Eterno Retorno

Thursday, October 16, 2003

Vamos al concierto

Bueno, pues finalmente ya tengo mi boleto para el concierto este fin de semana. Preguntarán ustedes: ¿Acaso vas a ir a ver a Pavarotti? Y la respuesta es: Ni madres, yo voy a ir a ver al señor King Diamond y a Entombed, quienes estarán cerrando un maratón metalero de más de 10 bandas en el 4&B de San Diego.
Mis oídos siempre estarán abiertos para escuchar a nuevas bandas metaleras poco conocidas, pero mi paciencia no aguanta estar encerrado 10 horas en un lugar pequeño viendo un grupo tras otro y por ello, creo que me limitaré a ver al Rey Diamante y a los suecos entumbados, aunque también traigo curiosidad por ver que hacen los sandieguinos de Cage.
De paso ya adquirí mi boletuko para acudir a ver a Slayer con Arch Enemy en el mismo sitio pero un mes después, concretamente el 21 de noviembre.
Aprovechando la vuelta por el centro de San Diego pasé por Sam Goddy y tuve a bien adquirir por el módico precio de 3.99 la nueva recopilación promocional de la Century Media Records llamada Identity. Este es el número 8 y desde 1996 me he dado a la tarea de coleccionar estas compilaciones con devoción.
Estas recopilaciones me han permitido conocer a muchas nuevas bandas y constatar la evolución de otras a las que les había perdido la pista. Muchas bandas de mi absoluto agrado como Sentenced, Nevermore, Blind Guardian, Jag Panzer entre otras fueron conocidas por mi gracias a Identity.
Grandes sorpresas de la recopilación #8: My Ruin con la rola made to measure y Watch Them Die con torn pages, misma que escucho en este instante. El primero escupe una furia adolescente rocanrollera muy con-tagiosa y el segundo recupera una atmósfera grind core que no escuchaba desde los tiempos de Carcass y Extreme Nosie Terror. También la vuelta a la agresividad de una banda célebre como Nevermore y las bien logradas combinaciones de Haste. Esperaba un poco más de Chidren of Bodom cuyo álbum Hate Crew Deathroll me había sido descrito como la octava maravilla. Lo mismo me sucede con Shadows Fall, banda que aún no acaba de hacer plena química conmigo. Lo poco que he escuchado de esta banda me agrada, aunque me parece sobrevalorada.

Por lo que respecta a Pavarotti, ya he lo he dicho con toda honestidad y desparpajo: Es algo que me vale reverenda madre. Felicito a Humphery Bloggart por su decisión de ir a bucear al Mar de Cortés en lugar de ir a ser partícipe de esa parodia social de políticos y empresarios encopetados a los que sin duda ni siquiera les gusta la ópera. Los peces y cetáceos de la axila de México son seres mucho más honestos que el atajo de pavos hipócritas que acudirá a ser retratada en la sección de Sociales mientras simulan conocer las canciones del gordinflón. Seamos realistas, no puede haber honestidad alguna en un evento que ha sido machacado hasta la saciedad por los medios. En la psicología advenediza de los seres que se dan importancia a si mismos, acudir a ver a Pavarotti significa formar parte del todo, estar dentro, dejarse ver y admirar. No acudir significa estar fuera. Disfrutar o no de la ópera pasa a segundo plano. De cualquier manera aunque se mueran del aburrimiento y no entiendan un carajo, dirán que fue excelso, paradisíaco, una experiencia divina e inolvidable. Yo en cambio agitaré las matas, beberé cerveza y gritaré incontables blasfemias, mismas que supongo deben estar prohibidas en Laguna Salada porque ni siquiera por pagar 600 cerdos dólares por rozarme con la alta suciedad, se me dará el derecho a eructar honestas injurias con olor a cerveza.
Dicen que es el evento del Siglo ¿Será? Bueno, para los tres años que lleva el Siglo XXI y tomando en cuenta que en Mexicali no se suele parar mucha gente a tocar, pues digamos que tienen derecho a considerarlo de esa forma. El Siglo cachanilla no está precisamente lleno de conciertos.

