Dark desires
¿Dónde está en este preciso momento el hombre que va a matarte dentro de exactamente media hora? ¿Qué está pensando? Si el asesinato está bien planeado, sin duda estará pensando en ti y tú, tan quitado de la pena, te entregas con total fastidio a alguna actividad cualquiera como si la existencia fuera eterna, mientras alguien, muy cerca de aquí, tiene en sus manos tu final.
Cuando Angie, aquella gerente de Publicidad de Tv Azteca, fue asesinada afuera de su casa, pensé en escribir un hipotética e imaginaria crónica, minuto a minuto, del último día de su vida. Dos vidas paralelas que se cruzarán durante unos segundos, los últimos en la vida de la víctima.
Aquella vez llegamos muy pronto a la escena del crimen. Mi colega Sergio se voló semáforos en rojo y en cuestión de minutos estábamos en la Colonia Hipódromo, antes que los de Periciales. El cadáver estaba aún dentro del carro y la sangre era fresca. Su asesino (¿fue el Cholo?) debía andar cerca todavía. Fue entonces cuando imaginé la crónica. Lo que hacen el asesino y su víctima las doce horas previas al crimen. El asesinato se cometió por la noche. La joven despertó temprano y se fue a trabajar. El asesino posiblemente dormía, pero cuando abrió los ojos tenía ya muy claro lo que haría esa noche. Mientras por la tarde la víctima comía, iba al baño, hacía llamadas, navegaba en internet con total parsimonia, su asesino estaba ahí, cerca de ella, en algún lugar de la ciudad, siguiendo sus pasos o aguardando su llegada. El bajo de Harris empieza a sonar y se escucha el grito de Di Anno. Sí, el soundtrack de esa escena es Killers de Iron Maiden. El asesino oculto en las sombras. Killer, behind you. Irrumpe en escena. Cuestión de segundos y se vuelve a perder en las sombras. Añejo ritual.
A menudo alucino con una surte de Aleph urbano, un cuadro total en miniatura a o una vista aérea con lupa. Contemplar la ciudad como contemplas un hormiguero y seguir, paso a paso y al mismo tiempo, la marcha de dos hormigas que tarde o temprano se encontrarán.
La Ciudad vista por un Ojo Omnipotente y eterno, un Ojo capaz de penetrar en todos los rincones. Que absurda luciría nuestra urbe caníbal. Imagina la escena: Miras a una mujer que a bordo de su camioneta Navigator sale de Playas de Tijuana y toma a toda velocidad por la Avenida Internacional. Estéreo a todo volumen, el clima en el nivel más frío, acelerador a fondo, 75 millas por hora. Al mismo tiempo, en la Zona Norte, un tecato sale de un picadero en donde ha ido a conectar su respectiva dosis de heroína. Tú, con el Ojo Omnipotente o a través de tu Aleph, los contemplas a los dos como dos hormigas que se acercan irremediablemente aunque ni uno de los dos lo sabe. La mujer de Playas y el tecato de la Zona Norte habitan en la misma ciudad y sin embargo nunca se han visto en sus vidas o acaso han estado a centímetros, en algún crucero. La mujer detrás del cristal de su camioneta, el tecato, trapo en mano, limpiando al parabrisas. Ahora su encuentro será definitivo. Ves a la mujer pisar más fuerte el acelerador y al tecato encontrarse con una patrulla. La mujer conduce a toda velocidad por la Avenida Internacional y a unos metros de ahí, el tecato corre, con la dosis en su bolsa, tratando de huir la policía. Correrá hacia el canal y cruza a toda velocidad la Avenida Internacional, justo en el momento en que la mujer, a 75 millas por hora, contesta el celular. El trancazo arranca a la mujer de su letargo, pero lo único que ve es al tecato, diez metros adelante, despedazado.
El accidente es típico. Lo interesante me parece seguir la secuencia de las dos vidas que coinciden en un segundo exacto por un tejido milimétrico de casualidades. Si miras la ciudad como un Aleph, mirarás el absurdo total de esa aleatoriedad caprichosa. La ciudad como un hoyo de ratas en donde en unos cuantos metros cuadrados, tras una pared, alguien es torturado por sus secuestradores, mientras en la casa de a lado una pareja coge y en la de a lado se representa la enésima escena de ultraviolencia familiar. Un hoyito de alimañas enloquecidas partiéndose la madre, yendo y viniendo frenéticas mientras la Muerte les sonríe compasiva desde algún lugar.
