munich a San Diego California a donde llegó con las monedas apenas suficientes para tomar el trolley hasta Tijuana, en donde tenía la firme intención de encontrar a Galaor Zuazua.


Exodos absurdos del Bajo Drudolph


En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.

Milena Herzingova encontró por azar un volumen de Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia, en una biblioteca pública de Manheimm.
Lo suyo fue un Seredípiti puro, me dijo Amber Aravena la noche de su llegada a Hacienda del Mar.
Milena acudió a esa biblioteca sin mucha convicción, o diríase más bien por matar el aburrimiento, a ver si de pura casualidad se podía encontrar una traducción al checo de los Nueve Libros de la Historia de Herodoto.
Milena leía perfectamente en alemán, me aclaró Amber, pero luego de varios meses lejos de su patria checa, empezaba a experimentar los síntomas de lo que ella llamaba una sobredosis germánica.
Cuando comenzaba a sentirse así, me explicó Amber, Milena necesitaba borrar al menos por un par de días cualquier vestigio del idioma alemán, lo cual le resultaba imposible las más de las veces.
Pero aquel fin de semana Milena debía concluir forzosamente el Capítulo Doce de su tesis doctoral, titulada ?Cosmovisión y metafísica de los continentes imaginarios de la Edad Antigua? y le era imprescindible hacer una consulta a Herodoto, para efectos de comparar la concepción geográfica helénica, con la de las culturas del Lejano Oriente. A Milena le interesaba de sobremanera indagar el concepto que se tenía del Oceáno Pacífico en tiempos de Herodoto.
Como era de esperarse, me dijo Amber, Milena no pudo encontrar más que las típicas ediciones en alemán del Padre de la Historia.
Luego de tres horas de leer a Herodoto en la lengua de Goethe y con rebelde afán de sumergirse en cualquier texto con tal de que no estuviera escrito en germano, Milena Herzingova se entretuvo hojeando los poquísimos libros en español que había en la biblioteca, aunque su entendimiento de la lengua de Cervantes es menos que básico.
Luego de más de media hora de intentar entretenerse con los colores de las portadas, el corazón de Milena dio un vuelco. Bueno, eso es lo que me dijo Amber Aravena la noche de su llegada, mientras mirábamos al Pacífico y atiborrábamos los pulmones de un tabaco pendenciero. La emoción de Milena debe haber sido enorme, un latigazo puro y sin duda le costó trabajo hacerse a la idea de que no estaba soñando, me aseguró Amber, como si ella misma hubiera estado ahí esa tarde junto a su amiga en la biblioteca pública de Manheimm. Es cierto, Milena apenas si entendía español, pero le bastó ver la palabra ?Daxdalia? escrita en la carátula del libro, para caer en la cuenta de que su tesis, su carrera profesional y acaso toda su vida se partiría en dos mitades: antes y después de esa tarde.
Justamente entre El luto humano de José Revueltas y La borra del café de Benedetti, Milena encontró un volumen que llamó su atención en un principio por lo gastado de sus pastas de color que alguna vez fue amarillo.
El flechazo que le dio la lectura de la palabra ?Daxdalia? fue inmediato y tal vez, supone Amber, la emoción le duró tanto tiempo, que acaso se haya tardado unos cuantos minutos en reparar en el título completo de la obra y en el nombre del autor: Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia de Galaor Zuazua. La edición, primera y sin duda única, tenía fecha de 1961. En la contraportada sólo aparecía un sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.
Lo que Milena hizo en ese momento, enfatizó Amber Aravena, fue lo más absolutamentecorrecto que debe hacer cualquier persona cuando en un de repente se topa en la mitad del camino con el objeto más buscado o con el ser amado. Sí, digamos que Milena pudo haber ido con el encargado de la biblioeca y preguntarle los detalles del libro. ¿Dónde lo consiguieron? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Cuánta gente lo consultaba? Pero Milena no es ninguna pendeja, afirmó Amber casi suspirando mientras sostenía entre los dedos el ya moribundo cigarro.
