Parado entre las mesas estaba un barbudo envuelto en una percudida capa de terciopelo rojo con un sombrerito verde del que salía una pluma de cuervo. Parecía utilería de teatro viejo, el vestuario sobrante de alguna representación del el Barbero de Sevilla en los años 70. Llevaba unos jeans grasientos y unos huaraches. Su barba era de un gris negruzco. Aunque era la suya una voz afectada por años de tabacos rudos y alcoholes pendencieros, la potencia de su timbre inundaba todo el recinto como si hablara con un micrófono. Como nadie acertaba a romper el incómodo silencio, el viejo siguió recitando estrofas mientras yo permanecía callado y sin saber qué hacer desde mi pódium de orador. Cuando el viejo intentó acercarse hasta la mesa principal, dos de los meseros se interpusieron en su camino y lo sujetaron. Nunca lo hubieran hecho. El barbudo empezó a proferir insultos seguidos de escalofriantes alaridos.
“Voto al diablo bellacos, canalla infame, pillastres malnacidos, jijos de la chingada”, gritaba el barbudo mientras los meseros lo intentaban echar fuera del salón a empellones. En el forcejeo cayó al suelo el gorrito y los empleados se tropezaban con la capa de terciopelo que arrastraba por la alfombra mientras el viejo se sacudía dando torpes patadas al aire.
Saturday, August 10, 2013
Wednesday, August 07, 2013
Bezos, verdugo de Gutenberg- Por Daniel Salinas Basave
Jeff Bezos, fundador de Amazon y ahora flamante dueño del Washington Post, está pasando a la historia como el gran verdugo de Gutenberg. El Midas de las ventas en línea, quien arrancó su compañía ofreciendo libros impresos por internet en 1994, provocó el hundimiento de la centenaria librería Barnes and Noble y de paso se llevó de encuentro a Borders. Si en los Estados Unidos es cada vez más complicado encontrar una gran librería con textos de papel y sillones para disfrutar su lectura junto a una taza de café, puede usted echarle la culpa a Amazon. Lo confieso: aun no supero ver la Borders del Gaslamp convertida en un cascarón. La compra del Washington Post en 250 millones de dólares, puede marcar una frontera en la era del Réquiem por Gutenberg. Cuando en 1974 el Post destapó la cloaca de Watergate llevándose de encuentro al mismísimo presidente Richard Nixon, los medios impresos alcanzaron la cima de su omnipotencia. Randolph Hearst ya había sido capaz de fabricar una guerra en 1898 solo para vender más periódicos, pero en el 74 fue la investigación de dos reporteros novatos lo que hizo caer al inquilino de la Casa Blanca. Hace 39 años el cuarto poder de papel y tinta era amo y señor. Si con Watergate el Post marcó un hito en la historia del periodismo, con su venta a Jeff Bezos está escribiendo un epitafio. Cuatro décadas después de Watergate los medios impresos estadounidenses son moribundos que se arrastran por el sendero de sus impagables deudas. El que sea Jeff Bezos quien compra al gran diario de la capital es una gran paradoja. El caudillo de la nueva era que ya planea inversiones interplanetarias, recoge al enfermo agonizante. Un gran medio tradicional, administrado por más de 80 años por una familia, los Graham, se pone ahora en manos del zar de la red. Jeff Bezos es un innovador y su conducción puede marcar la nueva era del periodismo impreso. Mi pregunta es: ¿le encontrará sentido Bezos a mantener con vida la edición impresa del Post? ¿Será capaz de hacer rentables toneladas de papel que sólo generan pérdidas? Bezos tiene el dinero suficiente para darse el lujo de mantener un negocio que ya no genera ganancias, pero sospecho que este hombre no juega nunca a perder. Aparentemente, el sueño de todo periódico es tener un multimillonario que absorba sus gastos y pérdidas mientras el equipo se dedica a hacer periodismo de calidad. Bezos podría hacer eso y más, pero intuyo que su negocio avanzará en otra dirección. El crepúsculo de los medios impresos en Estados Unidos no se limita a la nula rentabilidad del papel frente a las pantallas o a los coletazos de la recesión, sino a la pérdida de liderazgo sobre la opinión pública. En esta misma semana tan trascendental, el Boston Globe fue comprado en 70 millones de pesos por John Henry, dueño de los Red Sox y del Liverpool de la Premier League. Hace menos de dos décadas el Globe costaba mil 100 millones de dólares. Hoy ha sido vendido a menos de una décima parte de lo que valía. Ustedes dirán si no hay crisis en el reino de Gutenberg.
La marihuana parece haber iniciado su camino a la legalización. Desde un tiempo para acá escuchamos cada vez más voces de líderes que se pronuncian a favor de la despenalización del uso de esta hierba. Ex presidentes como los mexicanos Vicente Fox y Ernesto Zedillo, César Gaviria de Colombia, Fernando Henrique Cardoso de Brasil y Ricardo Lagos de Chile, además del ex secretario de Estado de Estados Unidos George Shultz, el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense, Paul Volcker, el doctor Juan Ramón de la Fuente, el ex secretario de Hacienda Pedro Aspe, entre otros muchos, se pronuncian a favor de legalizar el cannabis. Aquí en Baja California el ex gobernador Ernesto Ruffo fue uno de los primeros en tocar el tema, que hasta hace muy poco era todavía un tabú. En el vecino país, 11 millones 753 mil habitantes de los estados de Colorado y Washington aprobaron el uso recreativo de la mariguana. En Massachusetts se aprobó normar la droga para fines médicos, mientras que Uruguay se ha convertido en el primer país latinoamericano en despenalizar su uso recreativo. Todo este movimiento parece ser positivo. La verdad es incoherente y contradictorio realizar un estéril gasto millonario en fuerzas militares y policiales para combatir y penalizar como delincuente al simple usuario de un narcótico cuyos efectos para la salud son menos nocivos que los de algunas sustancias legales que usted pude comprar en la tienda de la esquina. Consumir o no consumir marihuana debe formar parte de la esfera de libertades individuales de cada ciudadano y su legalización no acarreará un grave problema de salud pública. Lo que sí parece francamente iluso, es creer que con su legalización se dará un golpe al narcotráfico. El problema del crimen organizado en México va mucho más allá del consumo o no consumo de drogas. Es un problema de seguridad nacional. Si los cárteles pierden sus ingresos por tráfico de marihuana, lo más posible es que traten de reforzar otras actividades delincuenciales como el secuestro, la extorsión o el tráfico de migrantes. La legalización no va a acabar y ni siquiera a afectar al crimen organizado, pero al menos permitirá reorientar recursos públicos y dejar de castigar injustamente a consumidores como si fueran delincuentes. En cualquier caso, son más los pros que los contras.