En mi librero hay Paz y también Revueltas
En mi librero hay Paz y también Revueltas. Conviven como buenos vecinos y si me apuras te puedo decir que a la hora de la lectura sus libros se llevan de cachete y nalgada. Uno no excluye ni devalúa al otro (y ya sabiamente anotó el Cartujo José Luis Martínez en su columna que en vida Paz y Revueltas se respetaron mutuamente). A veces me da por poner mis libros de Paz a un lado de los de Bolaño o Yépez. Es parte de la naturaleza mestiza y tolerante de ese territorio del caos llamado biblioteca. En mi librero conviven Bernal Díaz del Castillo y La Visión de los Vencidos; Vargas Llosa y Galeano (tengo casi todo Galeano, debo confesar); Taibo y Krauze; Salmerón y Fuentes Aguirre. Puedo disfrutar Patas arriba o el Manual del idiota latinoamericano y ambos me dejan algo por herencia. Lo siento, pero soy de los que creo que Miramón, a su manera, fue tan patriota como Juárez. No creo que en este país deba haber menos Paz y más Revueltas. Al minimizar, censurar o bloquear siempre se pierde, pero estos tiempos son de radicalismos y opiniones terminantes. O estás conmigo o estás contra mí. Debes elegir. Si estás contra Maduro entonces necesariamente estás con Trump y llevas tu gorra de Make América Great Again. Si cuestionas a la cuarta transformación, entonces eres priñanietista, fascista, chayotero y fifí. Esa es hoy en día la lógica de no pocos amigos y colegas a los que respeto y aprecio sinceramente. Muchos de mis colegas lanzan terminantes amenazas de borrar a todos sus contactos que critiquen a su tlatoani tabasqueño. Si yo me pusiera en plan de borrar pejistas, me quedaría con menos de la tercera parte de mis contactos, pero por fortuna no cojeo de ese pie. La mayoría de mis contactos no comparten mis ideas. Este ágora facebookero vale la pena por su diversidad, aunque a veces muchos de mis amigos actúen como talibanes dictando fatuas desde una mezquita de Afganistán. No les cabe en la cabeza que puedo estar contra Maduro y también contra Trump. Que no me gustaba Fidel Castro como no me gustaba Pinochet. Que no me gustan los dictadores ni los totalitarismos ni los dogmas de fe, punto, sean de izquierda o de derecha. ¿Cuesta mucho trabajo entender eso?
Si soy y he sido reacio a las religiones y me proclamo ateo, es porque no acepto dogmas incuestionables y porque mi naturaleza tiende a la duda perpetua, al cuestionamiento sin límites, no a la verdad absoluta. No acepto la existencia de un dios como no acepto la infalibilidad de un presidente con complejo de pontífice, ni soy capaz de sepultar el sentido común y la lógica elemental en pos de mantras fantasiosos. Eso, creo, es ser liberal y habitar en el jardín de las dudas donde habitó Voltaire y los filósofos de su estirpe. En ese jardín me resguardo en estos mojigatos tiempos de cerrazón e intolerancia hasta que la luz de la razón vuelva a asomarse.