Mañana retorna Carol...ya me anda por verla, abrazarla y darle un gran beso y... todo lo demás, vendrá después.
Friday, December 05, 2003
Pornoshop
Me gustan los pornoshops. Digamos que después de las librerías, tiendas de discos y licorerías, es el tipo de comercio que más me interesa visitar. Aunque no soy un gran comprador de pornografía, las más de las veces me entretengo de mirón. La primera vez que visité un pornoshop fue en Toronto Canadá. Yo sabia de la existencia de este tipo de tiendas, pero nunca las había visto hasta entonces.
El comercio de artefactos sexuales está en pañales en nuestro país. En realidad, los pocos pornoshops mexicanos que he visto me dan una inmensa pena. Parece que arrastran una inmensa culpa, una vergüenza muy católica. Recuerdo en el Mercado Juárez de Monterrey, un puestucho, perdido en el segundo piso. La mercancía oculta en una covacha trasera. Muy jodida. No vayamos muy lejos: aquí en Tijuana, una ciudad con una vida sexual de lo más activa, la Black Line está para dar pena. Sí, está en una buena zona como la Río, pero la tienda está del asco. Entras y por supuesto, el hardcore, llámese revistas, videos y consoladores, está en la parte trasera. Si me metes para allá, el dependiente, un pinche gordo cebo, se va en chinga detrás de ti y te pone marca personal. Sientes como si estuvieras com-prando algo clandestino. Ni soñar que vayas en compañía de tu pareja a echar un vistazo. En el fondo creen que ese giro comercial es para puro viejo caliente solitario y puñetero. Para colmo, la Black Line tiene un surtido limitadísimo, raquítico diría yo y a precios de oro. No mames, ¿a quien quieren engañar? Como si no tuviéramos la opción San Diego. Y perdonen el rampante malinchismo, pero es que la Black Line no tiene un carajo que hacer frente a las pornoshops sandieguinas. Les pongo el mejor ejemplo: La tienda Hustler de la Calle 6. No te pases de lanza, vaya tienda; bonita, amplia, bien iluminada. Hay lencería, ropa diversa con el logo de la Hustler, diseños muy creativos y por supuesto chingo de revistas, DVD, consoladores, látigos, parafernalia dominatrix y de más. La tienda es atendida por jovencitas que bien podrían ser modelos de la propia Hustler. Bonitas las niñas. Una acá, con chingo de tatoos, una manga a lo Nicky Six. Música de Duran Duran, atmósfera cool. Nada que ver con la mierda de cuchitril de la Black y su pinche gordo de mierda. La F Street, es más modesta comparada con la Hustler, pero como quiera se defiende, además del ser el Sanborns del porno, pues permite hojear revistas sin compromiso.
Yo he ido con Carol a mirujear en muchos pornoshops alrededor del Mundo. Recuerdo uno en París. El empleado, un amable francesito muy correcto, nos explicaba muy doctamente en el idioma de Balzac la función de los consoladores, mientras yo hacía esfuerzos por recordar mis lecciones en el Liceo Anglo Francés. Ni hablar de Amsterdam, el paraíso del Pornoshop. Ahí, Carol y yo visitamos el Sex Museum, una de las principales atracciones de esta divertida ciudad, aparte del museo de Rembrandt, el museo Van Gogh y el museo de la Mota y el Hash. Ya en anteriores escritos he hablado del St Pauli en Hamburgo, el paraíso de las tiendas sadomasoquistas y el hard core sin contemplaciones. Me gustaría que en México floreciera la industria del pornoshop, pero nuestros católicos complejos lo impiden. Además, ya veo que mi periódico me pediría hacer un pinche reportaje moralista condenando a la hoguera este giro comercial. Así las cosas, tal vez esta Navidad me anime a comprar una artículo de la Hustler, que por cierto, no es barata. Nadie dijo que Larry Flynt fuera un pobretón.
Los complejos de la aristocracia
El Artículo 12 Constitucional crea grandes traumas entre la aristocracia mexicana. Como todo buen estudiante de derecho sabe, este Artículo prohíbe los títulos de nobleza en México y garantiza la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Siendo la aristocracia mexicana tan pintoresca y rimbombante, no dudo que muchos empresarios, juniors, políticos panistas y cerdos de similar ralea ostentarían orgullosos títulos como El Duque de la Colonia Hipódromo, el Conde de la Chapultepec o el Príncipe de Real del Mar. La aristocracia mexicana necesita sentirse admirada, elevada a categoría divina. Por ello disfrutan tanto saliendo en fotografías. Pongo un ejemplo: En la década de los 70, en Monterrey, el Periódico El Norte era el segundón de la plaza debajo de un viejo y anacrónico diario llamado El Porvenir. Un día, un señor llamado Ramón Alberto Garza tuvo a bien fundar un pequeño suplemento extra llamado Sierra Madre que se encartaba en El Norte sólo en el Municipio de San Pedro Garza García y reseñaba las fiestas de los empresarios, los juniors, los bautizos y de más parafernalia ridícula. Fue un éxito total. En poco tiempo El Norte barrio parejo y se transformó en el superlíder de la plaza. Hoy sus suplementos salen tres veces al día y en todas las colonias fresas de Monterrey. Hay suplemento La Silla, Cumbres y no me acuerdo que mierda más. Las jovencitas agotan las ediciones y pasan la mañana buscándose o buscando a sus amigos en las fotos. Creo que las revistas ya entraron en esa dinámica, pues últimamente veo demasiadas publicaciones de muy buen papel y excelente fotografía dónde dedican enorme espacio a reseñar las fiestas de la aristocracia mexicana. No son artistas, no son gente farandulera, son simples aristócratas, personas cuyo único encanto es haber nacido en un hogar podrido en capital. Pronto se aburrieron de ver princesas de Mónaco y reinas de España y las mexicanas (y mexicanos) decidieron buscarse a si mismas en las páginas de las revistas haciendo gala de un derroche de frivolidad, una sobredosis de jugos narcisos. Y yo les canto como la Polla Records: Acordaos que bajo vuestros culos, están afilando los dientes que les quedan.
