A propósito del 12 de Octubre….
ESE TRAUMA NO SUPERADO LLAMADO CONQUISTA
Por Daniel Salinas Basave
Mi primer contacto con la Historia de México fue a través de la Enciclopedia Colibrí, una colección infantil impulsada por la Secretaría de Educación Pública en tiempos de López Portillo. Tal vez usted recuerde aquellos libros blancos en cuyo dorso se formaba un verde cerro poblado por las más diversas figuras que se iba armando como rompecabezas y se completaba al llegar a los doce tomos. La Colibrí tenía dos ejemplares dedicados a la Historia de México y puedo afirmar que en esa materia, a la que desde entonces me empecé a volver adicto, esa enciclopedia fue la encargada de partir plaza en mi librero, que tres décadas después sigue irremediablemente engordando. Lo más fácil de recodar de aquella reliquia son sin duda los coloridos dibujos que poblaban cada página, sin embargo si cito la vieja enciclopedia en esta columna, es porque la narrativa de la Colibrí en materia de Historia de México era una acabada pieza de catecismo oficialista rebosante de adjetivos y sentimentalismo. La visión de nuestro pasado, exaltada y obligada por el priismo, era trasmitida al niño desde los primeros años y lo que a mí más me impresionó, fue la historia de la Conquista, narrada por la Colibrí como un acto de repugnante injusticia. En la prosa de la Colibrí, los aztecas eran llamados “los nuestros”; ellos eran los buenos, los mexicanos, nuestros padres, nuestro equipo, inmolado en una guerra cruel y desigual. Los poemas de la Visión de los Vencidos se quedan cortos frente a la desgarradora narrativa de la Colibrí. En sus páginas, los españoles eran malos, malísimos; pérfidos, monstruosos y depravados, mientras los aztecas eran valientes, abnegados, nobles y heroicos. Mi mente infantil entraba en terrible conflicto. ¿Cómo era posible tanta injusticia? Los españoles eran los grandes villanos de la película, me quedaba claro, pero algo no cuadraba en el libreto, pues resulta que yo tenía una abuela española y ella no era mala. Además, en casa hablábamos español, éramos católicos y la misma enciclopedia que nos dibujaba a Cortés como el ejemplo más acabado de la maldad humana, estaba escrita en español y no en náhuatl. Imposible no entrar en conflicto. Los años pasan y el debate no se acaba. Hablar de la conquista en una charla de cantina puede derivar en reyerta y es casi tan grave como hablar de futbol. Vayamos al grano: el mexicano no supera aún el trauma de la conquista española. Tal vez ningún país de América cargue consigo un rencor tan fuerte hacia los conquistadores como el que carga México. En nuestra romántica leyenda exaltada por el evangelio oficialista, el indígena representa la pureza, la sabiduría, la autenticidad, mientras que el español es la barbarie, la codicia, el fanatismo sanguinario que destruye un mundo idílico para someterlo a la esclavitud. La idealización y la sobrevaloración del México prehispánico en los cuentos de hadas de la historia patria, han contribuido a que no superemos ese trauma. Nuestro mito predilecto, es imaginar que en alguna época fuimos una nación poderosa, culta, triunfadora, cuyo desarrollo fue interrumpido por una pandilla de desalmados buscadores de oro. La visión romántica de los indigenistas raya en la rimbombancia y en afán de vendernos su fábula, tergiversa hechos y alimenta rencores. La realidad es que esa idílica nación de los indigenistas jamás existió, pues en un territorio habitado por cientos de grupos étnicos diferentes enfrentados entre sí que hablaban lenguas distintas, nunca surgió ni por asomo un concepto de nación o unidad nacional. Por cierto, no eran benignas ni idílicas las guerras de conquista entre los pueblos mesoamericanos ni había nada romántico en la crueldad con que eran tratados los vencidos, cuyo destino era la esclavitud o el sacrificio. Casi todo mestizaje surge de un choque. Tal vez no somos hijos de una relación amorosa en luna miel, sino hijos de una violación. El problema, es que México, a diferencia de otras naciones, no supera su rencor. En Chile hay monumentos al Conquistador Pedro de Valdivia; Argentina reconoce al primer fundador de Buenos Aires, Pedro de Mendoza; los brasileños dan el crédito que merece al navegante portugués Álvarez Cabral y la máxima fiesta nacional estadounidense, el Día de Acción de Gracias, es un tributo a los primeros peregrinos británicos que llegaron a sus costas bordo del Mayflower. Sin embargo, México sigue odiando a sus conquistadores. Esta semana se cumplen 519 años de la llegada de Cristóbal Colón a América y como siempre volveremos a escuchar las indignadas voces que exigirán no festejar lo que consideran un genocidio. La controversia está destinada a ser eterna. Que me disculpen los rimbombantes indigenistas, pero yo soy de los que piensan que sí hay algo que celebrar este 12 de Octubre.