Castaneda
Me ha dado por releer al azar páginas de los libros de Carlos Castaneda. Allá por 1994 esos textos fueron mis fieles compañeros. Los primeros cuatro, Las enseñanzas de Don Juan, Una realidad aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, no tienen desperdicio. Son los cuatro que publicó en el Fondo de Cultura Económica. Lo que vino después se acerca más a la chatarra new age que a la antropología y la filosofía. Con ese cuarteto de libros me quedo. Alguna vez esos libros iluminaron mi camino y podía recitar como una oración sus conceptos. Algunas enseñanzas don juaneras las trato de aplicar a mi vida diaria, sobre todo aquello de tener a la Muerte como consejera, la conciencia del Tonal y el Nagual, los Caminos con Corazón, el Desatino Controlado y ¿Borrar la Historia Personal? Si la borrara debería empezar por borrar este blog.
Nostalgia universitaria
Enésima charla con alumnos de comunicación de la UABC. He perdido la cuenta de las veces que he ido a universidades a dar pláticas a alumnos de esa carrera que nunca estudié. Mi conclusión siempre es la misma: extraño espantosamente la universidad. El pasado 18 de mayo se cumplieron diez años de mi graduación. Mi título de licenciado en derecho con su respectiva cédula profesional yace cómodamente archivado en mi librero. Si algo le reprocho al perro periodismo es que en diez años no me ha dejado volver a pisar un salón de clases como alumno. Mi Abuelo dijo que él no concebía su vida fuera del aula y yo ya llevo diez largos años fuera de ella. Es por eso que cuando me invitan a exponer algún tema para alguna clase de periodismo siempre digo que sí. A trancazos o como sea me hago un hueco en la agenda y voy solo para salir de ahí pensando en lo mucho que me gustaría estar de nuevo en la Universidad. Me ha tocado ir varias veces al CUT, en donde ya soy huésped permanente del tradicional Juicio a los Medios, a la UDC y a la UABC. Me agrada mucho rolar sobre todo por el templo cimarrón. Me hubiera gustado mucho estudiar ahí. Es más, no descarto algún día entrarle a cualquier maestría aunque no la necesite. Digan lo que digan, la UABC es una gran institución.Y es que estudiar es un fin en si mismo, no un medio para hacer un carajo.
Masoquismo Tigre
Una de las ventajas de vivir tan lejos de Monterrey es que no debo padecer un bombardeo incesante de carrilla cuando las cosas no marchan bien para los Tigres.
Por supuesto que aquí en Tijuana no falta quien echa un poco de limón en la herida recordándome los humillantes resultados de mi equipo, pero si viviera en mi tierra natal tendría una avalancha de pestilentes rayaditos haciendo mofa de la desgracia felina. Por lo que a mí respecta, nada ha cambiado. Siete goles en contra no bastan para mermar mi amor por esos colores y siete partidos sin ganar no serán causa suficiente para que me quite mi pulsera, mi monedero y mi escudo de los Tigres que llevo conmigo todos los días, ni dejaré de usar las más de 20 camisas de este equipo que guardo en mi closet. ¿Masoquismo? ¿Adicción a la desgracia? ¿Fidelidad a prueba de balas? Si ya soporté un descenso, creo que ya nada puede destruir mi fe. Por lo demás, me quedaré esperando paciente que llegue un triunfo, que dudo mucho sea contra nuestro coco Pachuca este sábado.
My Space
Gracias a las enseñanzas de mi amigo Pedro Beas me he transformado en un maniático del My Space. Ahora no pasa un día sin que navegue por ahí en busca de alguna banda y grande es mi sorpresa al descubrir que hasta la más improbable y subterránea agrupación está metida en este rollo. Eso sí, debo admitir que he comprado menos discos desde entonces. Y es que he de confesar que a menudo experimentaba comprando discos a ciegas de bandas que jamás en mi vida había escuchado y si bien de vez en cuando te llevabas una grata sorpresa, no fueron pocos los fiascos. Por ahora la tarde otoñal transcurre mientras escucho en My Space Electric Wizard, banda inglesa de Doom radical, un Doom lento, lentísimo, corrosivo, sucio, con riffs duros y repetitivos, tristes como ellos solos, algo así como el rollo del primer Black Sabbath, o acaso su embrión Earth, denso como una tarde negra de lluvia fría.