Sin siquiera asegurarse que nadie la observara, Milena se guardó el libro en la chamarra y salió de la biblioteca.
Amber piensa que debe haber ido tan exitada con su hallazgo, que sin duda fue caminando por las calles de Manheimm leyendo o intentando leer la obra de Zuazua, sin pensar siquiera en las consecuencias negativas que pudiera tener el ser descubierta in fraganti como ladrona de un libro en la biblioteca pública.
De cualquier manera y pese a su emoción, el limitadísimo español de Milena no le dio para entender mucho más que la palabra Daxdalia, pues según me dijo Amber, ese día recibió en su casa de Oregon una llamada urgente de su amiga checa, que imploraba su ayuda para tratar de traducir la obra.
Milena Herzingova ha dedicado casi cuatro años de investigación para conformar su todavía inconclusa tesis doctoral. En ella trata de documentar la existencia de hechos o fundamentos históricos como justificantes del nacimiento de mitos sobre tierras consideradas por los historiadores serios como absolutamente imaginarias.
Partiendo de la leyenda de la Atlantida, Milena profundiza en la génesis de los cuentos sobre terruños mitológicos que de una u otra forma han estado presentes en todas las culturas del mundo antiguo.
Con lo que hasta le fecha tiene escrito, me aseguró Amber, Milena podría haber entregado su tesis y sin duda hubiera sido aprobada por los más estrictos sinodales de la Universidad de Leipzig.
Pero el tema de la Nueva Daxdalia se volvió su eslabón perdido y tal vez por eso mismo su incurable obsesión.
Por supuesto que en su tesis Milena dedicaba un extenso capítulo al mito original de Daxdalia en el que hablaba del explendor y caída de Drudolph, el culto del Zaffra Burdakk, las Montañas de los Gigantes y las Zonas Muertas del Hielo. Pero sentía que no podía poner punto final a su trabajo hasta no resolver el enigma de la supuesta emigración de los sobrevivientes de la caída del Bajo Drudolph a una extraña isla del Pacífico.
Hasta antes del hallazgo del libro, sólo tres fuentes habían sugerido indirectamente a Milena la existencia de la Nueva Daxdalia. La primera de ellas fueron los fragmentos de los versos de Anastáfulus, un poeta épico cretense sobre cuya vida apenas se tienen datos. Se cree que Anastáfulus pudo ser contemporáneo de Homero. En sus versos narra el éxodo hacia los mares de Oriente de un grupo de sacerdotes del Zaffra Burdakk, quienes huyeron a bordo de unas balsas de madera tras la destrucción del Bajo Drudolph.
De la obra de Anastáfulus apenas se tienen fragmentos y en ellos únicamente se habla de las aventuras de los sacerdotes Zaffra Burdakk en alta mar, sin que en alguno de los poemas se hable o siquiera insinue si alguna vez llegaron a establecerse en tierra alguna.
La segunda fuente es la obra del marinero sueco Joacim Dronjak, quien vivió en Gotenburgo en el Siglo XVII. Cronista de sus largos viajes, historiador y novelista, Dronjak siempre vivió obsesionado por todo lo que tuviera que ver con el tema de los caballeros templarios de Suecia. Su labor como historiador es más que cuestionada, pues además de su conocida adicción al opio, jamás recurrió a fuentes formales de investigación y a menudo empapaba de fantasías sus libros de historia, con tal de demostrar que los caballeros templarios suecos se habían expandido por todo el mundo luego de que Saladino le arrebató Jerusalén a los cristianos. El pasaje que más interesa a Milena, es aquel en el que se narra el viaje de 17 caballeros templarios pertenecientes al escuadrón de la Caída del Martillo quienes a bordo de un bergantín llegaron hasta los mares de Oriente y siguieron su travesía hasta dar con unas exrañas islas que miles de años atrás habían sido colonizadas por sacerdotes prófugos del Bajo Drudolph. Dronjak es quien utiliza el término de Nueva Daxdalia para referirse a esas islas que según él, están a unos pocos kilómetros del Continente Americano. El narrador sueco jamás especifica si los caballeros de la Caída del Martillo llegaron alguna vez a tierra continental, aunque sostiene que poblaron las islas y que en ellas tuvieron descendencia con las mujeres que en ahí habitaban. ¿ Vivían ahí sacerdotizas Zaffra Burdakk? Dronjak jamás resuelve esa que es una de las mayores dudas de la investigadora checa.
