Los libros de Ikea
Tal vez Tomás Moro no habló de ella, pero Ikea es
esencialmente un reino utópico en cuyas habitaciones muestra todo funciona de
maravilla y el espacio está perfectamente distribuido. Sería lindo si existiera.
Lo primero que observo al llegar a la tienda son los libros
que adornan sus confortables utopías hogareñas. Todos son libros escritos en
sueco y algunos de ellos más o menos vintage, casi todos en ediciones de pasta
dura. Al menos tienen la decencia de no colocar bibliotecas de bisutería como
ciertas casas muestra en fraccionamientos pretenciosos que se permiten encimar esperpénticos
Quijotes huecos de falsa caoba. Un falso libro de ornato es para mí el non plus
ultra del mal gusto. Por fortuna los libros de Ikea son absolutamente reales.
Si yo hablara sueco podría sentarme en sus confortables sillones y ponerme a
leerlos.
Sin embargo, luego de observar diversas muestras de utópicas habitaciones,
concluyo que todas tienen exactamente los mismos libros: Ole Mattson, Matt
Britt Wiggh, Fran Aquilonia, Maaret Koskinen, Adam Haslett y Oriana Fallaci (la
única que conozco). Por su ausencia brillan grandes best seller del Noir sueco.
Nada de Henning Mankell, Camilla Läckberg, Stieg Larsson, Adjvide Lindqvist o
de los padres de la criatura, Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Vaya ni siquiera su
joya nacional Selma Lagerlöf, la primera mujer en obtener el Nobel de
literatura en 1909. Nada, nadita de nada.
En todos los utópicos islotes que muestran habitaciones,
estudios, salas de estar o bibliotecas, se repiten los mismos libros sin
variación. El mismo libro viejo de Oriana Fallaci se multiplica por veinte. La
industria editorial sueca es de las más boyantes de Europa. ¿Será que surte a
todos los Ikea del mundo con ejemplares idénticos? A ver, si yo llego con mis
ejemplares rescatados del tiradero del Fondo y les dono unos cuántos Samuráis ¿Aceptarán
ponerlos como muestra?
Pero la mayor utopía de los libreros de Ikea, es que en todos
sobra espacio. Vaya, les sobra más de la mitad, al grado que se dan el lujo de
adornarlos con su clásico alce de madera y otras cuantas figuritas. El
prototípico habitante del mundo Ikea tiene unos diez o quince libros cuando
mucho. Su habitación jamás luce desbordada o rebosante. Es ahí justamente donde
la puerca tuerce el rabo, porque tratándose de mí siempre habrá más libros que espacio.
No importa cuándo leas esto. En el lugar donde yo siente mis reales, sea casa u
oficina, el acervo bibliográfico estará siempre al borde del desmoronamiento,
la caósfera absoluta.