De pronto, tengo la certidumbre de
pertenecer no a una especie en extinción, sino a una ya extinta, de formar
parte de un pasado que el tren bala de la Historia ha dejado atrás en una
estación perdida en el desierto. Creo que una de las grandes obsesiones de mi
vida tiene que ver con la extinción de oficios y formas de vida y la forma en
que el espíritu de la época, como un torrente imparable, va arrastrando todo a
su paso. Me llama mucho la atención cómo millones de seres humanos pueden vivir
en un mundo donde las reglas del juego han cambiado radicalmente sin que ellos
se den por enterados. El suelo que pisan ya no es firme y las reglas del juego
cambiaron. Bueno, cambiaron no solo las reglas sino el juego completito. Ahora
jugamos a otra cosa. Pienso en los millones que perdieron sus empleos o vieron
quebrar sus negocios sin poder salvarlos. Pienso en que aunque al mundo le
sobren profetas, aún no tenemos puta idea de lo que viene. A veces creo que
somos los últimos representantes de un mundo antiguo y obsoleto que está a
punto de convertirse en el olvido.
A
mediados de los 90 irrumpió El horror económico, un demoledor ensayo de Vivian
Forrester que en su momento dio mucho de qué hablar. Más allá de su rabiosa
carga globalifóbica en un momento en que el neoliberalismo aún estaba sentado
en los cuernos de la luna, el ensayo resultó ser profético. Publicado por el
Fondo de Cultura Económica, el libro de Forrester planteaba
- palabras más, palabras menos-
que el nuevo proletariado ya no serían
los obreros sino los prescindibles, los
innecesarios.
A lo largo de la historia
de la humanidad, el explotado siempre jugó un rol en la base de la pirámide
socioeconómica: esclavo, siervo, peón, trabajador. Hoy ya ni siquiera le es
dado jugar el papel de oprimido, porque el sistema simplemente ha dejado de
necesitarlo. Hay una masa integrada por millones de seres que no tienen ni
podrán aspirar a tener un sitio en el engranaje de la fuerza productiva. Somos
un inmenso afuera, una región límbica, un ayer anticipado, un olvido prematuro.