Friday, September 19, 2014
Hay algo siniestro en el timbre del teléfono, la fatal certidumbre de estar a punto de recibir una noticia que será por definición mala, el deseo siempre reprimido de no contestar.
Teoría conspiracionista: las moscas han urdido un siniestro complot internacional para impedir a mis ideas materializarse en palabra escrita. Cuando se intuye el aroma de la inspiración al hacer su arribo, aparece en escena una mosca invitándome a matarla.
No he construido mayor patrimonio que mis recuerdos, pero hoy hasta ellos tienen amenaza de embargo. Una sombra blanca se posará sobre ellos y mi memoria será la baba de semen culpable que huye por el resumidero, la apenas perceptible cicatriz dejada por la aspiradora límbica.
Soñar con pepenar un libro viejo y a punto del deshoje de Lautreamont. Un libro de la misma editorial y estilo del Aurelia de Nerval pepenado en una mesa de regalos. Un libro en cuyo papel cenizo y quebradizo había espacio para fotos de alguna obra teatral sesentera, pues en mi sueño Lautremont escribió teatro y nació en 1911.
Wednesday, September 17, 2014
SEGUIR A LOS GANSOS
Sunday, September 14, 2014
Cada cuadro de cotidianidad es una danza macabra. En día más luminoso se insinúa siempre la proximidad de una sombra. La risa desbordada y el goce inconsciente navegan lentos hacia su abismo. La parca yace al acecho en algún rincón del lienzo.
Lo más aterrador de la guillotina no es la cuchilla inclinada cortando de tajo tu cuello, sino los segundos de vida que alcanza a tener la cabeza una vez separada del cuerpo. Cuando el verdugo alzó la cabeza ensangrentada de la girondina Charlotte Corday para darle una bofetada frente al populacho, la asesina de Marat alcanzó a emitir un quejido. Fisiólogos han confirmado la posibilidad de tener hasta 13 segundos de vida una vez que el cuello es cortado.
Solo hasta llegar a las cercanías del segundo café del día, leyendo cierta crónica sobre la peste negra y el Decamerón, me recordé soñando una huida entre los elevadores de un edificio de de lujo. Un elevador que bajaba cuando yo le exigía subir, puertas que se abrían conmigo oculto arranado en un rincón, salitas pretenciosas de nuevo rico en donde pretendía disimularme, alguien que me persigue por un robo casi involuntario. Un sueño más que estuvo a punto de olvidarse.