La tercera fuente de Milena no fue un libro, ni un mito teológico o tesis historiográfica. Fue un borracho al que le tocó atender como cliente en el primero de los dos aciágos veranos en que para poder costear sus estudios, tuvo que trabajar como prostituta en el Reperbahn de Hamburgo. El borracho llegó con Milena casi a las cinco de la mañana. Se llamaba, o dijo llamarse, Robinson Santibañez, orgullosamente chicano, habitante de Las Carpas California. Era, le dijo Milena a Amber semanas después, uno de esos tipos que después de una parranda agotadora, sólo deseaba estar a lado de una mujer desnuda para ver el amanecer. Luego de una ordinaria conversación, Milena comentó a su cliente que estaba por terminar su tesis y le extrañó de sobremanera que éste le preguntara sobre qué trataba. Tiempo después, Milena confesó a Amber sentirse extrañada de si misma por haberle hablado con tal seriedad al borracho. Vaya, Milena consideraba a su tesis algo tan sagrado, que no perdería el tiempo tratando de explicar su contenido a un embrio irreverente. Pero enorme fue su sorpresa cuando con la voz atropellada, el chicano le contó que en su niñez había escuchado hablar a un tío de esa famosa Nueva Daxdalia. El tío loco que nunca falta en toda familia, dijo Robinson Santibáñez. Se llamaba Galaor y daba clases en Tijuana. Milena lo empezó a cuestionar como haría un inspector de policía frente a un sospechoso, pero para entonces el chicano ya estaba cabeceando. Tratando de reanimarlo, Milena dijo estar dispuesta a darle gratis el sexo más exótico o aberrante que pasara por su cabeza, pero para entonces Santibañez ya roncaba. Contrario a su costumbre, Milena se quedó en el cuarto de hotel a esperar a que su cliente despertara. Cuando esto sucedió, pasado el medio día, Milena reiteró su oferta: Se convertiría en su esclava sexual por un día y cumpliría cualquier capricho si le platicaba a profundidad todo lo que su tío le había dicho sobre la Nueva Daxdalia, pero el chicano, víctima de una cruda espantosa , dijo no recordar nada. Le pagó la cuota de la noche anterior y le pidió por favor que se marchara, pues con semejante resaca a cuestas no le apetecía nada de sexo exótico.
No hagas caso, el tío Galaor decía puras pendejadas, estaba loco, gritó Robinson desde el baño cuando Milena, furiosa, abandonaba la habitación.
Ese encuentro, me comentó Amber, ocurrió poco menos de dos años antes de que Milena encontrara el libro de Galaor Zuazua en la biblioteca de Manheimm
Durante los seis días siguientes al hallazgo del libro, Milena estuvo llamando a Amber a Portland para que le ayudara a traducir. Al sexto día se había acabado sus magros ahorros en pagar las tarjetas telefónicas para llamadas de larga distancia. Sin un centavo en la bolsa, Milena tuvo que volver a las andadas de su antiguo oficio emergente. Se acostó con tres o cuatro muchachos ricos de la Universidad y logró reunir los dólares suficientes para pagarse un pasaje de Munich a San Diego California a donde llegó con las monedas apenas suficientes para tomar el trolley hasta Tijuana, en donde tenía la firme intención de encontrar a Galaor Zuazua.


