Vaya sorpresa que me he llevado en la edición navideña de InfoBaja. Tan noble gesto solo puede ser atribuible a mis colegas y amigos Luis Fernando Vazquez Bayod y Moisés Márquez quienes han considerado que esta compulsión mía de dejar correr letras prófugas por la estepa del papel en blanco es suficiente como para ser considerado entre los personajes del Año 2015. Cierto, dejé zarpar algunos barquitos de papel que por fortuna llegaron a buen puerto, pero yo sostengo que los premios literarios son muy parecidos a las series de penales (y al parecer a los Tigueres y a mí no nos va tan mal a la hora de entrarle a esta ruleta rusa). Me da gusto compartir el espacio con personas a las que aprecio y respeto tanto en lo profesional como Roxana Di Carlo, el parejón Memo Rentería, Alejandro Bustamante y Pepe Avelar, quienes en sus respectivas trincheras suelen tirarse a matar y sobre todo se atreven a pensar y ser diferentes. Por lo que a mí respecta, el 2015 fue un año de muchísimo trabajo traducido en decenas de miles de palabras. Tal vez si lo mido en términos tan fríos como número de párrafos escritos, rentabilidad y llamadas a mi teléfono para darme una buena noticia, podría concluir que ha sido mi año más provechoso. Lo cierto es que una de las claves, debo admitirlo, es que en 2015 he tenido que aprender a decir muchos “no”, a bajarme de barcos, rechazar invitaciones, dejar de ser ajonjolí de todos los moles y concentrarme en una sola cosa, la única que puedo hacer en este mundo. Sin embargo, lo mejor de este camino de vida es la absoluta libertad y la posibilidad de pasar tanto tiempo con mi hijo y con mi esposa, al menos bastante más de lo que pasa un padre de familia promedio. No tengo un dios para agradecerle y sin embargo me siento agradecido -con la aleatoriedad, con el destino, con el panteón pagano- por poder vivir esta vida, exactamente la que quiero vivir y tal como quiero vivirla.
Friday, December 18, 2015
Wednesday, December 16, 2015
Prófugas letras decembristas (que no decembrinas). En una sentada vespertina con rigurosa botella de vino abierta me bebo La Leyenda del Santo Bebedor de Joseph Roth, ilustrada por el alicantino Pablo Auladell y editada por el canijo zorrito colorado. Alguna vez escribí que los pordioseros y las prostitutas son los seres más universales de la humanidad. Irrumpen desempeñando el mismo rol en todas las épocas y en todas las culturas. Pues bien, creo que he olvidado incluir al teporocho para completar el trío. El espíritu del borrachito es eterno y atemporal, blindado contra el Zeitgeist de una era. La historia de Andreas Kartak ocurre en el París de 1934 y es narrada por un escritor austriaco llamado Joseph Roth, tan exiliado, crápula y teporocho como su personaje. La Leyenda del Santo Bebedor pudo también ocurrir en la Tijuana de 2015. Andreas bebe ajenjo y siente el deseo de pagar a una deuda de 200 francos a una niña santa, pero cuando las campanadas de la misa dominical rompen el silencio de la mañana, el espíritu del vino ya ha hecho de las suyas. Kartak es como el narrador de aquella canción del Piporro en donde mi paisano de Los Herrera dice que “la vida de los borrachos es una vida muy sana, empieza con los domingos y acaba con la semana, o “la vida de los borrachos es una vida tranquila, comienza con el sotol y le sigue con tequila”. Concluyo este día con Viaje al fin de la memoria de Gastón García Marinozzi. Chingón relato caminero con demasiados puntos de encuentro. Ser reportero es una enfermedad crónico-degenerativa que se recrudece cada cierto tiempo. La mayoría de mis personajes de ficción son reporteros (es decir, derrumbes) e inevitablemente sucumbo a aquellas historias donde el narrador es un colega de oficio, tan cuatrapeado y hecho mierda como marca el manual de la estirpe. Y si de reporteros hablamos, en la fila me aguarda la bielorrusa Sveltana Alexiévich, recién traducida al español y editada en México por Debate. Cierto espíritu solidario de peón del oficio me hace sentirme contento al saber que el Nobel es por vez primera para una reportera pateadora de calle y pepenadora de mil y un testimonios mostrencos. La cosecha de la FILomena nunca se acaba.