Música para mis oídos
Camino por la Avenida Revolución- Los comerciantes y jaladores me asedian: Naked girls, big pussy waiting for you, the finest masaje, mexican art, taxi, ¿you want a taxi?- Es inútil. Soy su peor negocio, su terrible decepción. Un güero que habla español, que carga pesos y no dólares, que como buen regiomontano sabe como ahorrar dinero y que hasta ahora jamás ha comprado algo en un puesto de la Revo, ni ha cogido con una puta. Doy vuelta en la Calle Sexta. Un niño mixteco me sigue corriendo, se para delante de mis piernas y extiende su mano. No se resigna a mi indiferencia y me sigue un buen rato, pero no logra obtener una sola moneda, primero, porque efectivamente, no traigo cambio que darle y segundo, porque detesto la pordioserez institucionalizada de la Revo. Sé que la moneda que le dé, irá a parar al bolso de su codiciosa madre que observa a lo lejos y que ha hecho de la limosna un estilo de vida, enseñando a su hijo a creer que un rubio siempre está cargado de dólares y que en Navidad suele verse afectado por ataques de católica piedad. Me dirijo a la Ciruela Eléctrica. He dejado apartados algunos discos. Mis primeras compras compulsivas navideñas. Consumista consumado. He aquí las elecciones: Tierra Santa, Sangre de Reyes, una banda española de heavy metal muy clásico, con riffs muy a lo Maiden en la época del Powerslave. Buenos guitarristas y puros temas históricos: David y el Gigante, La Ciudad Secreta, Juana de Arco, La Armada Invencible, El Laberinto del Minotauro, son algunas de las rolas que conforman este disco, que escucho en este preciso instante. Segunda adquisición: Rush in Rio- Un disco triple del concierto de esta banda en Brasil en el 2002, en la mismita gira que los fui a ver a San Diego, octubre del 2002 para ser exactos. Un señor concierto, memorable, uno de los mejores conciertos a los que he acudido en mi vida. Me da mucho gusto que hayan grabado un Live de esta memorable gira. El set list es idéntico, abren con Tom Sawyer y cierran con Working Man. 29 rolitas en total, más de tres horas de virtuosismo musical. Y vaya que me consta que ese concierto en verdad dura eso, incluidos los solos de Neil Peart y hasta un cuento. Tercera adquisición: Pescado Rabioso, Artaud. Todo un misterio para mí. El Pescado es recomendación de PG Beas a cuyo oído musical tengo inmensa fe. Aún no lo escucho. Me preparo para hacerlo al llegar a casa. De pilón y sólo por ser un cliente distinguido, el Sergio me regaló otro del Pescado Rabioso, llamado simplemente Pescado donde vienen rolitas como Panadero Ensoñado, Iniciado y Poseído del Alba y La Cereza del Zar. Gracias por el detalle. Salgo de ahí, cargado con mis objetos de placer. El niño mixteco se ha ido, por lo que no hay riesgo de culpas católico-burguesas por mi derroche y yo emprendo el retorno de nuevo por la Revo escuchando el coro de meseros y jaladores quienes cual hienas hambrientas sueñan con darle una buena tajada a mi navideña cartera. Señores, en vez de vender margaritas con aguardiente y putas con celulitis, deberían tratar de venderme unos buenos discos rockeros que alegren mi vida como este de Rush que me estoy fletando en este preciso momento y que me está poniendo en excelente estado. There s a trouble in the forest... A huevo The Trees- Rolonón-
Prendidón como estoy con el disquito, me permito incluir en Eterno Retorno la reseña que hice del concierto de Rush, publicada en Frontera el 27 de septiembre de 2002 con chingonas fotos de Tizoc Santibáñez- - La había subido ya? Vale madre, fue un conciertazo- Va de nuez-
Sonido preciso como ayer, como hoy
Hipnotiza Rush a seguidores
La banda canadiense dejó al público que asistió a su concierto entre la euforia y el asombro al realizar un viaje musical por temas de sus 28 años de carrera.
Por Daniel Salinas Basave
Chula Vista, California (PH)
dsalinas@frontera.info
Cual si la noche californiana fuera una gigantesca batería, miles de brazos se alzaron golpeando el cielo con imaginarias baquetas, mientras otros, en hipnótico silencio, se preguntaban como un trío puede ser capaz de crear y ejecutar música con tan obsesiva precisión.
Y es que después de vivir un concierto de Rush nada puede ser igual, máxime cuando la banda dedicó más de tres horas a desparramar virtudes musicales.
El recorrido incluyó una muestra de todo lo hecho entre los 28 años que separan su renacentista “Vapor Trails” del 2002, de ese nostálgico trabajo titulado simplemente “Rush”, nacido en 1974, cuando un grupo de jóvenes que trabajaban en una gasolinera, empezaban a innovar la forma de hacer música en los bares de Toronto.
Haciendo gala de puntualidad canadiense, las luces del Coors Ampitheatre de Chula Vista se apagaron exactamente a las ocho de la noche y tras casi un minuto en la oscuridad, se escuchó la inconfundible entrada de “Tom Sawyer”.
Las luces se encendieron.
Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart estaban ahí, saludando a su emocionado auditorio y rompiendo los cánones al iniciar la velada con esa pieza dedicada al héroe más famoso de la saga de Mark Twain, misma que tradicionalmente han usado para despedirse.
Con semejante introducción, el público estaba más que en sintonía cuando los de Toronto recetaron “Distant Early Warning”, “New World Man”, “Roll The Bones”, “Earthshine”, esta última de su más reciente creación, para continuar con “The Big Money”.
Sin abusar demasiado del discurso, Geddy Lee dio entrada a una canción que hacía varios tours no era escuchada sobre un escenario y que habla sobre cierto problema en lo profundo de un bosque entre los árboles de maple: “The Trees”, un clásico de su álbum “Hemispheres” a la que siguió “Feewill” del “Permanent Waves”.
Cuando las luces volvieron a encenderse y Geddy Lee anunció la llegada del intermedio, tanto los fanáticos como los hasta ese día indiferentes a la música de Rush, parecían tener demasiado claro que un concierto así no puede menos que inmortalizarse en el recuerdo.
Tras un cuarto de hora en el que todo fue una constante desbandada hacia el puesto de las camisas del recuerdo y una larga fila en torno a las cervezas, comenzó la segunda parte.
Fue ahí donde el trío demostró que si lo suyo es tocar endemoniadamente bien sus instrumentos, su equipo de producción hace lo propio a la hora de inyectarle al espectáculo una buena dosis de tecnología.
La figura de un juguetón dragoncito apareció en las pantallas gigantes y al tomar entre sus manos un disco de banda, arrojó una bocanada de fuego que salió de la pantalla e hizo erupción en el escenario al tiempo que Rush reaparecía ejecutando “One Little Victory”, pieza de inusitada fuerza que recuerda sus más antiguos trabajos y que abre su nuevo álbum.
A partir de ese momento todo fueron cambios de imágenes en las pantallas y juegos de rayos láser apuntando en todas direcciones del auditorio, mientras los músicos daban saltos en el tiempo e interpretaban lo mismo una pieza con la carga sentimental de “Ghost Rider” o “Secret Touch” de su último álbum, que un clásico de su época más estilizada tecnológicamente hablando como “Red Sector A” del “Grace Under Pressure”
Y claro, cuando se tiene enfrente a un hechicero de los tambores, no podía faltar una buena dosis de Neil Peart poniendo en evidencia que cada parte de sus extremidades parece haber sido diseñada por la naturaleza para tocar una batería en todas las formas posibles e imposibles.
Después de casi 20 minutos de en que los miles de espectadores yacían hipnotizados por el bataqueo de Peart, Lifeson y Lee dieron un descanso a su baterista y se dedicaron a demostrar que también saben tocar con maestría guitarras acústicas.
Tocó el turno a Alex de enseñar que además de tocar guitarra también sabe chiflar, contar cuentos de animales y aderezar la noche con un blues sabrosón, perfecto preámbulo para un opus de ciencia ficción como la inmortal “Overture” del “2112”.
Tras el recorrido por las estrellas, la mesa estaba puesta para redondear la noche con “Limelight” y “The Spirit of The Radio”, con la cual pretendieron despedirse, pero después de una velada así, decir adiós resultaba demasiado doloroso y sin hacerse mucho del rogar, el trío de la Provincia de Ontario retornó a sus puestos.
Tras más de tres horas de ensueño musical, una reliquia de 28 años como “Working Man”, fue la encargada de dar ahora sí la despedida definitiva.
La noche era fresca, los rayos láser parecían haber dejado una estela en el universo y en el interior de miles de almas que se encaminaban a la salida, retumbaba aún el sonar de una mágica batería.
Me gustan los pornoshops. Digamos que después de las librerías, tiendas de discos y licorerías, es el tipo de comercio que más me interesa visitar. Aunque no soy un gran comprador de pornografía, las más de las veces me entretengo de mirón. La primera vez que visité un pornoshop fue en Toronto Canadá. Yo sabia de la existencia de este tipo de tiendas, pero nunca las había visto hasta entonces.