Exodos absurdos del Bajo Drudolph


En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.

Milena Herzingova encontró por azar un volumen de Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia, en una biblioteca pública de Manheimm.
Lo suyo fue un Seredípiti puro, me dijo Amber Aravena la noche de su llegada a Hacienda del Mar.
Milena acudió a esa biblioteca sin mucha convicción, o diríase más bien por matar el aburrimiento, a ver si de pura casualidad se podía encontrar una traducción al checo de los Nueve Libros de la Historia de Herodoto.
Milena leía perfectamente en alemán, me aclaró Amber, pero luego de varios meses lejos de su patria checa, empezaba a experimentar los síntomas de lo que ella llamaba una sobredosis germánica.
Cuando comenzaba a sentirse así, me explicó Amber, Milena necesitaba borrar al menos por un par de días cualquier vestigio del idioma alemán, lo cual le resultaba imposible las más de las veces.
Pero aquel fin de semana Milena debía concluir forzosamente el Capítulo Doce de su tesis doctoral, titulada ?Cosmovisión y metafísica de los continentes imaginarios de la Edad Antigua? y le era imprescindible hacer una consulta a Herodoto, para efectos de comparar la concepción geográfica helénica, con la de las culturas del Lejano Oriente. A Milena le interesaba de sobremanera indagar el concepto que se tenía del Oceáno Pacífico en tiempos de Herodoto.
Como era de esperarse, me dijo Amber, Milena no pudo encontrar más que las típicas ediciones en alemán del Padre de la Historia.
Luego de tres horas de leer a Herodoto en la lengua de Goethe y con rebelde afán de sumergirse en cualquier texto con tal de que no estuviera escrito en germano, Milena Herzingova se entretuvo hojeando los poquísimos libros en español que había en la biblioteca, aunque su entendimiento de la lengua de Cervantes es menos que básico.
Luego de más de media hora de intentar entretenerse con los colores de las portadas, el corazón de Milena dio un vuelco. Bueno, eso es lo que me dijo Amber Aravena la noche de su llegada, mientras mirábamos al Pacífico y atiborrábamos los pulmones de un tabaco pendenciero. La emoción de Milena debe haber sido enorme, un latigazo puro y sin duda le costó trabajo hacerse a la idea de que no estaba soñando, me aseguró Amber, como si ella misma hubiera estado ahí esa tarde junto a su amiga en la biblioteca pública de Manheimm. Es cierto, Milena apenas si entendía español, pero le bastó ver la palabra ?Daxdalia? escrita en la carátula del libro, para caer en la cuenta de que su tesis, su carrera profesional y acaso toda su vida se partiría en dos mitades: antes y después de esa tarde.
Justamente entre El luto humano de José Revueltas y La borra del café de Benedetti, Milena encontró un volumen que llamó su atención en un principio por lo gastado de sus pastas de color que alguna vez fue amarillo.
El flechazo que le dio la lectura de la palabra ?Daxdalia? fue inmediato y tal vez, supone Amber, la emoción le duró tanto tiempo, que acaso se haya tardado unos cuantos minutos en reparar en el título completo de la obra y en el nombre del autor: Apuntes históricos de la fundación, auge y decadencia de la Nueva Daxdalia de Galaor Zuazua. La edición, primera y sin duda única, tenía fecha de 1961. En la contraportada sólo aparecía un sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.
Lo que Milena hizo en ese momento, enfatizó Amber Aravena, fue lo más absolutamentecorrecto que debe hacer cualquier persona cuando en un de repente se topa en la mitad del camino con el objeto más buscado o con el ser amado. Sí, digamos que Milena pudo haber ido con el encargado de la biblioeca y preguntarle los detalles del libro. ¿Dónde lo consiguieron? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Cuánta gente lo consultaba? Pero Milena no es ninguna pendeja, afirmó Amber casi suspirando mientras sostenía entre los dedos el ya moribundo cigarro.