Monday, December 14, 2015
Hoy no hay Heavy Metal. Hoy cantamos una canción de los Fabulosos Cadillac que se llama “En la Vida no Queremos Sufrir”. No, se los juro, no queremos sufrir, queremos tocar el cielo, pero cuando le vas a Tigueres tu destino es sufrir, sufrir y sufrir más y cuando crees que tienes la gloria en tus manos, el sufrimiento te jala las patas y te dice, “faltan 50 segundos”. No se puede escribir desde el confort. Quien apuesta por la literatura requiere sufrimiento. Mi equipo me los da en elevadísimas dosis. Menté mil y un desgracias. El gol de Silvani en 2001, el de Franco en 2005, las cientoypinchemil tragedias que he vivido como Tiguere, pero con brutal franqueza no sé qué caraja brujería ocurrió que cuando todo pintaba para escribir una de esas noches de puta mega desgracia a las que estoy tan acostumbrado, alguna extraña alineación de astros se concretó. Toda la familia llevaba camisetas Tigres puestas y por azares del destino, a la hora del primer penal yo traía a nuestra perrita Canica cargada en brazos y dado que el pumita ecuatoriano voló su disparó, pensé que era buena brujería mantenerla en brazos y el milagro ocurrió. Hace dos años y medio, cuando Israel Jiménez clavó un autogol contra la mierda rayada, escribí una suerte de epitafio en donde lo consideré maldito por siempre. Hoy cierro el hocico. Gignac, Juninho, Palmera, Jiménez. Disparos perfectos. Tengo grandes amigos que le van a Pumas y esta noche pensaba echarles carrilla, pero no, no tengo derecho. Ustedes son grandes unamitas. Por su raza habló el espíritu. Los penales son como los premios literarios: son un volado. A Tigres y a mí nos ha ido bien. Ustedes pudieron ser los campeones Pumas. Hoy me guardo la carrilla. Festejo los astros alineados, las aleatoriedades, esas cosas que van construyendo este improbablísimo camino de vida.
Tras la euforia viene la calma. Algunas reflexiones sobre el título Tigre
1- Lo de anoche fue un suicidio táctico. Soy y he sido un defensor del Tuca Ferreti, pero ayer el entrenador mandó un pésimo mensaje. Los cambios fueron para apretar los dientes, cerrar los puños y sacar el rosario. ¿Por qué no Guerrón y Damián? ¿Por qué no buscar vacunar en el primer tiempo? ¿Qué impidió repetir la fórmula empleada en Chiapas y la Bombonera?
2- Del baúl de mis recuerdos: el repechaje de la liguilla 92-93 enfrentó a los Tigres de Pancho Avilán contra los Pumas de Tuca Ferreti (su segundo año como entrenador apenas). En la ida Tigres goleó 3-0 en San Nicolás (yo acudí a ese juego) pero en la vuelta, tras aguantar en la ratonera el 0-0, le clavaron el primer gol acabando el primer tiempo y todo se derrumbó. Llegó a estar 4-0 abajo, pero un chiripazo de un tronco brasileño de apellido Conti, puso el 1-4 que permitió a Tigres pasar por gol de visitante, solo para ser eliminado por el León de Vucetich. Aquel Tigres de Avilán era malísimo, pero el mensaje fue el mismo: nunca confíes en la eternidad y la omnipotencia de un 3-0 en la ida.
3- Algo pasa en los últimos minutos del primer tiempo en finales. Es nuestra fatalidad. Tras un 0-0 sin sobresaltos, minutos o segundos antes del medio tiempo Tigres se ha venido abajo contra América, contra River y contra Pumas. El futbol es emocional, psicológico, algo que tiene que ver más con un estado mental que físico. Un brujo o un psicólogo debe trabajar con Tigres previo a las finales. Aun así, creo que este equipo puede hacer época y crear dinastía. Tigres tiene todo para repetir en 2016.
4- Me he acostumbrado a los intelectuales que escupen sobre mi fanatismo futbolero. Sus argumentos son un reciclaje de peroratas que llevo décadas escuchando. Que el futbol es manipulación, hipnosis barata, burdo negocio capitalista para embaucar ignorantes, bla, bla, bla. Lo peor es cuando quieren oponer la “alta cultura” a la pasión futbolera. Por un lado los lectores y por otro los embrutecidos fanáticos. Yo soy ambas cosas. Cientos de veces he ido al estadio con un libro en la mano y no pocas veces mi lectura ha acabado bañada en cerveza y meados. Puedes pasar tu vida entera leyendo Thomas Bernhard y Kafka o puedes pasarla viendo juegos de los Tigres. Da exactamente lo mismo. Ambas son deliciosamente absurdas, tan apasionantes como inútiles. He invertido miles de horas de mi existencia en ver juegos de los Tigres y he invertido decenas de miles en leer libros. Ninguna de las dos cosas me ha servido de una chingada, pero ambas me han hecho inmensamente feliz.
5- Nací en el Año del Tigre y este equipo ha sido pathos y karma en mi existencia. Tan absurdo, embriagante e irracional como cualquier creencia religiosa. Sé muy bien que no tiene ningún sentido, pero Tigres es mi absurdo favorito.