Eterno Retorno

Friday, February 01, 2019

En mi librero hay Paz y también Revueltas

En mi librero hay Paz y también Revueltas. Conviven como buenos vecinos y si me apuras te puedo decir que a la hora de la lectura sus libros se llevan de cachete y nalgada. Uno no excluye ni devalúa al otro (y ya sabiamente anotó el Cartujo José Luis Martínez en su columna que en vida Paz y Revueltas se respetaron mutuamente). A veces me da por poner mis libros de Paz a un lado de los de Bolaño o Yépez. Es parte de la naturaleza mestiza y tolerante de ese territorio del caos llamado biblioteca. En mi librero conviven Bernal Díaz del Castillo y La Visión de los Vencidos; Vargas Llosa y Galeano (tengo casi todo Galeano, debo confesar); Taibo y Krauze; Salmerón y Fuentes Aguirre. Puedo disfrutar Patas arriba o el Manual del idiota latinoamericano y ambos me dejan algo por herencia. Lo siento, pero soy de los que creo que Miramón, a su manera, fue tan patriota como Juárez. No creo que en este país deba haber menos Paz y más Revueltas. Al minimizar, censurar o bloquear siempre se pierde, pero estos tiempos son de radicalismos y opiniones terminantes. O estás conmigo o estás contra mí. Debes elegir. Si estás contra Maduro entonces necesariamente estás con Trump y llevas tu gorra de Make América Great Again. Si cuestionas a la cuarta transformación, entonces eres priñanietista, fascista, chayotero y fifí. Esa es hoy en día la lógica de no pocos amigos y colegas a los que respeto y aprecio sinceramente. Muchos de mis colegas lanzan terminantes amenazas de borrar a todos sus contactos que critiquen a su tlatoani tabasqueño. Si yo me pusiera en plan de borrar pejistas, me quedaría con menos de la tercera parte de mis contactos, pero por fortuna no cojeo de ese pie. La mayoría de mis contactos no comparten mis ideas. Este ágora facebookero vale la pena por su diversidad, aunque a veces muchos de mis amigos actúen como talibanes dictando fatuas desde una mezquita de Afganistán. No les cabe en la cabeza que puedo estar contra Maduro y también contra Trump. Que no me gustaba Fidel Castro como no me gustaba Pinochet. Que no me gustan los dictadores ni los totalitarismos ni los dogmas de fe, punto, sean de izquierda o de derecha. ¿Cuesta mucho trabajo entender eso? Si soy y he sido reacio a las religiones y me proclamo ateo, es porque no acepto dogmas incuestionables y porque mi naturaleza tiende a la duda perpetua, al cuestionamiento sin límites, no a la verdad absoluta. No acepto la existencia de un dios como no acepto la infalibilidad de un presidente con complejo de pontífice, ni soy capaz de sepultar el sentido común y la lógica elemental en pos de mantras fantasiosos. Eso, creo, es ser liberal y habitar en el jardín de las dudas donde habitó Voltaire y los filósofos de su estirpe. En ese jardín me resguardo en estos mojigatos tiempos de cerrazón e intolerancia hasta que la luz de la razón vuelva a asomarse.

Thursday, January 31, 2019

Fascistas, conservadores y neoliberales

Me queda muy claro que a los defensores de la cuarta transformación no se les da muy bien que digamos la terminología en materia de teoría política, pues sus insultos a menudo suelen encerrar contrasentidos. Inmersos en este clima regresivo que todo lo corroe, se ha puesto muy de moda descalificar al adversario denostando su supuesta tendencia política y exagerando en torno a ella con expresiones peyorativas. En no pocas ocasiones, el presidente se ha referido a sus detractores (o simplemente a aquellos que no creemos ciegamente en su discurso) como conservadores, fascistas mezquinos y neoliberales. Un buen diccionario de teoría política no vendría nada mal en estos casos. Por ejemplo, llamar a alguien fascista neoliberal encierra un terrible contrasentido. El auténtico fascismo obedece a una categoría histórica. Fascistas eran los seguidores de Benito Mussolini en la Italia de los años veinte y treinta, mientras que el neoliberalismo, pese a lo amplio del término, tiene como eje rector la liberalización de la economía con un limitado intervencionismo del estado y un fomento al libre comercio global. La gran paradoja, es que los fascistas eran enemigos del neoliberalismo y el comercio internacional. Tanto fascistas como nazis, al fin y al cabo nacionalistas a ultranza, creyeron firmemente en la producción y el consumo de mercancías propias y en la regulación estatal del comercio. Tanto Hitler como Mussolini hicieron esfuerzos para favorecer el mercado interno y fomentaron el consumo de bienes hechos en Alemania o en Italia. Las importaciones no eran lo suyo. El fascismo tradicional se caracteriza por la supremacía del estado y la unión y movilización incondicional de las masas en torno a un líder todopoderoso. El fascista suele ser un nostálgico del pasado y tiende a buscar referentes y figuras de culto en caudillos de la antigüedad. El auténtico fascismo, por cierto, no era aristocrático o elitista. Vaya, no era propio de fifís, utilizando la expresión del presidente. Mussolini, de formación socialista, fue muy querido entre la clase obrera italiana. Acaso la primera gran réplica del fascismo italiano que tuvimos en América fue el régimen de Juan Domingo Perón en Argentina, mientras que en México, el gobierno con más tintes fascistas que hemos tenido es sin duda el de la cuarta transformación, aunque por supuesto jamás lo aceptarán. Otro de los epítetos que con más frecuencia suelen utilizar los seguidores de Morena para atacar a sus adversarios es “conservador”. El conservadurismo, como su nombre lo indica, busca conservar tradiciones, valores morales y estructuras jerárquicas. El conservador suele ser religioso y moralista. En el México de la Reforma a los conservadores se les llamaba cangrejos, porque caminaban para atrás. La gran paradoja es que un presidente obsesionado con la moral, que se alió con un partido evangélico radical, que desprecia abiertamente los últimos 30 años de neoliberalismo para retornar al nacionalismo revolucionario y que pugna por volver a usos y costumbres del pasado, llama conservadores a sus enemigos. Caray, aquí parece haber alguna contradicción. Hay calificativos e insultos que hacen morder la lengua a quien los profiere ¿Quién es el conservador en este país? ¿Quién ha metido freno de mano para empezar a caminar hacia atrás? Un diccionario de teoría política no vendría nada mal.