Cinco tijuaneros años

Hace cinco años, un día como hoy 16 de octubre, pisé por primera vez tierras tijuanenses sin imaginar siquiera que la ciudad se convertiría en mi lugar de residencia.
En aquel entonces solía cargar conmigo un diario que me acompañaba a todas partes y en donde escribía compulsivamente de la misma forma que ahora lo hago en el blog, con la diferencia de que la practicidad del papelito y la pluma me permitía descargar la tinta en el lugar de los hechos.
Como una forma de homenaje a este primer lustro bajacaliforniano, reproduzco de manera íntegra lo que escribí esa mañana mientras volaba de Monterrey a Tijuana.

16 de octubre de 1998 a bordo de un avión estacionado en el aeropuerto de Chihuahua--

- Al acariciar este papel tantas veces confesor mi pluma piloto se derramó o eyaculó. Las in-terpretaciones ahí las dejamos para al rato. Estoy enclaustrado o incubado dentro de un avión que recién aterrizó en Chihuahua. Que pirado está esto de los air planes. Se supondría que debería quedarme dormido pues he jeteado unas tres horas nada más, pero honestamente me vale madre, pues en los grandes días se duerme poco. Ayer andaba nervioso. Hoy simplemente no se, como que ando en actitud de muy acá. ¡Lo que te produce andar suspendido en el aire¡ La incógnita, el enigma será Carolina ¿Me esperará en el aeropuerto? ¿Cómo será ese encuentro? ¿Qué nos va a pasar? I don?t know. La tradición del alegre viajero vuelve a mí y me siento tan normal. Veremos como pinta este Chalifornian tour 98. Por lo pronto vamos a Hermosillo y espero dormir riquísimo aunque sea una pinche hora. Quiero ver a Carolina, darle un gran beso y listo...lo demás pues Deo Ignoto dirá. ..

Más tarde en algún lugar del cielo norteño-

- Continuamos pero ahora sí cual dust in the wind, es decir rolando por los aires encima de montañas chihuahuenses ¿O acaso sonorenses? Mientras esto sucede, las azafatas de este pajarraco de acero tienen a bien obsequiarme unos cacahuates liliputenses y un jugo tomatil sin alcohol mientras que esta aeronave va devorando los kilómetros que aún me separan de Carolina. Que bello es escapar, irte, irte, irte, vuela un jett hacia el Sur, la cósmica cintura hacia el folklórico ataúd de un DC- 10 que se hace estrellas contra el suelo, diría mi bien amado Charly García y delante de mi solo veo cabezas suspendidas en el anonimato de un asiento y voy volando, que invento tan increíble, voy volando, gritaré con risa de hiena. Tijuana- Tijuana- Tijuana, caliente- caliente- caliente. Que grande es México carajo, la verdad que es enorme. Chale, como que traigo obsesión por tomar jugos y este vuelo a Hermosillo no ha durado ni madre, pues la presión en el oído me indica que ya bajaremos. Ahí platicamos en tierra-

Más tarde, volando sobre el Mar de Cortés-

Volamos sobre la costa, la playa sonorense y lo que supongo yo es el Mar de Cortés está ante mí y me impresiona ver tantos y tantos kilómetros de costa desierta en toda la extensión de la palabra, pues no solo no hay gente, sino tampoco vegetación. Si no viera ante mí ese pedazo de tierra pensaría que el mar es el cielo, pues realmente son del mismo color. De hecho en este momento la tierra ya se pierde y entramos de lleno al mar. En la otra orilla de la Península, mirando al Pacífico, Carolina espera.

