Ayer en la Corregidora se cruzó una mórbida línea
Soy y he sido siempre un
apasionado del futbol. A lo largo de mi vida he acudido a cientos de partidos en
nueve países del mundo y les juro que nunca había visto tanta saña, cobardía, vileza y
mala entraña como la de Querétaro. Ayer
se cruzó una mórbida línea. Lo visto en la Corregidora es lo más bajo y
desalmado, propio de basura humana. Estando yo en el estadio, lo más salvaje
que me ha tocado presenciar ocurrió en Avellaneda en noviembre de 2006, durante
un clásico Independiente vs Racing,
cuando una bronca en la tribuna, con lumbre incluida, motivó la intervención de
la policía bonarense que irrumpió arrojando gas pimienta indiscriminadamente.
Fue la única vez en mi vida que he sabido lo que se siente ser gaseado. Independiente lo ganaba 2-0 con dos goles del
Rolfi Montenegro y el árbitro suspendió el partido al minuto 65. Me
impresionaba el nivel de tensión y la seguridad casi bélica alrededor del
estadio, pero lo de Querétaro fue mucho peor. Hace algunos años pensaba que
algo así era impensable en México, pero hoy compruebo cuán equivocado estaba. He ido a ocho estadios diferentes en Argentina
y a casi todos los de la primera división mexicana, pero nunca en casi 40 años
de ir regularmente al futbol había visto a enfermos depravados masacrando a
patadas cuerpos desnudos o agrediendo a mujeres y niños solo por traer una
camiseta rojinegra. Lo más tenso que me había pasado en un estadio mexicano fue
que me arrojaran hielazos y vasos con meados por entrar con camiseta de Tigres
al viejo estadio Corona del Santos o presenciar una bronca colectiva en un
Pumas vs América en 1989, pero fuera de eso la fiesta había transcurrido en
paz. Vaya, aquí en Tijuana siempre que hay un Xolos vs Tigres acudo con mi camiseta felina y nunca nadie me
ha molestado. Sí, lo reconozco, como aficionado Tigre suelo echar carrilla muy
pesada y a veces mis burlas contra los rayados se pasan de hirientes, pero
nunca he sentido el impulso de dañar o agredir físicamente a alguien por traer
otra camiseta. ¿Cuánta mierda y cuántos traumas debe haber en la cabeza de
alguien que es capaz de agredir a una mujer o a un niño por llevar otros
colores? Me hiere admitirlo, pero la de Querétaro es la vibra y el espíritu que nos está
impregnando como país. Un México dividido, radicalizado, rabioso, polarizado a
niveles enfermizos. Entras a Twitter cada mañana y todo son linchamientos,
lapidaciones, peroratas fanatizadas y una absoluta intolerancia hacia el que
piensa distinto. Hace algunos años escribí una novelita corta llamada Predrag,
basada en la historia real de los hinchas radicales del Estrella Roja de
Belgrado que en 1991 fueron reclutados por el Tigre Arkan y conformaron el
comando paramilitar más desalmado y sanguinario de la guerra balcánica, cuya
labor era la “limpieza” étnica en Bosnia y Croacia. Esos aficionados del
Estrella eran psicológicamente idénticos a los de Querétaro. Ponles un fusil en
las manos y sin duda serán sicarios, torturadores, verdugos de guerra. Tengo
muchas ganas de llevar a Iker a ver futbol en el estadio, pero ahora tengo
muchas más dudas que certezas. Tal vez hemos cruzado una línea sin retorno. Pobre
México.