Eterno Retorno

Monday, December 16, 2024

La línea de producción

 


Si yo fuera una fábrica (y en cierta forma lo soy) este espacio sería el equivalente a la línea de producción de la maquila. De este pequeño y catastrófico rinconcito hogareño ha brotado todo lo que he producido en los últimos doce años. Desde diciembre de 2012 esta ha sido mi única oficina. No tengo ni he tenido otra. Con excepción de lo que llego a escribir en hoteles, cafés o aeropuertos, puedo decir que aquí se ha generado el 97% de mi trabajo.  De aquí han emergido catorce libros publicados, varios cientos o miles de columnas, artículos y posts como este y también cientos de miles de párrafos de albañilería escritural o escritura chamba y toneladas de textos vertidos a mano o en teclado que a la fecha no se publican y tal vez no se publiquen nunca. En estos doce años he cambiado una vez de silla, he usado cuatro laptops distintas, varias decenas de libretas y cientos de plumas,  pero mi colocación no se ha alterado. Siempre estoy sentado en la misma orientación, en la cabecera oeste de la mesa, de espaldas al patio mirando hacia la sala, de frente al amanecer y de espaldas al atardecer. Cuando irrumpe el alba las sombras se proyectan caprichosas en las cortinas blancas. Cambia la decoración de mi entorno pero no mi posición. Por ejemplo, en este momento atrás de mí hay unos renos iluminados y enfrente un hermoso pino. Muy a menudo suele haber un ramo de flores de temporada a unos centímetros de la laptop y casi en todo momento hay junto a mí una taza, siempre la misma, pepenada en República Checa hace veinte años. La taza suele ser sustituida por un vaso al caer la tarde-noche. Algunas mañanas de martes y miércoles la escritura suele ser acompañada por un partido de la Champions que miro de reojo en el iPad. Algunas mañanas de sábado un partido de Premier League (mientras esto escribo se juega se juega Nottingham Forest vs Aston Villa, es decir, Robin Hood vs Black Sabbath).

Llevamos 21 años viviendo en esta casa, pero la primera vez que este sitio fue utilizado como verdadera línea de producción fue en el verano de 2010. Cuando amaneció el 5 de julio de ese año, me di cuenta que ese era el primer lunes de mi vida adulta en que no tenía que presentarme a trabajar algún lugar.  Ikercho tenía ocho meses de edad y acababa de descubrir la liberadora sensación de recorrer su mundo en andadera. Entonces empecé a escribir Réquiem por Gutenberg y a confeccionar Mitos del Bicentenario. Entonces empezaron a pasar cosas. La lava escritural brotó en incontrolable erupción. Volví a tener una oficina externa de septiembre de 2010 a noviembre de 2012. Después retorné a ocupar mi sitio en el comedor y desde entonces no me he movido de aquí.

 Cierto, concedo que yo no he puesto de mi parte para que este sea un sitio más ordenado. Como dice Fito: yo prefiero siempre un poco de caos.  A un costado de la silla hay un baúl de madera sobre el que reposa un amasijo de unos 50 libros (y dentro del baúl yace un centenar más). Junto a los libros hay fotografías, varias decenas de plumas, lápices y colores (Pilot G-2 mis favoritas) y chuchulucos diversos inclasificables. Obvia decir que Marie Kondo odiaría a muerte esta catarsis del caos antiminimalista. Cuando caigo en atasques escriturales o vías muertas donde descarrilla la creatividad, tiendo a pensar que un  cambio me vendría bien, que bastaría con  sentarme en otra silla, con mirar al patio y darle la espalda a la sala, pero esos golpes de timón nunca prosperan e irremediablemente vuelvo a sentarme en el mismo sitio. A veces pienso en el ojo de una deidad mirándome envejecer en cámara rápida, una desquiciada secuencia de diapositivas en donde contemplo la vida entera transcurrir en este exacto sitio el mundo. Amaneceres, crespúsculos, madrugadas. Ikercho en andador e Ikercho quinceañero. Del invierno al verano, del café al whisky,  de lunes a diciembre y las mañanas que arrastran su sábana de nubes, diría Ortega y el río de palabras sin dejar de fluir, a veces en plan de mustio arroyito y otros de soberbia catarata. Palabras y la canija vida que se va. Un día escribí aquí mi primer párrafo y un día escribiré el último y el ojo o las diapositivas de la fisgona deidad mirarán un sitio vacío. Tal vez otras personas habitarán esta casa o será demolida como demolieron la casa de mi abuelo y como al final todo es demolido y el río de palabras será ceniza náufraga, furtivo espectro en el gran desierto digital, el olvido antes del olvido.