¿Dónde está en este preciso momento el hombre que va a matarte dentro de exactamente media hora? ¿Qué está pensando? Si el asesinato está bien planeado, sin duda estará pensando en ti y tú, tan quitado de la pena, te entregas con total fastidio a alguna actividad cualquiera como si la existencia fuera eterna, mientras alguien, muy cerca de aquí, tiene en sus manos tu final.
Cuando Angie, aquella gerente de Publicidad de Tv Azteca, fue asesinada afuera de su casa, pensé en escribir un hipotética e imaginaria crónica, minuto a minuto, del último día de su vida. Dos vidas paralelas que se cruzarán durante unos segundos, los últimos en la vida de la víctima.
Aquella vez llegamos muy pronto a la escena del crimen. Mi colega Sergio se voló semáforos en rojo y en cuestión de minutos estábamos en la Colonia Hipódromo, antes que los de Periciales. El cadáver estaba aún dentro del carro y la sangre era fresca. Su asesino (¿fue el Cholo?) debía andar cerca todavía. Fue entonces cuando imaginé la crónica. Lo que hacen el asesino y su víctima las doce horas previas al crimen. El asesinato se cometió por la noche. La joven despertó temprano y se fue a trabajar. El asesino posiblemente dormía, pero cuando abrió los ojos tenía ya muy claro lo que haría esa noche. Mientras por la tarde la víctima comía, iba al baño, hacía llamadas, navegaba en internet con total parsimonia, su asesino estaba ahí, cerca de ella, en algún lugar de la ciudad, siguiendo sus pasos o aguardando su llegada. El bajo de Harris empieza a sonar y se escucha el grito de Di Anno. Sí, el soundtrack de esa escena es Killers de Iron Maiden. El asesino oculto en las sombras. Killer, behind you. Irrumpe en escena. Cuestión de segundos y se vuelve a perder en las sombras. Añejo ritual.
A menudo alucino con una surte de Aleph urbano, un cuadro total en miniatura a o una vista aérea con lupa. Contemplar la ciudad como contemplas un hormiguero y seguir, paso a paso y al mismo tiempo, la marcha de dos hormigas que tarde o temprano se encontrarán.
La Ciudad vista por un Ojo Omnipotente y eterno, un Ojo capaz de penetrar en todos los rincones. Que absurda luciría nuestra urbe caníbal. Imagina la escena: Miras a una mujer que a bordo de su camioneta Navigator sale de Playas de Tijuana y toma a toda velocidad por la Avenida Internacional. Estéreo a todo volumen, el clima en el nivel más frío, acelerador a fondo, 75 millas por hora. Al mismo tiempo, en la Zona Norte, un tecato sale de un picadero en donde ha ido a conectar su respectiva dosis de heroína. Tú, con el Ojo Omnipotente o a través de tu Aleph, los contemplas a los dos como dos hormigas que se acercan irremediablemente aunque ni uno de los dos lo sabe. La mujer de Playas y el tecato de la Zona Norte habitan en la misma ciudad y sin embargo nunca se han visto en sus vidas o acaso han estado a centímetros, en algún crucero. La mujer detrás del cristal de su camioneta, el tecato, trapo en mano, limpiando al parabrisas. Ahora su encuentro será definitivo. Ves a la mujer pisar más fuerte el acelerador y al tecato encontrarse con una patrulla. La mujer conduce a toda velocidad por la Avenida Internacional y a unos metros de ahí, el tecato corre, con la dosis en su bolsa, tratando de huir la policía. Correrá hacia el canal y cruza a toda velocidad la Avenida Internacional, justo en el momento en que la mujer, a 75 millas por hora, contesta el celular. El trancazo arranca a la mujer de su letargo, pero lo único que ve es al tecato, diez metros adelante, despedazado.
El accidente es típico. Lo interesante me parece seguir la secuencia de las dos vidas que coinciden en un segundo exacto por un tejido milimétrico de casualidades. Si miras la ciudad como un Aleph, mirarás el absurdo total de esa aleatoriedad caprichosa. La ciudad como un hoyo de ratas en donde en unos cuantos metros cuadrados, tras una pared, alguien es torturado por sus secuestradores, mientras en la casa de a lado una pareja coge y en la de a lado se representa la enésima escena de ultraviolencia familiar. Un hoyito de alimañas enloquecidas partiéndose la madre, yendo y viniendo frenéticas mientras la Muerte les sonríe compasiva desde algún lugar.
