Partida y Cave
Ahora mismo, al momento de
empezar a escribir estas palabras que no sé a dónde carajos desembocarán, tengo
los dos libros frente mí. Nick Cave nunca sabrá quién es Lorenzo Partida y
Lorenzo Partida sin duda sabe quién es Nick Cave, aunque dudo que sea o haya
sido una influencia para él. En
cualquier caso, es muchísimo más coherente que en mi biblioteca haya un libro
de Lorenzo Partida a uno de Nick Cave. ¿Por qué? Será porque conocí a
Transmetal unos 25 años antes de saber que existía el tal Cave. Será porque he
ido a un chingo de tocadas de Transmetal y nunca he ido (y seguramente nunca
iré) a una del australiano. Será porque me sé de memoria un chingo de rolas del
Trans y si acaso me sé una o dos una del Nick (la que canta con PJ Hearvy y alguna otra) que a medias canturreo sin mucha convicción.
Y a todo esto ¿qué tal los poemas de Lorenzo
Partida? Híjole, digamos que le tengo harto cariño al Trans, pero como poeta su
bajista se pasa de inocentón. Son exabruptos de malditismo cursi que escribiría
cualquier morrito mariguano que acaba de
descubrir a Baudelaire y hace sus pininos en un taller literario. No, no he encontrado
alguna estrofa matadora que pueda
secuestrarle como epígrafe, pero yo no soy quién para criticarlo porque me
mordería la lengua hasta partírmela en dos. En mi adolescencia yo también quise
jugar a desparramar unos bodrios a los que me atrevía a llamar poemas solo por
llamarlos de alguna forma. Quise contagiar en esos abortos escriturales la
rabia y la oscuridad del Altars of Madness de Morbid
Angel o el Left Hand Path de Entombed y el chiste acabó por contarse solo. Entonces deserté de la poesía
y me arrojé a los pantanos del periodismo.