Espejismos y reyes desnudos
Tan cabrón es el espejismo generado por las redes sociales, que he llegado a tener la mentirosísima sensación de que el universo literario en México es enorme y es además trascendente. Dado que muchísima de la gente con la que interactúo está de una forma u otra relacionada con el medio literario, es fácil llegar a perder perspectiva en torno a la insignificancia de este pequeño mundito en la vida cotidiana del México actual. Como mi día a día está atiborrado de noticias librescas, yo mismo he llegado a creerme el cuento de que el engranaje de las letras es algo descomunal. Todos los días me entero de alguien que publicó su libro o me llegan anuncios de talleres literarios. Lo de las listas de fin de año, por cierto, rayó en la grotesca infestación. Realmente me saturaron. Cuando miras eso de verdad crees que estás frente a una mole inabarcable. Y sí, sin duda es un mundo vastísimo en donde caben innumerables personajes, negocios e instituciones de la más diversa calaña, pero cuando lo pones en perspectiva con el tamaño del mundo no libresco y los millones de mexicanos que no tienen ni la más remota idea ni el más mínimo interés en eso que llaman literatura contemporánea, caes en cuenta de que el universo de los escritores es un clubcito pigmeo, algo tan extravagante e intrascendente como un grupo de coleccionistas de timbres postales o mariposas tropicales.
El asunto no deja de arrojar paradojas, pues aunque el mundo libresco es más vasto que nunca, su influencia real fuera de sus fronteras es menos significativa que antes. Hace 30 o 50 años no había en México tantísimas ferias ni eventos tan bestiales como la FIL o Minería. No había ni de lejos tantos premios, becas, talleres o convocatorias diversas y al no haber redes sociales, las opiniones y la agenda del escritor no eran públicas. Lo paradójico está en que antes existían muchos más lectores espontáneos y los libros trascendían más. Vaya, he conocido cientos de personas ajenas al medio literario que han leído Juan Rulfo, Carlos Fuentes o García Márquez, pero casi no conozco lectores espontáneos de autores nacidos en los sesenta, setenta u ochenta. Digamos que hasta ahora los setenteros u ochenteros se leen entre ellos. Ni siquiera Bolaño, que podría ser el referente generacional, ha dejado de ser sectario. Hay una mayor diversidad de exponentes, pero a la vez la literatura es más gremial. Por supuesto son otros los tiempos y los roles (y sin duda muchos odiarán la comparación) pero no ha vuelto a haber un escritor que juegue en la vida nacional el rol que ya jugaba un Carlos Fuentes a sus 30 años o cuya palabra tenga el peso político de la de un Octavio Paz. Hay películas o series contemporáneas que ya son referencia y parámetro generacional, pero creo que no hay todavía un libro o autor contemporáneo que trascienda como icono. ¿Lo hay? ¿Lo habrá? ¿Quién será? Son preguntas, no afirmaciones. Al respecto tengo muchas más dudas que certezas.