Sin siquiera asegurarse que nadie la observara, Milena se guardó el libro en la chamarra y salió de la biblioteca.
Amber piensa que debe haber ido tan exitada con su hallazgo, que sin duda fue caminando por las calles de Manheimm leyendo o intentando leer la obra de Zuazua, sin pensar siquiera en las consecuencias negativas que pudiera tener el ser descubierta in fraganti como ladrona de un libro en la biblioteca pública.
De cualquier manera y pese a su emoción, el limitadísimo español de Milena no le dio para entender mucho más que la palabra Daxdalia, pues según me dijo Amber, ese día recibió en su casa de Oregon una llamada urgente de su amiga checa, que imploraba su ayuda para tratar de traducir la obra.
Milena Herzingova ha dedicado casi cuatro años de investigación para conformar su todavía inconclusa tesis doctoral. En ella trata de documentar la existencia de hechos o fundamentos históricos como justificantes del nacimiento de mitos sobre tierras consideradas por los historiadores serios como absolutamente imaginarias.
Partiendo de la leyenda de la Atlantida, Milena profundiza en la génesis de los cuentos sobre terruños mitológicos que de una u otra forma han estado presentes en todas las culturas del mundo antiguo.
Con lo que hasta le fecha tiene escrito, me aseguró Amber, Milena podría haber entregado su tesis y sin duda hubiera sido aprobada por los más estrictos sinodales de la Universidad de Leipzig.
Pero el tema de la Nueva Daxdalia se volvió su eslabón perdido y tal vez por eso mismo su incurable obsesión.
Por supuesto que en su tesis Milena dedicaba un extenso capítulo al mito original de Daxdalia en el que hablaba del explendor y caída de Drudolph, el culto del Zaffra Burdakk, las Montañas de los Gigantes y las Zonas Muertas del Hielo. Pero sentía que no podía poner punto final a su trabajo hasta no resolver el enigma de la supuesta emigración de los sobrevivientes de la caída del Bajo Drudolph a una extraña isla del Pacífico.
Hasta antes del hallazgo del libro, sólo tres fuentes habían sugerido indirectamente a Milena la existencia de la Nueva Daxdalia. La primera de ellas fueron los fragmentos de los versos de Anastáfulus, un poeta épico cretense sobre cuya vida apenas se tienen datos. Se cree que Anastáfulus pudo ser contemporáneo de Homero. En sus versos narra el éxodo hacia los mares de Oriente de un grupo de sacerdotes del Zaffra Burdakk, quienes huyeron a bordo de unas balsas de madera tras la destrucción del Bajo Drudolph.
De la obra de Anastáfulus apenas se tienen fragmentos y en ellos únicamente se habla de las aventuras de los sacerdotes Zaffra Burdakk en alta mar, sin que en alguno de los poemas se hable o siquiera insinue si alguna vez llegaron a establecerse en tierra alguna.
La segunda fuente es la obra del marinero sueco Joacim Dronjak, quien vivió en Gotenburgo en el Siglo XVII. Cronista de sus largos viajes, historiador y novelista, Dronjak siempre vivió obsesionado por todo lo que tuviera que ver con el tema de los caballeros templarios de Suecia. Su labor como historiador es más que cuestionada, pues además de su conocida adicción al opio, jamás recurrió a fuentes formales de investigación y a menudo empapaba de fantasías sus libros de historia, con tal de demostrar que los caballeros templarios suecos se habían expandido por todo el mundo luego de que Saladino le arrebató Jerusalén a los cristianos. El pasaje que más interesa a Milena, es aquel en el que se narra el viaje de 17 caballeros templarios pertenecientes al escuadrón de la Caída del Martillo quienes a bordo de un bergantín llegaron hasta los mares de Oriente y siguieron su travesía hasta dar con unas exrañas islas que miles de años atrás habían sido colonizadas por sacerdotes prófugos del Bajo Drudolph. Dronjak es quien utiliza el término de Nueva Daxdalia para referirse a esas islas que según él, están a unos pocos kilómetros del Continente Americano. El narrador sueco jamás especifica si los caballeros de la Caída del Martillo llegaron alguna vez a tierra continental, aunque sostiene que poblaron las islas y que en ellas tuvieron descendencia con las mujeres que en ahí habitaban. ¿ Vivían ahí sacerdotizas Zaffra Burdakk? Dronjak jamás resuelve esa que es una de las mayores dudas de la investigadora checa.