Estas palabras las escribí minutos antes de aterrizar en Tijuana por primera vez en mi vida. En el momento en que las escribía a bordo del avión, nada de lo que hoy es mi ciudad, la que literalmente recorro de punta a punta todos los días, existía para mí.
Debo haber aterrizado con la cara que ponen esos miles y miles de aventureros y migrantes que des-embarcan cada día en esta noble tierra.
En ese primer viaje estuve en Baja California del 16 de octubre al 1 de noviembre, aunque apenas y tuve tiempo de estar en Tijuana.
Dividí el viaje entre Rosarito, Ensenada y San Diego. A Tijuana solo llegamos un par de días y jamás pernocté aquí durante ese periodo. De Tijuana conocí la Revo, concretamente el Club A, y el Ranas en la Plaza Fiesta, además del restaurante chino de Agua Caliente (siempre como ahí pero olvido su nombre) Eso sí, dimos muchos roles por San Diego y pasamos deliciosos días en Ensenada, con Bufadora y cavas incluidas. Amé con furor los tacos de pescado y bendije una y mil veces la clemencia del clima. Aunque la región se me había hecho interesantísima, al volver a Monterrey no imaginaba que unos meses después vendría a vivir aquí para siempre.
Al cabo de cinco años he bebido mucha agua del Pacífico (aún no de la Presa, pues siempre he vivido en Playas) Si hubiera una carta tijuanense de nacionalización creo que ya la habría obtenido. Por for-tuna, hay muchas formas de ser tijuanense, mil y un maneras de vivir y asimilar esta ciudad. ¿Existe un código oficial de la tijuanería? ¿O hay un tijuanómetro capaz de medir los grados de tijuanéz que hay en mi sangre? ¿Podré ser incluido en una clasificación dentro de un tratado de tijuanología?
Con sus adolescentes 114 años de existencia, esta ciudad sí que es de todos los que en verdad quieren ser de ella. Mal que bien, ser migrante es la condición más típica de la tijuanería. Y sí se trata de hacer afirmaciones categóricas, lo digo sin metáforas ni aderezos: - Soy más feliz viviendo en Tijuana que en Monterrey-
Por lo que a mí respecta, (y no es propaganda del Ayuntamiento) me siento parte de Tijuana y quiero seguir viviendo en ella. A huevo que sí.

Pasos de Gutenberg
Rosario Tijeras
Jorge Franco Ramos
Editorial Mondadori

Por Daniel Salinas Basave

Cuando un país es devastado por una ola de violencia como le sucedió a Colombia en la infausta era del Cártel de Medellín, las secuelas del baño de sangre pronto se ven reflejadas en la literatura.
Una obra de periodismo literario como Noticia de un secuestro y una genialidad del humor negro como La Virgen de los sicarios son los productos editoriales más célebres derivados de esta carnicería.
Rosario Tijeras, novela del autor antioqueño Jorge Franco Ramos, es la pieza perfecta que completa esta posible trilogía con una fórmula romántica.
Y es que pese a ser la historia de una asesina, Rosario Tijeras no es ni por asomo una novela negra ni sigue uno solo de los patrones de los clásicos del crimen. Más bien se puede afirmar que es una novela de amor en todo el sentido de la palabra.
Franco Ramos nos cuenta la historia de Rosario Tijeras, una joven sicaria de las comunas del Medellín de los tiempos de Pablo Escobar. Su apodo se origina de una anécdota según la cual siendo niña capó a un hombre que intentó abusar de ella. Este infortunado violador viene a ser el primer eslabón de una larga cadena de asesinatos que consumará Rosario a lo largo de su corta vida.
La contundencia de la primera frase de la novela, marca el ritmo que seguirá la prosa a lo largo de toda la historia: -Como a Rosario le pegaron un tiro mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte-.
El narrador es el hombre del corazón roto que nunca debe faltar en toda historia romántica, quien mientras aguarda afuera del cuarto de hospital en donde agoniza Rosario herida de bala, empieza a contar la historia de su amor no correspondido.
Siempre relegado a segundo plano, el narrador es el abnegado confidente de Rosario que debe resignarse a verla convertida en la novia de su mejor amigo.
Franco Ramos explota la imagen de la bella joven armada hasta los dientes que no se toca el corazón para mandar al otro mundo a cuanto enemigo se atreviese en su camino, figura que por cierto no es en absoluto novedosa.
Sin embargo sería inexacto describir a Rosario Tijeras como una mujer fatal o una sádica vampiresa sedienta de sangre. Al contrario; la razón por la que el personaje de Franco Ramos logra enamorar a los lectores es por su aparente inocencia. Pese a haber crecido en un mundo lleno de balas, Rosario es una chica de buenos sentimientos que escucha canciones románticas.
A tal grado ha conquistado el corazón de los lectores colombianos, que Rosario Tijeras sigue en este momento la ruta casi inevitable de todo éxito editorial: La pantalla grande.
La película se está rodando actualmente en Medellín y todo hace indicar que estará en las carteleras el año entrante.
Aunque me parece un tanto exagerada la afirmación del crítico Jorge Consuegra quién sostiene que en Colombia ha terminado la era de García Márquez y ha iniciado la de Franco Ramos, lo cierto es que es que el éxito de Rosario Tijeras en tierras cafetaleras ha batido marcas editoriales.
Y la regla no escrita de la industria editorial marca que la llegada al cine de una novela, significa una nueva edición del libro, en cuya portada aparecerán seguramente los actores de la película y se apuntarán otros tantos miles de ejemplares vendidos a la cuenta.
Ahora que si de odiosas comparaciones se trata, me parece encontrar ciertos paralelismos entre Ro-sario Tijeras y La Virgen de los Sicarios, novela que le antecede por cinco años.
Ambas novelas encarnan la violencia de las comunas de Medellín en una figura adolescente que sin perder su toque de inocencia, se transforma en ángel exterminador. Al igual que sucederá con Tijeras, La Virgen fue llevada a la pantalla grande.
Digamos que el libro de Franco Ramos es el hermano bueno o políticamente correcto del libro de Vallejo.
La Virgen de los Sicarios se ha dedicado a espantar “buenas conciencias” por su humor negro, su mordaz crítica social y el descarnado nihilismo de su autor, por no hablar de la condición homosexual de los personajes. Rosario Tijeras en cambio no asustará a nadie.
Pese a su entorno de extrema violencia, Rosario Tijeras es una historia de amor convencional. Hay ternura, buenos sentimientos, un poco de comicidad y hasta cierto toque erótico y aunque las páginas parecieran estar salpicadas por la sangre de tanto muerto, es posible que Rosario Tijeras le arranque más de una lágrima a algún romántico lector.




