Hagan sus apuestas señores. Vamos cruzando quinielas. ¿Quién se lleva el Nobel de Literatura? Según El País los favoritos son Haruki Murakami, Alice Munro, Margaret Atwood, Philip Roth, Joyce Carol Oates, Cees Nooteboom, Svetlana Aleksijevitj y Ko Un. Según la casa de apuestas londinense Ladbrokes, los favoritos son Murakami (5-2, uno de los preferidos en las quinielas desde hace varios años), Munro (4-1) Aleksijevitj (6-1) y Oates (8-1). Este año ha desaparecido de los primeros lugares en las casas de apuestas Roth.
Obviamente el más celebrado sería Murakami, que en México tiene miles de lectores y es casi best seller. Vaya, el autor más vendido en la última Feria del Palacio de Minería, lo cual no es poca cosa. De Murakami tengo y he leído casi todo lo que se ha publicado en español. El que se haya vuelto un cliché hipster y un fenómeno pop no me hace mella. Yo he sido un fiel lector del japonés desde aquella tarde de 2003 en que empecé a leer Sputnik mi amor sentado bajo un árbol en el Parque Balboa y una década después comienzo con Después del terremoto que adquirí en la Feria del Pasaje Rodríguez. De Joyce Carol Oates he leído los relatos (¿novelas cortas?) de Infiel y en algún lugar de mi biblioteca yace sin leer aun ese ladrillo llamado La hija del sepulturero (uno de tantos libros que aguardan en sala de espera para cambiar mi vida). De Roth (el único autor vivo elevado a la categoría de leyenda en la American Library) leí hace poco Los hechos que me prestó mi amigo Gerardo Ortega y en su momento el Teatro de Sabbath y La Humillación, pero me falta Pastoral Americana (otro de esos libros que dicen “tengo que leer”) Del holandés Nooteboom tan solo he leído el libro de crónicas viajeras Hotel Nómada. A Ko y a Sveltana no tengo el gusto de conocerlos y con toda franqueza no sé si me he estado perdiendo de algo. Si alguno de ellos gana, en breve los veremos publicados en México y colocados en los aparadores de la Gandhi. Mi pronóstico es que Murakami no lo gana y no sé por qué me huele a Estados Unidos (Oates una candidata más que viable). Si yo chambeara en la Academia Sueca sin duda se lo daba a Ricardo Piglia (si el Papa y entrenador del Barcelona son argentinos, no veo por qué no Nobel) a Cormac McCarthy (posible candidato) o a Auster (a quien la crítica coloca en una suerte de segunda división estadounidense por debajo de Roth, De Lillo, Mc Carthy)
Por cierto, una duda: ¿si se lo dan a Pynchon conoceremos por fin su rostro? ¿Se dejará tomar una foto? Hagan sus apuestas. DSB
Wednesday, October 09, 2013
Monday, October 07, 2013
El invierno, que en Sierra Leona suele pasar desapercibido, llegó al hogar con la segunda y tercera carta de Umaru. El enero ucraniano es inhumanidad pura, una condena que puede matar al más rudo. Confinados en el galerón industrial, los aspirantes a jugadores profesionales mataban las horas consumiendo tabacos baratos y tés amargos mientras improvisaban trucos de cartas con apuestas de aire, racionando la poca comida y la magra dotación de mal vodka que les regalaron en Navidad. Tan crudo era el invierno, que el campeonato local ucraniano se suspendía por dos meses. En la densidad de las horas muertas, a Umaru no le quedaba otro refugio que escribir a su familia. Salir a caminar las calles nevadas para ir hasta el correo a dejar las cartas para Sierra Leona era un suicidio, pero Umaru, mal alimentado y peor abrigado, asumió el riesgo un par de veces. Morir congelado en la calle era mejor que pasar semanas confinado en un calabozo con otros trece pobres diablos con los que se comunicaba en monosílabos. Las temperaturas bajo cero no eran el único riesgo de salir. También estaba la policía y Umaru suponía que la imagen de un africano caminando en calles desoladas podía chocar a las autoridades. En caso de ser detenido, no llevaba encima ningún papel que acreditara su legal estancia en el país, pues su pasaporte había sido retenido por el promotor. La vida transcurría lenta, alimentada tan solo por la esperanza de la reapertura del mercado de fichajes en el campeonato ucraniano