El comercio de artefactos sexuales está en pañales en nuestro país. En realidad, los pocos pornoshops mexicanos que he visto me dan una inmensa pena. Parece que arrastran una inmensa culpa, una vergüenza muy católica. Recuerdo en el Mercado Juárez de Monterrey, un puestucho, perdido en el segundo piso. La mercancía oculta en una covacha trasera. Muy jodida. No vayamos muy lejos: aquí en Tijuana, una ciudad con una vida sexual de lo más activa, la Black Line está para dar pena. Sí, está en una buena zona como la Río, pero la tienda está del asco. Entras y por supuesto, el hardcore, llámese revistas, videos y consoladores, está en la parte trasera. Si me metes para allá, el dependiente, un pinche gordo cebo, se va en chinga detrás de ti y te pone marca personal. Sientes como si estuvieras com-prando algo clandestino. Ni soñar que vayas en compañía de tu pareja a echar un vistazo. En el fondo creen que ese giro comercial es para puro viejo caliente solitario y puñetero. Para colmo, la Black Line tiene un surtido limitadísimo, raquítico diría yo y a precios de oro. No mames, ¿a quien quieren engañar? Como si no tuviéramos la opción San Diego. Y perdonen el rampante malinchismo, pero es que la Black Line no tiene un carajo que hacer frente a las pornoshops sandieguinas. Les pongo el mejor ejemplo: La tienda Hustler de la Calle 6. No te pases de lanza, vaya tienda; bonita, amplia, bien iluminada. Hay lencería, ropa diversa con el logo de la Hustler, diseños muy creativos y por supuesto chingo de revistas, DVD, consoladores, látigos, parafernalia dominatrix y de más. La tienda es atendida por jovencitas que bien podrían ser modelos de la propia Hustler. Bonitas las niñas. Una acá, con chingo de tatoos, una manga a lo Nicky Six. Música de Duran Duran, atmósfera cool. Nada que ver con la mierda de cuchitril de la Black y su pinche gordo de mierda. La F Street, es más modesta comparada con la Hustler, pero como quiera se defiende, además del ser el Sanborns del porno, pues permite hojear revistas sin compromiso.
Yo he ido con Carol a mirujear en muchos pornoshops alrededor del Mundo. Recuerdo uno en París. El empleado, un amable francesito muy correcto, nos explicaba muy doctamente en el idioma de Balzac la función de los consoladores, mientras yo hacía esfuerzos por recordar mis lecciones en el Liceo Anglo Francés. Ni hablar de Amsterdam, el paraíso del Pornoshop. Ahí, Carol y yo visitamos el Sex Museum, una de las principales atracciones de esta divertida ciudad, aparte del museo de Rembrandt, el museo Van Gogh y el museo de la Mota y el Hash. Ya en anteriores escritos he hablado del St Pauli en Hamburgo, el paraíso de las tiendas sadomasoquistas y el hard core sin contemplaciones. Me gustaría que en México floreciera la industria del pornoshop, pero nuestros católicos complejos lo impiden. Además, ya veo que mi periódico me pediría hacer un pinche reportaje moralista condenando a la hoguera este giro comercial. Así las cosas, tal vez esta Navidad me anime a comprar una artículo de la Hustler, que por cierto, no es barata. Nadie dijo que Larry Flynt fuera un pobretón.
Los complejos de la aristocracia
El Artículo 12 Constitucional crea grandes traumas entre la aristocracia mexicana. Como todo buen estudiante de derecho sabe, este Artículo prohíbe los títulos de nobleza en México y garantiza la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Siendo la aristocracia mexicana tan pintoresca y rimbombante, no dudo que muchos empresarios, juniors, políticos panistas y cerdos de similar ralea ostentarían orgullosos títulos como El Duque de la Colonia Hipódromo, el Conde de la Chapultepec o el Príncipe de Real del Mar. La aristocracia mexicana necesita sentirse admirada, elevada a categoría divina. Por ello disfrutan tanto saliendo en fotografías. Pongo un ejemplo: En la década de los 70, en Monterrey, el Periódico El Norte era el segundón de la plaza debajo de un viejo y anacrónico diario llamado El Porvenir. Un día, un señor llamado Ramón Alberto Garza tuvo a bien fundar un pequeño suplemento extra llamado Sierra Madre que se encartaba en El Norte sólo en el Municipio de San Pedro Garza García y reseñaba las fiestas de los empresarios, los juniors, los bautizos y de más parafernalia ridícula. Fue un éxito total. En poco tiempo El Norte barrio parejo y se transformó en el superlíder de la plaza. Hoy sus suplementos salen tres veces al día y en todas las colonias fresas de Monterrey. Hay suplemento La Silla, Cumbres y no me acuerdo que mierda más. Las jovencitas agotan las ediciones y pasan la mañana buscándose o buscando a sus amigos en las fotos. Creo que las revistas ya entraron en esa dinámica, pues últimamente veo demasiadas publicaciones de muy buen papel y excelente fotografía dónde dedican enorme espacio a reseñar las fiestas de la aristocracia mexicana. No son artistas, no son gente farandulera, son simples aristócratas, personas cuyo único encanto es haber nacido en un hogar podrido en capital. Pronto se aburrieron de ver princesas de Mónaco y reinas de España y las mexicanas (y mexicanos) decidieron buscarse a si mismas en las páginas de las revistas haciendo gala de un derroche de frivolidad, una sobredosis de jugos narcisos. Y yo les canto como la Polla Records: Acordaos que bajo vuestros culos, están afilando los dientes que les quedan.
Música para mis oídos
Camino por la Avenida Revolución- Los comerciantes y jaladores me asedian: Naked girls, big pussy waiting for you, the finest masaje, mexican art, taxi, ¿you want a taxi?- Es inútil. Soy su peor negocio, su terrible decepción. Un güero que habla español, que carga pesos y no dólares, que como buen regiomontano sabe como ahorrar dinero y que hasta ahora jamás ha comprado algo en un puesto de la Revo, ni ha cogido con una puta. Doy vuelta en la Calle Sexta. Un niño mixteco me sigue corriendo, se para delante de mis piernas y extiende su mano. No se resigna a mi indiferencia y me sigue un buen rato, pero no logra obtener una sola moneda, primero, porque efectivamente, no traigo cambio que darle y segundo, porque detesto la pordioserez institucionalizada de la Revo. Sé que la moneda que le dé, irá a parar al bolso de su codiciosa madre que observa a lo lejos y que ha hecho de la limosna un estilo de vida, enseñando a su hijo a creer que un rubio siempre está cargado de dólares y que en Navidad suele verse afectado por ataques de católica piedad. Me dirijo a la Ciruela Eléctrica. He dejado apartados algunos discos. Mis primeras compras compulsivas navideñas. Consumista consumado. He aquí las elecciones: Tierra Santa, Sangre de Reyes, una banda española de heavy metal muy clásico, con riffs muy a lo Maiden en la época del Powerslave. Buenos guitarristas y puros temas históricos: David y el Gigante, La Ciudad Secreta, Juana de Arco, La Armada Invencible, El Laberinto del Minotauro, son algunas de las rolas que conforman este disco, que escucho en este preciso instante. Segunda adquisición: Rush in Rio- Un disco triple del concierto de esta banda en Brasil en el 2002, en la mismita gira que los fui a ver a San Diego, octubre del 2002 para ser exactos. Un señor concierto, memorable, uno de los mejores conciertos a los que he acudido en mi vida. Me da mucho gusto que hayan grabado un Live de esta memorable gira. El set list es idéntico, abren con Tom Sawyer y cierran con Working Man. 29 rolitas en total, más de tres horas de virtuosismo musical. Y vaya que me consta que ese concierto en verdad dura eso, incluidos los solos de Neil Peart y hasta un cuento. Tercera adquisición: Pescado Rabioso, Artaud. Todo un misterio para mí. El Pescado es recomendación de PG Beas a cuyo oído musical tengo inmensa fe. Aún no lo escucho. Me preparo para hacerlo al llegar a casa. De pilón y sólo por ser un cliente distinguido, el Sergio me regaló otro del Pescado Rabioso, llamado simplemente Pescado donde vienen rolitas como Panadero Ensoñado, Iniciado y Poseído del Alba y La Cereza del Zar. Gracias por el detalle. Salgo de ahí, cargado con mis objetos de placer. El niño mixteco se ha ido, por lo que no hay riesgo de culpas católico-burguesas por mi derroche y yo emprendo el retorno de nuevo por la Revo escuchando el coro de meseros y jaladores quienes cual hienas hambrientas sueñan con darle una buena tajada a mi navideña cartera. Señores, en vez de vender margaritas con aguardiente y putas con celulitis, deberían tratar de venderme unos buenos discos rockeros que alegren mi vida como este de Rush que me estoy fletando en este preciso momento y que me está poniendo en excelente estado. There s a trouble in the forest... A huevo The Trees- Rolonón-
Prendidón como estoy con el disquito, me permito incluir en Eterno Retorno la reseña que hice del concierto de Rush, publicada en Frontera el 27 de septiembre de 2002 con chingonas fotos de Tizoc Santibáñez- - La había subido ya? Vale madre, fue un conciertazo- Va de nuez-
Sonido preciso como ayer, como hoy
Hipnotiza Rush a seguidores
La banda canadiense dejó al público que asistió a su concierto entre la euforia y el asombro al realizar un viaje musical por temas de sus 28 años de carrera.
