Iker cumplió su primer medio año de vida. El lugar común sería afirmar que este tiempo se fue como arena mojada entre las manos, pero la realidad es que estos seis meses parecen ser una distancia abismal cuando recuerdo al cachorrito que llegó a casa aquel helado diciembre. Iker sigue siendo un bebé lactante, cierto, pero desde un tiempo para acá tiene cara y actitud de niñito. La comunicación que establecemos con él es mucho más profunda. Sonríe y se ríe muy a menudo. De hecho siempre amanece sonriendo. El amanecer es para él una hora feliz. Su sonrisa matutina me carga de energía y es sin duda la mejor manera de iniciar el día. Lo triste del caso, es que no vuelvo a verlo hasta bien entrada la noche e invariablemente lo veo dormido.
Tal vez en otra época de la vida hubiera podido convivir más con mi hijo, pero estos han sido seis meses laboralmente intensos, ajetreados al máximo. Por ahora vivo y juego cada día como si fuera una gran final y juego para ganarla. Quemadas todas las naves, no hay otro camino que la victoria. No hay demasiado autocuestionamiento ni reflexión. Solo trabajo, puro y duro; trabajo de inmediatez, con pleno convencimiento. El trabajo es una droga potente, potentísima.
Trabajar en una campaña te permite peinar la ciudad de cabo a rabo. Hay algo que me ha quedado claro: Nunca conocerás todo Tijuana. Quien jure conocerla, miente. En su desafiante topografía, la ciudad esconde más de un secreto. En duelo con la gravedad, desciendes por escarpadas laderas hasta colonias imposibles, salpicadas de historias. Un gimnasio de box lleno de espíritu y miseria; un adolescente sobreviviente de una operación de tumor cerebral que sin cantar mal las rancheras sueña con ser cantante. Negros nidos de almas, luces al final de infinitos túneles urbanos donde alcanzo a ver rostros de esperanza. Será que la paternidad me pone sentimental, pero me puede mucho ver a los niños en las colonias, correteando balones en eternas canchas de lodo. La imagen de un niño correteando un balón en una cancha de terrones y piedra es omnipresente, eterna, universal. Así corrieron Garrincha y Maradona. Así corren miles de niños esta tarde en mil y un barrios imposibles
Estar en una campaña es como ser parte de una novela coral del Siglo XIX. Una obra de más de mil páginas, a lo Guerra y Paz de Tolstoi, Los Miserables de Víctor Hugo o más bien como La Comedia Humana de Balzac. Sí, esto es una obra de Balzac, el mosaico de una sociedad entera. Tijuana como un gran mural de Rivera. Tijuana como inabarcable rompecabezas. Escribo desde el Mariano Matamoros. Cae la noche en el Este de la Ciudad.
Tal vez en otra época de la vida hubiera podido convivir más con mi hijo, pero estos han sido seis meses laboralmente intensos, ajetreados al máximo. Por ahora vivo y juego cada día como si fuera una gran final y juego para ganarla. Quemadas todas las naves, no hay otro camino que la victoria. No hay demasiado autocuestionamiento ni reflexión. Solo trabajo, puro y duro; trabajo de inmediatez, con pleno convencimiento. El trabajo es una droga potente, potentísima.
Trabajar en una campaña te permite peinar la ciudad de cabo a rabo. Hay algo que me ha quedado claro: Nunca conocerás todo Tijuana. Quien jure conocerla, miente. En su desafiante topografía, la ciudad esconde más de un secreto. En duelo con la gravedad, desciendes por escarpadas laderas hasta colonias imposibles, salpicadas de historias. Un gimnasio de box lleno de espíritu y miseria; un adolescente sobreviviente de una operación de tumor cerebral que sin cantar mal las rancheras sueña con ser cantante. Negros nidos de almas, luces al final de infinitos túneles urbanos donde alcanzo a ver rostros de esperanza. Será que la paternidad me pone sentimental, pero me puede mucho ver a los niños en las colonias, correteando balones en eternas canchas de lodo. La imagen de un niño correteando un balón en una cancha de terrones y piedra es omnipresente, eterna, universal. Así corrieron Garrincha y Maradona. Así corren miles de niños esta tarde en mil y un barrios imposibles
Estar en una campaña es como ser parte de una novela coral del Siglo XIX. Una obra de más de mil páginas, a lo Guerra y Paz de Tolstoi, Los Miserables de Víctor Hugo o más bien como La Comedia Humana de Balzac. Sí, esto es una obra de Balzac, el mosaico de una sociedad entera. Tijuana como un gran mural de Rivera. Tijuana como inabarcable rompecabezas. Escribo desde el Mariano Matamoros. Cae la noche en el Este de la Ciudad.