Eterno Retorno

Friday, December 14, 2007

Tratado de ateología
Michel Onfray
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

Pasos de Gutenberg

Definitivamente no es este el libro que un tipo políticamente correcto y temeroso de Dios recomendaría o regalaría en estas fechas. Pero en Pasos de Gutenberg, por fortuna, siempre hemos ido a contracorriente y acaso la Navidad sea la mejor época para leer este ensayo. Mientras suenan los villancicos y la gente juega a abrir sus corazones junto con la chequera y hace como que ama a sus semejantes en nombre del nacimiento del hijo de un dios al tiempo que la fiebre consumista que consume en un dos por tres los aguinaldos, yo me deleito leyendo el Tratado de ateología de Michel Onfray. Un libro que sin duda ha herido y va a herir muchas susceptibilidades, pues cuando el tema de lo sagrado se sube a la mesa, la sangre mana desde lo profundo. Mientras los aparadores de las librerías comerciales yacen repletos de textos pseudomísticos e infinidad de nuevos cultos religiosos ofrecen a la carta la salvación eterna en cómodas mensualidades, este filósofo francés no se anda con rodeos ni sutilezas. Aquí no hay lugar al relativismo ni se tiene que interpretar nada. Para Onfray la sentencia es sencilla y contundente: Dios no existe. Punto final.
Su Tratado de ateología es toda una declaración de principios del no creyente, una verdadera Biblia del Sin Dios. Lo suyo no es el clásico ``creo en Dios pero no en la iglesia ´´ o ``me mantengo en perpetua duda ´´. Nada. Onfray ni siquiera se permite caer en la tentación del agnosticismo. Lo suyo es ateísmo puro y duro, sin concesiones. Y sí, también una declaración de guerra a muerte contra los monoteísmos en torno a los que no hace distinción alguna. Onfray muerde con igual furia al judaísmo, al cristianismo o al islamismo y tan absurda le parece la una como la otra. En nuestras manos está una disección de los cultos monoteístas en nombre de la Santísima Trinidad: Hombre, materia y razón. Vaya, aunque no es un arranque furioso, la víscera de Onfray tiene carne de Nietzsche, su inocultable mentor, y algo de Ciorán. Con decirle que hasta cierto parentesco con el colombiano Fernando Vallejo y su ramera de Babilonia encuentro en estas páginas. Un libro que se ama o se odia. Luego entonces un libro que vale la pena ser leído. ¿Dirigido únicamente a ateos incurables? No necesariamente. También es un bálsamo excelente para creyentes críticos, de esos que hay tan pocos en el mundo o para buscadores de nuevos dioses. Miles de personas buscan el sentido de sus vidas aportando en las cuentas bancarias de nuevas religiones. Unos buscan dioses cibernéticos y extraterrestres, otros vuelven al paganismo y algunos, casi siempre los más snobs, buscan el camino en las religiones orientales. Si usted anda en busca de un dios, este libro es una excelente alternativa. El libro le dirá que pare de buscar dioses, porque no existe ninguno, así que no va a encontrarlos y únicamente gastará su dinero. Una sentencia cruel para algunos, pero a veces la luz más esclarecedora viene del vacío y la paz nos invade cunado miramos el rostro de la nada. Vaya, perdón por el contrasentido, pero hay mucho, muchísimo misticismo en el anticredo de un ateo.

Sunday, December 09, 2007

Pasos de Gutenberg
Conjunto norteño. Relatos para la plebada
Pablo Jaime Sáinz
Calaca Press


Por Daniel Salinas Basave

Podría iniciar comentándoles que tras los menos de 45 minutos que me tomó la lectura de este libro me quedó un regusto a aguachile y cerveza Pacífico, mientras una tambora machaca mis oídos y mi mente viaja del Triángulo Dorado a Huntignton Park. Vaya, podría empezar con la odiosa comparación y afirmar que la pluma de Pablo Jaime Sáinz tiene un acento más sinaloense que el del mismísimo Élmer Mendoza, pero no se trata de sacar un termómetro y medir los grados de sinaloeidad. Podría también desparramar frases teorréricas y afirmar que narrar es migrar, metamorfear, darle chicotazos al lenguaje hasta transformarlo en un híbrido inimitable. Para apostarle a la narrativa sinaloense existe un requisito indispensable: Ser sinaloense. Arturo Pérez- Reverte ya demostró pariendo una bazofia lo mal que estudió en los cursos intensivos de culichi que le dio el propio Élmer. ¿Le vendría bien al gachupín tomar clases particulares con Sainz? Si no eres sinaloense, no vale la pena intentar imitar su leguaje so riesgo de caer en el ridículo. Sin embargo, más allá del factor Navolato, lo delicioso de este libro es la capacidad de hacer reír, tan atípica en un mundo plagado de narradores empeñados en tomarse demasiado en serio. Nada más sano que la capacidad de reírse de uno mismo, de encontrar lo mucho de cómico que tiene la propia cultura. Sáinz es chicano- sinaloense y ni duda cabe lo mucho que disfruta del narcocorrido y la cerveza y sin embargo eso no le impide burlarse deliciosamente de su entorno y satirizar su grotesco barroquismo. Aquí no está el horror de las mil balas escupidas por un cuerno de chivo, ni el drama de los amores, pasiones y muerte de los capos de la mafia enaltecidos por los discípulos de Chalino, sino lo chistosa que se vuelve toda exageración y la cultura sinaloense suele ser exagerada. El sueño del plebe que desea convertirse en narco, la anécdota barrial, el ritual norteño consumado entre tragos de cerveza y el sonar de un acordeón. En esta vida lo que más importa es la muerte y tampoco es que sea para tanto. No me tomen a mal pero yo, por ejemplo, soy un devoto del black metal y eso no me impide ver lo mucho de payaso que hay en esas caras de osos panda. Sainz es capaz de reírse, pero a menudo la profundidad ontológica emerge en las carcajadas. Dentro de la risa hay reflexión, nostalgia, inocultable tristeza. Un Navolato fantasmal que poco a poco se va quedando solo, los destinos de cientos de miles de sinaloenses autoexiliados en Tijuana y en Los Ángeles. Grandes narradores han parido las culturas en el exilio. Por ejemplo, el universo indo-pakistaní de Londres se inmortalizó en las páginas de Kureishi y Rushdie. En las breves páginas de Sainz vive el sinaloense prófugo, exiliado, eternamente nostálgico. Tijuana está llena de sinaloenses que no dejan de añorar su patria chica aunque lleven más de 20 años de destierro. En Tijuana ninguna comunidad como la sinaloense es tan enfermizamente nostálgica de lo que dejó atrás. Sinaloa como un paraíso perdido, útero materno al que nunca retornarán. Mención aparte merece la Historia completa de la Guerra del 92, sin duda la más deliciosa y realista narración que he leído sobre el sobrevalorado “riot” de Los Ángeles, mitificado por los cursis a nivel de gesta épica racial y desnudado por Sainz en su verdadera dimensión. ¿A cuántos de los que destrozaron cristales les importaba la suerte de Rodney King? Para rematar un glosario sinaloense-chicanote apto para no iniciados. Al final de cuentas, lo único malo de este libro es sólo tiene 40 páginas y uno se queda con ganas de más, pues se bebe tan rápido como una cerveza en un medio día de 42 grados.