Por Daniel Salinas Basave
Chula Vista, California (PH)
dsalinas@frontera.info
Cual si la noche californiana fuera una gigantesca batería, miles de brazos se alzaron golpeando el cielo con imaginarias baquetas, mientras otros, en hipnótico silencio, se preguntaban como un trío puede ser capaz de crear y ejecutar música con tan obsesiva precisión.
Y es que después de vivir un concierto de Rush nada puede ser igual, máxime cuando la banda dedicó más de tres horas a desparramar virtudes musicales.
El recorrido incluyó una muestra de todo lo hecho entre los 28 años que separan su renacentista “Vapor Trails” del 2002, de ese nostálgico trabajo titulado simplemente “Rush”, nacido en 1974, cuando un grupo de jóvenes que trabajaban en una gasolinera, empezaban a innovar la forma de hacer música en los bares de Toronto.
Haciendo gala de puntualidad canadiense, las luces del Coors Ampitheatre de Chula Vista se apagaron exactamente a las ocho de la noche y tras casi un minuto en la oscuridad, se escuchó la inconfundible entrada de “Tom Sawyer”.
Las luces se encendieron.
Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart estaban ahí, saludando a su emocionado auditorio y rompiendo los cánones al iniciar la velada con esa pieza dedicada al héroe más famoso de la saga de Mark Twain, misma que tradicionalmente han usado para despedirse.
Con semejante introducción, el público estaba más que en sintonía cuando los de Toronto recetaron “Distant Early Warning”, “New World Man”, “Roll The Bones”, “Earthshine”, esta última de su más reciente creación, para continuar con “The Big Money”.
Sin abusar demasiado del discurso, Geddy Lee dio entrada a una canción que hacía varios tours no era escuchada sobre un escenario y que habla sobre cierto problema en lo profundo de un bosque entre los árboles de maple: “The Trees”, un clásico de su álbum “Hemispheres” a la que siguió “Feewill” del “Permanent Waves”.
Cuando las luces volvieron a encenderse y Geddy Lee anunció la llegada del intermedio, tanto los fanáticos como los hasta ese día indiferentes a la música de Rush, parecían tener demasiado claro que un concierto así no puede menos que inmortalizarse en el recuerdo.
Tras un cuarto de hora en el que todo fue una constante desbandada hacia el puesto de las camisas del recuerdo y una larga fila en torno a las cervezas, comenzó la segunda parte.
Fue ahí donde el trío demostró que si lo suyo es tocar endemoniadamente bien sus instrumentos, su equipo de producción hace lo propio a la hora de inyectarle al espectáculo una buena dosis de tecnología.
La figura de un juguetón dragoncito apareció en las pantallas gigantes y al tomar entre sus manos un disco de banda, arrojó una bocanada de fuego que salió de la pantalla e hizo erupción en el escenario al tiempo que Rush reaparecía ejecutando “One Little Victory”, pieza de inusitada fuerza que recuerda sus más antiguos trabajos y que abre su nuevo álbum.
A partir de ese momento todo fueron cambios de imágenes en las pantallas y juegos de rayos láser apuntando en todas direcciones del auditorio, mientras los músicos daban saltos en el tiempo e interpretaban lo mismo una pieza con la carga sentimental de “Ghost Rider” o “Secret Touch” de su último álbum, que un clásico de su época más estilizada tecnológicamente hablando como “Red Sector A” del “Grace Under Pressure”
Y claro, cuando se tiene enfrente a un hechicero de los tambores, no podía faltar una buena dosis de Neil Peart poniendo en evidencia que cada parte de sus extremidades parece haber sido diseñada por la naturaleza para tocar una batería en todas las formas posibles e imposibles.
Después de casi 20 minutos de en que los miles de espectadores yacían hipnotizados por el bataqueo de Peart, Lifeson y Lee dieron un descanso a su baterista y se dedicaron a demostrar que también saben tocar con maestría guitarras acústicas.
Tocó el turno a Alex de enseñar que además de tocar guitarra también sabe chiflar, contar cuentos de animales y aderezar la noche con un blues sabrosón, perfecto preámbulo para un opus de ciencia ficción como la inmortal “Overture” del “2112”.
Tras el recorrido por las estrellas, la mesa estaba puesta para redondear la noche con “Limelight” y “The Spirit of The Radio”, con la cual pretendieron despedirse, pero después de una velada así, decir adiós resultaba demasiado doloroso y sin hacerse mucho del rogar, el trío de la Provincia de Ontario retornó a sus puestos.
Tras más de tres horas de ensueño musical, una reliquia de 28 años como “Working Man”, fue la encargada de dar ahora sí la despedida definitiva.
La noche era fresca, los rayos láser parecían haber dejado una estela en el universo y en el interior de miles de almas que se encaminaban a la salida, retumbaba aún el sonar de una mágica batería.
Thursday, December 04, 2003
Adiós al Monólogo
Debe ser la saudade que se infiltra por mis venas con la ausencia de Carol, pero después de casi un año de existencia, Eterno Retorno ha decidido dejar de monologar e inaugura un tag para recibir comentarios, escupitajos, mentadas y todo aquello que salga de la imaginación del improbable lector que se de una vuelta por estos rumbos. Gracias a mi compañero Angelopolis por la valiosa ayuda Y en los próximos días para celebrar su primer aniversario Eterno Retorno se propone cambiar de diseño, para lo cual ocuparé el apoyo de los expertos cibernéticos que le inteligen a estos robots de Asimov.
