A la mitad del camino de nuestra vida
La crisis de la edad madura es en sí misma un subgénero literario. Tan machacadas han sido las historias de cuarentones en busca del sentido perdido de la vida, que podrían ser equiparables en número a los relatos de vaqueros, detectives o piratas. El hombre arribando otoño se ha convertido en un personaje prototípico, absolutamente el non plus ultra de lo predecible. Vaya, hasta el mismísimo Dante Alighieri comienza su descenso al Infierno aludiendo a la crisis de la edad mediana. A mitad del camino de mi vida me encontraba perdido en una selva oscura y terrorífica. Los estudiosos de la obra del florentino sostienen que la mitad del camino de la vida eran los 35 años, la edad de Dante en 1300, año del primer jubileo en que se sitúa el portento del endecasílabo universal. En realidad Dante había cruzado ya la mitad del camino de la vida cuando empezó a escribir su comedia, pues vivió 56 años y no 70. También se puede argumentar que el promedio de vida en el Medioevo no era demasiado alto y un hombre de 35 años ya iba en pleno camino de bajada. A la obra dantesca le sobran estudiosos y no hace falta sumarse al coro. Ya se ha dicho que la selva oscura es la perdición y el pecado y no vamos a discutirlo, aunque para senderos en tinieblas ninguno como el de la crisis de la edad mediana. Inmerso en una repentina pérdida de sentido Dante se ve de pronto ingresando al infierno. La mitad del camino de la vida siempre duele. El florentino intuía ya los mil demonios que lo aguardaban. La peor de las edades medias es la mediana edad del hombre, dijo Lord Byron, quien supo morir a tiempo. Hay autores cuyo sello de identidad son sus tragicómicos personajes inmersos en el naufragio de la edad adulta. Philip Roth ha patentado al tipo otoñal atrapado en las garras de un deseo sexual canijo y devastador. Con más sentido del humor, el británico Nick Hornby parece ser padrino del cuarentón infantiloide e inmaduro, personaje retratado también por en anglopakistaní Hanif Kureishi. Una canción de Jethro Tull nombra al drama con precisión. Yo he cumplido 40 y no me siento inmerso en la selva oscura. Siempre quise morir joven. Lo que es noticia de ocho columnas es que ya no me asusta la idea de vivir 70 años. Amo a mi esposa más que en mi primer día de matrimonio y ver a mi hijo Iker dar brincos y emocionarse con la vida, es el combustible de cada día. Me encanta la idea de contemplar el mar cada mañana y casi nunca desperdicio un atardecer. Cae la tarde y cazo ideas para un cuento inconcluso. Puedo morir esta noche o aguantar hasta el 2050. A tu edad, a mi edad, al minuto uno, al noventa o en tiempo de compensación. Por lo pronto, Mefistófeles está ahí con la pluma en la mano esperando a que le firme el pacto y Dorian Gray vino a recomendarme al pintor de su retrato. Les dije que vuelvan mañana. Ahí a la vuelta.