Gracias a todos los que nos han enviado mensajes y nos han expresado sus buenos deseos. Cada palabra suya nos llega al corazón en este momento. A toro (o a trailer) pasado, estos pensamientos cruzan por la cabeza de unos sobrevivientes.
1- La vida es polvo en ráfaga de viento, vela en la tormenta marina y por eso mismo es bellísima.
2- Puedes ser creyente o no, pero te juro que las misiones bajacalifornianas te dicen algo. Son recintos de lo sagrado. Dos horas antes de nuestro accidente estuvimos en una solitaria Misión de Mulegé. Nadie más que nosotros y el silencio. Fue un momento sublime. Después la catástrofe y la vuelta a la vida.
3- En el resto de nuestras vidas no nos cansaremos de promover el uso del cinturón de seguridad. Te puede parecer una ordinaria campaña políticamente correcta, pero para nosotros es la diferencia entre estar vivos o muertos. Nunca escatimes ni minimices las medidas de seguridad de un carro. También las bolsas de aire salvan vidas.
4- Baja California Sur es un bellísimo lugar que derrocha pureza. Su gente es noble, sus paisajes fascinantes. Hay playas que superan a las de la Riviera Maya, con la diferencia que aquí no encontrarás un resort y una horda desquiciada de turistas. Su lado salvaje es su atractivo pero también su condena, pues carece de infraestructura elemental. Hay cientos de kilómetros sin cobertura de celular y los servicios médicos son muy limitados. Nosotros pasamos más de una hora tirados en la arena en lo que llegó la ambulancia. La carretera, obvia decir, es peligrosa en extremo, una ruleta mortal. Ni hablar de la transportación. Estamos varados en Loreto porque Calafia Airlines canceló nuestro vuelo sin justificación alguna y Volaris solo vuela una vez a la semana. Si quieres venir aquí debes armarte de paciencia. Teníamos planeado hacer un viaje por tierra desde Tijuana a Cabos, pero creo que será en otra vida. Este riesgo no queremos volver a correrlo.
5- Es sublime estar vivos. Ama la vida, abraza cada instante. Es sublime ser vela en tempestad.
Saturday, July 20, 2019
Estamos vivos, juntos y vueltos a nacer, sintiendo que los minutos de esta madrugada no nos iba a ser dado vivirlos y sin embargo los vivimos. Acaso alguien decidió que los viviéramos. Muchas veces he escrito sobre la fragilidad de la vida, sobre lo que significa caminar con la muerte siempre a la izquierda, pero nada absolutamente sabia yo de eso. Nada. Eran sofismas literarios. Sólo hasta hoy pude dimensionarlo y es desgarrador, algo que derrumba cualquier metáfora. Una tarde cualquiera estás viviendo un momento sublime en una playa de ensueño y minutos después yaces al fondo de una loma, volcados, mordiendo la arena del desierto. El infierno habita a un parpadeo de distancia. Rebasamos al mismo tiempo que un trailer quien venía atrás de nosotros. Salimos disparados fuera de la carretera, volcados, sintiéndonos dentro de una licuadora siniestra. Mil cosas cruzan nuestras mentes pero al final solo una perdura: Gratitud y humildad ante la vida. Gratitud, gratitud, con la gente noble que nos ayudó, como Alfonso Villanueva y su hija Casandra o con el joven Carranza que dio primeros auxilios a Iker y Carol y gratitud con Alguien más que acaso obró el milagro. Veo a mi esposa y a mi hijo junto a mí en este amanecer y sólo sé que nunca acabaré de agradecerlo. Golpeados pero vivos y aunque aún falta valorar a fondo, parece que sin secuelas severas. De cualquier forma, en nuestras mentes y nuestros corazones nada podrá volver a ser igual. Algo brota a partir de esto. Gratitud, humildad, amor por la vida. Amar la vida honrarla, amar a los tuyos y nunca dejar de abrazarlos. El amor, la vida, la gratitud. Nada más tenemos y somos puro polvo, arena del desierto. Estamos vivos. Gracias. Solo eso.Polvo vivo, arena viva.