deslizándose entre sábados de carretera y ríos deshidratados
Conocí
a Patricia Laurent Kullick en el mítico taller de su paisano tampiqueño Rafael
Ramírez Heredia en la Casa de la Cultura de Nuevo León. Era 1997 y en aquel
entonces el nombre de Patricia era ya un punto de referencia en la literatura
regia. Integrante de aquella mítica primera colección del Fondo Editorial
Tierra Adentro en 1991 y del Centro de Escritores de Nuevo León, Laurent
marcaba la pauta y tomaba la delantera generacional. La recuerdo mordaz e irónica
en sus comentarios, sólida en sus lecturas. Sin demasiados aspavientos ni
protagonismos derrochaba tablas y franqueza.
Narró naufragios y quebrantos interiores y retrató
como pocas el frágil umbral de la locura. Siempre me identifiqué con su
conflictiva relación con Monterrey y el espíritu regio.
“Aquellos
que parten y lo hacen por la noche, como asesinos a punto de navajear el
pasado, deslizándose entre sábados de carretera y ríos deshidratados, se llevan
el buen recuerdo del aura bondadosa, verde y amarilla que envuelve a Monterrey.
Pero es un engaño; el viajero vuelve, con el pecho congestionado de recuerdos,
escupiendo sangre de tristezas acumuladas en la distancia, burlándose de
aquellas veces que se emborrachó a la salud es esta ciudad”.
Su salud naufragaba desde hacía algún tiempo. Dijo adiós en Playa del Carmen en la fiesta de los Muertos. De Tampico al Camino de Santiago irrumpen esta
y otras ciudades de este y otros canijos mundos donde habitan gigantas.