Castaneda
Me ha dado por releer al azar páginas de los libros de Carlos Castaneda. Allá por 1994 esos textos fueron mis fieles compañeros. Los primeros cuatro, Las enseñanzas de Don Juan, Una realidad aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, no tienen desperdicio. Son los cuatro que publicó en el Fondo de Cultura Económica. Lo que vino después se acerca más a la chatarra new age que a la antropología y la filosofía. Con ese cuarteto de libros me quedo. Alguna vez esos libros iluminaron mi camino y podía recitar como una oración sus conceptos. Algunas enseñanzas don juaneras las trato de aplicar a mi vida diaria, sobre todo aquello de tener a la Muerte como consejera, la conciencia del Tonal y el Nagual, los Caminos con Corazón, el Desatino Controlado y ¿Borrar la Historia Personal? Si la borrara debería empezar por borrar este blog.
Nostalgia universitaria
Enésima charla con alumnos de comunicación de la UABC. He perdido la cuenta de las veces que he ido a universidades a dar pláticas a alumnos de esa carrera que nunca estudié. Mi conclusión siempre es la misma: extraño espantosamente la universidad. El pasado 18 de mayo se cumplieron diez años de mi graduación. Mi título de licenciado en derecho con su respectiva cédula profesional yace cómodamente archivado en mi librero. Si algo le reprocho al perro periodismo es que en diez años no me ha dejado volver a pisar un salón de clases como alumno. Mi Abuelo dijo que él no concebía su vida fuera del aula y yo ya llevo diez largos años fuera de ella. Es por eso que cuando me invitan a exponer algún tema para alguna clase de periodismo siempre digo que sí. A trancazos o como sea me hago un hueco en la agenda y voy solo para salir de ahí pensando en lo mucho que me gustaría estar de nuevo en la Universidad. Me ha tocado ir varias veces al CUT, en donde ya soy huésped permanente del tradicional Juicio a los Medios, a la UDC y a la UABC. Me agrada mucho rolar sobre todo por el templo cimarrón. Me hubiera gustado mucho estudiar ahí. Es más, no descarto algún día entrarle a cualquier maestría aunque no la necesite. Digan lo que digan, la UABC es una gran institución.Y es que estudiar es un fin en si mismo, no un medio para hacer un carajo.
Masoquismo Tigre
Una de las ventajas de vivir tan lejos de Monterrey es que no debo padecer un bombardeo incesante de carrilla cuando las cosas no marchan bien para los Tigres.
Por supuesto que aquí en Tijuana no falta quien echa un poco de limón en la herida recordándome los humillantes resultados de mi equipo, pero si viviera en mi tierra natal tendría una avalancha de pestilentes rayaditos haciendo mofa de la desgracia felina. Por lo que a mí respecta, nada ha cambiado. Siete goles en contra no bastan para mermar mi amor por esos colores y siete partidos sin ganar no serán causa suficiente para que me quite mi pulsera, mi monedero y mi escudo de los Tigres que llevo conmigo todos los días, ni dejaré de usar las más de 20 camisas de este equipo que guardo en mi closet. ¿Masoquismo? ¿Adicción a la desgracia? ¿Fidelidad a prueba de balas? Si ya soporté un descenso, creo que ya nada puede destruir mi fe. Por lo demás, me quedaré esperando paciente que llegue un triunfo, que dudo mucho sea contra nuestro coco Pachuca este sábado.
My Space
Gracias a las enseñanzas de mi amigo Pedro Beas me he transformado en un maniático del My Space. Ahora no pasa un día sin que navegue por ahí en busca de alguna banda y grande es mi sorpresa al descubrir que hasta la más improbable y subterránea agrupación está metida en este rollo. Eso sí, debo admitir que he comprado menos discos desde entonces. Y es que he de confesar que a menudo experimentaba comprando discos a ciegas de bandas que jamás en mi vida había escuchado y si bien de vez en cuando te llevabas una grata sorpresa, no fueron pocos los fiascos. Por ahora la tarde otoñal transcurre mientras escucho en My Space Electric Wizard, banda inglesa de Doom radical, un Doom lento, lentísimo, corrosivo, sucio, con riffs duros y repetitivos, tristes como ellos solos, algo así como el rollo del primer Black Sabbath, o acaso su embrión Earth, denso como una tarde negra de lluvia fría.