BANQUETE DE PORDIOSEROS
Banquete de pordioseros
Roberto Castillo Udiarte
Yoremito
Por Daniel Salinas Basave
Ni modo, esta enfermiza debilidad por los libros sobre rock siempre es más potente y acaba por vencer cualquier resistencia. No conforme con estar escuchando guitarrazos todo el día y tener varios cerros de revistas del género haciendo bulto en la biblioteca, casi nunca aguanto la tentación de adentrarme en las páginas de algún texto inspirado en eso que José Agustín llama la nueva música clásica. Leer las reflexiones y desvaríos que un disquito provocó en otro lunático siempre será un placer, aunque ese disco ya lo haya escuchado decenas de miles de veces y en apariencia no haya nada más que descubrirle, o aún, por qué no, cuando ni siquiera el nombre del disco en cuestión me resulte ni tantito familiar. Y es que si a uno le dan vuelo, toda charla con una cerveza de por medio corre grandes riesgos de caer en ese tema sin fondo que es el rock: ?¿Te acuerdas de esta rolita?? ?¿A qué no sabes qué disco consguí?? ?¿Ya escuchaste esta versión??
Es por ello que de una sentada me leí con gran placer ?Banquete de pordioseros? de Roberto Castillo Udiarte, libro llegó a mis manos gracias a Luis Humberto Crosthwaite.
Mucha razón tiene el autor cuando en su invitación al Banquete define a su libro como una zona del corazón poblada por esas canciones que han conformado el soundtrack de nuestras vidas. Me gusta este libro por su vocación valemadrista, por su esencia de happening puro, por su intención de compartir. Aquí no hay adoctrinamientos, afanes enciclopédicos ni esos discursos teorreicos que tanto daño hacen a la música aferrados a encasillarla en cuadros sinópticos clasificatorios. Leer Banquete de pordioseros es algo así como sentarte a cotorrear a gusto con ese compadre melómano que siempre tendrá una sorpresa aguardando en el tocadiscos. Un tanto de reseña, otro poco de carrilla, una dosis de poesía por acá y uno sin darse cuenta está bien adentrado en este libro charla de Castillo.
Pero claro, el gran riesgo de la literatura rockera, es que los gustos que parten géneros siempre acaban por hacer que el lector de comienzo a una discusión imaginaria con el autor. No se si sea una cuestión generacional o de inspiración, pero casi todos los literatos con pasiones rockeras tienen los mismos gustos. Podría mencionar por lo menos diez narradores para los que Janis Joplin es algo más que musa y casi nunguno se resiste a Leonard Cohen ni a Lou Reed. Eso sí, en los Stones no hay ni que discutir y si no ahí está José Agustín para hacerle segunda a Castillo con su Hotel de los corazones solitarios y defender a Beggars Banquet como el mejor disquito de los Rolling. Ni que discutir de Pink Floyd o Hendrix aunque eso de incluir al heavy metal entre lo peorcito (página 79) es suficiente para empezar una pelea norteña. Para los que como yo pensamos que el Universo se creó con Black Sabbath y alcanzó su perfección con Iron Maiden, un libro de rock que omite grupos metaleros sabe cerveza caliente. Pero bueno, Banquete de pordioseros nació, según la nota del editor, por un libro manzana de la discordia que reseñaba los cien mejores discos de rock e hizo enojar a Castillo. Por fortuna, el narrador incluye en la última página diez renglones en blanco para que el lector anote sus discos favoritos. Así que pluma en mano, comenzamos con The Number of the Beast de Iron Maiden, Master of Reality de Black Sabbath, Reing in Blood de Slayer, Ace of Spades de Motorhead y mejor ahí le paramos o la discusión no se acaba nunca.
Banquete de pordioseros
Roberto Castillo Udiarte
Yoremito
Por Daniel Salinas Basave
Ni modo, esta enfermiza debilidad por los libros sobre rock siempre es más potente y acaba por vencer cualquier resistencia. No conforme con estar escuchando guitarrazos todo el día y tener varios cerros de revistas del género haciendo bulto en la biblioteca, casi nunca aguanto la tentación de adentrarme en las páginas de algún texto inspirado en eso que José Agustín llama la nueva música clásica. Leer las reflexiones y desvaríos que un disquito provocó en otro lunático siempre será un placer, aunque ese disco ya lo haya escuchado decenas de miles de veces y en apariencia no haya nada más que descubrirle, o aún, por qué no, cuando ni siquiera el nombre del disco en cuestión me resulte ni tantito familiar. Y es que si a uno le dan vuelo, toda charla con una cerveza de por medio corre grandes riesgos de caer en ese tema sin fondo que es el rock: ?¿Te acuerdas de esta rolita?? ?¿A qué no sabes qué disco consguí?? ?¿Ya escuchaste esta versión??
Es por ello que de una sentada me leí con gran placer ?Banquete de pordioseros? de Roberto Castillo Udiarte, libro llegó a mis manos gracias a Luis Humberto Crosthwaite.
Mucha razón tiene el autor cuando en su invitación al Banquete define a su libro como una zona del corazón poblada por esas canciones que han conformado el soundtrack de nuestras vidas. Me gusta este libro por su vocación valemadrista, por su esencia de happening puro, por su intención de compartir. Aquí no hay adoctrinamientos, afanes enciclopédicos ni esos discursos teorreicos que tanto daño hacen a la música aferrados a encasillarla en cuadros sinópticos clasificatorios. Leer Banquete de pordioseros es algo así como sentarte a cotorrear a gusto con ese compadre melómano que siempre tendrá una sorpresa aguardando en el tocadiscos. Un tanto de reseña, otro poco de carrilla, una dosis de poesía por acá y uno sin darse cuenta está bien adentrado en este libro charla de Castillo.
Pero claro, el gran riesgo de la literatura rockera, es que los gustos que parten géneros siempre acaban por hacer que el lector de comienzo a una discusión imaginaria con el autor. No se si sea una cuestión generacional o de inspiración, pero casi todos los literatos con pasiones rockeras tienen los mismos gustos. Podría mencionar por lo menos diez narradores para los que Janis Joplin es algo más que musa y casi nunguno se resiste a Leonard Cohen ni a Lou Reed. Eso sí, en los Stones no hay ni que discutir y si no ahí está José Agustín para hacerle segunda a Castillo con su Hotel de los corazones solitarios y defender a Beggars Banquet como el mejor disquito de los Rolling. Ni que discutir de Pink Floyd o Hendrix aunque eso de incluir al heavy metal entre lo peorcito (página 79) es suficiente para empezar una pelea norteña. Para los que como yo pensamos que el Universo se creó con Black Sabbath y alcanzó su perfección con Iron Maiden, un libro de rock que omite grupos metaleros sabe cerveza caliente. Pero bueno, Banquete de pordioseros nació, según la nota del editor, por un libro manzana de la discordia que reseñaba los cien mejores discos de rock e hizo enojar a Castillo. Por fortuna, el narrador incluye en la última página diez renglones en blanco para que el lector anote sus discos favoritos. Así que pluma en mano, comenzamos con The Number of the Beast de Iron Maiden, Master of Reality de Black Sabbath, Reing in Blood de Slayer, Ace of Spades de Motorhead y mejor ahí le paramos o la discusión no se acaba nunca.