Para todo mal, Mezcal
(crónica de una solitaria pisteada con fines medicinales)
Ayer por la tarde me sentía mal- Acudí a ver a la doctora del trabajo y luego de diagnosticar que me cargo una laringitis aguda, me recetó una serie de medicamentos. Escaflam y no me acuerdo que otros. Muchos líquidos además. La cuestión es que a las 18:30 de la tarde salí hecho madre del trabajo con la firme idea de llegar a tiempo a casa para ver el Tigres vs Cruz Azul. Por supuesto, la Avenida Internacional estaba hasta el culo y yo sufrí una crisis de encabronamiento. Llegando a Playas, recordé que debía pasar a comprar mis medicinas, pero hice caso omiso a la receta y decidí adquirir el único remedio que lo cura todo, el elixir sagrado capaz de redimirme en toda circunstancia, un mágico potaje elaborado en Oaxaca llamado Mexcal Gusano Rojo. Una vez que adquirí la milagrosa poción en el Calimax de Playas, tomé la carretera escénica y me fui hecho madre entre la densa neblina. Ya se me hacía que empezaba el partido y me caga de sobremanera perderme goles. Llegué a la casa, abrí en putiza y prendí la tele. El partido por fortuna iba comenzando apenas. Coloqué el mágico potaje sobre la super charola de cama, limones partidos, un poco de sal, galletas saladas, ensalada de cangrejo y queso Philadelphia. Tigres tocando la pelota en orden, precisos, como relojito. Un caballito de mezcal tocó fondo. Gol anulado a la Máquina. Arbitro justo. Otro caballito y GOL DE MI WALTER GAYTÁN, A HUEVO, otro caballito. Silvera tuvo el segundo, chíngale, atajadón del Conejo, con eso los matábamos. Otro caballito y una cerveza, Heineken para ser precisos. Claudio y Hugo son la mejor pareja de centrales del futbol mexicano, precisos, sobrios, seguros, e imponentes. Saavedra y Mario Ruiz los mejores carrileros. Los Delgado intentaban hacer diabluras, pero Campagnuolo estaba en su noche. Otro caballito y de pronto, los de la porra Libres y Locos y los de Santa Catarina le acomodan soberana putiza a un pinche puerco con corte de madrina de la judicial. A huevo. Como bien dice Judith, fue lo mejor del partido (después de golazo de Gaytán claro está) Triunfo del Tigre que ya tiene un píe y medio en semifinal. No es que me confíe, pero la Máquina ocupará algo más que una genialidad del Chelito Delgado para ganar por dos goles en San Nico. Ayer por la mañana en el trabajo traía mi camisa de mezclilla con el logo de Tigres y abajo el jersey original. Hoy también traigo la camisa puesta. Es mi cábala. Cuando Tigres juega duermo con la camisa puesta un día antes y la llevo puesta todo el día y si ganan, la conservo puesta para dormir esa noche y al día siguiente. Ustedes dirán: Puta madre, así ha de oler, pero no hay nada que temer, pues tengo más de 10 camisetas originales de los Tigres de distintas temporadas, amarillas, azules y de entrenamiento, eso por no hablar de los artículos como sudaderas y camisas. Es mi segunda piel. Acabando el partido le hablé a Carol a Guadalajara y platicamos un buen rato. Siempre me da tristeza colgar. Me platicó que fue a la FIL y me compró tres libros: Gracias amor. Prendido como estaba anoche por el triunfo Tigre, seguí poniéndole al mezcal. Para mi el mezcal es punto y aparte. O sea, hay bebidas alcohólicas y mezcal. Hay que tenerle su respeto al Señor y debo advertir que no acepta a cualquiera. Es como el Jícuri (al que Don Juan llamaba mezcalito) Mucha gente le hace el feo al mezcal, pues creen que es una mierda como el aguardiente Viva Villa, pero la verdad es que un buen mezcal es más puro y rico que cualquier pinche tequila Don Julio o Don sepalachingada reserva del patrón. Mi iniciación con el mezcal data del verano de 1991 en las Playas de Puerto Escondido, pero ya hablaré de ello en un futuro. Como era de esperarse, me puse a escuchar música a todo volumen. Primero Blind Guardian, luego DIO, chingo de DIO, luego, paso lógico, Rainbow para terminar con los imprescindibles: Sabbath y Zeppelin. El Gusano Rojo iba a la mitad y además me había descorchado otro par de cervezas (Heineken y Noche Buena para ponerle el toque navideño a la pisteada) Al final, me quedé bien jetón en el sillón de la sala. Ni rastro del dolor de garganta y ni rastro de la pinche tos. Dormí a toda madre. Y yo pensando en medicinas, olvidando el elíxir que cura todo padecimiento físico o moral. Y es que para todo mal, Mezcal y para todo bien...pos también Y ARRIBA LOS TIGRES CABRONES-
Debe ser la saudade que se infiltra por mis venas con la ausencia de Carol, pero después de casi un año de existencia, Eterno Retorno ha decidido dejar de monologar e inaugura un tag para recibir comentarios, escupitajos, mentadas y todo aquello que salga de la imaginación del improbable lector que se de una vuelta por estos rumbos. Gracias a mi compañero Angelopolis por la valiosa ayuda Y en los próximos días para celebrar su primer aniversario Eterno Retorno se propone cambiar de diseño, para lo cual ocuparé el apoyo de los expertos cibernéticos que le inteligen a estos robots de Asimov.
Para todo mal, Mezcal
(crónica de una solitaria pisteada con fines medicinales)
Ayer por la tarde me sentía mal- Acudí a ver a la doctora del trabajo y luego de diagnosticar que me cargo una laringitis aguda, me recetó una serie de medicamentos. Escaflam y no me acuerdo que otros. Muchos líquidos además. La cuestión es que a las 18:30 de la tarde salí hecho madre del trabajo con la firme idea de llegar a tiempo a casa para ver el Tigres vs Cruz Azul. Por supuesto, la Avenida Internacional estaba hasta el culo y yo sufrí una crisis de encabronamiento. Llegando a Playas, recordé que debía pasar a comprar mis medicinas, pero hice caso omiso a la receta y decidí adquirir el único remedio que lo cura todo, el elixir sagrado capaz de redimirme en toda circunstancia, un mágico potaje elaborado en Oaxaca llamado Mexcal Gusano Rojo. Una vez que adquirí la milagrosa poción en el Calimax de Playas, tomé la carretera escénica y me fui hecho madre entre la densa neblina. Ya se me hacía que empezaba el partido y me caga de sobremanera perderme goles. Llegué a la casa, abrí en putiza y prendí la tele. El partido por fortuna iba comenzando apenas. Coloqué el mágico potaje sobre la super charola de cama, limones partidos, un poco de sal, galletas saladas, ensalada de cangrejo y queso Philadelphia. Tigres tocando la pelota en orden, precisos, como relojito. Un caballito de mezcal tocó fondo. Gol anulado a la Máquina. Arbitro justo. Otro caballito y GOL DE MI WALTER GAYTÁN, A HUEVO, otro caballito. Silvera tuvo el segundo, chíngale, atajadón del Conejo, con eso los matábamos. Otro caballito y una cerveza, Heineken para ser precisos. Claudio y Hugo son la mejor pareja de centrales del futbol mexicano, precisos, sobrios, seguros, e imponentes. Saavedra y Mario Ruiz los mejores carrileros. Los Delgado intentaban hacer diabluras, pero Campagnuolo estaba en su noche. Otro caballito y de pronto, los de la porra Libres y Locos y los de Santa Catarina le acomodan soberana putiza a un pinche puerco con corte de madrina de la judicial. A huevo. Como bien dice Judith, fue lo mejor del partido (después de golazo de Gaytán claro está) Triunfo del Tigre que ya tiene un píe y medio en semifinal. No es que me confíe, pero la Máquina ocupará algo más que una genialidad del Chelito Delgado para ganar por dos goles en San Nico. Ayer por la mañana en el trabajo traía mi camisa de mezclilla con el logo de Tigres y abajo el jersey original. Hoy también traigo la camisa puesta. Es mi cábala. Cuando Tigres juega duermo con la camisa puesta un día antes y la llevo puesta todo el día y si ganan, la conservo puesta para dormir esa noche y al día siguiente. Ustedes dirán: Puta madre, así ha de oler, pero no hay nada que temer, pues tengo más de 10 camisetas originales de los Tigres de distintas temporadas, amarillas, azules y de entrenamiento, eso por no hablar de los artículos como sudaderas y camisas. Es mi segunda piel. Acabando el partido le hablé a Carol a Guadalajara y platicamos un buen rato. Siempre me da tristeza colgar. Me platicó que fue a la FIL y me compró tres libros: Gracias amor. Prendido como estaba anoche por el triunfo Tigre, seguí poniéndole al mezcal. Para mi el mezcal es punto y aparte. O sea, hay bebidas alcohólicas y mezcal. Hay que tenerle su respeto al Señor y debo advertir que no acepta a cualquiera. Es como el Jícuri (al que Don Juan llamaba mezcalito) Mucha gente le hace el feo al mezcal, pues creen que es una mierda como el aguardiente Viva Villa, pero la verdad es que un buen mezcal es más puro y rico que cualquier pinche tequila Don Julio o Don sepalachingada reserva del patrón. Mi iniciación con el mezcal data del verano de 1991 en las Playas de Puerto Escondido, pero ya hablaré de ello en un futuro. Como era de esperarse, me puse a escuchar música a todo volumen. Primero Blind Guardian, luego DIO, chingo de DIO, luego, paso lógico, Rainbow para terminar con los imprescindibles: Sabbath y Zeppelin. El Gusano Rojo iba a la mitad y además me había descorchado otro par de cervezas (Heineken y Noche Buena para ponerle el toque navideño a la pisteada) Al final, me quedé bien jetón en el sillón de la sala. Ni rastro del dolor de garganta y ni rastro de la pinche tos. Dormí a toda madre. Y yo pensando en medicinas, olvidando el elíxir que cura todo padecimiento físico o moral. Y es que para todo mal, Mezcal y para todo bien...pos también Y ARRIBA LOS TIGRES CABRONES-
Wednesday, December 03, 2003
Frío
Nunca he sido friolento. De hecho me he cansado de repetir que prefiero siempre y en cualquier circunstancia el frío al calor. Recuerdo mis correrías invernales en Nueva Inglaterra. Los fines de semana, por la mañana, dejaba mi bicicleta amarrada en la desolada estación de Acton y tomaba el tren hacia Boston. Por la noche retornaba a la estación y de los manubrios de la bici colgaban estalactitas de hielo. Después recorría pedaleando los aproximadamente 12 kilómetros que me separaban del poblado de Groton. Pese a los guantes, mis nudillos estaban abiertos, desgarrados como un cuero viejo.
