Eterno Retorno

Tuesday, December 14, 2004

La noticia la confirmé en la página de los Tigres http://www.tigres.com.mx/ y no puedo menos que sentirme decepcionado, por no hablar de un franco encabronamiento. Resulta que por enésima vez, al menos desde que Cemex administra a Tigres, el equipo ha cambiado de presidente. El señor Gonzalo Escámez deja la presidencia de Tigres. En su lugar entra Mario Castillejos ¿Cuáles son los méritos de este señor? Ser hijo de un prominente ejecutivo rayado y ser comentarista de Televisa, por cierto con una voz chillona, repugnante, mala la voz de ese tipo. Con decirles que cuando vemos los juegos de Tigres, Carolina siempre hace observaciones sobre lo desagradable de esa voz, por no hablar de lo desatinado de los comentarios.
Pues bien, ese señor es hoy en día el presidente de mi equipo ¿Por qué? Pues vaya usted a saber. Por la misma razón que aquí en Tijuana cualquier pelagatos puede convertirse en delegado, regidor o director de una dependencia municipal. Por la misma razón que en este país el imbécil que está más a la mano suele ser el más adecuado para ocupar los puestos.
No entiendo esa pinche manía de Lorenzo Zambrano de cambiar presidentes como calzones. ¿Y ahora qué? Digo, en realidad me preocupa más quién sea el entrenador, el portero o el centro delantero que el Presidente, pero me molesta que pongan a cualquier pendejo. Y bueno, todavía hubieran puesto a un pendejo con piel de Tigre, pero No. Ponen a un piel de rayado. Eso sí que es un insulto para mí. Un tipo que sin duda en los clásicos se ponía la despreciable camiseta de las rayas. A la mierda con él ¿Qué no hay Tigres bajo el Cerro de la Silla? Por lo pronto, se descarta la contratación de Hugo Sánchez y si quieren que sea honesto, me da gusto. Hugo no es para Tigres. Parece que iniciamos temporada con Leonardo Álvarez en el timón. Habrá que ver. Por lo pronto, a Castillejos no le concedo ni el beneficio de la duda. Y sí Lorenzo Zambrano, como aficionado Tigre que soy de tantos años, muchísimos años antes de que tú te interesaras por invertir tus millones en el futbol, tengo todo el derecho a inconformarme.

El Palacio

Pese a que considero que tengo una alta resistencia a la adversidad, creo que mi espíritu no es inmune a la contaminación de un nocivo sitio en donde paso muchísimas horas de mi vida. Ese sitio, que en el colmo de los colmos de lo kitch es llamado Palacio Municipal, es un resumidero de bajas pasiones humanas. Uno puede tomárselo con cierto sentido del humor, con cierto enfoque burlón y crítico, pero cuando caes en la cuenta de que toda tu existencia laboral se consume en un ambiente tan en extremo viciado, es cuando empiezas a tener pesadillas. De entrada, me parece el tope de lo ridículo que le llamen Palacio a semejante adefesio arquitectónico, insulto al más básico concepto de buen gusto. ¿Eso es un Palacio? Carajo, mejor me ahorro las odiosas comparaciones y dejo de pensar en Viena.
Pero bueno, digamos que la arquitectónica fealdad podría compensarse. El problema es que los pasillos de ese sitio están infestados por toda clase de rémoras dignas del más grotesco de los bestiarios.
A veces me imagino todo el ecosistema de Palacio como uno de los cuadros burlones de Goya en donde las bajas pasiones humanas se reflejan en perfecta sintonía con lo burdo del aspecto fenotípico.
Lidersuchos puercos, colaboracionistas de la más diversa índole, empresarios oportunistas, seudo periodistas en perpetua búsqueda de vacas que sangrar, busca chambas recomendados, vividores profesionales de las ubres públicas y cucarachos de toda especie, reptan por los pasillos de ese inmueble que se hace llamar Palacio. Todos con algún interés oculto de jalar agua a su molino, todos con su necesidad de mamar de la gran bestia del presupuesto público, de consolidar sus compadrazgos y aplastar a sus enemigos sin dejarles de dar nunca un abrazo.
Son juegos de poder. Juegos burdos y ridículos que vistos desde afuera y sin involucrarte llegan a ser graciosos y te dan material más que suficiente para hacer un estudio sobre la conducta animal.
Y no, ni se imaginen que lo escrito aquí tiene que ver con que ahora el PRI gobierna el Palacio y ha traído consigo la corrupción. Por favor, si con el PAN era la misma mierda, pero revolcada. El mismo tráfico de influencias, los cargos otorgados como favores de campaña y promesas de cantina.
Digamos que si tuviera que hacer alguna diferencia, diría que los panistas son más soberbios, más petulantes y más tarados. Los priistas en cambio son más burdos, más vivarachos y más descarados en su actuar.
Tenía casi un par de años de haber dejado los ambientes de la grilla política como ejercicio diario. No puedo decir que alguna vez haya salido de los trancazos informativos, pues mientras me dedique a esto estaré en medio de ellos, pero al menos la grilla no era mi modus vivendi de cada día. Hoy en día, el Palacio es de nueva cuenta mi segundo hogar. Ahí me la llevo, rumiando entre puros seres que de los que debo desconfiar al máximo de la misma forma que ellos desconfían de mí. Esta es mi vida diaria señores y lo más peligroso es que me estoy acostumbrando.