La tercera fuente de Milena no fue un libro, ni un mito teológico o tesis historiográfica. Fue un borracho al que le tocó atender como cliente en el primero de los dos aciágos veranos en que para poder costear sus estudios, tuvo que trabajar como prostituta en el Reperbahn de Hamburgo. El borracho llegó con Milena casi a las cinco de la mañana. Se llamaba, o dijo llamarse, Robinson Santibañez, orgullosamente chicano, habitante de Las Carpas California. Era, le dijo Milena a Amber semanas después, uno de esos tipos que después de una parranda agotadora, sólo deseaba estar a lado de una mujer desnuda para ver el amanecer. Luego de una ordinaria conversación, Milena comentó a su cliente que estaba por terminar su tesis y le extrañó de sobremanera que éste le preguntara sobre qué trataba. Tiempo después, Milena confesó a Amber sentirse extrañada de si misma por haberle hablado con tal seriedad al borracho. Vaya, Milena consideraba a su tesis algo tan sagrado, que no perdería el tiempo tratando de explicar su contenido a un embrio irreverente. Pero enorme fue su sorpresa cuando con la voz atropellada, el chicano le contó que en su niñez había escuchado hablar a un tío de esa famosa Nueva Daxdalia. El tío loco que nunca falta en toda familia, dijo Robinson Santibáñez. Se llamaba Galaor y daba clases en Tijuana. Milena lo empezó a cuestionar como haría un inspector de policía frente a un sospechoso, pero para entonces el chicano ya estaba cabeceando. Tratando de reanimarlo, Milena dijo estar dispuesta a darle gratis el sexo más exótico o aberrante que pasara por su cabeza, pero para entonces Santibañez ya roncaba. Contrario a su costumbre, Milena se quedó en el cuarto de hotel a esperar a que su cliente despertara. Cuando esto sucedió, pasado el medio día, Milena reiteró su oferta: Se convertiría en su esclava sexual por un día y cumpliría cualquier capricho si le platicaba a profundidad todo lo que su tío le había dicho sobre la Nueva Daxdalia, pero el chicano, víctima de una cruda espantosa , dijo no recordar nada. Le pagó la cuota de la noche anterior y le pidió por favor que se marchara, pues con semejante resaca a cuestas no le apetecía nada de sexo exótico.
No hagas caso, el tío Galaor decía puras pendejadas, estaba loco, gritó Robinson desde el baño cuando Milena, furiosa, abandonaba la habitación.
Ese encuentro, me comentó Amber, ocurrió poco menos de dos años antes de que Milena encontrara el libro de Galaor Zuazua en la biblioteca de Manheimm
Durante los seis días siguientes al hallazgo del libro, Milena estuvo llamando a Amber a Portland para que le ayudara a traducir. Al sexto día se había acabado sus magros ahorros en pagar las tarjetas telefónicas para llamadas de larga distancia. Sin un centavo en la bolsa, Milena tuvo que volver a las andadas de su antiguo oficio emergente. Se acostó con tres o cuatro muchachos ricos de la Universidad y logró reunir los dólares suficientes para pagarse un pasaje de Munich a San Diego California a donde llegó con las monedas apenas suficientes para tomar el trolley hasta Tijuana, en donde tenía la firme intención de encontrar a Galaor Zuazua.


Exodos absurdos del Bajo Drudolph


En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.