La casa de la familia Davy en Groton estaba en lo alto de una colina que en invierno se cubría de nieve. La familia Davy me regaló un deslizador de color azul en la Navidad de 1986.
Acostado sobre mi nuevo juguete, me arrojaba colina abajo, unos 200 o 300 metros de pronunciada pendiente. Al llegar a terreno plano, el deslizador y por consiguiente mi cuerpo, quedaban sepultados bajo tremendos bombones de nieve. Yo tenía 12 años de edad, era inmensamente feliz y supe por vez primera lo que se sentía revolcarse en ese estado del H2O llamado nieve. 10 años después, en la Navidad de 1996, volví a deslizarme sobre el mismo artefacto y en la misma colina retacada igualmente de nieve. Tenía entonces 22 años, me encontraba en casa de la familia Davy y volví a ser inmensamente feliz. Recuerdo una noche de noviembre, caminando por las desoladas calles de Reykjavik en busca del único Youth Hostel de Islandia. El suelo bajo mis píes era una enorme pista de hielo y la posibilidad de encontrar abierto el YH era por demás incierta. Lo encontré, ubicado a un costado del estadio nacional de Islandia. Para mi sorpresa, era atendido por un hondureño. Fueron tres días llenos de sorpresas en esa pequeña y hermosa ciudad donde Leif Eriksonn y Björk están elevados a la categoría de héroes nacionales. El frío boreal me redimía y yo sigo afirmando hoy en día que si debiera elegir mi país ideal para habitar en este Mundo, ese país sería, sin duda alguna, Islandia.
El frío de Escocia no le pide nada al de Islandia e incluso podría afirmar que es aún más crudo. En busca de emular las hazañas de los personajes de Irvine Welsh, salimos una noche un argentino, un italiano y yo en busca de Guiness y escocesas a los antros de la Princess Avenue en Edimburgo. El frío y los precios en libras esterlinas no nos inhibieron. Al final, también proclamé mi amor por la tierra de Brave Heart.
Anoche Tijuana me resulto espantosamente frío. Fue una madrugada congelante. Una tos nocturna y vampírica que jamás se digna a aparecer bajo la luz del día, me estuvo martirizando. El jarabe que compré en la farmacia Gusher le hizo a mi pinche tos lo que el aire a Juárez. Esa señora que llaman Chingada me estaba cargando a cuestas. Yo, el hombre de hielo, amante de sagas vikingas y heladas noches boreales, me estaba cagando de frío en mi propia casa. Hacienda del Mar me resultaba una suerte de glacial antártico. Tos, insomnio, soledad e incertidumbre, deseos de mandar todo al carajo. El frío es también una cuestión espiritual. Un cuerpo solo en una cama se enfría más que una caguama en la hielera. Nunca he pasado frío cuando Carolina duerme a mi lado. Ayer fue mi segunda noche en soledad y sentí dormir en un iglú. Mis ideas están congeladas, mis deseos también. Lo he comprobado una vez más: Una noche sólo puede ser dulce cuando hay dos cuerpos en una cama.
Nunca he sido friolento. De hecho me he cansado de repetir que prefiero siempre y en cualquier circunstancia el frío al calor. Recuerdo mis correrías invernales en Nueva Inglaterra. Los fines de semana, por la mañana, dejaba mi bicicleta amarrada en la desolada estación de Acton y tomaba el tren hacia Boston. Por la noche retornaba a la estación y de los manubrios de la bici colgaban estalactitas de hielo. Después recorría pedaleando los aproximadamente 12 kilómetros que me separaban del poblado de Groton. Pese a los guantes, mis nudillos estaban abiertos, desgarrados como un cuero viejo.
La casa de la familia Davy en Groton estaba en lo alto de una colina que en invierno se cubría de nieve. La familia Davy me regaló un deslizador de color azul en la Navidad de 1986.
Acostado sobre mi nuevo juguete, me arrojaba colina abajo, unos 200 o 300 metros de pronunciada pendiente. Al llegar a terreno plano, el deslizador y por consiguiente mi cuerpo, quedaban sepultados bajo tremendos bombones de nieve. Yo tenía 12 años de edad, era inmensamente feliz y supe por vez primera lo que se sentía revolcarse en ese estado del H2O llamado nieve. 10 años después, en la Navidad de 1996, volví a deslizarme sobre el mismo artefacto y en la misma colina retacada igualmente de nieve. Tenía entonces 22 años, me encontraba en casa de la familia Davy y volví a ser inmensamente feliz. Recuerdo una noche de noviembre, caminando por las desoladas calles de Reykjavik en busca del único Youth Hostel de Islandia. El suelo bajo mis píes era una enorme pista de hielo y la posibilidad de encontrar abierto el YH era por demás incierta. Lo encontré, ubicado a un costado del estadio nacional de Islandia. Para mi sorpresa, era atendido por un hondureño. Fueron tres días llenos de sorpresas en esa pequeña y hermosa ciudad donde Leif Eriksonn y Björk están elevados a la categoría de héroes nacionales. El frío boreal me redimía y yo sigo afirmando hoy en día que si debiera elegir mi país ideal para habitar en este Mundo, ese país sería, sin duda alguna, Islandia.
El frío de Escocia no le pide nada al de Islandia e incluso podría afirmar que es aún más crudo. En busca de emular las hazañas de los personajes de Irvine Welsh, salimos una noche un argentino, un italiano y yo en busca de Guiness y escocesas a los antros de la Princess Avenue en Edimburgo. El frío y los precios en libras esterlinas no nos inhibieron. Al final, también proclamé mi amor por la tierra de Brave Heart.