Monday, December 13, 2004

En el blog de Mayra Luna http://mayraluna.blogspot.com/ leí lo del signo literario, así que ahí voy de copión a responder el test.

Este es el signo literario que me salió:

Umberto Eco: The Name of the Rose. You are a mystery novel dealing with theology, especially with catholic vs liberal issues. You search wisdom and knowledge endlessly, feeling that learning is essential in life.


Esclavos de su nave

El automóvil es el becerro de oro de la clase media mexicana. El vehículo de cuatro ruedas en el que diariamente se trasladan a sus celdas de perpetua esclavitud, ha sido elevado a un altar en el que proyectan todas sus frustraciones, complejos de aristocracia y en el que buscan redimir sus anhelos mutilados.

El clasemierdero promedio concede una importancia desmedida a su carro. El poseer un automóvil marca la frontera entre la pobreza extrema y el buen nivel de vida según su mísera visión.

Es por ello que muchos sureños recién llegados a Tijuana tienen orgasmos cuando se dan cuenta que aquí pueden comprar una chatarra por 500 dólares o hacerse esclavos de un lote como Autos Londres pagándoles altas mensualidades por un carro usado. Pero todo, cualquier cosa, cualquier sacrificio, se justifica con tal de tener carro. El pedazo de lámina con cuatro neumáticos es el símbolo del progreso, del estatus social, de no tener que humillarse y andar a píe, que bajo el concepto de sus mentes de insecto es lo más degradante para el ser humano. La gente escribe a sus respectivos terruños y le presume a sus familiares que acá en Tijuana ya tiene carro (aunque no les presume que gana el salario mínimo en una maquiladora)

Puedo hacer una larga, larguísima lista de gente que tiene unos ingresos de mierda y que sin embargo presume un carrote. Eso sí, no le preguntes dónde vive y qué come, porque posiblemente mienta, pero el orgullo del carrote nadie se lo quita.

La mayoría de la gente piensa primero en el carro como un artículo de primera necesidad y es capaz de gastarse una fortuna en él. Pero eso sí, ahí los tienes rentando casa eternamente o habitando en muladares milimétricos de la Zona Este de la ciudad, bebiendo cerveza mala y sin conocer más mundo que San Ysidro Outlet. Pero eso sí, con su carrote.

Yo jamás he sido un esclavo del automóvil. Siempre me ha gustado mucho caminar. De verdad es una de mis actividades favoritas. Cuando camino suelo tener buenas ideas, meditar mejor las cosas, ver el entorno con otros ojos. De no ser porque el lugar donde vivo en inaccesible en transporte público por estar en medio de una carretera federal, yo podría prescindir del automóvil en mi vida.

Me da risa la gente que piensa que caminar es un calvario para mí. Calvario es encontrar un estacionamiento, calvario es luchar con el tráfico, calvario es vivir con el culo en la mano esperando el día en que te roben tu nave, calvario es pelearte con mecánicos adeptos a las chicanadas, calvario es entregar tu sueldo a Pemex.

Yo no tengo pedo alguno con caminar. Admito que tengo otras manías propias de un burgués, no lo niego. Para mí es de suma importancia vivir en un lugar bonito y ordenado, alejado del bullicio. Tampoco admito los malos vinos y me gusta comer bien, de la misma forma que me gusta viajar. Pero por lo que al carro respecta, nunca he cojeado de esa pata clasemierdera.

Sunday, December 12, 2004

En Monterrey existía ( ¿o existe?)un escritor que se llamaba Macedonio. No recuerdo su apellido y para ser honesto, nunca leí nada de él. Sin embargo, era un ser harto conocido que acabó por transformarse en leyenda. Viejo, gordo, desaliñado y putísimo por vocación. Yo solía encontrarmelo muchas veces caminando por la Macroplaza o de noche deambulando por las calles del Barrio Antiguo. Era el poeta maldito de los regiomontanos y aunque nunca leí un poema suyo, me se de memoria las negras leyendas que se narraban en torno a su persona. Que alguna vez comulgó por el culo, que fue llevado a leer sus textos a una reunión de damas de la alta sociedad regia que lo echaron a patadas escandalizadas por el nivel de sus blasfemias, que vivió muchos años en Nueva York, que era la oveja negra de una aristocrática familia etc, etc. La cuestión es que como nunca en mi vida he visto una foto de Macedonio Fernández, cuando pienso en el escritor argentino, me lo imagino con la cara y el cuerpo de Macedonio el regio. Imagen totalmente falsa, pues Macedonio el argentino era flaco como un anacoreta y Macedonio el puto era panzón. Pero así es esto de las imágenes literarias. Uno nunca puede gobernarlas y Macedonio Fernández, me parece un personaje más literario que real.

Entiendo perfectamente a quienes traicionan sus convicciones. Me parece muy sano que alguien crea en un dios, y un día, así como así, se transforme en ateo. Comprendo que alguien se declare adepto a una ideología política de la que después reniegue. Vaya, hasta el cambio de orientación sexual me parece justificable, pero eso sí, hay una traición que no soporto ni le justifico a nadie: Cambiar tu afición a un equipo de futbol. Quien es capaz de traicionar los colores de la camiseta a la que ha sido aficionado, es capaz de cualquier vileza y merece toda mi desconfianza.