Tuesday, October 14, 2003

Por primera vez en cuatro años y medio no trabajé en un día por cuestiones relativas a mi cuerpo.
Una carne asada el domingo por la noche y un exceso de chorizo procedente de un puerquito de dudoso origen cuya muerte acaeció hace mucho tiempo, hicieron pedazos a mi estómago. Además de regalarme un insomnio cuya crueldad hará época, los pedazos animales devastaron mi aparato digestivo en proporciones considerables.
Por primera vez en toda mi historia laboral pasé un lunes hábil en casa. Lo dediqué casi enteramente a leer La falsa pista, una novela policíaca del sueco Henning Mankell. Pensé que sería una mañana eterna pero el tiempo pasó volando y a las 17:00 Carolina estaba de regreso.
Luego entonces me di cuenta, una vez más, de cuanto amo la paz y el alejamiento. Borrar el periodismo de mi mente, aunque sea solo unas horas y entregarme a las mil y un posibilidades que tiene estar en casa rodeado de tanto buen libro. Lo siento por quienes tuvieron que trabajar por mí. Favor con favor se paga-

Las visitaciones de la Santísima Muerte

Una botella de vino blanco y otra de tinto, ambas de Santa Helana, acompañaron una deliciosa lasaña que preparó Carolina la tarde del sábado. Hermoso atardecer, suculenta lasaña, buena música, sexo rico y espontáneo en la sala y el deseo de eternizar ese instante, de agarrar al Carpe Diem de los huevos y congelarlo dentro de un iceberg. Quiero morir en una tarde feliz. Quiero morir una tarde como la del sábado.

Y suele suceder que la Santísima Muerte te toca el hombro en instantes como ese. Se lo agradecería mucho en verdad. Prefiero que me sorprenda en una tarde como esa a tener que aguardarla en la cama mugrienta de un hospital. Los días más felices me gustan para morir. Hay que retirarse de la vida justo en el momento en que tienes todos los elementos para afirmar que amas la vida. Ahora pienso que la Muerte pudo haber llegado el sábado. Cuando la noche es aún muy joven, llevas dos botellas de vino y tienes todos los deseos en su punto para seguir prolongando la felicidad, tu mayor problema es que se hayan agotado las reservas vinícolas. La única alternativa es ir a comprar más, pero el super más cercano es el Calimax de Rosarito y para llegar ahí debo manejar unos cuantos kilómetros por la carretera escénica. No tardo nada, vuelvo en diez minutos, dije yo, pero Carolina prefirió que no fuera y decidimos seguir la velada tomando agua mineral. Y después, cuando ya estábamos en la cama, tuve algo así como una revelación, una certeza incuestionable de que de haber ido, habría muerto en la oscura carretera, repleta de borrachos sabatinos como yo. Nunca tengo supersticiones ni presentimientos, simplemente pensé que de haber ido a comprar más vino, la Santísima se hubiera subido de copiloto como lo suele hacer siempre, con la diferencia de esta noche se hubiera decidido a tocarme el hombro. Me hubiera gustado morir en un día así, pero ese día no era el sábado 11 de octubre.