Anoche Tijuana me resulto espantosamente frío. Fue una madrugada congelante. Una tos nocturna y vampírica que jamás se digna a aparecer bajo la luz del día, me estuvo martirizando. El jarabe que compré en la farmacia Gusher le hizo a mi pinche tos lo que el aire a Juárez. Esa señora que llaman Chingada me estaba cargando a cuestas. Yo, el hombre de hielo, amante de sagas vikingas y heladas noches boreales, me estaba cagando de frío en mi propia casa. Hacienda del Mar me resultaba una suerte de glacial antártico. Tos, insomnio, soledad e incertidumbre, deseos de mandar todo al carajo. El frío es también una cuestión espiritual. Un cuerpo solo en una cama se enfría más que una caguama en la hielera. Nunca he pasado frío cuando Carolina duerme a mi lado. Ayer fue mi segunda noche en soledad y sentí dormir en un iglú. Mis ideas están congeladas, mis deseos también. Lo he comprobado una vez más: Una noche sólo puede ser dulce cuando hay dos cuerpos en una cama.
Tuesday, December 02, 2003
Asesinar la soledad
Carolina se ha marchado a Guadalajara y yo me dedico a descubrir lo triste, lo desierta, lo absurda y lo imbécil que sería la vida sin ella. Se marcha una semana a tomar un semanario sobre pruebas psi-cológicas y asuntos relativos a su profesión. Yo me quedo solo una semana a descubrir porque los workaholiks pueden quedarse en el trabajo hasta la media noche y venir en sus días de descanso. Por una razón muy simple: Están solos en el mundo. Si no hay razón para retornar a casa, mejor quedarte encadenado a tu computadora hasta altas horas.
Anoche me sentí extraño, simplemente no me hallaba. La casa ordenada, con el arbolito navideño encendido y sin embargo carente de alma. Cené un poco de ensalada de cangrejo y me puse a escu-char música a un volumen considerablemente alto, WASP y Rob Halford acapararon el repertorio mientras leía Sostiene Pereira y bebía una botella de Merlot. Las bocinas retumbaban y yo daba vueltas en la sala como un jaguar en su jaula. Me detenía a mirar el pinito y luego mi cara en el espejo como si buscara una respuesta o una revelación que no llegaba. Cuando no está Carolina me pongo compulsivo. Me da por beber y reventar las bocinas pero no consigo encontrar la tranquilidad. Habi-tualmente Carolina tiene uno o dos viajes al año, todos relativos a Congresos y seminarios. Yo hasta ahora había mantenido un promedio de por lo menos una cobertura foránea al año y en ocasiones hasta tres. Pero en este año ninguno de los dos había viajado. Hasta ahora, en casi cinco años de vida en común, nuestra separación más larga fue de poco más de tres semanas cuando fui a Nueva York en septiembre de 2001.
Desde octubre de 2002 que regresé del Foro de APEC en Los Cabos, todas las noches las habíamos pasado juntos. Es más, en esta nueva casa nunca había dormido solo. Luego entonces, pasar una no-che en compañía de mi propia soledad no me sentó nada bien. Dormí de la rechingada. Para empezar me fui a acostar como a la 1:30, pero no me podía quedar dormido. Aparte, como si fuera embrujo, me empezó a dar una pinche tos cagante, así nomás de la nada, sin decir agua va.
Hoy me siento mal, con la cabeza pesada y las ideas en coma. Siempre me sienta mal la ausencia de Carolina y me doy cuenta de que si ella no estuviera en mi vida, yo sería un ser terriblemente nocivo para el mundo. Ella se encarga de hacer brotar mis buenas vibras, mis buenos sentimientos, todo lo que tiene que ver con lo bonito. El mundo debe estar agradecido a su dios que yo no esté solo. De otra manera tal vez sería terrorista o asesino serial o me no me tocaría el corazón para ir pateando culos por las calles para tratar de redimir las malas vibras y el instinto asesino que me cargo cuando estoy conmigo mismo.
Carolina se ha marchado a Guadalajara y yo me dedico a descubrir lo triste, lo desierta, lo absurda y lo imbécil que sería la vida sin ella. Se marcha una semana a tomar un semanario sobre pruebas psi-cológicas y asuntos relativos a su profesión. Yo me quedo solo una semana a descubrir porque los workaholiks pueden quedarse en el trabajo hasta la media noche y venir en sus días de descanso. Por una razón muy simple: Están solos en el mundo. Si no hay razón para retornar a casa, mejor quedarte encadenado a tu computadora hasta altas horas.
Anoche me sentí extraño, simplemente no me hallaba. La casa ordenada, con el arbolito navideño encendido y sin embargo carente de alma. Cené un poco de ensalada de cangrejo y me puse a escu-char música a un volumen considerablemente alto, WASP y Rob Halford acapararon el repertorio mientras leía Sostiene Pereira y bebía una botella de Merlot. Las bocinas retumbaban y yo daba vueltas en la sala como un jaguar en su jaula. Me detenía a mirar el pinito y luego mi cara en el espejo como si buscara una respuesta o una revelación que no llegaba. Cuando no está Carolina me pongo compulsivo. Me da por beber y reventar las bocinas pero no consigo encontrar la tranquilidad. Habi-tualmente Carolina tiene uno o dos viajes al año, todos relativos a Congresos y seminarios. Yo hasta ahora había mantenido un promedio de por lo menos una cobertura foránea al año y en ocasiones hasta tres. Pero en este año ninguno de los dos había viajado. Hasta ahora, en casi cinco años de vida en común, nuestra separación más larga fue de poco más de tres semanas cuando fui a Nueva York en septiembre de 2001.
Desde octubre de 2002 que regresé del Foro de APEC en Los Cabos, todas las noches las habíamos pasado juntos. Es más, en esta nueva casa nunca había dormido solo. Luego entonces, pasar una no-che en compañía de mi propia soledad no me sentó nada bien. Dormí de la rechingada. Para empezar me fui a acostar como a la 1:30, pero no me podía quedar dormido. Aparte, como si fuera embrujo, me empezó a dar una pinche tos cagante, así nomás de la nada, sin decir agua va.
Hoy me siento mal, con la cabeza pesada y las ideas en coma. Siempre me sienta mal la ausencia de Carolina y me doy cuenta de que si ella no estuviera en mi vida, yo sería un ser terriblemente nocivo para el mundo. Ella se encarga de hacer brotar mis buenas vibras, mis buenos sentimientos, todo lo que tiene que ver con lo bonito. El mundo debe estar agradecido a su dios que yo no esté solo. De otra manera tal vez sería terrorista o asesino serial o me no me tocaría el corazón para ir pateando culos por las calles para tratar de redimir las malas vibras y el instinto asesino que me cargo cuando estoy conmigo mismo.
Monday, December 01, 2003
Quiero volver a estudiar
Hoy por la mañana acudí a dar una plática a la UABC, concretamente a Humanidades. Me pidieron que hablara sobre géneros periodísticos. Me gusta ir a las universidades y me gusta empaparme de esa dulce utopía. Extraño el aula. Muy tarde descubrí que los estudios universitarios no son un medio, sino un fin en si mismo. Me sucedió algo similar hace unos meses, cuando Rafa Saavedra me invitó a participar a un panel en Humanidades junto con mi colega Héctor Javier de Zeta. Vi a los estudiantes y sentí envidia de ellos y tuve deseos de estar otra vez en un aula.
Quiero volver a estudiar, siempre lo he deseado, pero yo recibí mi título universitario un 18 de mayo de 1996 y desde entonces no piso una escuela en calidad de alumno.
Ojo, no quiero estudiar, como le sucede a muchos ilusos con afán de superarme como persona y os-tentar un título de maestría que me permita colocarme mejor en la vida profesional. Eso es un ab-surdo. En términos utilitarios, estudiar no sirve de nada. Yo soy un licenciado en derecho que jamás recibió una clase de periodismo y llevo 10 años metido en esto. Quiero estudiar por el mero placer de hacerlo, de poder hacer del conocimiento mi tarea oficial en la vida. Estudiar es una utopía, una dulce y bella utopía. Los estudiantes creen que están en camino de llegar a algo, que se están preparando, construyendo los peldaños de su vida, sin darse cuenta que ya llegaron, que eso que tienen en sus manos es bastante chingón. Me gustaría hacer como Humphery Blogart, que ha vuelto a los estudios. En verdad admiro su decisión y estoy seguro de que tarde o temprano seguiré sus pasos.
Yo no voy a decir la clásica estupidez de que salir a desempeñarse en el mundo profesional es la rea-lidad y el aula la utopía. La vida profesional es igualmente falsa, una vil alucinación de mal gusto. La diferencia es que cuando estudias tu fin, en teoría, es conocer. Cuando trabajas, tu único fin posible es hacer dinero, poseer, hacerte de patrimonio, casa propia, carro, nivel de vida y luchar cada día para no caer en el infierno de la pobreza. Pendejadas que te impone el sistema capitalista si te metes a su mierda de juego.
Los chicos de comunicación
Por lo que a la exposición respecta me fue bien. Hablé durante dos horas que se me fueron volando. La maestra, una chica llamada Ixel, tuvo un accidente al abrir la reja de la Sala Audiovisual. Se prensó el dedo en la reja y de inmediato empezó a sangrar de manera copiosa. Chingo de sangre, al grado que el piso quedó cubierto de gotas rojas. Luego me pidieron que les explicara los pasos para escribir una nota informativa y cómo le hago para saber que es lo importante. Dije algunas verdades: Para hacer periodismo se necesita puro y vil sentido común, y un poquito de astucia zorra que te regala la calle, pero puedes prescindir de unas clases. Basta con saber contar las cosas con coherencia, tener un poquito de lógica para saber qué es lo importante y lo intrascendente. Les dije que el perio-dismo, como la prostitución, se aprende en la calle y que en realidad no necesitas estudios universi-tarios para ejercerlo. Claro, no les dije que les espera una realidad muy culera cuando traten de buscar chamba, que se toparán con empresas caciques que les pagarán sueldos de hambre, que en el mundo del periodismo somos pocos los que podemos vivir únicamente de la profesión y trabajar para un solo medio sin tener que buscar ingresos extras y caer tan bajo al grado de prostituirte y hacerle los boletines o la comunicación oficial a un político (el grado más acabado e indigno de prostitución al que puede caer un periodista, según yo) No les recomendé que mejor se preparen en un taller de carpintería o mecánica, pues esos oficios tienen más futuro que el periodismo.
Me gusta convivir con estudiantes de comunicación aunque jamás en mi vida me pasó por la cabeza estudiar esa carrera. Y mira que en mi familia hay comunicólogos. Mi mamá estudió comunicación, una tía, un tío y un primo a los que aprecio muchísimo también. Ninguno de ellos ejerce hoy en día algo parecido al periodismo. Yo en cambio, el único abogado de la familia después de mi abuelo, soy un viejo periodista de 29 años que desde 1993 está metido en este pantano de arenas movedizas del que no puede salir y que por razones incomprensibles canta a todo pulmón esta rola de Andrés Calamaro: Siempre elegí la misma dirección, la difícil la que usa el salmón.
Hoy por la mañana acudí a dar una plática a la UABC, concretamente a Humanidades. Me pidieron que hablara sobre géneros periodísticos. Me gusta ir a las universidades y me gusta empaparme de esa dulce utopía. Extraño el aula. Muy tarde descubrí que los estudios universitarios no son un medio, sino un fin en si mismo. Me sucedió algo similar hace unos meses, cuando Rafa Saavedra me invitó a participar a un panel en Humanidades junto con mi colega Héctor Javier de Zeta. Vi a los estudiantes y sentí envidia de ellos y tuve deseos de estar otra vez en un aula.
Quiero volver a estudiar, siempre lo he deseado, pero yo recibí mi título universitario un 18 de mayo de 1996 y desde entonces no piso una escuela en calidad de alumno.
Ojo, no quiero estudiar, como le sucede a muchos ilusos con afán de superarme como persona y os-tentar un título de maestría que me permita colocarme mejor en la vida profesional. Eso es un ab-surdo. En términos utilitarios, estudiar no sirve de nada. Yo soy un licenciado en derecho que jamás recibió una clase de periodismo y llevo 10 años metido en esto. Quiero estudiar por el mero placer de hacerlo, de poder hacer del conocimiento mi tarea oficial en la vida. Estudiar es una utopía, una dulce y bella utopía. Los estudiantes creen que están en camino de llegar a algo, que se están preparando, construyendo los peldaños de su vida, sin darse cuenta que ya llegaron, que eso que tienen en sus manos es bastante chingón. Me gustaría hacer como Humphery Blogart, que ha vuelto a los estudios. En verdad admiro su decisión y estoy seguro de que tarde o temprano seguiré sus pasos.
Yo no voy a decir la clásica estupidez de que salir a desempeñarse en el mundo profesional es la rea-lidad y el aula la utopía. La vida profesional es igualmente falsa, una vil alucinación de mal gusto. La diferencia es que cuando estudias tu fin, en teoría, es conocer. Cuando trabajas, tu único fin posible es hacer dinero, poseer, hacerte de patrimonio, casa propia, carro, nivel de vida y luchar cada día para no caer en el infierno de la pobreza. Pendejadas que te impone el sistema capitalista si te metes a su mierda de juego.
Los chicos de comunicación
Por lo que a la exposición respecta me fue bien. Hablé durante dos horas que se me fueron volando. La maestra, una chica llamada Ixel, tuvo un accidente al abrir la reja de la Sala Audiovisual. Se prensó el dedo en la reja y de inmediato empezó a sangrar de manera copiosa. Chingo de sangre, al grado que el piso quedó cubierto de gotas rojas. Luego me pidieron que les explicara los pasos para escribir una nota informativa y cómo le hago para saber que es lo importante. Dije algunas verdades: Para hacer periodismo se necesita puro y vil sentido común, y un poquito de astucia zorra que te regala la calle, pero puedes prescindir de unas clases. Basta con saber contar las cosas con coherencia, tener un poquito de lógica para saber qué es lo importante y lo intrascendente. Les dije que el perio-dismo, como la prostitución, se aprende en la calle y que en realidad no necesitas estudios universi-tarios para ejercerlo. Claro, no les dije que les espera una realidad muy culera cuando traten de buscar chamba, que se toparán con empresas caciques que les pagarán sueldos de hambre, que en el mundo del periodismo somos pocos los que podemos vivir únicamente de la profesión y trabajar para un solo medio sin tener que buscar ingresos extras y caer tan bajo al grado de prostituirte y hacerle los boletines o la comunicación oficial a un político (el grado más acabado e indigno de prostitución al que puede caer un periodista, según yo) No les recomendé que mejor se preparen en un taller de carpintería o mecánica, pues esos oficios tienen más futuro que el periodismo.
Me gusta convivir con estudiantes de comunicación aunque jamás en mi vida me pasó por la cabeza estudiar esa carrera. Y mira que en mi familia hay comunicólogos. Mi mamá estudió comunicación, una tía, un tío y un primo a los que aprecio muchísimo también. Ninguno de ellos ejerce hoy en día algo parecido al periodismo. Yo en cambio, el único abogado de la familia después de mi abuelo, soy un viejo periodista de 29 años que desde 1993 está metido en este pantano de arenas movedizas del que no puede salir y que por razones incomprensibles canta a todo pulmón esta rola de Andrés Calamaro: Siempre elegí la misma dirección, la difícil la que usa el salmón.